Mostrando entradas con la etiqueta Crítica Social. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Crítica Social. Mostrar todas las entradas

9 de diciembre de 2015

Viaje espacio-temporal

Esta semana he tenido la oportunidad de viajar en el tiempo. Para ello, no me he visto en la obligación de contactar con Marty McFly y hallar la forma de reconstruir el “condensador de flujo” en el DeLorean del genuino científico Doc.

Nada de eso. Para viajar en el tiempo tan sólo tuve que ir al instituto donde estoy trabajando por tierras inglesas y entrar en un examen con mi identificación de “Invigilator”.

Claro, ahora pensaréis que con esta nomenclatura me las ingenié para encontrar entre los alumnos a John Connor en el presente. De este modo, y tras enseñarle a John la identificación que cada día me dan al entrar al trabajo, no dudó en contratarme para viajar al pasado y proteger a Sarah Connor del “Terminator”, asegurando de este modo  la victoria de la resistencia en el futuro.

Tampoco van por ahí los tiros. Mucha coincidencia habría sido encontrar al futuro líder de una resistencia mundial, cuando tan sólo había una posibilidad; un único alumno estaba expectante para realizar el examen.

Así pues, me dispuse a darlo todo para cumplir con mi ardua labor de vigilante de este solitario chaval. Ninguna posible treta del susodicho quedaría sin castigo.

Pero fue entonces, cuando me disponía a darle el examen al estudiante en cuestión, cuando se produjo mi salto temporal hacia el pasado, que me llevó a iniciar una travesía por alguna de las más importantes civilizaciones que la humanidad ha conocido.

Allí estaba, entrando por la puerta, un escriba que venía para echar un cable al muchacho de 15 años con los intrincados jeroglíficos que tenía que descifrar en el examen de matemáticas que tenía justo delante.

Representante del olvidado escriba del Antiguo Egipcio, buen conocedor de los documentos legales y comerciales de la época. En nombre a su vez de los escribas del Antiguo Oriente Próximo, versados en la escritura y encargados de redactar y leer textos. También testigo de primera mano de la palabra de Dios, puesto que escribas como el que venía entrando por el aula se encargaron de remendar, corregir y hacer fieles copias de la vida y obra de Jesús.

Tras mi viaje por este remoto pasado, el presente me asaltó por la urgencia del deber. Fue en ese instante cuando supe con certeza cuál era mi función: vigilar y controlar que el escriba no traspasara los límites de sus conocimientos mientras leyera al alumno “examinado” todas y cada una de las cuestiones del examen.

Cada día voy conociendo mejor cómo funciona la educación por aquí. El alumno tiene la sartén por el mango. Un ejemplo de ello es que tiene el poder de contar con escribas que el echen un cable con aquella simbología conocida por pocos, puesto que el concepto de fracaso escolar aquí no existe. No hay repetidores, pero si hay, y mucho, dinero para contratar escribas e “invigilators”  que, como yo, se permiten viajar en el espacio y en el tiempo para añorar aquella educación de la que proviene.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 27 de Junio de 2013.

18 de noviembre de 2015

En ocasiones veo chorizos


Podría parecer que esta mañana, cuando salí de casa bajo una intensa nevada, hubiera visto a Urdangarín cruzando la calle cual Yeti que hubiera bajado de la montaña.

O quizá podéis pensar que cuando entraba en la academia de inglés me hubiera cruzado en la puerta con Bárcenas, saliendo de la misma tras matricularse para su nuevo curso de “Begginer”.

Lo cierto es que me dio un vuelco al corazón cuando al entrar en el autobús que me conduciría de vuelta a casa, el conductor me recordara a Julían Muñoz. Con el miedo en el cuerpo me senté en mi asiento esperando que todos estos fantasmas solo estuvieran en mi imaginación.

Al entrar en casa me di cuenta del motivo de mi obsesión: volví a ver un trofeo en una estantería de la casa donde vivo que me recuerda al auténtico chorizo (comestible) español.

Todas mis dudas se disiparon y ahora todo cobraba sentido. Mi añoranza hacia la cocina española estaba afectando a mi buen juicio.

El concepto de “comida” tal y como nosotros lo conocemos aquí no existe. A mediodía búscate la vida para comer un “lunch” de mala manera, rápido y frío. Todo ello sin hablar de la hora a la que aquí el personal se toma su comida a mediodía: en torno a las 12:30 a.m.

Al estar viviendo con una familia de acogida, las cenas o “dinners” (comida principal del día para los británicos), nos las prepara el dueño de la casa cada día. A las 8:00 p.m. todo está sobre la mesa, pero no rastro de tortilla de patatas, ensaladilla o manitas de cerdo con, por supuesto, su respectivo chorizo picante. Y bueno, de pan ni rastro.

Por supuesto a estas horas del día no son recomendables ciertos platos, pero no echaría de menos un buen potaje de garbanzos, habichuelas o patatas guisadas a las 8 de la tarde.

Cuando vuelvo a mi habitación cada noche para descansar siempre me fijo en el trofeo que me recuerda al chorizo y una sonrisa se dibuja en mi cara. Algún día no descarto coger el trofeo y echarlo a la olla para que le de saborcito a las “fish and chips”.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 21 de Marzo de 2013.

14 de septiembre de 2015

La solución sueca para la prostitución II

La falla de las estrategias de legalización y/o regulación
El experimento de Suecia es un ejemplo único y solitario, en una población de tamaño significativo, de una política sobre prostitución que sí funciona. En el 2003, el gobierno de Escocia, con miras a reformar su propio enfoque a la prostitución, le encargó a la Universidad de Londres la elaboración de un análisis integral de resultados de políticas sobre prostitución en otros países. Además de revisar el programa sueco, el equipo de investigación seleccionó a Australia, Irlanda y los Países Bajos a fin de representar varias estrategias orientadas a legalizar y/o regular la prostitución. No revisó la situación en aquellos países donde la prostitución está totalmente penalizada, como es el caso en los Estados Unidos, pues el resultado de dicho enfoque es muy conocido. El mundo ya está bien familiarizado con las fallas y la futilidad del mecanismo de arrestar prostitutas y dejarlas en libertad para luego volver a arrestarlas.
Tal como lo reveló el estudio encargado a la Universidad de Londres, los resultados en los estados bajo revisión que habían legalizado o regulado la prostitución fueron tan desalentadores como la penalización tradicional, o tal vez aún más. En cada caso los resultados eran drásticamente negativos. 

Según el estudio, la legalización y/o regulación de la prostitución condujeron a:
un drástico aumento en todas las facetas de la industria del sexo, un marcado incremento en el involucramiento del crimen organizado en la industria del sexo,
un dramático aumento en la prostitución infantil, una explosión en la cantidad de mujeres y niñas extranjeras traficadas hacia la región, así como indicaciones de un incremento en la violencia contra las mujeres. 

En el estado de Victoria, Australia, donde fue creado un sistema de prostíbulos legalizados y regulados, hubo tal explosión en la cantidad de éstos que la capacidad del sistema para regularlos fue de inmediato abrumada, y con igual rapidez esos establecimientos se convirtieron en un nido de crimen organizado, corrupción y crímenes relacionados. Además, las encuestas de las prostitutas que trabajan bajo sistemas de legalización y regulación revelan que ellas mismas continúan sintiéndose coaccionadas, forzadas e inseguras en este negocio.

