Ranitas, príncipes…sueños de la vida! Eso no suele ser la verdad del final. Por mucho que los poemas, frases e historias de los cuentos de hadas insisten en hacernos creer que el amor es algo casi sobrenatural, la realidad es que no suele terminar de esa forma. O más bien, quizás ésta es sólo una cara del amor. Parece que nos pasamos la vida escuchando a las ranas que se convierten en príncipes, o era al contrario, el príncipe en rana, no recuerdo. Algo curioso, las ranas son príncipes cuando los besa una princesa, no suele funcionar con una labriega.
Cada vez más, me parece que nuestro principal problema no está en los propios problemas, pero si cuando vivimos como si los problemas no existieran, simplemente porque no sabemos cómo resolverlos. No hay nada malo en no saber. El error está en no querer aprender.
Me gustaría poder escribir aquí todas las ideas que he tenido sobre el amor, pero sin duda sería mucho más fácil que yo no las describa, serían exclusivamente las mías. Valeros de vuestra propia experiencia, probarlos y sentir el gusto de cada uno. Es precisamente, porque tenemos gustos y sensaciones diferentes nuestra opinión final puede discrepar. Yo, si lo consideras conveniente, seguiré aquí, esperando, cediendo y permitiendo que tú mismo descubras cuáles son tus propios gustos. Y aun considerando que aunque algunos son muy amargos, yo te propongo que lo intentes. Vale la pena; la alegría de amar y ser amado no sabría describírtela, ¡venga, decídete ya!
Yo seguiré aquí esperando que resuelvas tus problemas y luego me los cuentes, podría ser tu último recurso, o tú el mío, no recuerdo. Rana o príncipe, ¿Qué deseas? Yo sólo esperar; espero que vuelvas y si no, tampoco será importante, yo podría ir a buscarte.
Nuestro Colaborador y Amigo, "Coronel Tapioca", nos remite este Artículo. De nuevo GRACIAS.
Artículo reeditado: originalmente publicado el 10 de Mayo de 2011.
Artículo reeditado: originalmente publicado el 10 de Mayo de 2011.
Entre ranas y príncipes anda el juego. Me quedo con lo una currante normalita.
ResponderEliminarAfortunadamente hoy siguen existiendo principes y princesas entre las personas normales. Mi mor es un principe y simplemente y nada más ni menos me hace inmensamente feliz.
ResponderEliminarQueda claro que el Maná Maná es el sapo asqueroso.
ResponderEliminarÉrase una vez una princesa que, jugando en el jardín, dejó caer al pozo su pelota de oro. De repente, salió del agua una horrible rana que dijo:
ResponderEliminar-No llores, princesa. Si prometes sentarme en tu mesa, darme de comer en tu plato de oro y acostarme en tu cama, te devolveré tu bonito juguete.
La princesa lo prometió y al instante la rana salió del pozo con la pelota de oro en la boca. La princesa le arranco la pelota y se puso a correr hacia su casa, olvidando su promesa. Aquella misma noche el rey celebraba una fiesta en honor de unos invitados. Cuando el banquete parecía más alegre, se oyeron unos golpes y una extraña voz croó:
-Princesa, has dado tu palabra y ahora debes complacer los deseos de tu rana. La princesa aterrorizada, pidió ayuda a su padre, pero el rey dijo gravemente: -La palabra real debe ser mantenida. ¡Si has hecho una promesa, respétala! Y la pobrecilla no tuvo mas remedio que sentar a la rana en sus rodillas y comer con ella del plato de oro delante de todos. Le daba tanto asco que perdió el apetito.
Cuando la rana hubo comido hasta saciarse, croó:
-¡Tengo sueño, Llévame a tu cama!.
La princesa huyó a su habitación deseando dar a la rana con la puerta en las narices. Pero esta se coló entre las sabanas. La princesa, a punto de desmayarse, cogió a la horrible criatura con la punta de los dedos y la arrojó al suelo. Y entonces, maravilla, un hermoso príncipe apareció repentinamente.
-Estaba bajo el encantamiento de una hada malvada -dijo-. Solo podía liberarme la joven que cumpliera mis deseos. Te agradezco de todo corazón que hayas roto el encantamiento.
