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18 de junio de 2014

Soy fan de ti (3)

Lo peor de mi entera dedicación por la Literatura, fue que mi rendimiento en las demás asignaturas bajó drásticamente, tanto que citaron a mis padres para informarles de la preocupación generalizada por parte del resto de mis profesores, ya que si aquella situación se seguía repitiendo en el tiempo, me podría llevar a repetir curso.
Lógicamente me llevé una dura reprimenda por parte de mis padres, los cuales no me desanimaron a dejar de escribir, ya que pensaban que era algo muy positivo y además en el colegio les habían comentado que tenía un don natural para ello, pero si me alentaron para que lo hiciera en mi tiempo libre.
Me organicé mi tiempo para subir mi rendimiento en el resto de las materias, aunque le seguía dedicando un gran número de horas a leer y escribir.
El curso estaba pasando más rápido de lo que estaba acostumbrado y a cada día que pasaba la necesidad de contarte mis sentimientos hacía ti aumentaba más y más.
Se acercaba Junio y el comienzo de las vacaciones de Verano, cuando decidí escribirte una carta, ya que no era capaz de decírtelo en persona, además las palabras surgían con más fluidez desde mi bolígrafo que desde mi boca.
Había pasado una semana y la estaba acabando en clase, ya la tenía casi terminada, lista para entregártela, cuando un chico me la quitó de entre mis dedos y se puso a correr por entre los pupitres, con la intención de leerla en clase. En ese momento, toda la rabia acumulada tras años de burlas y mofas se concentró en él, y yo que nunca había hecho ni dicho nada por defenderme, me abalancé sobre él con irrefrenable ira. Con el impulso lo empujé y cayó al suelo, yo me tiré tras él y nos pegamos durante unos minutos, justamente hasta que apareciste para terminar la pelea.
Una lágrima caía suavemente por mi mejilla, me había destrozado la rodilla, pero no caía por eso, no por el dolor físico, eso qué más daba, surgía de un dolor más profundo, aquel que me causó ver mi carta ilegible, rota, hecha mil pedazos.
Entonces me cogiste de la mano, sí, de la mano, no me lo podía creer, no lo podría explicar, pero en ese preciso momento toda la rabia y la pena que sentía se transformó en felicidad.
Me llevaste junto al botiquín para curarme la rodilla. Me dijiste que no me preocupara, que sabías que yo no tenía la culpa, que era un buen chico.
Ahora sí que lo tenía claro, más que antes si cabe, volvería a escribir la carta esta noche para poder dártela a la salida del colegio. Tenía que escribirla de madrugada, ya que no me quería arriesgar de nuevo a tenerla en clase sin llevarla metida en el sobre. 
Me llevo poco tiempo o puede que simplemente menos de lo que esperaba, ya que tenía grabado en mi mente cada párrafo, cada palabra.
No pude dormir mucho aquella noche, de hecho, puede que no cayera ni por un instante en las redes de Morfeo.
A la mañana siguiente yo no tenía clase contigo y las horas pasaban lentamente. Puede que mirara el reloj una y cien veces hasta que sonó la campana, aquel ruido que indicaba que nos podíamos marchar a casa.
En ese preciso momento, el corazón se me aceleró como nunca lo había hecho antes. Mis constantes siguieron iguales hasta la puerta del colegio y aumentaron más si cabe cuando te vi salir.
Había llegado el momento, te tenía a poco más de 10 metros, me dirigía lentamente hacia ti, cuando creo que mi corazón se congeló y dejó de latir.
 Un chico estaba también andando hacia ti y tu al verlo corriste a sus brazos para luego fundirte con él en un largo beso.
Yo me quede desolado, abatido, observando afligido como te alejabas lentamente con él,  con tu mano agarrada en la suya, aquella dulce y delicada mano que el día anterior se había juntado con la mía.
Me fui corriendo a mi casa y me encerré en mi cuarto, allí lloré durante horas y por segundo día consecutivo la carta que te escribí quedo hecha pedazos.
Me gustaría contar que el sofoco me duró poco más que un suspiro, pero se quedó conmigo un tiempo, en el cual escribí mucho, seguramente los versos más bonitos que había escrito hasta entonces. Me resultaba curioso como la tristeza podía atraer a la belleza, aquella que irradian las palabras cuando las unes de la manera correcta. Fue en aquel instante cuando entendí como era posible que grandes poetas escribieran sus mejores versos envueltos en el desamor y la pena.
Pasó el tiempo y la tristeza se diluyó con el minutero, y aunque no lo comprendía al principio, me di cuenta que te debía muchísimo, porque me descubriste un mundo de papel y tinta, uno en el que todo es posible. Por ello a día de hoy, a cualquiera que me preguntara, le respondería lo mismo: —Soy fan de ti—

11 de junio de 2014

Soy fan de ti (2)

Recuerdo con total perfección aquella primera clase, cada detalle por ínfimo que pareciese. 
Llevabas puesto un bonito vestido gris  y el pelo recogido como el día anterior.  
Te colocaste junto a la pizarra, en frente nuestra y nos miraste, esperando a que nos calláramos. Los alumnos, a medida que se iban percatando de tu presencia se iban sentando.
Una vez que el silencio se apoderó de la sala, cogiste una tiza y con la caligrafía más perfecta que se haya podido vislumbrar, escribiste en la pizarra tu nombre.
Después llegó el mejor momento, aquel en el que tus ojos me miraron por primera vez, cruzándose con los míos. Sucedió a la vez que pronunciabas con tu dulce voz mi nombre, mientras pasabas lista de los alumnos allí presentes.
Nos explicaste como iba a ser el día a día de la clase, de la importancia que tenía la participación y el trabajo en casa. Dos cosas eran fundamentales, leer y escribir.
Terminaste lo que quedaba de hora recitándonos un poco de la obra de Pablo Neruda. Cuanta belleza se podía ver reflejada cuando tus labios pronunciaron las palabras de aquel hermoso poema, poema que comenzaba: "Puedo escribir los versos más tristes esta noche".
Así fue como me fui a casa, con una gran sonrisa en la boca, sonrisa que no se diluía lo más mínimo por más y más que pasaran las horas.
Los días fueron pasando y mi ilusión por la literatura aumentaba exponencialmente, aunque no era comparable a la que sentía cada mañana al verte.
Empecé a leer a todas horas, leía cada libro y a cada autor que recomendabas en clase y después por la noche, escribía. Me quedaba hasta muy tarde, fingía que dormía hasta que mi madre se iba a la cama, para después levantarme, sentarme en el escritorio de mi habitación, encender mi flexo y ponerme a plasmar con palabras tantísimas cosas que sentía, pensaba e imaginaba.
Debo de confesar que al principio lo hacía por ti, porque quería ser el número uno, quería que estuvieras orgullosa de mí, quería demostrarte lo mucho que me importaba lo que enseñabas, que mientras muchos de mis compañeros molestaban, hablaban y reían, yo prestaba toda mi atención a cada palabra que surgía tras aquellos labios carmesí.
Después de un tiempo, descubrí que realmente lo que hacía me llenaba, me gustaba, me ilusionaba. Crear algo de la nada, de mi mente, a veces sólo con una idea surgida mientras soñaba, era algo maravilloso.
Todos mis esfuerzos se veían recompensados, con tu sonrisa cada vez que recitaba lo que escribía. Aún recuerdo aquel día en que teníamos que leer una redacción acerca de la primavera. Yo me la había preparado bien, aunque fue muy fácil, ya que tú me inspirabas, me recordabas a ella, con su frescura y su belleza.
Cuando llegó mi turno, me llamaste para que me acercara al centro de la clase. Reconozco que titubeé un momento, pero caminé seguro y leí de forma firme y clara.
Después de que acabara se hizo el silencio, silencio que se rompió con las palabras más bonitas que me habías dedicado: —escribes como los ángeles—.
La gente reaccionó riéndose al unísono, pero me daba igual, lo que me habías dicho me había llegado a lo más profundo de mi corazón y todo lo demás importaba bien poco. En ese instante, mi mundo solamente estaba compuesto por aquella frase, por aquellas 4 palabras, por aquellas 22 letras.