Una encuesta de prostitutas legales bajo la política de legalización en los Países Bajos muestra que el 79 por ciento de ellas dice querer salir de la industria del sexo. Y aunque cada uno de los programas de legalización/regulación prometieron ayuda para aquéllas que deseaban abandonar la prostitución, esa ayuda jamás se concretó en ningún grado significativo. En contraste, el gobierno sueco sí cumplió con proveer amplios fondos para servicios sociales destinados a ayudar a prostitutas que querían salir de la industria. El 60 por ciento de las trabajadoras sexuales en Suecia aprovechó los bien financiados programas y tuvo éxito en abandonar el comercio sexual.* 

* El informe íntegro del gobierno de Escocia acerca de políticas sobre prostitución puede ser leído en www.scottish.parliament.uk 

Entonces, ¿por qué nadie intentó esto antes?
Con el éxito de Suecia alumbrando el camino con tal claridad, ¿por qué otros países no están adoptando rápidamente ese plan? En realidad, algunos sí lo están haciendo. Tanto Finlandia como Noruega están a punto de seguir esos pasos. Y si Escocia escucha los consejos de su propio estudio, también irá en esa dirección. Pero la respuesta a la pregunta de por qué otros países no están apurándose a adoptar el plan de Suecia probablemente sea la misma que respondería por qué los gobiernos no han probado antes la solución sueca.
Considerar a las prostitutas como víctimas de coerción y violencia por parte de hombres requiere que un gobierno primero pase de ver la prostitución desde la óptica masculina a verla desde los ojos de las mujeres. Y los países, en su mayoría si no es que prácticamente todos, continúan viendo la prostitución y cualquier otro asunto desde una óptica predominantemente masculina.
Suecia, en contraste, ha sido líder en promover la igualdad de las mujeres durante mucho tiempo. En 1965, por ejemplo, penalizó la violación dentro del matrimonio. En los Estados Unidos, hasta en la década de 1980 había estados que aún no habían hecho ese reconocimiento fundamental del derecho de las mujeres a controlar su propio cuerpo. Suecia también destaca por tener la más elevada proporción de mujeres en todos los niveles del gobierno. En 1999, cuando aprobó la trascendental ley sobre prostitución, el Parlamento sueco estaba conformado casi en un 50 por ciento por mujeres.
La política sobre prostitución de Suecia fue originalmente diseñada y cabildeada por las organizaciones de albergues para mujeres. Luego la promovieron y lucharon por ella, en un esfuerzo bipartidario, las singularmente poderosas y numerosas parlamentarias suecas. Y el país no se ha detenido ahí. En el 2002 aprobó legislación adicional que complementaba la ley original sobre prostitución. Ese año, la Ley de Prohibición del Tráfico Humano para el Propósito de Explotación Sexual llenó algunos de los vacíos que había en la legislación previa y fortaleció aún más las facultades del gobierno para perseguir a la red que rodea y apoya la prostitución, como reclutadores, transportadores y anfitriones. 

¿Por qué no copiamos aquí el éxito de Suecia?
Aunque quizás sea cierto que los Estados Unidos y otros países aún están mucho más inmersos que Suecia en la oscuridad patriarcal, no hay razón por la que no puedan impulsar ahora cambios de políticas como los que esa nación ha realizado. La belleza del asunto es que una vez que se ha abierto el terreno y la prueba del éxito ha sido establecida, tendría que ser mucho más fácil convencer a otros de ir por ese mismo camino. 

Reservados © todos los derechos, Marie De Santis, Women’s Justice Center,
www.justicewomen.com
rdjustice@monitor.net
Traduccion por Laura E. Asturias / Guatemala 

Se autoriza copiar y distribuir esta información siempre y cuando el crédito y el texto se mantengan intactos. 

7 de septiembre de 2015

La solución sueca para la prostitución I

En un mar de siglos de clichés desesperados porque ‘siempre habrá prostitución’, el éxito de un país sobresale como un faro solitario que ilumina el camino. En apenas cinco años, Suecia ha disminuido drásticamente la cifra de mujeres dedicadas a las prostitución. En las calles de la ciudad capital, Estocolmo, la cantidad de prostitutas ha sido reducida en dos tercios y la de clientes en un 80 por ciento. En otras grandes ciudades suecas, el comercio sexual en las calles casi ha desaparecido. Y en buena medida también ha ocurrido esto con los famosos burdeles y salas de masaje que proliferaron en el país en las últimas tres décadas del siglo 20, cuando la prostitución era legal.

Adicionalmente, es nula la cantidad de mujeres extranjeras que ahora están siendo traficadas a Suecia para comercio sexual. El gobierno sueco estima que en los últimos años sólo entre 200 y 400 mujeres y niñas han sido traficadas cada año hacia este país, cifras que no son tan significativas en comparación con las 15,000 a 17,000 mujeres traficadas anualmente hacia la vecina Finlandia. Ningún otro país y ningún otro experimento social siquiera se acercan a los prometedores resultados que están siendo observados en Suecia.
¿Cuál compleja fórmula ha utilizado Suecia para lograr esta proeza? Sorprendentemente, su estrategia no es en absoluto compleja. De hecho, los principios de ésta parecen tan simples y anclados con tal firmeza en el sentido común que de inmediato nos llevan a preguntar: “¿Por qué nadie intentó esto antes?”

La trascendental legislación sueca de 1999

En 1999, luego de años de investigación y estudios, Suecia aprobó una ley que: a) penaliza la compra de servicios sexuales y b) despenaliza la venta de dichos servicios. La novedosa lógica detrás de esta legislación se estipula claramente en la literatura del gobierno sobre la ley:
“En Suecia la prostitución es considerada como un aspecto de la violencia masculina contra mujeres, niñas y niños. Es reconocida oficialmente como una forma de explotación de mujeres, niñas y niños, y constituye un problema social significativo… la igualdad de género continuará siendo inalcanzable mientras los hombres compren, vendan y exploten a mujeres, niñas y niños prostituyéndoles”.
Además de la estrategia legal de dos vías, un tercer y esencial elemento de la ley sueca sobre la prostitución provee que amplios fondos para servicios sociales integrales sean dirigidos a cualquier prostituta que desee dejar esa ocupación; también provee fondos adicionales para educar al público. Siendo así, la estrategia única de Suecia trata la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres, en la cual se penaliza a los hombres que las explotan comprando servicios sexuales, se trata a las prostitutas, en su mayoría, como víctimas que requieren ayuda y se educa al público para contrarrestar el histórico sesgo masculino que por tanto tiempo ha embrutecido el pensamiento acerca de la prostitución. A fin de anclar sólidamente su visión en terreno legal firme, la ley sueca referida a la prostitución fue aprobada como parte de la legislación general de 1999 sobre la violencia contra las mujeres.

Un primer obstáculo en el camino
Es interesante observar que, a pesar de la extensa planificación que tuvo lugar en Suecia previo a la aprobación de la ley, durante los primeros dos años de vigencia de este novedoso proyecto casi no ocurrió nada. La policía efectuó muy pocos arrestos de clientes y la prostitución, que antes había sido legalizada en el país, continuó casi como si nada. Los pesimistas del mundo reaccionaron a la muy publicitada falla con un estridente recordatorio: “¿Ven? La prostitución siempre ha existido y siempre existirá”.
Pero los suecos, muy seguros del pensamiento detrás de su plan, no prestaron atención a las críticas. Rápidamente identificaron el problema y luego lo resolvieron. El punto de falla, donde los mejores esfuerzos se habían estancado, era que las fuerzas de seguridad no estaban haciendo su trabajo. Se determinó que los agentes de policía necesitaban capacitación a profundidad y orientación en lo que el público y la legislatura del país ya comprendían perfectamente. La prostitución es una forma de violencia masculina contra las mujeres. Los explotadores/compradores deben ser castigados y las víctimas/prostitutas necesitan recibir ayuda. El gobierno sueco invirtió cuantiosos fondos, de modo que policías y fiscales, desde los más altos niveles hasta los agentes que trabajaban en las calles, recibieron una intensa capacitación y el mensaje de que el país hablaba en serio. Fue entonces que Suecia empezó a ver resultados sin precedentes.
Hoy día no sólo el pueblo sueco continúa apoyando firmemente el enfoque del país a la prostitución (el 80 por ciento de la gente lo respalda, según los sondeos de opinión), sino también policía y fiscales se encuentran ahora entre sus más fuertes apoyos. Las fuerzas de seguridad de Suecia han descubierto que la ley sobre prostitución les beneficia en el manejo de todos los crímenes sexuales, en particular porque les habilita para virtualmente erradicar el elemento del crimen organizado, que es una plaga en otros países donde la prostitución ha sido legalizada o regulada.

Reservados © todos los derechos, Marie De Santis, Women’s Justice Center,
www.justicewomen.com
rdjustice@monitor.net
Traduccion por Laura E. Asturias / Guatemala

Se autoriza copiar y distribuir esta información siempre y cuando el crédito y el texto se mantengan intactos.