En el cielo, las estrellas ya habían perdido su brillo cuando la princesa escuchó el final de la historia del Príncipe Rana. Estaba amaneciendo, cuando se oyó llegar una carroza.
-¡Aquí esta Enrico, mi fiel sirviente! -gritó el príncipe-. Nos conducirá a mi palacio y allí nos casaremos.
La princesa y su padre consintieron, pero apenas la carroza hubo partido, se oyó un crujido.
- ¡Enrico, se ha roto una rueda! -gritó el príncipe.
Pero el fiel sirviente respondió:
Crujido de alegría fue, mi señor.
Cuando por magia fuiste embrujado,
lazos de oro mi corazón ataron.
Ahora que estas aquí, se ha quebrado.
Y antes de que llegase la carroza a palacio, todos los lazos que ceñían el corazón del fiel Enrico se soltaron por la felicidad del regreso de su señor.
Joan Manuel Serrat cantaba hace ya tiempo una canción que trataba de la rana y el príncipe. Para los que tenemos algo de edad se la recuerdo. Las podeis ver en Yotube (preciosa):
ResponderEliminarÉl era un auténtico príncipe azul
más estirado y puesto que un maniquí,
que habitaba un palacio como el de Sissí
y salía en las revistas del corazón,
que cuando tomaba dos copas de más
la emprendía a romper maleficios a besos.
Más de una vez, con anterioridad,
tuvo Su Alteza problemas por eso.
Un reflejo que a la luna
se le escapó,
en la palma de un nenúfar
la descubrió;
y como en él era frecuente,
inmediatamente
la reconoció.
Ella era una auténtica rana común
que vivía ignorante de tal redentor,
cazando al vuelo insectos de su alrededor
sin importarle un rábano el porvenir.
Escuchaba absorta a un macho croar
con la sangre alterada por la primavera,
cuando a traición aquel monstruoso animal
en un descuido la hizo prisionera.
A la luz de las estrellas
le acarició
tiernamente la papada
y la besó.
Pero salió rana la rana
y Su Alteza en rana
se convirtió.
Con el agua a la altura de la nariz
descubrió horrorizado que para una vez
que ocurren esas cosas, funcionó al revés;
y desde entonces sólo hace que brincar y brincar.
Es difícil su reinserción social.
No se adapta a la vida de los batracios
y la servidumbre, como es natural,
no le permite la entrada en palacio.
Y en el jardín frondoso
de sus papás,
hoy hay un príncipe menos
y una rana más
Me ha gustado mucho esta pequeña historia que la considero un intermedio en la camaleónica forma de escribir del cabo Tapioca. Reflexiones, filosofía, erotismo... bueno, bueno, yo quiero casarme o juntarme. Besitos.
ResponderEliminarprincess busquense sus principes negros que los azules estan agotados y los que no vienen con defectos de fabrica
ResponderEliminarMANA MANA VETE YA Y SI NO TE ECHAREMOS TARDEMOS MAS O TARDEMOS MENOS
ResponderEliminarLa Rana gustavo nació ayer a.C. (no se sabe la fecha ni él) en los pantanos de Louisiana (E.E.U.U.) en el seno de una familia de mierda. Su madre era una golfilla retirada y su padre era el chulo; acabaron casandose para resolver un asuntillo legal. Y ese asuntillo era gustavo. A los 5 años encontraron al padre de Gustavo muerto en un charco de pis sangre y su madre y él huyeron a Lijtestain.
ResponderEliminarAdolescencia de Gustavo
las malas influencias de Gustavo en el instituto.
Gustavo hasta que tomó las drogas.A los 13 fue una edad de grandes cambios para Gustavo: dejó de llevar pañales y ya iba sólo al baño. En el instituto hizo malos amigos como Epi y Blas, quienes le metieron en el mundo de las drogas. Llevado por esa adicción llegó a vender a su madre por un porro y su casa por un mechero. Cuando recordó esto Gustavo pensó: "Mierda, tenía que haber pedido 6 ó 7 porros!!" Perseguido por la policía y por Epi (que quería una noche loca con Gustavo), huyó a Espiña, a los 16 años.