27 de mayo de 2014

Soy fan de ti



Soy fan de ti, no lo puedo ocultar, se nota en cada mirada, en cada gesto, en cada segundo que paso a tu lado.

Todo era muy diferente antes de tu llegada, yo, un chico de doce años que nunca se había fijado en nadie. Caminaba ajeno a todo lo que pasaba a mi lado,  únicamente centrado en mis estudios, viviendo en un mundo virtual y ficticio.

Nunca fui muy popular en el colegio, se podría decir que era como un extraño dentro de la clase, al que todo el mundo mira para después pensar  que soy un bicho raro.

Los niños en ocasiones pueden ser crueles, puede que sea porque no son conscientes del daño que pueden ocasionar, debido a esa falta de madurez, esa que  vas adquiriendo a medida que van pasando los años.

Todos hemos sido pequeños, todos hemos ido al colegio y todos sabemos que en todos los cursos siempre hay alguna persona que suele ser objeto de burlas y mofas. Pues bien, en este caso, yo era aquel chico sin amigos del que todos se reían, por mucho que intentara pasar desapercibido.

Para mí era frustrante, no me dejaba conciliar el sueño, me llevaba a pensar en lo diferente que era y me preguntaba cómo podía cambiar esta tendencia.

Pero de repente un día todo cambio, no la situación en la que me encontraba, sino lo que suponía para mí, porque todo esto, coincidiendo con tu llegada, me dejo de importar. 

Lo cierto es que desde el primer momento en que te vi, desde ese instante todo mi mundo empezó a girar alrededor de ti, me había convertido en tu mayor fan.

Aún recuerdo el día en que llegaste a mi colegio, lo recuerdo perfectamente, como si fuera ayer. Viniste a mi colegio en lo que parecía ser un triste día de invierno, digo parecía porque tu llegada dio paso al arco iris más radiante que nunca jamás se ha podido vislumbrar.

Estaba en clase, pintando, mientras todos los demás alumnos gritaban y corrían entre los pupitres. Entonces la puerta se abrió, entró el director y a continuación apareciste tú. Desde aquel instante todo se paró y yo no podía dejar de mirarte, a ti, a tus oscuros ojos escondidos tras los cristales, a tus labios carmesí, a tu pelo moreno delicadamente recogido, a cada una de las hermosas facciones de tu cara, a tus finas y delicadas manos.

El director hablaba y hablaba, te estaba presentando, pero yo no escuchaba, estaba ensimismado, como en una nube.

No me pude enterar porque habías aparecido, si serias nuestra nueva profesora, si te quedarías por un tiempo, ni si quiera me pude enterar de cual era tu nombre.

Así me fui a casa, pensando en ti y en sí tendría la maravillosa suerte de volverte a ver. No te podía quitar de mi cabeza, tenía grabada tu imagen en cada rincón de mi mente.

Luego por la noche no podía dormir, daba vueltas y más vueltas en la cama, con un impulso tan repentino como incontrolable de escribir. No me había pasado nunca, jamás había escrito nada, pero también es cierto que nunca nada ni nadie me había inspirado como lo hiciste tú.

Estuve despierto hasta muy tarde, plasmando todas mis sensaciones, cada uno de los sentimientos que tan fuerte estaba sintiendo. No sé cómo ni cuándo, pero llegó un momento en el que me quedé dormido en la mesa, con la cabeza apoyada entre folios y versos.

Me despertó mi madre con cara de sorpresa por verme dormido en la silla de mi habitación. Creo que me regaño, seguramente sí, pero no lo podría asegurar, porque mi mente estaba distraída, pendiente de una pregunta que debía ser contestada de inmediato, la cual se repetía constantemente y de cuya respuesta dependería todo el curso de mi vida. Bueno, lo cierto es que la respuesta de saber si la volvería a ver, no iba a marcar toda mi vida, pero también es cierto que eso es algo que en su momento no lo sabía un chico de doce años.

Llegué al colegio y como todos los días me senté a esperar a que pasarán rápido las horas, aunque esta vez era diferente, porque lo que esperaba es que pasaran rápido únicamente hasta tu regreso,  para que en ese preciso momento, cada segundo que pasara se hiciera eterno.

Termino la clase de Matemáticas, Historia y también la de Geografía. Llego la hora del recreo y después tuve Inglés y Conocimiento del Medio, ya sólo quedaba una hora y prácticamente había perdido la esperanza, pero el timbre sonó, una última vez en ese día para anunciar la siguiente clase.

Que sensación tan indescriptible, la podía sentir, pero no explicar. El corazón me dio un vuelco y la alegría era inmensa, porque tenía un curso entero para verte.

Eras mi nueva profesora de Literatura.

18 de mayo de 2014

Quisiera

Quisiera no morir sintiendo que no he vivido.
Quisiera no vivir sintiendo que estoy muriendo.
Quisiera no dar menos de lo que realmente habría podido.


Quisiera no morir sin saber apreciar lo bello de esta vida.
Quisiera no vivir sintiendo que nuestro amor se esta marchitando.
Quisiera no mirarte y sentirte tan lejos.


Quisiera no morir sabiendo que nunca supe hacerte feliz.
Quisiera no vivir sabiendo que fui fruto de tu olvido.
Quisiera no verte alejarte de nuestro camino.


Quisiera no morir habiendo olvidado el perfume de tus labios.
Quisiera no vivir vacío por dentro y solo por fuera.
Quisiera no saber que lo nuestro para ti, es hoy solo un vago recuerdo.


Quisiera no morir sin un final a tu lado.
Quisiera no vivir un presente recordando el pasado, mientras odio un futuro en el que no te tengo a mi lado.
Quisiera no sentir que nuestro amor se ocultó,
para no volver con los primeros rayos del sol.


Quisiera no morir sin que hayas leído esto.
Quisiera no vivir sabiendo que el silencio fue tu respuesta.
Quisiera no haber escrito nunca estos versos que hoy me tienen preso.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 15/11/10

12 de mayo de 2014

A una amiga especial


Te conozco desde hace mucho tiempo y aunque te perdí, el destino nos volvió a unir.

Hoy quiero decirte, todo lo que siento y agradecerte, todo lo que por mí has hecho.

Gracias por regalarme tu tiempo y afecto, por preocuparte por mí y por saberme escuchar cuando estaba mal.

Por poder contar contigo cuando no tenía en quien confiar, por esos momentos que me has hecho pasar, llenos de sueños, risas y felicidad y que vaya a donde vaya siempre me acompañarán.

No sé muy bien que haría sin ti, pero lo que sé muy bien es que soy lo que soy gracias a ti.

Y sí algún día te encuentras sola, recuerda que con los brazos abiertos, esperándote siempre voy a estar.

Sabes que conmigo puedes contar y que nunca te voy a fallar.

Te quiero por lo que eres, una amiga especial.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 25 de Junio de 2010.