Fuente:
http://nuriavarela.com/la-solucion-sueca-para-la-prostitucion-por-que-nadie-intento-esto-antes/

13 de julio de 2015

El político y el limpiabotas

Leí hace unos días el librito España, república de trabajadores que el ruso y muy estalinista Ilia Ehrenburg escribió tras hacer un corto viaje por nuestro país en 1931: un libro amargo pero interesante, de útil lectura incluso ahora -o especialmente ahora-, que no traza el mejor retrato posible de la España de entonces, y critica el modo desastroso con que, según opinión de ese ilustre viajero -que al poco tiempo se convirtió en alta personalidad del régimen soviético-, los españoles encarábamos aquella todavía joven democracia: nuestro recién conquistado gobierno popular. Y cuando uno lee el libro, al fin publicado con su texto íntegro, se le caen bastantes palos del sombrajo. No porque la Rusia estalinista de entonces, por contraste, fuese precisamente el paraíso del proletariado; pero sí porque la descripción y opiniones de Ehrenburg, demoledoras, superficiales, disparatadas a veces, explican sin embargo muchas cosas de las que ocurrieron después. Eso convierte el libro en recomendable lectura para saber cómo se nos veía entonces desde fuera; y también, dicho sea de paso, para que templen su entusiasmo los simples que hoy describen la Segunda República como una Arcadia feliz rota sólo por obra y gracia de un par de obispos y cuatro generales malvados. Aquello nos lo cargamos entre todos, desde luego. Y el libro de Ehrenburg, aunque parcial y relativo, torpe a menudo, relaciona bien algunos porqués.

Pero, en realidad, de lo que yo quiero hablarles hoy es de limpiabotas. De una anécdota reciente que retuve quizá porque en ese momento, hace sólo unos días, me encontraba leyendo lo de Ehrenburg, y el libro se refiere también a los limpiabotas de aquellos años, criticando la obsesión de los españoles de entonces por llevar los zapatos limpios y relucientes. Unos cuantos muertos de hambre, viene a decir, pasaban la tarde entera con una peseta haciendo tertulia en una mesa de café, pero en cuanto disponían de alguna calderilla, todos llamaban altivamente al limpiabotas. La lectura de esas líneas me hizo pensar en lo que los tiempos han cambiado, y en la práctica desaparición en España del útil oficio de limpia. Hay quien se alegra de ello, pues lo considera denigrante y servil, pero no comparto esa opinión. Llevar los zapatos limpios, de casa o de fuera, sobre todo si son un par de buenos zapatos, es una magnífica tarjeta de presentación; pero es que, además, ese trabajo, como otro cualquiera, da de comer a gente que se gana dignamente su jornal. Remarco lo de dignamente, pues nunca vi nada deshonroso en el oficio de limpiabotas u otros similares. Al contrario, recurro a ellos cuando los necesito, conozco a varios hasta casi la amistad, y algunos -como uno de la Campana de Sevilla, ex legionario, ya fallecido, al que hace años dediqué un artículo- pueden dar lecciones de dignidad a la mayor parte de sus clientes, como las daba Alfonso, el cerillero del café Gijón, o las da Luís, el melancólico y profesional limpiabotas del Palace de Madrid, que lleva su oficio con estoica imperturbabilidad y sólo se lamenta, cuando hay confianza, de que cada vez hay más clientes con zapatillas deportivas, y eso no hay cristo que lo embetune. 

Sobre Luís, el limpia, es la anécdota. Porque estaba yo el otro día por allí, presentando libros y de charla con Miguel, el más impecable maître de restaurante del mundo, cuando advertí que un político de los que viven con suite o frecuentan el Palace -y no precisamente de su bolsillo-, de ésos que basan su negocio en proclamar lo poco españoles que son y lo menos que van a serlo cuando puedan, estaba allí sentado, leyendo el periódico mientras Luís le limpiaba los zapatos. Y lo miré, claro, pensando: tiene flecos la cosa. Cualquiera puede limpiarse los zapatos, si lo necesita. Puede y debe hacerlo. Todo el que pase por aquí, que es el hotel más elegante de Madrid, o se detenga en plena calle, ante los boleros mejicanos que atienden en la Gran Vía, por ejemplo. Pero no un político, rediós, en este lugar, a cien pasos del Parlamento. No ese fulano, que lleva más de veinte años enrocado aquí por la cara, pisando moqueta, y ahí sigue, haciéndose limpiar los zapatos en público, con absoluta indiferencia, dándole igual lo que piense quien lo vea. Con total e indecorosa desvergüenza. Así que no pude contenerme y le dije al limpia, cuando el otro ya se levantaba: «Luís, esos zapatos los hemos limpiado y pagado a medias entre usted y yo». Y Luís, que es sabio y gallego hasta en los cepillos, me miró en silencio, guardó el betún en la caja, sacó un pañuelo arrugado, se sonó la nariz y no dijo nada. 

Arturo Pérez-Reverte 
Patente de corso - XLSemanal - 13/4/2015

1 de junio de 2015

Quiero ser funcionaria corrupta

Me enteré la semana pasada. En Alabama (EEUU), una mamá y su hijo de 5 años llegaron a un restaurante de comida rápida y, antes de entrar, vieron a un indigente en la puerta. El niño quiso saber quién era ese señor, y la mamá le explicó que era alguien que vivía en la calle porque no había tenido suerte en la vida. Entonces, el chaval preguntó a su madre si podía invitarlo a comer, y ella le dijo que sí. El sintecho aceptó la invitación, y pidió un bocata. El peque le dijo que pidiera todo el beicon que quisiera. Y hubo un aplauso general del resto de clientes del local. Me apunto al aplauso. Y como lo prometido es deuda, al final el crío pagó la cuenta. Con dinero bueno, como él. Sin paripés. Nada de pagar con una tarjeta black y luego apuntarse a un curso de voluntariado en un comedor social, como ha hecho Rodrigo Rato. Este niño se merece el Princesa de Asturias de las Humanidades. El año pasado le dieron este premio a Quino, el creador de Mafalda. El dibujante declaró en Oviedo: «Espero que los niños de hoy no sean los corruptos de mañana».

Ilusión, más que esperanza

A mí también me va la esperanza… Bueno, hoy más que la esperanza, me va la ilusión. Ustedes lo entenderán. Por ejemplo, la ilusión que respiraba esta redacción escolar, en plan carta a los Reyes Magos, escrita por una niña de 13 años. Alicia, que es como se llama, estudia la ESO en Madrid. En la carta pedía a los Reyes que su familia siguiera siendo una piña para afrontar los golpes que da la vida y superarlos. Y añadía: «A algunos a lo mejor les parece poco, ya que, según los de arriba, ya no hay crisis. Yo también estaría de acuerdo con eso si cerrase los ojos e hiciese caso a los que, por lo visto, no se han tomado la molestia de pasarse por mi barrio para ver que aquí sigue todo igual. Igual de mal. Cuando salgo a la calle, sigo viendo gente buscando comida y ropa en los contenedores...». Finalmente, Alicia pedía por favor a los Reyes que esta vez no pasaran por su casa, porque allí todo va bien, pero que no olvidasen ir a casa «de los que mandan, para darles un poco de humanidad y sentido común». Y le hicieron caso. Rajoy lo confirmó hace unos días: «El PP es el refugio de la cordura y el sentido común». Sin duda. Allí se han refugiado Bárcenas,Granados, Matas y mogollón de gente que tiene en común un sentido de la honradez que quita el sentido.

Pese a la esperanza (perdón, la ilusión) que tiene el padre de Mafalda en los niños de hoy, no todos son como Alicia o el peque de Alabama. La insensibilidad social y la corrupción también tienen futuro. En Cantón (China) hicieron una encuesta con esta pregunta: «¿Qué quieres ser de mayor?». Y una niña de 6 años contestó: «Yo quiero ser funcionaria corrupta, porque los funcionarios corruptos tienen muchas cosas». Vaya. Seguro que es la excepción. Porque hoy estoy con la esperanza, digo con la ilusión.

