Ahora que el dolor no la posee y volvió a su cuerpo la gana de hablar, se levantó despacito para no despertar a su compañero y se vino de la cama a la silla para escribir estas letras.
Hoy volvió a pensar en el suicidio, volvió a pensar en que no podría caminar por mucho más tiempo. En ambos sentidos, en el literal y en el figurado, porque cuando le sobreviene la crisis de dolor, por uno o varios días, es como si le hubieran condenado a vagar como un alma en pena. En ese momento no piensa que ya pasará, no puede pensar, aunque estuviera trabajando tan bien el último ciclo, no se cree que esta mañana no pudo tenerse en pie y no fue a trabajar. El día anterior si e incluso habiendo dormido poco lo hizo bien.
Ahora no entiende que le paso, que se acostó antes, durmió mejor y sin embargo el cansancio que se apoderó de ella le robó hasta el sentido de responsabilidad. Se dijo a si misma, cuando no se puede no se puede y hay que aceptarlo, con todas las consecuencias. Pero aun cuando se echa la manta a la cabeza y se convence de que es preferible perder un día de asuntos propios, en el fondo lo que le mantiene en esa actitud de orgullo y apartada del sistema y de sus seres queridos es que está dolida porque su médico la considera un lastre para su jubilación, no le da la una baja porque cree que van a ser muchos días. Sin embargo estos días de fatiga extrema le ocurren solo de cuando en cuando, pero él ni siquiera tuvo la oportunidad de saberlo, toda la responsabilidad estuvo en manos de la inspectora de la Unidad de Valoración de Incapacidad Transitoria, que es la encargada de que no haya absentismo laboral en nuestro Sistema Autonómico de Salud.
Intentó ir por la tarde al Centro de Salud, a urgencias, pero se decía asimismo, ¿qué me van a dar para subirme la tensión?, ¿que más me pueden dar para el dolor que no me deje dormida? y desistió, dejándose llevar por el cansancio de nuevo a la cama. Después de una hora de sueño, creyendo que había dormido tres, se levantó y espabiló, se movió por la casa intentando hacer algo, pero le dolía de nuevo también la mano. Ni desenroscar el tapón de una botella, ni coger el peso con esa mano, la derecha. Aún así le da gracias a Dios porque no ha perdido la habilidad de coger vías venosas y la ejercita siempre que puede, sintiendo alegría cuando ve que no tienen ninguna dificultad. Al menos en eso se siente capaz.
No quiere hablar con su familia ni amigos cuando se encuentra triste y preocupada, el miedo a no poder seguir adelante en la vida, siendo independiente, le aterra sobremanera, hasta tal punto que piensa que un día malo hará la locura que nadie se espera ya. Se sintió muy mal cuando lo intentó, no estaba muy segura de cómo hacerlo, ni de qué cantidad ponerse de valium, mezclado con sus ansiolíticos y el intento de despertarla en el hospital le dejó el cuerpo hecho un trapo, y sintió tal vergüenza ante sus compañeras que yo también espero que no lo vuelva a repetir. Ella dice que si lo hace algún día será cuando se vea ya inútil y sienta que nadie la quiere, ni la necesita. Y entonces no fallará. La intento convencer y simula que si, se envuelve de falsa autoestima (orgullo) y me dice que no me preocupe, que es solo una idea tonta, que solo le viene a la mente cuando el dolor la sobrepasa, pero que no tiene ya valor para hacerlo.
No sé si creérmelo porque a veces la veo caminar tan encogida, apenas la voz le sale del cuerpo, sus labios ni esbozan una pequeña sonrisa, es más bien un rictus en su pálida faz.
Ya probó con muchas cosas, no hay cura, solo aceptación por su parte, pero no hay comprensión por parte de su entorno: ni su médico, al que apenas ve, ni su compañero que cree que es desidia su falta de fuerza, ni sus jefes, que la tienen de roting con la mejor intención. Todos creen que puede, ella también la mayoría de las veces, aunque sea pinchándose un antiinflamatorio subcutáneo extra en el servicio del personal. Así va tirando de su cuerpo, esperando mientras tanto que le sea reconocida su enfermedad invisible por el médico de Salud Laboral, que después de meses de espera solo ha pedido un informe al psiquiatra y un tac craneal. Los demás especialistas como si no existieran.
Cuando estuvo tomando las pastillas de morfina, estaba mejor, menos dolorida, más contenta, pero se las mandó un médico privado y si tuviera algún error, tomando este medicamento, que solo usan para los desahuciados de cáncer quizás tendría algún problema en el trabajo, porque nadie quiere aceptar que el error podría tenerlo simplemente porque toma Lyrica 150 mg cada 8 horas y cuyos efectos son más devastadores que los de la propia morfina, que en España apenas se usa fuera del ámbito hospitalario, aunque se haya demostrado su eficacia en muchas personas, el problema, dicen, que te puedes enganchar, yo me digo...¿acaso no es peor estar enganchada a su actual tratamiento que ya le ha ocasionado colateralmente una caída por unas escaleras, fracturándose el troquiter, o paralizándosele el nervio radial del brazo derecho?
Y no quiere la lastima de nadie, me refiero a Ariadna, de profesión enfermera, esto lo escribo yo, porque ella no quiere quejarse ya de nada.
Nuestra amiga Fabiola Sandoval, nos remite este emotivo artículo, del que ella misma dice:
"Este artículo es de corte triste, en él se habla sin tapujos del suicidio y del dolor. El escrito es de Fabiola, pero va sobre el estado de salud de Ariadna, que ya no quiere oir hablar de su propia enfermedad"
GRACIAS.