4 de mayo de 2014

El reflejo de Dios en la Tierra


Las primeras celebraciones del Día de las Madres se remontan a la antigua Grecia, donde se le rendían honores a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades.
Igualmente los romanos llamaron a esta celebración La Hilaria cuando la adquirieron de los griegos y se celebraba el 15 de marzo en el templo de Cibeles y durante tres días se hacían ofrendas.
Los primeros cristianos transformaron estas celebraciones en honor a la Virgen María, la madre de Jesús. En el santoral católico el 8 de diciembre se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción, fecha que se mantiene en la celebración del Día de la Madre en algunos países como Panamá.
En Inglaterra hacia el siglo XVII, tenía lugar un acontecimiento similar, también a la Virgen, que se denominaba Domingo de las Madres. Los niños concurrían a misa y regresaban a sus hogares con regalos para sus progenitoras.
El moderno Día de la Madre fue creado por Julia Ward Howe en 1870, originalmente como un día de madres por la paz, que luego devino en un día para cada familia en honor a su madre y se ha convertido en una fiesta en muchos lugares del mundo.


A mi madre
Mamá, sabes que lo que siento por ti, no se puede explicar, que es más grande que el mar y que tuvo principio, pero nunca tendrá final.
Amándome, me enseñaste que valía la pena despertar cada mañana, e hiciste que la luz del sol, entrara por mi ventana.
Con tu cariño, nos enseñaste el camino hacia la felicidad y sembraste en nuestros corazones, la esperanza y el amor.
Porque tú has luchado por mí y yo lo daré todo por ti.
Porque vives en mí, en lo más profundo, en mi interior.
No hay nada que nos pueda separar, porque somos dos personas, compartiendo el mismo corazón.
Eres mi razón de vivir, mi tesoro, mi ángel, mi luz y mi guía, mi confidente y consejera, mi suerte y alegría.
Lo eres todo para mí.
Nunca te sientas sola, porque a tu lado siempre vamos a estar.
No hay ninguna adversidad, que nuestra familia unida, no pueda superar.
Te queremos mamá.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 02 de Noviembre de 2010.

17 de abril de 2014

Una nueva vida sin ti

Una nueva vida sin ti es algo que no quiero vivir,
prefiero morir, sabiendo que mientras estuve aquí,
me hiciste feliz.
Cada momento, cada segundo y cada instante contigo
era especial, una vida llena de felicidad,
en la que nada podía salir mal.
La única que me hacía sentir, reír y soñar,
a la que quería más y con la que aprendí
que se podía amar de verdad.
Pero ahora que te has ido y que ya no volverás,
ha vuelto la amarga soledad.
Saber que nuestras manos no se volverán a juntar,
me hace sentirme mal y por más que luche,
no puedo evitar llorar.
Creo que sabías lo que iba a pasar, que como todo lo que empieza tiene que acabar,
aunque yo lo intentara alargar.
Y créeme cuando te digo que te intenté olvidar,
seguir adelante sin mirar atrás,
pero me he dado cuenta que una nueva vida sin ti,
es algo que no puedo afrontar.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 16 de Junio de 2010.

10 de abril de 2014

Llorando dulcemente


Aún recuerdo tus inicios, puede que tú también. Únicamente tenemos que hacer un poco de memoria y pensar en cómo empezó todo.
Eras joven, trabajador, entusiasta y decidido. Podrías haber conseguido cualquier cosa, podías haber llegado a ser lo que hubieras querido, pero lo tenías claro desde un principio, tenías una meta, un objetivo.
El mundo no iba bien, lo sabías, lo notabas  al pasear por la calles, al ver las noticias, al charlar con tu familia, vecinos y amigos. No había ninguna persona que se preocupara por los verdaderos problemas de la gente, nadie actuaba, nadie hacía nada y lo peor era que nadie se molestaba en escuchar, tal vez de vez en cuando alguien hacía cómo el que escuchaba, mientras en realidad solamente oía, como aquel que oye llover.
Tú no podías entender cómo personas capaces de cambiar esta situación, no hacían nada, se quedaban de brazos cruzados  y vivían ajenas al drama de tantas familias.
Estudiaste, te preparaste y te esforzarte hasta la extenuación, pero bien sabes que valió la pena, porque tu sueño se cumplió.
Llegaste dispuesto a revertir esta situación, con nuevas ideas, con fuerza y cargado de ilusión. Tenías mucho trabajo por delante, había mucho que cambiar , mirabas hacia arriba y observabas que necesitaba un buen barrido.
Me consta que al principio pusiste empeño y que te implicaste al 110%, pero de pronto no entiendo por qué, algo en ti cambió, no sé cómo te desviaste de tu camino, cómo te corrompieron.
No sé cómo alguien te ha podido controlar, cómo te convertiste en aquello que querías erradicar, cómo te compraron y te vendieron, cómo se pudo apagar  todo ese amor que querías volcar en los demás.
Quizás nadie te apoyo, puede que nadie te alertara, tal vez la situación te supero, te equivocaste y no supiste reaccionar, no aprendiste con cada error que cometías y en vez de hacerte cada vez más fuerte, te volvías más débil.
Ahora volvemos al presente, ese en el que nos miras a los ojos a todos nosotros, no más de unos segundos, porque no puedes aguantar la mirada y la bajas, a sabiendas que no cumpliste lo que prometiste, a sabiendas de que nos has mentido.
Puede que no sea tarde para cambiar, para reflexionar  y poder reparar un poco del daño ejercido.
Una persona no puede cambiar la sociedad, se necesita el apoyo y la fuerza de una gran masa, pero  una única persona puede ser capaz de inspirar a millones de personas.
Mientras todo siga igual, la guitarra de George continuará llorando dulcemente.


17 de marzo de 2014

Una voz en mi interior


El amor, al igual que viene se va y ya hace tiempo que el tuyo echó a volar.

Desde ese día, mi vida empezó a cambiar.

Mi luz se apagó, el invierno llegó y la pena inundó mi corazón.

El tiempo pasó y una fría noche, en mi interior, escuché una voz.

Me habla, me aconseja y me dice que no merece la pena sentir dolor por amor.

Todos los días, me sigue hablando la voz, que no hay motivo para tener roto el corazón.

Pero entonces, un recuerdo me llega y como una flecha, se me clava en lo más profundo de mi corazón.

Pienso en ti, no lo puedo evitar, ya que esta soledad, me hace añorarte cada día más.

El tiempo paso y la voz, poco a poco se apagó.

Pero un día volvió y le pregunto a mi corazón, sí valía la pena sufrir por amor.

Luego, el corazón me lo preguntó, por si le podía aconsejar, pero no supe que contestar.

Como no sabíamos que responder, el silencio se hizo notar y yo aprendí, que hay muchas preguntas, a las que no podré contestar.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 11 de Junio de 2010.

3 de marzo de 2014

Para alguien especial


Te conozco desde hace poco tiempo, pero ya te has convertido en alguien muy especial.

Una de esas personas que cuando menos te lo esperas, llegan a tu vida y se convierten en una parte de ti.
Me habría gustado que mucho antes, nuestros destinos hubieran coincidido, porque siento que hay muchas cosas de ti que me he perdido.

Puede que no conozca tu pasado, puede que no sepa quién fue tu primer amor y que desconozca ese sentimiento inolvidable de un cariño inagotable, con su inocente y tierno sabor.

Pero no me importa, ya que lo que quiero es ver tu presente y futuro y que cuando mires a un lado, yo este contigo.

Antes me preguntaba donde sería la próxima batalla en la que perdería la guerra contra la soledad y no sabía, cuando volvería a escuchar las piedras que contra mi ventana, lanzaría la felicidad.

Son cosas que con tu llegada, no me volvería a plantear, ya que me distes todas las respuestas para no volver a pasarlo mal.

Es por eso, por lo que te doy las gracias y por lo que te deseo lo mejor en la vida.
Sólo espero que sientas algo parecido y que nunca me apartes de tu camino.
Ya sabes que conmigo puedes contar y que nunca te voy a fallar, porque te quiero por lo que eres, alguien muy especial.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 31 de Mayo de 2010.