JORDI ÉVOLE
Periodista

18 de mayo de 2015

Fabricando nuestra propia ratonera

Ninguna ratonera funciona sin la complicidad del ratón. Por lo menos, ésas clásicas de madera y alambre con un trocito de queso, que, cuando la bestezuela incauta hinca los dientes, disparan un resorte y atrapan al miserable roedor por el pescuezo. Y no está de más recordarlo a la hora de considerar en qué nos estamos convirtiendo, en España. En qué pandilla de gilipollas pretendemos transformar a los niños que un día, más pronto que tarde, tendrán nuestras vidas y nuestra vejez en sus manos. Lo mismo es que a veces me levanto atravesado y veo las cosas turbias, pero mucho me temo que buena parte de los esfuerzos educativos que hacemos en la actualidad -incompetencia cultural y chulería estéril del ministro Wert aparte- se encaminan a fabricar esa ratonera. A hacer que nuestros cachorros, y nuestro futuro con ellos, metan la cabeza en esa trampa de estupidez y demagogia imbécil, tan ajena a la realidad. Tan distante de la vida.

Algunas veces, en esta página, he mencionado ejemplos: los animales salvajes pasados por el filtro de los dibujos animados y el buenismo absurdo, capaces de convertir un puma mejicano, una serpiente de cascabel o un tiburón blanco en tiernas mascotas de compañía. O, ya en cosa de seres humanos, aquella fiesta escolar dedicada a los piratas que narré un día, en la que la maestra, al extrañarse algunos padres de que se prohibiera a los niños acudir con espadas o pistolas, argumentó: «Es que también había piratas buenos». Sin olvidar ese carnaval escolar dedicado al Oeste, donde se pedía expresamente a los padres que sus hijos acudieran sin pistolas, rifles, arcos ni flechas; y, más importante todavía, mejor disfrazados de indios que de vaqueros, para que los niños hijos de inmigrantes hispanoamericanos no se sintieran acomplejados, víctimas y en minoría.

Es como lo de los lobos, y se lo dice a ustedes un defensor acérrimo de estos animales. Porque una cosa es defender la existencia del lobo, que incluye su derecho a cazar y matar tal como ese depredador lo ejerce desde hace siglos -y también a ser matado cuando sus intereses chocan con los de los humanos-; y otra, vender a las criaturas la imagen de que el lobo es una criatura angelical, tan inofensiva como un perro de compañía. Que se lo pregunten a los ganaderos rurales de León y Asturias, a ver qué opinan, y si esas opiniones son aptas para incluirse en los libros de texto. O a mí mismo y algún compañero de otros tiempos, que podríamos contar con detalle lo que una manada de lobos hambrientos puede hacer con unos refugiados bosnios, niños incluidos, cuando éstos huyen dispersos por los bosques, sobre la nieve.

Así que, en línea con lo que comento, permítanme dos o tres ejemplos más, últimas adquisiciones en cuanto a ratoneras y demagogia se refiere. Una proviene de algunos historiadores, desde luego no tan mediocres como Emilio de Diego o José Luis Corral -semejante exceso de caspa ya requiere hacer oposiciones-, pero sí lo bastante cantamañanas para empeñarse, desde hace algún tiempo, en desterrar el término Reconquista de la guerra de ocho siglos que en España se mantuvo contra el Islam, sustituyéndolo por el muy políticamente correcto Expansión de los reinos cristianos en la Península; que suena, en efecto, muy de ahora; como si todo hubiera transcurrido en elegantes negociaciones en torno a una mesa con cigarros puros y un cafelito. Échate un poquito para allá, Mohamed, haz el favor. O sea. Que me expando.

Podríamos seguir citando ejemplos, pero se me acaba la página. Aun así, creo que todavía caben dos. Uno es de hace poco, en un colegio de Madrid, cuando una profesora, llevada por la buena voluntad que caracteriza estos deliciosos tiempos, comunicó a sus alumnos que Cristóbal Colón no descubrió América, «porque ésta ya estaba allí con sus habitantes»; y lo que hizo Colón, y como tal debía figurar en los ejercicios de clase, so pena de mala nota, fue «llegar a América después de un largo viaje». Reconocerán ustedes que éste, como ejemplo de gilipollez docente, es excelso, y supera al de la Reconquista. Pero estoy seguro de que apreciarán más el que acaba de enviarme un padre, con fotocopia de un libro de texto en la que, lamentablemente, no figura el nombre de la editorial escolar responsable del asunto: «Antonio Machado fue elegido miembro de la Real Academia. Pasados unos años (no se especifica en qué nos estuvimos ocupando los españoles durante esos años) fue a Francia con su familia y allí vivió hasta su muerte». 

Arturo Pérez-Reverte
Patente de Corso - XLSemanal - 06/4/2015

13 de mayo de 2015

La esclavitud... ¿abolida?



Si nos remontamos a la Edad Antigua, vislumbramos el origen y desarrollo de las primeras civilizaciones. Es en este momento cuando surge la vida urbana, con lo que ello acarrea: poder político, monarquía, religiones, estratificación social, trabajo, comercio y esclavitud.

¿Estamos en condiciones de afirmar que todos estos elementos humanos que nacieron hace casi 7.000 años siguen coexistiendo en la actualidad? Sin dudarlo todos diríamos que la esclavitud ha sido abolida. Pero yo me pregunto: ¿Y si en realidad ha sido transformada y amoldada a los tiempos que corren?

La esclavitud aparece debido a las guerras. Parece que su origen histórico proviene de la práctica de aprovechar como mano de obra a los cautivos en las guerras. Había otra posibilidad muy usual por aquel entonces: sacrificarlos.

El florecimiento cultural de grandes imperios, como la Atenas de Pericles o la Roma Clásica, estaba fundamentado en una economía basada en la fuerza de trabajo esclava. ¿Cuál es la fuerza que permite el sostenimiento en la actualidad de las grandes superpotencias económicas?

El propio Aristóteles sostuvo que la esclavitud es un fenómeno natural. Como tal se mantuvo durante muchos años de la historia de la humanidad, amoldándose a nuevos tiempos. Podemos mencionar el feudalismo o la colonización de América como momentos de la historia en los que la esclavitud estuvo en auge.

No es hasta principios del siglo XX cuando la esclavitud es abolida oficialmente por la Sociedad de Naciones (antigua ONU) en la Convención sobre la Esclavitud celebrada en 1926.

A pesar de la entrada en vigor del tratado firmado en dicha Convención y de estar “oficialmente prohibida” en casi todos los países, la esclavitud sigue existiendo a gran escala, tanto en sus formas tradicionales como en nuevas formas de esclavitud. Según un estudio publicado en el año 2000 podría haber unos 27 millones de esclavos en todo el mundo.

Seguramente tengamos la inercia de situar todos estos datos sobre la esclavitud contemporánea en países del Tercer Mundo. Nuestra visión primer mundista tiende a hacerlo, y más aun cuando estamos en un sistema que fomenta y mantiene la figura del "esclavo feliz".

Así pues, considero que a principios del siglo XXI se expandió la esclavitud como nunca antes en nuestro entorno. La esclavitud se puede definir como una situación por la cual una persona (el esclavo) es propiedad de otra (el amo), y todo ello regulado jurídicamente, esto es, con contrato firmado y sellado.

Todo ello me lleva irremediablemente a relacionar a los bancos con los actuales amos, y a todas aquellas personas endeudadas con ellos como los esclavos modernos. Quizá nuestras mentes no están preparadas como en el pasado para asimilar esto. De este modo, cuando una persona incumple el contrato con su amo y se da cuenta de que su esclavitud no era tan feliz como pensaba, no le quedan muchas más opciones que la muerte. Exactamente igual que a aquellos despojos de las guerras ancestrales que eran sacrificados sin ningún tipo de compasión.


Artículo reeditado: Originalmente publicado el 27 de Noviembre de 2012.