Luego la evolución lo llevo irremediablemente a convertirse en un Mana Mana cualquiera.
Yo me como las ancas de rana y a las princesas me las embadurno con crema polinizadora.
ResponderEliminarLa foto original y el artículo está bien, un poco pedante.......
ResponderEliminarEl amor te lo encuentras y no entiendes de clases sociales, raza o religión. El amor es el sentimiento de dar y no esperar. Cada uno es príncipe o príncesa en sus sueños y también en la realidad de quien te ama.
ResponderEliminarUn día un hombre, al que no le gustaba su pene porque media 50 cm.
ResponderEliminarDemasiado largo para su gusto y para el de muchas mujeres, decidió consultar una bruja para que le ayudara en su problema.
La hechicera, después de pensarlo mucho dijo:
- “Vete al bosque, ahí conocerás a una rana que esta en el medio del lago. Pregúntale si quiere casarse contigo, si contesta “no”, tu mejor parte disminuirá 10 cm, pero si te dice si, crecerá 10 cm!!.”
El hombre se pone en marcha. Llega al bosque y encuentra la rana y le pregunta
- “Oye rana!… ? quieres casarte conmigo?”
La rana le responde
- “NO”
El hombre muy contento vuelve a casa a medírselo: 40 cm. Pero como no esta satisfecho decide volver al bosque:
- “Eh, rana! .. ? quieres casarte conmigo?”
Otra vez la rana le responde
- “¡NO!…” ya algo impaciente.
El hombre muy contento vuelve de nuevo a casa y por supuesto se lo mide otra vez: y ahora 30 cm. Se dice a si mismo que sería estupendo si midiera 20 cms. De nuevo sigue el camino hacia el bosque y muy seguro de si mismo pregunta:
- “!Eh rana ?quieres casarte conmigo?”
La rana que esta harta su insistencia le dice:
- “¿Estas sordo o que? te lo he dicho ya varias veces.. NO, NO, NO y mil veces NOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!”
No comprendo como se permite algunos comentarios que nada tienen que ver con el artículo; me parece una falta de.... y además la crítica o el halago se debe de hacer sobre lo que se escribe. Yo reflexiono y hago o no comentarios pero un chiste por no decir algunos comentarios sobre un tal mana no los entiendo ni puedo entender que el moderador los permita.
ResponderEliminarEste artículo me parece al menos distinto.
Si me esperas, a partir del día 22 de mayo soy otra vez toda tuya.
ResponderEliminarMuy bueno, Coronel Tapioca. Tan original como siempre.
ResponderEliminarSiempre he pensado que lo que es rana para unos es principe para otros, nunca he creido en la perfección global.
ResponderEliminarImpecable reflexión, poco que añadir, salvo que a veces no es posible elegir entre príncipe y rana.
ResponderEliminarMás vale rana conocida que príncipe por conocer. Yo en un tiempo intenté convertir mi rana en príncipe, pero ya me he dado cuenta de que estoy muy a gusto con mi rana, y que para mí es en realidad un "príncipe encantador", aunque haya a quien no se lo parezca (incluso él piensa a veces que es una rana y no un príncipe, mira que es tonto)
ResponderEliminar¿Será mi día tonto? seguramente... Nerviosa sin ningún sentido, con miedo, o impaciencia... Arrgg! me odio...
ResponderEliminarYo no critico ningun comentario, solamente decir que este es un blog maravillosamente loco y que es un foro de completa libertad, me parece bien que cada cual comente lo que quiera y a su manera siempre que no se vulnere la libertad de nadie.
ResponderEliminarPersonalmente me lo paso pipa con los articulos, con los comentarios es que me corro de gusto.
Adelante, viva la libertad de expresión y de imaginación.
Se me olvidaba decir mis oraciones: MANÁ MANÁ VETE YA PORQUE TE LA METEREMOS DOBLA, AMÉN.
Nos acordamos de ti y de tu esposa, hijos y amante.
Cuida de ti y tu familia que es lo mas importante, recibe un cordial abrazo del oso cavernario.