20 de febrero de 2014

Labios Rojos (3)


El rojo de Nicole dominaba todo mi ser, llenaba cada instante de mi vida. Pensaba en ella a todas horas, me la imaginaba una y otra vez, tan hermosa con su precioso vestido verde.
No había conocido a nadie como ella, tan espontánea, tan segura de sí misma, una persona que disfrutaba de cada momento, que actuaba en busca de la felicidad, sin importarle las apariencias o lo que pensaran los demás. Todo esto hacía que tuviera la capacidad de sorprenderme con gran facilidad y lo cierto es que la admiraba por ello, a la vez que también me atraía más y más.
Supongo que somos muy distintos, si bien es cierto que me había propuesto exprimir cada segundo, luego en la práctica algo fallaba, me faltaba algo de chispa, algo de locura, me seguía sintiendo como aquel patito feo que piensa que siempre lo van a rechazar, pero no iba a desistir, al fin y al cabo nunca es tarde para cambiar, para ser un poco idiota y sacar a los demás alguna que otra sonrisa.
Volví al día siguiente a medianoche al parque, exactamente donde me había encontrado con ella el día anterior, y exactamente en ese preciso lugar se encontraba. La vi a lo lejos y hacia ella camine, atraído una vez más por el intenso rojo que emanaban sus manos y sus labios. Era su sello de identidad, eso era indudable, o tal vez se había percatado del efecto que éste poseía sobre mí y era por eso por lo que lo utilizaba en cada uno de nuestros encuentros. No estaba seguro, no sabía por qué razón ni por qué motivo, pero desencadenaba en mí una atracción tan grande, que no lo hubiera podido refrenar ni por un solo instante.
Era una noche preciosa, clara, con una gran luna llena pintada en el cielo, cuya luz descendía sobre Nicole. Parecía como si alguien hubiera decidido regalarme con total nitidez su imagen, la de su rostro, la de sus ojos, la de su largo pelo cayendo serpenteante como un río de fuego sobre sus hombros.
Me acerqué a ella cuando me dijo: — ¿Crees en la magia? —
—No—
Entonces cogió una moneda, la pasó fugazmente por sus dedos y ésta desapareció.
Me había quedado atónito, no sabía como lo había hecho, fue todo tan rápido que no me di cuenta. En medio de mi asombro, ella continúo hablando.
—Y en el destino, ¿crees? —
—No lo sé—
— ¿No lo sabes, o no, no crees en el destino? —
—No, no creo en el destino. ¿Y tú?, ¿crees en el destino?, ¿piensas que hay algo que nos ha unido a los dos esta noche en este lugar? —
—Déjame decirte en que creo, creo en mí. Pienso que si hay algo que nos ha unido esta noche, somos tú y yo, nada más, aunque existen cosas buenas, cosas que desconocemos el por qué de ellas—
Al decir esto, para mi asombro, la moneda volvió a aparecer.
—Ves, estas cosas buenas que nos pasan son como la magia, que si supiéramos el truco perderían todo su encanto, la esencia que nos hace feliz —
—Tal vez las atraigan nuestros pensamientos. Dicen que si eres optimista y piensas en positivo, atraes buenas cosas. Por ejemplo, yo últimamente lo he hecho y poco después te he conocido, podría ser una señal de que funciona. ¿Qué piensas? —
—En gritar—
— ¿Cómo?, le pregunté un tanto desconcertado.
—Tengo ganas de gritar, siento esa necesidad, quiero que se escuche mi voz en medio de este silencio. Grita conmigo Marcos, grita como si fuera la última vez que gritaras. —
—Pero como vamos a gritar, que vergüenza, es una locura, nos podrían escuchar en varios kilómetros a la redonda—
—Y qué importa, lo importante es que lo hagas porque quieras hacerlo y no que dejes de hacerlo por lo que puedan pensar. Además, a veces no hay que ser tan formal, a veces hay que dejarse llevar y ser un poco idiota. Yo voy a gritar, si te apetece puedes gritar conmigo—
Y gritó, gritó tan alto que creí que se enterarían todas y cada una de las personas que vivían en nuestra ciudad.
Debo de reconocer que titubeé al principio, las dudas me asaltaban y estuve a punto de no hacerlo, pero antes de que se llegara a un punto de no retorno, grité, grité tan alto como ella, incluso más, gritamos hasta quedarnos sin oxígeno, para luego tumbarnos en la hierba, mirarnos a los ojos y dedicarnos una gran sonrisa.
El silencio que nosotros habíamos roto abruptamente volvió a su cauce, pero no por mucho tiempo, ya que ni siquiera habíamos recobrado el aliento cuando una orquesta empezó a tocar en el parque.
Tocaba muy bien, tanto que la escuchamos atentamente sin decir nada durante un buen rato. Yo no necesitaba más, lo cierto es que únicamente teniéndola al lado me sentía feliz, pero no feliz de cualquier forma, la felicidad que sentía sólo se sentía cuando ves que te estás enamorando.
—En mi familia hay algunos músicos, yo siempre quise aprender a tocar el violín, ¿crees que podría ser capaz de aprender a tocarlo? —
—Creo que serías capaz de aprender a tocar cualquier instrumento, que podrías lograr cualquier objetivo que te propusieras—, le respondí.
Mi respuesta hizo que no pudiera evitar reírse y así estuvo durante un rato, tras el cual me contestó: —creo que tengo las manos demasiado grandes para tocar el violín, ¿que crees? —
—Pienso que tienes las manos preciosas, perfectas para mí, perfectas para mis manos—
Me miro a los ojos , me miro fijamente, de la manera más profunda que nadie había hecho jamás, como queriendo examinar en mi mirada cuánto de verdad había en mis palabras.
Después suspiro, sonrió y me preguntó:
—¿Sabes qué? —
—Sorpréndeme—
—Cuando era pequeña tenía una gata que encontré abandonada. La llamé Mrs. Robinson.
—¿Por la canción? —, la interrumpí.
—Obvio, me encantaba esa canción. La cuestión es que me mudé de casa y en la primera noche en mi nuevo hogar, perdí a mi gata, no la encontraba por ningún lado, pasaban los días y no regresaba, únicamente la escuchaba maullar en sueños . Mis padres me consolaban diciéndome que estaría haciendo amigos, conociendo el barrio,  pero yo sabía que algo no marchaba bien.
Me hice a la idea de que nunca volvería, que me había abandonado, cuando una gris tarde mientras estaba jugando, la encontré sin vida entre una caja y un diminuto hueco en la pared.
Pese a que no encontraba consuelo, supe que Mrs. Robinson no me abandonó, que siempre estuvo a mi lado y nunca moriría, porque está presente en mi mente y en mi corazón —
—Lo siento mucho, no sé qué decir—
—No lo sientas, porque nunca pasó, se me acaba de ocurrir. Tenía ganas de contarte una historia y he ido improvisando sobre la marcha. Ahora te toca a ti, cuéntame cualquier cosa, una verdad o una mentira, no me importa—
—No se me ocurre ninguna—
—Bueno, quizás aprenderás, es como tener ganas de gritar, te tienes que lanzar.
—Sinceramente, no entiendo cómo puedes hacer tantas preguntas que la verdad, no sé cómo se te ocurren, ni sé lo que estás pensando, lo que realmente piensas.
—¿Quieres saber que pienso? —
—Me encantaría—
—Pienso en que me gustaría que me abrazaras—
Estábamos abrazados, contemplando las estrellas y el firmamento, cuando vimos un globo aerostático y ella dijo: —¿a dónde crees que se dirige? —
—No tengo ni idea—
—Sigámoslo—
—Como quieres seguirlo, no sabemos a dónde nos podría llevar—
—Que importa eso, lo podemos  seguir en tu coche, por la carretera, sin rumbo fijo—
Y así fue como fuimos en busca del globo, no sé muy bien por qué ni para qué, pero qué más da, estaba junto a Nicole y eso me hacía feliz.