4 de mayo de 2015

La sonrisa de un sinvergüenza

Hay una foto que es mi preferida a la hora de comprender lo que, en materia de corrupción política, ha venido pasando en España en las últimas décadas. En ella aparece un ex director general de Trabajo de la Junta de Andalucía -Javier Guerrero, se llama-, esposado, o así lo parece, camino de la cárcel entre dos guardias civiles. La foto recuerda vagamente a aquella antigua de El Lute atrapado tras su fuga, con el brazo vendado y entre tricornios, con la notable diferencia de que aquel infeliz robagallinas, elevado por la prensa de entonces a la categoría de hombre más buscado de España, tenía una expresión seria, triste, derrotada. Era el final de una escapada, y lo que el pobre Eleuterio tenía por delante, pintado en el rostro y sobre todo en los ojos de perro callejero apaleado, eran varios y oscuros años de prisión. La ruina de quien acaba de caerse con todo el equipo.

Sin embargo, la foto del tal Guerrero refleja algo por completo distinto. De entrada, los picoletos que lo conducen van tocados uno con gorra teresiana y otro con boina, y eso da un toque frívolo porque impone menos; hasta el punto de que uno acaba añorando, en esta clase de asuntos, los tricornios de charol y los bigotes clásicos para que, al menos en los periódicos y el telediario, los que hacen el paseíllo -que a veces es la única pena seria que acaban comiéndose- parezcan que van detenidos de verdad, y no a sacarse el carnet de identidad o a hacer un trámite cualquiera en el juzgado antes de regresar, sonrientes, a la puta calle.

Porque ahí está el otro detalle clave: la sonrisa. Que en la foto del tal Guerrero camino del talego, que comento, no es una sonrisa de disculpa, ni apesadumbrada, ni de circunstancias, de ésas que uno esboza cuando está hecho polvo y pretende mantener el tipo. Ni de lejos. La suya, acorde con el currículum del sujeto, es una sonrisa bajuna, casi regocijada; canalla en el sentido literal del término, según lo recoge el diccionario de la Real Academia: Gente baja, ruin. Persona despreciable y de malos procederes. Una sonrisa descarada de compadre que dirige a los periodistas como si éstos fueran colegas suyos de toda la vida, con cuyo trato está familiarizado hasta la desvergüenza. 

Porque ahí mismo está el punto. El detalle. En el gesto del golfo que, a través de las cámaras, sonríe a sus otros compadres, a los cómplices activos o pasivos, a los compañeros de partido y a los de los otros partidos, hermanados en la misma mierda. A los que sin distinción de siglas -eso son chorradas técnicas- sabe que lo comprenden y animan moralmente, igual que compartieron con él chollo e impunidad durante los diez, veinte o treinta años en que ejerció su golfería, culminada mediante el mismo sistema que hizo posible las tarjetas negras que algunos barajaron como naipes, la salida a bolsa de Bankia y la cínica campanita de Rato, las cacerías de empresarios y políticos compinchados, los ERE de la Junta, las preferentes que esquilmaron a miles de infelices, la ignorancia del honorable Artur Mas de que su papá tenía cuenta en Liechtenstein, las bolsas de basura andorrana de la señora Pujol, los trincones sindicatos de Toxo y Méndez -esos Pili y Mili del langostino-, el Jaguar que la ministra Ana Mato ignoraba que estuviera aparcado en su garaje, el sé fuerte, Pepe, colega -o como lo llamara-, que el presidente Rajoy dirigió a su entonces compadre Bárcenas. Etcétera. 

Y es que sí. En efecto. La foto del director general de Trabajo -del que tampoco los presidentes Chaves ni Griñán sabían nada- lo resume todo de maravilla. Éramos chusma, dice su sonrisa desvergonzada. Éramos pijolinos con dinero que querían vivir aún mejor, o grises funcionarios sin futuro, o mediocres profesionales, o tiñalpas analfabetos sin otro oficio ni beneficio que arrimarse a los que mandaban. Y enloquecimos de codicia cuando nos pusieron delante, por la cara, la caja del dinero abierta y la posibilidad, nunca antes soñada, de meter la mano dentro. Y entramos a saco, naturalmente: coches, ropa, viajes, juergas. Era el sistema, era el estilo, eran las reglas. Era la ocasión de nuestra vida, y quizá nunca fuéramos a vernos en otra semejante. Bailando sevillanas en la caseta de la feria. Por eso sonríen, demasiados, como lo hace ese tal Guerrero. Fíjense bien en la foto, porque está en Internet y merece la pena. Va el tío entre dos guardias civiles, pero se está acordando de las putas, de la cocaína que mandaba a comprar a su chófer, y piensa «que me quiten lo bailado». Y encima, al salir de la cárcel, que con algo de suerte será dentro de poco rato, igual en su pueblo lo reeligen como alcalde y le ríen los chistes en el bar. No sería la primera vez. 

Arturo Pérez-Reverte
Patente de corso - XLSemanal - 09/3/2015

27 de abril de 2015

En tiempos de guerra


Soy profesor y estoy desempleado. No me han dejado seguir trabajando en la educación pública después de casi dos años ejerciendo. Me resulta paradójico que, desde mi punto de vista, allí donde he trabajado durante este tiempo mis alumnos y compañeros han quedado satisfechos con el trabajo realizado por mi parte, y lo que es más importante, yo he disfrutado haciéndolo.

Si las cosas no hubiesen sido así, entendería lógica la no contratación para el presente curso. Si no tuviera vocación o si no hubiese hecho correctamente mi trabajo lo entendería. La cuestión es que no termino de entenderlo y cuando busco respuestas solo me viene una palabra a la mente: CRISIS.

Por ello lanzo la siguiente pregunta: ¿Por qué tengo que pagar yo, como muchos otros en este país, por una crisis que no he generado?

Curiosamente, hace unas fechas en “Salvados”, un programa de televisión que recomiendo al 100%, un padre afectado por los recortes con una hija que padece una enfermedad degenerativa, le planteó esta misma pregunta al entrevistado estrella de la semana. Se trataba del asesor del Gobierno Alemán Jürgen Donges, el cual respondió a la pregunta haciendo un paralelismo con la guerra. Vino a decir que cuando dos países entran en guerra se debe a que hay unas altas esferas sociales o un poder político que lo decide, y al pueblo se le viene encima el sufrimiento que ello supone sin comerlo ni beberlo.

No quiero vivir en un país en “Guerra”, que dentro de poco será invadido por las huestes económicas y especulativas alemanas y que nos seguirán imponiendo sus condiciones. Por ello, apelo al espíritu bélico de la segunda guerra mundial, donde estos mismos alemanes invadían Europa.

Así pues, termino el artículo transcribiendo la parte más gloriosa del discurso de Winston Churchill conocido como "We shall fight on the beaches" (“Lucharemos en las playas”), pronunciado en la Cámara de los Comunes del Parlamento del Reino Unido el 4 de junio de 1940. Era una época de conflictos, en la cual Alemania había logrado derrotar a Francia y las fuerzas pro-nazis dominaban toda Europa. En aquel momento, los británicos veían que podían ser invadidos y derrotados por los alemanes.

Llegaremos hasta el final
Lucharemos en Francia
Lucharemos en mares y océanos
Lucharemos con una creciente confianza, y una fuerza cada vez mayor en el aire
Defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste
Lucharemos en las playas
Lucharemos en los campos de aterrizaje
Lucharemos en los campos y en las calles
Lucharemos en las colinas
¡Nunca nos rendiremos!

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 06 de Noviembre de 2012.

16 de marzo de 2015

Esas jóvenes hijas de puta

Supongo que a muchos se les habrá olvidado ya, si es que se enteraron. Por eso voy a hacer de aguafiestas, y recordarlo. Entre otras cosas, y más a menudo que muchas, el ser humano es cruel y es cobarde. Pero, por razones de conveniencia, tiene memoria flaca y sólo se acuerda de su propia crueldad y su cobardía cuando le interesa. Quizá debido a eso, la palabra remordimiento es de las menos complacientes que el hombre conoce, cuando la conoce. De las menos compatibles con su egoísmo y su bajeza moral. Por eso es la que menos consulta en el diccionario. La que menos utiliza. La que menos pronuncia.