No se puede vivir en un cuento infinito toda la vida.
ResponderEliminarSólo se puede amar a quien se ve con total entereza, a quien se le conocen virtudes y defectos... y se acepta, tal como es.
ResponderEliminar¡Con lo fácil que es decirlo y lo petardillos que somos a veces para entenderlo…!
A veces llegamos a rozar los límites de lo absurdo intentando transformar a las ranas en príncipes, sin pararnos a pensar en algo tan simple, como que la rana es rana y el príncipe es príncipe.
ResponderEliminarEl problema es querer cambiar a las personas cuando no tenemos el poder.
ResponderEliminarLos príncipes azules no existen, tú puedes hacer tu príncipe azul. No siempre tiene que ser el hombre perfecto, sino es aquella persona que te hace sentir feliz, tampoco no siempre todo es color de rosa, a veces hay sus imperfecciones...
ResponderEliminarConozco algunos príncipes que después de casados se convirtieron en verdaderos SAPOS!!!
ResponderEliminarTapioca, me sigues enganchando a este blog. Menos mal que has vuelto porque esto se estaba muriendo un poquito.
ResponderEliminarNi príncipes ni princesas, somos nosotros los que idealizamos a las personas, pero son eso, sólo personas
ResponderEliminarYo tenía un hermoso príncipe y ahora es un gran sapo.
ResponderEliminarCuando estas enamorada lo ves como un guapo principe pero cuando se pierde el encanto se vuelve un simple mortal.
ResponderEliminarEntonces... ¿la rana Gustavo qué?
ResponderEliminarInteresante reflexión y has creado en mi una duda vital. Quiero ser príncipe azul o rana? Creo que llegar a una conclusion me llevará unos dias
ResponderEliminarMirame con ternura que yo te follare con premura.
ResponderEliminarSolo, estoy solo.
ResponderEliminarTU LA METES DOBLADA?????
ResponderEliminarilllo cambia de Tokio
ResponderEliminarMe estoy muriendo lentamente.
ResponderEliminarPríncipe mío, me voy a seguir con nuestra lucha.
ResponderEliminarMi príncipe está ahora de juerga con un amigo. Como bese a otra espero que se convierta en rana o en sapo.
ResponderEliminarTapioca, sigue así. Me gustas mucho.
ResponderEliminarHaya tantas ranas vestidas de princesas y sapos de principes que hace difícil distinguir el camaleón de la culebra.
ResponderEliminarMe estás haciendo daño como la tempestad de arena en un desierto sin sol.
ResponderEliminarEste Tapioca me suena a un Bake.
ResponderEliminarNo me esperaba en Tapioca un artículo de este tipo, filósofico y muy sincero en el amor.
ResponderEliminarActualmente todos quieren ser principes, pero del petróleo. Ya las historias románticas no se llevan y los cuentos no se hacen realidad.
ResponderEliminarEstá bien que cada uno encuentre el amor a su horma, no existe un amor prototipo aceptado por todos.
ResponderEliminarTantas ranas y prícipes, tonterías!.
ResponderEliminarLa vida es más dura y compleja de lo que parece.
Soñar no cuesta nada, pero no podemos permanecer en el sueño mucho tiempo, tenemos que despertar y afrontar las situaciones que se presenten con entereza y valentía. Después de esto, dejemos libre nuestra mente, Y A DISFRUTAR...
Escribe bien este coronel.
ResponderEliminarYo seré tu rana y tú seras mi príncipe.
ResponderEliminarNunca supe la diferencia entre amar y querer hasta que amé los momentos y quise una historia a su lado.
ResponderEliminarEl mayor objetivo en la vida es amar.
ResponderEliminarDicen que la princesa se enamora del sapo, pero ¿se ha visto algún príncipe enamorarse de una rana?
ResponderEliminarTengo una ranita vestida de azul, con su camisita y su canesul. La saqué a paseo y se me constipó, la tengo en la cama con mucho dolor................
ResponderEliminarTapioca, ¿qué tal si nos amamos por toda la vida?
ResponderEliminarHay princesas que esperando a su príncipe azul se han follado a medio reino!!