13 de febrero de 2014

13


Este artículo va dedicado a mi número preferido, a mi número de la suerte, al número trece, y por supuesto a todas aquellas personas que sientan una especial predilección por este enigmático número, ligado íntimamente con la superstición.
El miedo a la superstición dirigido hacia este número se remonta a muchos siglos atrás. Ya antes del cristianismo, se tenía cierto temor al número trece. En el judaísmo, el 13, representaba un mal número, ya que se lo asociaba directamente con la cantidad de genios y espíritus que se relacionaban con el mal.
Otra creencia nórdica vinculada con la negatividad de este número, nos cuenta que, una deidad maligna llamada Loki, ocupaba en el panteón, el lugar decimotercero. La historia de esta deidad maligna surge del relato que dice, que doce dioses estaban invitados a un banquete y que Loki no había sido invitado. Éste, ofendido y con deseos de lucha, se presenta a la reunión, ocupando el lugar trece entre los dioses. A continuación, se entabla una terrible lucha en la que muere el dios favorito llamado Balder.
En el cristianismo, este número también se vincula a la mala suerte, debido a que durante la última cena, se reunieron trece comensales y después de 24 horas, dos de ellos habían muerto, Judas y Jesús.
En la actualidad, si el calendario nos indica que es martes trece, se supone que la desgracia esta garantizada, por ese número y por su relación con Marte, el dios de la guerra. En la creencia anglosajona, es el viernes trece donde puede ocurrir la desgracia. Precisamente de esta fecha, nació la mítica saga de terror, “Viernes 13”.
En todas partes existen las manías acerca del trece. Frecuentemente, se dice doce más uno para referirnos a él, que se lo digan a Ángel Nieto y a su famoso 12 + 1. Encontramos también gran cantidad de hoteles que pasan del piso 12 al 14, para no llamar a la mala suerte, ya que se suele considerar que este piso puede afectar a la solidez de los edificios. Para evitar las desgracias en los negocios y tener buena suerte, se evitó expresamente, crear la planta 13 en los edificios más emblemáticos de Nueva York, como el Rockefeller Center, el Hotel Pierre o el Hemsley. Cuando este piso existe en algún edificio, se utiliza para asuntos relacionados con el servicio y no para que se alojen sus clientes. En la Biblia, en el capítulo trece (Apocalipsis) predice la venida del anticristo.
Otro caso particular es el del Apolo XIII, que despegó el 11 de abril de 1979 y fue el único Apolo que no llegó a alunizar. En Estados Unidos, los diseñadores de los aviones de guerra, nunca han proyectado un caza con la denominación F-13.
Si bien todos estos relatos nos muestran la negatividad del número, existen otros que determinan todo lo contrario.
El cortejo de Zeus, el dios supremo del Olimpo, estaba integrado por 12 dioses, más él, sumando 13. Por otra parte, Ulises, según la mitología griega, era el Dios número 13. Otra diosa vinculada con este número, es Freya, una diosa germana muy bella, representante del amor y de los versos amorosos. Para las creencias japonesas, si el día 13 cae en viernes, puede ser un día propicio para los juegos de azar y para que se cumplan todos los sueños.
Por otro lado, se utiliza este número para alcanzar la trascendencia, en muchos cultos de oriente. Los antiguos egipcios, establecían que la muerte era la decimotercera fase del ciclo de la vida, por lo que consideraban que el número trece representaba la nueva existencia, era el camino hacia la morada de los dioses, un viaje al más allá. En los estudios de Pitágoras, de la disciplina numerología, el número 13 pasa a ser el número de la evolución y del crecimiento. En magia, simboliza el velo de los maestros, que podrá ser levantado una vez que el cuerpo, la mente y el espíritu se hayan purificado.
En fin, puede que el trece sea únicamente un número y que todo esto no pase de lo meramente anecdótico, pero es mi número, me da suerte y no lo cambio por otro. En un trece nací, en un trece celebro mi santo, trece son los discos de unos de mis grupos favoritos, los beatles y en la posición decimotercera, fue drafteado mi ídolo deportivo, Kobe Bryant. Es por eso por lo que no me veréis nunca con una camiseta con otro número en la espalda, bueno, puede que si, pero solo si es la del 24 de Bryant.

Artículo reediado: Originalmente publicado el 09 de Mayo de 2010.

6 de febrero de 2014

Lo que siento por ti


Lo que siento por ti es algo que no se ve pero que late muy dentro de mí, es más bello que una flor en su máximo esplendor, es algo maravilloso y sensacional, es algo que me hace quererte cada día más.

Lo que siento por ti me hace caminar entre las nubes y me transporta a un paraíso en vida, un paraíso llamado amor.

Cuando te veo aparecer siento en mi interior una inmensa ilusión, la ilusión de saber que harás de este día, un día especial.

Cuando te miro de todo me olvido, olvido que respiro, siento y existo, lo único que hago es perderme en tu belleza y en tus ojos que siento tan míos.

Al tocarte, puedo sentir tu calor, el latido de tu corazón.

Cuando te beso cierro mis ojos y siento que vuelo, se rozan nuestras manos y me llevan al mismísimo cielo.
Cuando te abrazo, nos unimos, sintiendo tu amor y cariño, siendo dos personas compartiendo un mismo corazón.

Al escuchar tu voz se esboza en mí una sonrisa, mientras que tus palabras son la melodía que acompaña siempre mi vida.

No quiero separarme de ti, anhelo que llegue el primer día, el primero de muchos otros, en los que me despierte y te vea, dedicándome una sonrisa.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 06 de Abril de 2010.