Hace dos años, Carla Díaz Magnien, una adolescente desesperada, acosada de manera infame por dos compañeras de clase, se suicidó tirándose por un acantilado en Gijón. Y hace ahora unas semanas, un juez condenó a las dos acosadoras a la estúpida pena -no por estupidez del juez, que ahí no me meto, sino de las leyes vigentes en este disparatado país- de cuatro meses de trabajos socioeducativos. Ésas son todas las plumas que ambas pájaras dejan en este episodio. Detrás, una chica muerta, una familia destrozada, una madre enloquecida por el dolor y la injusticia, y unos vecinos, colegio y sociedad que, como de costumbre, tras las condolencias de oficio, dejan atrás el asunto y siguen tranquilos su vida.

Pero hagan el favor. Vuelvan ustedes atrás y piensen. Imaginen. Una chiquilla de catorce años, antipática para algunas compañeras, a la que insultaban a diario utilizando su estrabismo -«Carla, topacio, un ojo para acá y otro para el espacio»-, a la que alguna vez obligaron a refugiarse en los baños para escapar de agresiones, a la que llamaban bollera, a la que amenazaban con esa falta de piedad que ciertos hijos e hijas de la grandísima puta, a la espera de madurar en esplendorosos adultos, desarrollan ya desde bien jovencitos. Desde niños. Que se lo pregunten, si no, a los miles de homosexuales que todavía, pese al buen rollo que todos tenemos ahora, o decimos tener, aún sufren desprecio y acoso en el colegio. O a los gorditos, a los torpes, a los tímidos, a los cuatro ojos que no tienen los medios o la entereza de hacerse respetar a hostia limpia. Y a eso, claro, a la crueldad de las que oficiaron de verdugos, añadamos la actitud miserable del resto: la cobardía, el lavarse las manos. La indiferencia de los compañeros de clase, testigos del acoso pero dejando -anuncio de los muy miserables ciudadanos que serán en el futuro- que las cosas siguieran su curso. El silencio de los borregos, o las borregas, que nunca consideran la tragedia asunto suyo, a menos que les toque a ellos. Y el colegio, claro. Esos dignos profesores, resultado directo de la sociedad disparatada en la que vivimos, cuya escarmentada vocación consiste en pasar inadvertidos, no meterse en problemas con los padres y cobrar a fin de mes. Los que vieron lo que ocurría y miraron a otro lado, argumentando lo de siempre: «Son cosas de crías». Líos de niñas. Y mientras, Carla, pidiendo a su hermana mayor que la acompañara a la puerta del colegio. La pobre. Para protegerla.

Faltaba, claro, el Gólgota de las redes sociales. El territorio donde toda vileza, toda ruindad, tiene su asiento impune. Allí, la crucifixión de Carla fue completa. Insultos, calumnias, coro de divertidos tuiteros que, como tiburones, acudieron al olor de la sangre. Más bromas, más mofas. Más ojos bizcos, más bollera. Y los que sabían, y los que no saben, que son la mayor parte, pero se lo pasan de cine con la masacre, riendo a costa del asunto. La habitual risa de las ratas. Hasta que, incapaz de soportarlo, con el mundo encima, tal como puede caerte cuando tienes catorce años, Carla no pudo más, caminó hasta el borde de un acantilado y se arrojó por él.

Ignoro cómo fue la reacción posterior en su colegio. Imagino, como siempre, a las compis de clase abrazadas entre lágrimas como en las series de televisión, cosa que les encanta, haciéndose fotos con los móviles mientras pondrían mensajitos en plan Carla no te olvidamos, y muñequitos de peluche, y velas encendidas y flores, y todas esas gilipolleces con las que despedimos, barato, a los infelices a quienes suelen despachar nuestra cobardía, envidia, incompetencia, crueldad, desidia o estupidez. Pero, en fin. Ya que hay sentencia de por medio, espero que, con ella en la mano, la madre de Carla le saque ahora, por vía judicial, los tuétanos a ese colegio miserable que fue cómplice pasivo de la canallada cometida con su hija. Porque al final, ni escozores ni arrepentimientos ni gaitas en vinagre. En este mundo de mierda, lo único que de verdad duele, de verdad castiga, de verdad remuerde, es que te saquen la pasta. 

Arturo Pérez-Reverte – Patente de Corso

12 de marzo de 2015

Vida y obra de un ladrón



Desde que nací me programaron para robar. Puede que se trate de una cuestión innata espoleada por la ordenación peculiar de mis genes, cuya responsabilidad tendrían que asumirla mis ascendientes lejanos. O tal vez sea así porque me fijara en las pautas de conducta de mis padres y familiares cercanos, en cuyo caso los culpables de mi idiosincrasia serían ellos mismos. Sea como sea, la cuestión es eludir responsabilidades. Ahí soy un auténtico maestro.

Después de cursar mis estudios en colegios religiosos y universidades privadas, mi primer puesto de trabajo me cayó del cielo. Se trataba de un cargo creado de la nada por conocidos de mi círculo de influencia. De este modo empecé a trabajar para el sector público como probador de espejos de todos aquellos edificios que dependían de mi administración. Mi naturaleza porcina me cualificaba perfectamente para el puesto, puesto que de este modo comprobaría que los espejos serían de buena calidad si no se rompían al reflejar mi ser. Por desgracia, resultó que no era válido para el puesto, ya que las facturas de la administración en concepto de “espejos rotos” se acumulaban en grandes montañas de papel.

Trabajé durante poco tiempo, pero ello me permitió vivir del cuento durante varios años, gracias a los emolumentos obtenidos. Fue entonces cuando me compré todo lo que se me antojaba: coches, casas, joyas, lo último en tecnología, vallas de oro para mí pocilga…

Pasado un tiempo fue cuando mi verdadera naturaleza salió a flote. Cada vez necesitaba consumir más y más, lo cual se convirtió en una auténtica necesidad. Mi nuevo trabajo como técnico de todos los enchufes en una administración paralela a la anterior no me daba para abarcar con todas mis necesidades, por lo que a los 33 años, una vez superada la edad de Cristo, empecé a robar con alevosía. En mi instrucción me enseñaron que hay ciertos mandamientos que se pueden incumplir siempre y cuando luego se purguen los pecados.

No tenía miedo al infierno, pero si a la cárcel, puesto que allí no podría disfrutar de todos mis bienes de consumo. Sin embargo, si no robaba no podía sufragar mis necesidades consumistas. ¡Menuda paradoja terrenal!

La primera vez que metí la mano en fondos públicos de manera ilegal me moría de miedo, puesto que tenía la certeza de que me cogerían. Pero cual fue mi sorpresa cuando me percaté de que esto era algo normal en mí entorno. Así pues, fui cogiendo soltura y robar se convirtió en el pan nuestro de cada día.

Ya ha pasado mucho tiempo desde aquellos años en los que me inicié en el arte del saqueo. Sin duda que lo pasé mal en aquel proceso judicial en el que existió la remota  posibilidad de terminar en la cárcel, pero gracias a todos los que me rodeaban, y a Dios, salí indemne.

Hoy vivo feliz en mi paraíso fiscal y cuando muera me esperará el cielo más impoluto, ya que a lo largo de mí vida no falté ni un domingo a la iglesia.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 11 de Octubre de 2012.

7 de marzo de 2015

El día de la mujer

La conmemoración del Día de la Mujer nace de una historia sangrienta...en donde el abuso, la explotación y la impunidad causó la muerte de 146 mujeres, algunas quemadas y otras muertas porque se arrojaron ante el temor de las llamas...no fue gracias a las mujeres de buena familia, sexis o acomodadas, lo lograron las revolucionarias, las indecentes, las no religiosas furibundas, las indignadas, las inmigrantes y de baja escala social...las que pedían mayor equidad en la vida conyugal y en la productividad...

Incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York.

El incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York el 25 de marzo de 1911 es el desastre industrial más mortífero en la historia de la ciudad de Nueva York y el cuarto en el número de muertes de un accidente industrial en la historia de los Estados Unidos.

El fuego causó la muerte de 146 trabajadoras textiles que murieron por quemaduras provocadas por el fuego, la inhalación de humo, o por derrumbes (y suicidio). 

La mayoría de las víctimas eran jóvenes mujeres inmigrantes de origen judío e italiano de entre dieciséis y veintitrés años de edad. La víctima de más edad tenía 48 años y la más joven 14 años.