ResponderEliminarLos príncipes de cuentos viven en grandes castillos, visten de forma encantada y tienen toda una fortuna; gobiernan un reino y son justos y adorados.
ResponderEliminarMi Maná-Maná tiene más más cuentos que Calleja, viste traje y corbata, tiene más dinero que el azul (robado democráticamente), vive en un gran chalet (remodelado tras saltarse ilegalmente las leyes sobre obras, por su influencia política), tiene varias piscinas "morenas", hechas sin gastarse ni un céntimo, piscinas prevaricadas con dinero público. En ellas tiene ingentes cantidades de batracios en los que poder convertirse cuando llegue un juez o algún tío con cojones.
El trato con sus súbditos es penoso, de prepotencia e injusticia. Es para colgarle de un tendedero y majarle a palos, como se solía hacer con el pelele de Judas Iscariotes en la Semana Santa.
Ese tipo es un impresentable. Los que le votaron se estarán divirtiendo.
EliminarImportante y al mismo tiempo simple es el gusto, es el de cada uno, pero:
ResponderEliminarSi el gusto que gusta a mi gusto gustara del gusto que gusta a tu gusto, seríamos los dos del mismo gusto. Qué disgusto se lleva mi gusto al saber que el gusto que gusta a mi gusto no gusta del gusto que gusta a tu gusto.
No disgustaros, porfa!!!!
EliminarEs más que probable que alguien que se resigne con una rana que no se ha convertido en príncipe/princesa nunca sea feliz hasta que lo consiga. La felicidad de cada uno siempre debe ir por delante.
ResponderEliminarBuena reflexión de Tapioca. En este artículo cambia su línea, con algo menos de fantasía.
ResponderEliminarJamas he besado una rana, la verdad es que me da asco...
ResponderEliminarAznar puso a dedo a Rajoy y le ha salido rana, de igual forma que al electorado que le votó. Un defraudador de primera.
ResponderEliminar¡Ya estamos hartos de tragar sapos con este sin servir!.
EliminarCon el paso de los años y las relaciones sobre todo te vas dando cuenta que es lo que te gusta y buscas en una pareja... al principio cometes muchos tropezones pero se va puliendo el asunto conforme pasa el tiempo.
ResponderEliminarYa tengo los labios inflamados de tanto besar ranas...
ResponderEliminarTapioca, ¿tú eres un príncipe o una rana?
ResponderEliminarPara mí es mi príncipe. Te quiero, Tapioca.
EliminarEs un Coronel.
EliminarPara lo que hace Mariano Rajoy, podríamos colocar en su lugar a la Rana Gustavo. Caeríamos mejor fuera de España. Y dentro también.
ResponderEliminarYo he besado a unas 7 ranitas que se han convertido en mi bella durmiente en su momento... quizá después se convirtieron en brujitas pero algo aprendí de ellas jajajaja
ResponderEliminarEste Tapioca no deja de sorprenderme.
ResponderEliminarPodríamos llamarlos los sapos del infierno.
ResponderEliminarSe rumorea que Robin está en la charca de Beas intentando coger un sapo para llevárselo a la cueva.
ResponderEliminarYa nadie cree en los príncipes ni en el tío de saco.
ResponderEliminarHoy creemos en las bolsas de dinero y en la corrupción galopante.
A la mierda.
La fotografía es muy vanguardista, bien podría ser una pintura de Salvador Dalí. Le va muy bien al artículo, en su línea filosófica.
ResponderEliminarSi no llueve, cómo coño vamos a tener ranas, y si no hay ranas, cómo vamos a tener príncipes???
ResponderEliminarMuy conocidos son "El Príncipe Idiota" de Dostoievski y "El Príncipe" de Nicolás Maquiavelo. En ningún momento hablan de ranas y sapos.
ResponderEliminarAquí tenemos un príncipe, muy güevón, que creo que no está para cuentos y ranitas.
Que salto cualitativo el del Tapioca. Pensaba que era frugaz y reconozco que más bien es una mesa cuajada de aromas y sabores distintos.
ResponderEliminarYo también he quedado sorprendida con el cambio.
EliminarYo prefiero al Tapioca del capullo en el culo.
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