21 de enero de 2014

Una gran sonrisa


Estaba en mi casa, deprimido, alicaído, sin ganas de nada. Salí a la calle a intentar cambiar esa dinámica, pero lo que observaba no ayudaba en absoluto. La gente iba de un lado a otro, sin ilusión, sin ánimo, movida únicamente por inercia. Nadie te tendía una mano, nadie te dedicaba una sonrisa. Era como si toda la ciudad estuviera envuelta por un aire de pesimismo, en la que todos padecíamos de una misma enfermedad, una enfermedad llamada tristeza.
Decidí marcharme, partir en busca de alguien que nos pudiera ayudar. Tenía que encontrar a una persona optimista, alegre, risueña, dispuesta a regalarte una sonrisa.
Visité muchas ciudades, conocí a muchas personas, muchas de ellas optimistas y alegres, pero ninguna era la adecuada, no sabía muy bien por qué, pero algo me decía que sentiría que la había encontrado con tan solo verla.
Mi suerte empezó a cambiar al poco tiempo, no muy lejos de mi ciudad, en una pequeña feria.
Allí busqué por todas partes, hasta que a lo lejos la vi, puede que fuera una feriante, o tal vez no, pero lo cierto es que la miré y un, dos, tres, ya estaba sonriendo. La había encontrado, estaba seguro y al conocerla cualquier mínima duda se esfumó.
Era una chica que había decidido pasar por la vida con entusiasmo y optimismo, haciendo partícipes de la alegría a los demás y viviendo el día a día con una sonrisa.
Le conté como estaba la situación en mi ciudad y sin pensarlo dos veces, decidió ayudarnos. Una vez allí y tras hablar con varias personas, se dio cuenta de que el problema era más grave de lo que creía, por lo que decidió trasladarse a vivir con todos nosotros.
Había pasado poco tiempo desde su llegada, pero los efectos ya se empezaban a sentir. El ambiente había cambiado, se respiraba un nuevo aire de optimismo, habíamos dejado atrás la tristeza para darle la bienvenida a la alegría.
Pero es bien sabido que todos tenemos bajones y un día me enteré que estabas tristes, que no habías reído en todo el día.
Eso no podía ser, había que ponerle remedio, pensé en que podría hacer para cambiar tu estado de ánimo, fotocopié el programa a seguir y después decidí ir a buscarte, con la firme intención de hacerte sonreír al menos una vez.
Lo primero era un cambio de vestuario. Te tenía preparado un vestido precioso, uno propio de un cuento de hadas, junto con un collar de perlas blancas, para que fueran a juego con tu sonrisa. Pero cuán grande fue mi sorpresa, al descubrir que no había pensado en el calzado. No era apropiado que fueras descalza y únicamente tenía a mano unos zapatos verdes, que te quedaban algo grandes, solamente por 6 o 7 tallas.
Ya estábamos preparados, pero se me había olvidado a donde ir, pensé durante un rato, pero nada, me había quedado totalmente en blanco, así que siguiendo mi instinto, recordé que en la sierra había nevado.
Blanco, blanco y más blanco, mirásemos por donde mirásemos todo estaba dominado por el blanco: el cielo, los árboles, el río, incluso los animales que nos encontrábamos, cisnes, conejos y alguna lechuza.
Estaba ensimismado, no podía dejar de contemplar aquella preciosa estampa, todo era pura fantasía y ¡zas!, algo me golpeó en la cara. No me había repuesto del impacto, cuando ahí estabas tú, lanzándome una segunda bola de nieve.
Después de varios lanzamientos, parecías mucho más contenta, ya no te veía triste ni deprimida, tus carcajadas te delataban, pero esto no iba a quedar así, a ver si te seguías riendo después de mi contraataque.
Entre guerra de bolas de nieve, carreras de trineo, patinaje artístico con caídas y muñecos hechos con ramas, zanahorias y bufandas, pasaban rápidamente las horas.
Ahora tocaba disfrutar de un buen almuerzo, junto al calor de una chimenea. Me la jugué preparando un menú compuesto por jamón, cordero y torta del Casar, todo ello acompañado por un par de vasos de Aquarius bien cargados.
Después nos fuimos volando a recorrer el cielo, a conocer las nubes, a fusionarnos con el viento, el sol y la brisa, a sentir paz, sosiego y felicidad.
Nos quedaba poco para llegar a casa, únicamente sobrevolar las bonitas tierras extremeñas. Era una pena no pararse a conocerlas y así poder descubrir una nueva faceta tuya, haciendo de experta guía, por aquellos paisajes que tan bien te conocías.
Aterrizamos en el bonito pueblo de Feria, allí visitamos un castillo medieval y una iglesia del siglo XV. Después fuimos de senderismo por la ruta de los dólmenes, la cual nos llevó a otro fantástico pueblo, conocido como Santa Marta de los Barros, donde pude descubrir sus plazas y su ermita. La experiencia fue fantástica, sus paisajes me enamoraron, me sentí por momentos un extremeño más, orgulloso de una tierra tan cercana a la mía, aunque no hacía mucho parecía tan lejana.
La aventura toco a su fin, con el objetivo cumplido de haberte sacado una gran sonrisa.
Desde ese día me propuse hacerte reír, devolverte un poco de la alegría que me haces sentir, porque una cosa es innegable, es pasar un, dos, tres y hacerme sonreír.

14 de enero de 2014

El Amor de Medianoche (2)


El crepúsculo culmina, mientras mi ansiedad se desborda. Se que vendrás esta madrugada, tal y como lo has hecho en anteriores madrugadas.
Como cada noche, tengo ganas de ti, de ser un día más tu elixir, un pedacito de ti. Deseo que entres sinuosamente por mi balcón, atravieses mi habitación, me despiertes, nos unamos y hagamos el amor.
Pasan los minutos y en ti sigo pensando, mientras mis párpados se van lentamente cerrando.
Pasaron un par de horas, un instante para mí, cuando se abrieron mis ojos y junto a mi cama te vi.
En medio de la absoluta oscuridad, un haz de luna me dejo contemplar la hermosura de tu blanca piel. Hermosa como la flor que nunca marchito, hermosa como la creación, hermosa como sólo tú puedes ser.
Tus ojos ardían, quemaban y emanaban como un rayo de sol a pleno día.
Sabes que me tienes. Provocas ese apetito insaciable, esa necesidad incontenible, sexual, lujuriosa, de entregarme, de poseerte.
Finalmente, te acercas a mí, sonriéndome, sin decir nada, para qué, si en ese momento no hacía falta.
Empecé a sentir tus manos acariciándome la espalda y me fui sumiendo en deseos locos, hasta entregarte todo mi cuerpo, mis sentidos y mi alma.
Mis labios descendían suavemente, donde más desea tu mente. Una inmensa pasión, tu placer aumenta y mi boca dulcemente te atormenta. Siento el fuego palpitante de tu cuerpo vibrante.
El tiempo se para y no existe momento más perfecto que el de estar bailando y vagando en tu cuerpo.
Sentía como entraba lentamente en tu cuerpo ardiente, buscando el éxtasis de un orgasmo completo. Siento el momento culminante y me apresuro a sentir ese instante, en un vaivén desenfrenado, con tu cuerpo caliente y mojado.
Es turbulencia…es frenesí…es deseo…es sentir…es un volcán en erupción…es el llanto del placer…es tristeza…es alegría…es el principio sin un fin…es estridente…es tuyo…es mío…cuan inmenso y fugaz.

Ha llegado el momento, mi vida se aferra a un amor que condena, pero no me importa si vivo junto a ti la condena. Quiero estar junto a ti, lo hemos hablado y estoy seguro de ello. Dejo mi vida atrás, para empezar otra lejos de aquí, una vida de eternidad, de sufrimiento, una vida junto a ti.

Empecé a sentir sus labios acariciar mi oído y deslizarse con facilidad entre mi cuello. La humedad de su boca entre el filo de sus colmillos estremeció mi cuerpo y dolorido me acomodé entre sus brazos, antes de morir en su lúgubre regazo, para después resucitar en sus rojos labios.
Ahora se que el anochecer no es lo único que me espera. Ahora entiendo por qué tu corazón es lo único que me obsesiona. He descubierto el fuego que escondes, ese que me quema y me atrapa por dentro.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 16 de Abril de 2010.

8 de enero de 2014

El Amor de Medianoche


Cuando se cierran tus párpados invadidos por el sueño, se despiertan mis ojos negros.
Me levanto de mi leño, con ganas de ti, hambrienta y sedienta.
Me deslizo entre las sombras, rompiendo la calma fría e inmutable de esta noche de luna llena.
Bajo la penumbra de la noche vuelo hacia mi presa, mientras se dibuja mi silueta con un haz de luna.
Entro por tu balcón, ese balcón que desde hace un tiempo, al acostarte, siempre dejas abierto y ahí estás tú, dormido, dejando que la brisa acaricie sutilmente tu pelo.
¿Cómo puede ser que sólo vivo de tu amor? ¿Cómo es posible que desde que el destino nos unió esa noche, no pueda dejar de pensar en ti? ¿Cómo una gota de ti se convierte en mi elixir?
Es tan grande mi deseo, tan inmensa mi locura que al mirarte me enloquezco.
En un instante te despiertas y al siguiente me encuentro en tu cama, besándote y desnudándote.
Siento el frío por mis venas, latiendo más y más rápido. Tu aroma me inquieta, tus ojos me ciegan al mirar y mi corazón muerto late acelerado en mi pecho.
Mi boca se pierde entre los orificios de tu cuerpo, mientras mi lengua humedece tu cálido pecho. Mi cuerpo sumergido en tus entrañas, mis pies enredados en tu cintura, tus gemidos revoloteando en mis oídos, yo en ti, tú en mí, unidos, penetrados, gozándonos en un éxtasis sensual hasta alcanzar a tocar con los dedos el cielo.
Después me abrazo a él, me aferro a su cintura, sabiendo que mi partida se aproxima, sabiendo que con el alba, de nuevo habré salido de su vida. Volveremos a estar separados, separados de nuevo.
Podríamos estar juntos, si me muestras tu cuello, dejando que mis colmillos rompan la piel que impide que tu sangre sea para mí. Tu vida será eterna, morirás cada mañana y renacerás al anochecer.
Pero yo no puedo hacerte eso, te amo demasiado para ello, convertiría tu vida en un tormento.
Sabes que duermo en un sueño profundo del cual no volveré a despertar. Evitando ser descubierta, buscando una identidad, viviendo eternamente en este silencio, ocultándome por siempre.
Por eso debo partir, porque a mi lado sólo obtendrás días vacíos y noches en vela.
¿Sería nuestro amor eterno? Como saberlo, si estás al otro lado del espejo.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 25 de Marzo de 2010.