La tragedia se debió a la imposibilidad de salir del edificio incendiado y en llamas ya que los responsables de la fábrica de camisas habían cerrado todas las puertas de las escaleras y salidas, una práctica común para evitar robos y altercados. 

Muchas de las trabajadoras que no pudieron escapar del edificio en llamas saltaron desde los pisos octavo, noveno y décimo a las calles.

El desastre en la fábrica textil de Triangle Shitwaist obligó a importantes cambios legislativos en las normas de seguridad y salud laborales e industriales y fue el detonante de la creación del importante Sindicato internacional de mujeres trabajadoras textiles (International Ladies' Garment Workers' Union) que lucha por mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras textiles.
El incendio ha marcado la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, después Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo. 

El 8 de marzo de 2011 se celebró el centenario del Día Internacional de la Mujer y el 25 de marzo de 2011 se cumplía el centenario del desastre de la fábrica textil Triangle Shirwaist.

Año 1909 y 1910 - Proclamación del día internacional de la Mujer Trabajadora

El 28 de febrero de 1909 se celebró por primera vez en Estados Unidos el Día de las mujeres socialistas tras una declaración del Partido Socialista de los Estados Unidos.

En agosto de 1910 la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, reiteró la demanda de sufragio universal para todas las mujeres y, a propuesta de la socialista alemana Luise Zietz, se aprobó la resolución propuesta por Clara Zetkin proclamando el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

La propuesta de Zetkin fue respaldada unánimemente por la conferencia a la que asistían más de 100 mujeres procedentes de 17 países, entre ellas las tres primeras mujeres elegidas para el parlamento finés (Finlandia). El objetivo era promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio para las mujeres.

Año 1911 - Primera celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Como consecuencia de la decisión adoptada en Copenhague el año anterior, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora se celebró por primera vez el 19 de marzo en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, con mítines a los que asistieron más de un millón de personas, que exigieron para las mujeres el derecho de voto y el de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.

Años 1913 y 1914 - Día Internacional del Mujer antes de la Primera Guerra Mundial.

En 1913, en el marco de los movimientos en pro de la paz que surgieron en vísperas de la primera guerra mundial, las mujeres de Rusia celebraron su primer Día Internacional de la Mujer el último domingo de febrero de dicho año. 

En 1914 en Alemania, Suecia y Rusia se conmemora por primera vez, de manera oficial, el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo. 

En el resto de Europa, las mujeres celebraron mítines en torno al 8 de marzo para protestar por la guerra y para solidarizarse con las demás mujeres.


Años 1922 a 1975 - Institucionalización del Día Internacional de la Mujer.

Después de la revolución de octubre, la feminista Alexandra Kollontai (que desde su nombramiento como Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública logró el voto para la mujer, que fuera legal el divorcio y el aborto) consiguió que el 8 de marzo se considerase fiesta oficial en la Unión Soviética, aunque laborable. 

El 8 de mayo de 1965 por decreto del USSR Presidium del Sóviet Supremo de la Unión Soviética de la URSS se declaró no laborable el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Desde su aprobación oficial por la Unión Soviética tras la Revolución rusa de 1917 la fiesta comenzó a celebrarse en otros muchos países. En China se celebra desde 1922, en España se celebró por primera vez en 1936.

En 1975 la ONU comenzó a celebrar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. 

En diciembre de 1977, dos años más tarde, la Asamblea General de la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. 

Esta adhesión de la ONU llevó a varios países a oficializar este día dentro de sus calendarios.

Año 2011 - Centenario del Día Internacional de la Mujer

En el año 2011 se celebró el Centenario del Día Internacional de la Mujer. También comenzó a operar la Entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, también conocida como ONU Mujeres 

El Día Internacional de la Mujer ha adquirido a lo largo del siglo XX una dimensión mundial para las mujeres del mundo. El movimiento internacional en defensa de los derechos de la mujer es creciente y es reforzado por la Organización de Naciones Unidas que ha celebrado cuatro conferencias mundiales sobre la mujer y ha contribuido a que la conmemoración del Día Internacional de la Mujer sea un punto de convergencia de las actividades coordinadas en favor de los derechos de la mujer y su participación en la vida política y económica.

MUNDOCLAY.COM

2 de marzo de 2015

Los nuevos titanes de la arena política

No debe estar llevando demasiado bien estos días el viril gobierno griego eso de tenérsela que envainar como ya hicieran otros en su día.
Y mira que los griegos se han puesto duros hasta en la pose, más que a la foto de un gobierno, casi recuerdan al póster de alguno de esos ochenteros grupos de rock duro. No suelo tener nada en contra de los gobiernos de izquierdas, salvo cuando, claro, les da por excluir descaradamente a las mujeres. Los Syriza no han tenido que guardar las formas, ni siquiera han dejado hueco para la vocalista, sustituida en este caso por el nuevo sex symbol de las finanzas, Yanis Varoufakis.
Y es que, parece que en ciertos asuntos como la política y la economía, siguen sin caber las medias tintas. Tampoco en esta, nuestra querida España, donde asistimos a un panorama no mucho más alentador.
Como se pasa del blanco al negro, como pasamos en tan sólo semanas del abrigo al bañador, así, la arena nacional, donde solían batirse el cobre los viejos y laureados dioses de la política, pasa estos días a estar tomada por una nueva generación de intocables titanes. Se trata de -como quiera que se les llame- plazas, círculos o espacios, tan agresivos y violentos que resulta difícil que nosotras encajemos en ellos, si no es en un papel de bella y raptada víctima o de frágil florero.
La cuenta atrás ha comenzado, efectivamente, suena un nuevo tic tac (otro más) y la carrera está a punto de empezar sin nosotras. En la meta, a nuestros jóvenes y apuestos chicos de la nouvelle politique les espera el poder con mayúsculas en forma de ansiado trofeo, quizás, entonces sí, éste les sea entregado por alguna chica sexy que hasta los haya votado.
Lo de la violencia machista, la brecha salarial, el techo de cristal, la corresponsabilidad... Eso ya lo iremos viendo cada 25 de noviembre, cada 22 de febrero y cada 8 de marzo. Porque esas cosas, es decir, el hecho de que la mitad de la población haya pagado con más de 50 asesinatos un sólo año de machismo (2014), que el trabajo esa misma mitad de la población se valore un 24% a la baja (en euros contantes y sonantes) y que tampoco se pueda mirar al horizonte con una cierta proyección profesional, sin pensar que las cargas familiares y las tareas del espacio privado a nosotras nos pesan el doble... Esto no parece haber alcanzado el rango de problema, ni económico, ni social.
Toca ir a lo urgente, salvar la patria. Oigámosles cacarear los datos de la discriminación por orden, en cada una de las fechas y, mientras, desde las gradas, aplaudamos a nuestros valientes y testoterónicos guerreros de la política nacional.

Ana Pérez Luna
www.eldiario.es

16 de febrero de 2015

Si Podemos ganara...

Si Podemos ganara las elecciones, sostiene el doctor por la Universidad de Navarra, Miguel Carvajal, dejarían España con un 25% de paro. La corrupción estaría tan instalada en su estructura que hasta su tesorero pagaría sobres en B a los Monedero, Errejón y Pablo Iglesias, por no hablar de las obras de reforma de su sede. Sostiene Carvajal que si Podemos ganara las elecciones sus ministros acabarían trabajando para las multinacionales a las que habrían beneficiado mediante concursos fraudulentos. Se meterían a banqueros que timarían a jubilados, analfabetos y ciegos. Y crearían tarjetas de crédito con dinero negro para comprar putas y lencería.

Si Podemos ganara las elecciones se gastarían millones en levantar edificios inútiles, redes de tren, carreteras y aeropuertos con presupuestos inflados. A los presidentes autonómicos les tocaría la lotería. Muchas veces. Vivirían en Palacetes, navegarían con narcotraficantes, abrirían cuentas en Suiza y tendrían testaferros que guardarían el dinero en latas de Cola-Cao enterradas en el jardín. Sostiene Carvajal que si Podemos ganara las elecciones habría más de 2.000 políticos imputados, su presidente hablaría en televisor de plasma, se reuniría con dictadores acusados de crímenes contra la humanidad, y vendería armamento a países acusados de violar los derechos humanos.