26 de noviembre de 2013

Labios Rojos (2)

Me levanté a la mañana siguiente con ánimos renovados. Tenía esa ilusión, esa extraña sensación que se tiene al pensar en encontrarse con esa persona que te hace sentir cosquillas en el estómago.
Así estaba yo, deseando encontrarme con esos labios rojos, con su cabello interminable y su profunda mirada verde. Pero por otra parte, no sabía mucho de ella, apenas hablamos durante cinco minutos. Sólo sabía que se llamaba Nicole, y ni siquiera estaba seguro de ello.
No iba a ser fácil encontrarla, pero aquello, si cabe, le daba más atractivo. Antes de despedirnos, me dijo que todas las tardes paseaba por el parque, pero a qué hora y a qué parque se refería.
Empecé por el parque más cercano al recinto donde se había celebrado el concierto donde nos conocimos. Probé varios días seguidos y a distintas horas de la tarde, pero no hubo suerte.
Probé con dos parques más durante las dos semanas siguientes, pero el azar no estaba de mi parte.
Estaba perdiendo la esperanza de reencontrarme con ella de nuevo, pero todavía no estaba dispuesto a abandonar.
Iría a uno nuevo, para ver si, en mi caso, a la cuarta sería la vencida.
Llegué sobre las 8 de la tarde, justo antes de que anocheciera. 
Lo cierto es que el parque era el más bonito de entre todos los que había estado. Tenía largos senderos por donde poder pasear, amplias zonas ajardinadas y un bonito lago en el centro.
Caminé durante unos minutos hasta que la vi. Allí estaba, sentada junto a la orilla, observando el mágico atardecer.
El corazón me dio un vuelco, por fin la había encontrado. Luché para vencer el agarrotamiento que se había instaurado en mis piernas. Avancé hacia ella lentamente, pero con decisión. Me encontraba a un metro de Nicole, que estaba de espaldas a mí.
Me dispuse a hablar, pero para mi sorpresa, se percató de mi presencia y se adelantó.
— ¡Hola Marcos!, te esperaba antes, parece que el azar te ha tenido entretenido.
— ¡Hola Nicole!, la verdad es que no me ha resultado nada sencillo—, le dije mientras me sentaba junto a ella.
Llevaba un bonito vestido verde de un tono más oscuro que sus profundos ojos, que le dejaba al descubierto las piernas, y al igual que la primera vez que la vi, tenía los labios y las uñas pintadas de un intenso rojo fuego.
— ¿No te parece un momento maravilloso el atardecer? — continuó diciendo. —Es como si el cielo fuera un enorme lienzo y alguien fundiera los colores, plasmándolos de una forma mágica.
—Sí que lo es. Nos pasamos la vida mirándonos los pies, y pocas veces levantamos la cabeza para observar el milagro de la creación.
Después de dedicarme una sonrisa, me dijo: —me he decidido a disfrutar de las pequeñas cosas, de cualquier detalle por ínfimo que sea. He tardado en comprenderlo, pero al fin lo he hecho. He descubierto que ahí radica la felicidad. Quiero absorber cada segundo de mi vida, no quiero desaprovechar ni un solo instante, no quiero arrepentirme de las cosas que no me atreví a hacer, no pienso quedarme con la duda. 
— ¿Y qué es lo que te hizo pensar así?.
Se quedó unos segundos callada, para después contestar: 
—un día cualquiera la vida te puede cambiar.
Una respuesta un poco ambigua, pero no quise indagar más.
Después dimos un paseo, charlamos durante horas, aunque tenía la sensación de que no habían pasado más de unos minutos.
Llegamos a una calle, en la que había una floristería. El dueño tenía expuestas decenas de flores en la calle, de todo tipo de colores y clases.
Estaba pensando en regalarle una rosa, cuando ella cogió una, salió disparada y me gritó: —corre.
El dueño se dio cuenta y salió corriendo detrás de nosotros.
No me lo podía creer, ¡estaba loca!, y lo cierto es que eso me resultaba excitante. Me puse a su lado con una sonrisa en la boca, justo cuando giramos la esquina. Al girarla, ella me agarró, me apoyó contra la pared y comenzó a besarme.
Sus labios me habían atrapado. Los notaba carnosos y apasionados. Su lengua rozaba con la mía, mientras recorría cada rincón de mi boca.
No quería que parara, mi excitación iba en aumento y sólo era comparable con el ardiente fuego que desprendían sus rojos labios.
Fue algo efímero, pero a la vez tan eterno. Puede que fuera únicamente un instante, pero desde entonces se convirtió en algo mío, un momento que nadie me podrá arrebatar, y por más que pase el tiempo nunca se marchitará. 
Nuestros labios se fundieron en uno y eso es algo que por siempre perdurará.
El dueño de la tienda siguió de largo, cosa que yo ni siquiera aprecié, ya que mis cincos sentidos estaban pendientes en aquel mágico beso. Tras ello, nuestros labios se separaron.
—Como veía que no te decidías a regalarme la rosa me he tenido que adelantar—, me dijo sonriendo.
—La próxima vez no dudaré. Como me has enseñado hoy, yo también prefiero arriesgar a quedarme con la duda.
—Como primera cita no ha estado nada mal, ahora me tengo que marchar. Mañana a medianoche estaré donde me has encontrado hoy. Espero que me acompañes. ¡Chao Marcos!.
—¡Hasta mañana Nicole! —, le respondí con la mayor cara de felicidad que seguramente jamás haya tenido.
Luego se fue corriendo, no sin antes dedicarme unas últimas palabras: —yo de ti no tardaría mucho en irme, el hombre no creo que tarde mucho en regresar y no parecía de muy buen humor.
El florista no me encontró, pero eso me daba igual, nada podría haber estropeado aquel día. Únicamente deseaba que llegara ese momento, ese instante de reencuentro con aquellos labios rojos.