Si Podemos ganara las elecciones no tendríamos ni una universidad entre las cien mejores del mundo, más de la mitad de los jóvenes no tendría trabajo y saldría del país. Su gestión económica sería tan nefasta que la deuda seguiría creciendo hasta superar la totalidad del PIB, para seguir financiando instituciones inútiles como las diputaciones, los consejos consultivos o el Senado. Los impuestos ahogarían tanto a los empresarios que seríamos líderes en economía sumergida, y la evasión fiscal rondaría el billón de euros.

Si Podemos ganara las elecciones los jueces serían elegidos por los partidos políticos, que tendrían tribunales especiales, jubilaciones especiales, dietas de alojamiento aunque tuvieran casa, nunca pagarían un avión, ni un móvil, ni un taxi, pero podrían compatibilizar varios sueldos públicos con actividades privadas, y nadie controlaría su absentismo. Si Podemos ganara las elecciones 2,5 millones de niños no comerían adecuadamente en hogares con ingresos bajo el umbral de la pobreza. Miles de personas serían desahuciadas de sus casas y se quitarían la vida antes que vivir en las calles del país europeo con más viviendas vacías. Hay que ver qué cosas terribles ocurrirían si ganaran los de Podemos.

RICARDO F. COLMENERO

2 de febrero de 2015

Control mental

El Gran Hermano te está vigilando.

Allá donde vaya me controlan. Cualquier movimiento está supervisado. Cualquier pensamiento supone la muerte. El crimen mental es el peor de todos los posibles.

Sólo puedo pensar lo que ellos me dictan que piense, de lo contrario la vaporización es inminente. Tan sólo el hecho de escribir estas líneas me puede conducir a la tumba sin remisión.

Pero no me importa, debo contar al mundo lo que ocurre a mí alrededor. Los instintos más humanos han sido erradicados de raíz. El amor conduce al odio. La paz desemboca en la guerra. La abundancia supone escasez. La verdad es completamente falsa.

Estas tendencias han sido implantadas por humanos como yo que escalaron spotencialmente exigiendo igualdad, para finalmente instaurar la mayor desigualdad de clases jamás conocida. Conservan este escenario al poseer un arma crucial de su lado: el dolor. Poseen la capacidad de generar dolor a sus súbditos, delimitando claramente la frontera abismal que existe entre ellos y nosotros.

Gracias a ello mantienen su posición hipnotizando a aquellos que podrían sustituirles algún día. Les dicen exactamente lo que quieren escuchar y les educan en su doctrina.

Su poder es tal, que llegan a controlan el tiempo, reconstruyendo el pasado a su antojo para que nadie se percate de dónde venimos. De este modo el futuro será exactamente como ellos desean, para de este modo tener la certeza absoluta de saber hacia dónde vamos.

Tengo la esperanza de que este manuscrito llegue a aquellos que se mantienen absortos por el sistema. Ojalá esos proles que permanecen adormilados despierten poco a poco. No me debo engañar. Sería un error pensar que la situación se puede invertir rápido. Debemos transmitir este mensaje generación tras generación, siendo cada vez  más lo adeptos que se sumen a la causa.

Para ello, espero que la  policía del pensamiento no intercepte este mensaje. Aunque pensándolo bien, es bastante probable que ya lo haya hecho.


Artículo reeditado: Originalmente publicado el 26 de Septiembre de 2012.

19 de enero de 2015

El último romano

Cada mañana desde hace diez o doce años, poco antes de las nueve, un hombre solitario se detiene ante la barandilla al pie del obelisco egipcio, frente al palacio de Montecitorio, en Roma, a cincuenta pasos de la entrada principal del edificio que alberga el Parlamento italiano. Es un individuo de pelo gris que ya escasea un poco, al que he visto envejecer, pues con frecuencia paso por ahí a esa hora cuando me encuentro en esta ciudad, camino del bar donde desayuno en la plaza del Panteón. Da lo mismo que sea invierno o verano, que haga sol o que llueva: apenas hay día en que no aparezca. Siempre va razonablemente vestido, con aspecto de empleado, o de funcionario. Más bien informal. Y lleva siempre una pequeña mochila, o una cartera colgada del hombro. En eso ha ido cambiando, porque ahora lo veo más con la cartera. El procedimiento es rutinario, idéntico cada día. Se detiene ante la barandilla, frente a la fachada del palacio -supongo que camino del trabajo-, saca un papel doblado que despliega con parsimonia, y con una voz sonora y educada utiliza el papel como guión o referencia de citas para el discurso que viene a continuación, diez o doce minutos de oratoria impecable, bien hilada. Un breve discurso diario, allí solo, bajo el obelisco, ante la fachada muda del Parlamento.

A veces me detengo a cierta distancia, por no molestarlo, y escucho atento. El discurso no suele ser gran cosa, y a menudo repite conceptos. No insulta, no es agresivo. Por lo general se trata de una especie de reprensión moral en la que menciona artículos de la Constitución o critica, casi siempre de modo general, situaciones concretas de la política italiana. Cosas del tipo «Todo gobernante debe asegurar el derecho al trabajo de los ciudadanos», o «La corrupción política no es sino el reflejo de la corrupción moral de una sociedad enferma y a menudo cómplice». De vez en cuando desliza asuntos personales, injusticias de las que es o ha sido objeto, aunque sin alejarse nunca del interés común, del enfoque amplio. Siempre es educado, coherente y sensato. No parece el suyo discurso de un loco, ni expresión patológica desaforada de una obsesión. Parece sólo un ciudadano que lleva diez o doce años dolido por lo que ocurre ante sus ojos, y que cada mañana acude ante el lugar que considera eje principal de esos males, a denunciarlo en voz alta, con palabras mesuradas y sensatas.

Lo que cada día convierte la escena en conmovedora es que ese hombre está solo. El lugar, frente a Montecitorio, es escenario habitual de protestas ciudadanas, y a menudo hay carteles reivindicativos; o algo más tarde, a la hora de entrada de los diputados, se reúnen cámaras de televisión y ruidosos grupos de manifestantes que abuchean o vocean consignas. Sin embargo, a la hora en que nuestro hombre se presenta no hay nadie. Sólo un par de carabinieri que pasean aburridos por la plaza desierta y algún turista que se asoma, curioso, por la ventana de un hotel próximo. Y es allí, en aquella soledad, ante la puerta vacía del Parlamento, donde se alza esa voz serena y desafiante, pronunciando palabras que suenan clásicas y hermosas: reprensiones morales, llamados a la conciencia, sentencias que todo ciudadano honrado, todo político decente, deberían tener por su evangelio. Y después, cada vez, acabado el discurso, nuestro hombre dobla despacio el papel, lo guarda en la cartera y se va dignamente, en silencio. Mesurado como un ciudadano de la antigua Roma.

Cada vez, viéndolo marcharse con tan admirable continente, no puedo evitar pensar en los otros: sus ilustres antecesores. Pensar en los Gracos, en Cicerón pronunciando ante el Senado su inmortal «Quousque tandem abutere, Catilina, patienta nostra». En Bruto, Casio y los que ensangrentaron la túnica de César. En los hombres flacos de sueño inquieto de los que hablaba Shakespeare, cuyos ojos abiertos los hacen incómodos para los tiranos y los canallas. En los hombres justos de aquella Roma republicana, embellecida por la Historia, pero cuyos ejemplos formales tanto influyeron en el mundo, en los derechos y libertades de los hombres que supieron regirse a sí mismos. En la conciencia moral, superior hasta en las actitudes -y quizá superior, precisamente, a causa de ellas-, que tanto sigue necesitando esta Europa miserable y analfabeta, este compadreo de golfos oportunistas que nos desgobierna y del que también somos responsables, pues de entre nosotros mismos, de nuestra desidia e incultura, han nacido. En el consuelo casi analgésico de escuchar cada mañana, todavía, la voz serena de un último romano.

Arturo Pérez-Reverte - XLSemanal - 17/11/2014