23 de octubre de 2013

Un día especial

Hoy quiero ser positivo, optimista, me he levantado con otra actitud, porque pienso que hoy puede ser un gran día, un día especial.
Nos pasamos el tiempo pensado en cosas futuras, como las vacaciones  o el fin de semana, deseando que pasen rápidamente los días de trabajo o de estudio, pero hoy pienso disfrutar de esas pequeñas cosas que pueden hacer de este día, un día para recordar.
Por qué no empezar hoy, por qué dejar pasar un día más. Hoy, 23 de Octubre, podemos ser felices.
Me gustaría poder compartir este nuevo amanecer con todos vosotros, pero aunque no pueda, os animo a que miréis el vaso medio lleno, a salir a la calle con una sonrisa, a escuchar mil veces esa canción , a ver vuestra película preferida, a tomaros un café con un buen amigo, a leer de nuevo esa carta que llegó a tu corazón o a llamar a esa persona que echas  en falta.
La vida es un regalo en sí misma y hay que disfrutarla. En muchas ocasiones nos lamentamos de cosas que pensándolas detenidamente, resultan insignificantes, sobre todo si nos ponemos  a compararlas con las historias de personas que realmente han pasado por momentos y situaciones muy duras, personas que nos enseñan que podemos hacer cualquier cosa que nos propongamos, porque la fuerza de voluntad es la mayor arma que posee  una persona.
Nos lamentamos de las caricias, besos, abrazos y palabras que nunca dijimos, pero no deben de prevalecer sobre las que algún día dimos. El primer beso, aquel abrazo de reencuentro o aquel te quiero que te emociono.
El mundo está lleno de buenas personas, de personas que nos marcaron, ya sea durante un día o para toda una vida. Algunas se fueron para no volver, otras se fueron para reencontrarlas en un futuro, algunas se han quedado con nosotros y por supuesto otras vendrán en algún momento. Con todas ellas tendremos buenos y malos recuerdos, pero los buenos siempre prevalecen sobre los malos y yo hoy solamente me quedo con los que me hicieron felices.
Por todo esto, quiero felicitar a todas aquellas personas que hacen de nuestro mundo, un mundo mejor, a todas aquellas que te ayudan a levantarte, a las que te sacan una sonrisa, a quien te abraza y te escucha. Hoy quiero felicitar a todos los hombres y mujeres que llenan de vida este blog y por supuesto, también quiero  felicitar a las personas que cumplan un nuevo año en este día, que seguro será especial.


22 de octubre de 2013

Amarillo


Déjame llevarte a mi lado, a mostrarte mi color, el color amarillo. Color de la juventud, la alegría, el júbilo, la perfección espiritual, la paz, el descanso y de la luz. Amarillo, el color de la amistad, la misma que nos unió hace tiempo y, que cada día que pasa se va fortaleciendo.

Voy a contarte un sueño que tuve, en el que los dos somos protagonistas, junto al color amarillo.

Todo empezó como muchos otros días, yéndote a buscar a casa, por supuesto, en el Hyundai Getz de color amarillo. Decidimos conducir sin rumbo fijo. Después de un rato, nuestra piel se fue volviendo amarilla, nos estábamos transformando en personajes de los Simpson. Nos encontrábamos en Springfiel, donde pasamos el día, conociendo la ciudad y la divertida gente que lo habita. Quedaba poco para anochecer y decidimos irnos lejos, muy lejos. Llegamos a una plantación de trigo y allí nos tumbamos. Observamos el mágico momento del atardecer, cuando parece que el cielo empieza a arder, y cuando el día acabó dando paso a la noche, cubriendo el cielo por un manto de brillantes estrellas, nos besamos, nos fundimos, nos unimos, creando uno solo, uno perfecto, como oro puro en manos de un experto joyero.

Nos despertamos con los primeros rayos del sol, ese sol que nos da calor, nos da vida y sobre el que todo nuestro mundo gira. Corrimos, atravesando todo un campo de girasoles, dejándolo atrás, hasta llegar al mar. Junto a la orilla nos encontramos a los Beatles, comiendo paella y bebiendo cerveza. Nos sentamos con ellos y nos invitaron a cruzar el océano Atlántico, por medio de su submarino amarillo.

Llegamos a Nueva York, y sin ropa limpia que ponernos, nuestro amigo George me dejó el traje de la película de la Mascara y a ti el chándal de Kill Bill. Lo cierto es que el traje me quedaba bien, me encantaba, no podía ser más perfecto, pero te miraba y no te veía igual de contenta. Era innegable que tu atuendo no era el apropiado, así que levanté la mano y en menos de un segundo, un taxi se había parado, amarillo por supuesto. Volví a los pocos minutos, a traerte el precioso vestido de Bella, un vestido propio de una princesa de cuento.

Luego fuimos a Broadway, donde pudimos ver el musical Chicago, mientras todas las miradas se fijaban en nosotros. Resplandecimos entre la multitud, brillamos, fuimos puro fuego, todo el mundo nos quería, nos pidieron que nos quedáramos allí, nos apuntaron en las páginas amarillas, hasta pensaban en hacernos hijos predilectos.

Pero no nos podíamos quedar, teníamos que marchar, queríamos seguir viajando. Decidimos cruzar el país, montados en un tractor amarillo. Nuestro tiempo nos llevó, hasta que llegamos a Los Ángeles, a tiempo de que empezara el partido. Nos sentamos al lado de Jack Nicholson, me puse mi camiseta de Bryant, esa donde nuestros colores se mezclan, se funde el lila y el amarillo, o mejor dicho, el púrpura y oro, y nos dispusimos a ver el partido.

El partido acabó y mi sueño terminó. Desperté, abrí los ojos y me quede mirando la pared amarilla de mi habitación, pero únicamente unos segundos, porque me levanté y me puse a escribirlo todo, antes de que se me olvidara.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 31 de Enero de 2012.

17 de octubre de 2013

Desierto corazón

Estaba en mi casa, algo deprimido y sin ganas de nada. Pasaba el día y la cosa no mejoraba, así que decidí salir, dar un paseo, para tomar el aire y aclarar las ideas.
Empecé a andar, sin fijarme, no sé como llegué frente a su calle, pero al notar mi error al girarme, miré hacia atrás, sin querer y vi su imagen.
Quise gritarle, correr hacia ella para abrazarle, como si nada hubiera cambiado, como si siguiera siendo especial para ella, como cualquier otro día, no importaba si era lunes o viernes, en el que lo primero que hacía al verme era regalarme su sonrisa.
En vez de eso, me quedé allí plantado, paralizado, sin saber qué hacer, observando cómo se alejaba, como se perdía poco a poco entre la gente.
Recordé su voz, seguramente la voz más dulce que haya pronunciado alguna vez mi nombre, su pelo, sus manos acompañadas de ese rojo tan intenso, sus labios, su olor, su ternura, era como si nunca la hubiese perdido.
El camino de vuelta fue lento, caminaba abatido por calles, avenidas y parques, recorriendo cientos de lugares que en días más felices, nos habían contemplado pasear agarrados de la mano. Me sentía andando solo, como por calles desiertas, como en un desierto corazón.
Al volver a casa, empecé a guardar todas sus cartas, las fotos que encontré y algunas lágrimas, pero al tratar de juntar en una caja, todo lo que me dejó, todos sus recuerdos, toda nuestra vida juntos, no pude cerrarla.
No pude evitar ver nuestra historia, atormentado por este amargo final, escuchando canciones que tocan lo emocional, canciones que me hacen pensar que soy tuyo.
Y a veces sin querer, cuando todo está en calma, la sombra del dolor, asoma su cara. He vuelto a sentir la oscuridad, a beber la soledad, a acompañar a la luna en sus noches de melancolía y añoranza.
Tengo que dejar castillo en el aire, pisar el suelo, aceptar un cambio de planes, pero no es fácil.
Puede que nada de esto haya pasado, puede que leas esto y te acuerdes de mí, puede que le deba este artículo a Enrique, puede que mi mayor ilusión sea que me escribas, puede que desaparezca del mundo algún día, puede que espere escuchar aunque sea una sola vez más, mi nombre pronunciado por ti, puede que el sol salga mañana, puede que para olvidarte necesitara a guillotinarme, puede que todavía te quiera como el primer día, puede que me quede por siempre en la duda, pero lo que es seguro es que ver tu foto cada mañana me hace ser más fuerte.