30 de octubre de 2016

¡A las armas!

Los batallones están en formación. Todo está listo para la contienda. Los estandartes muestran sus insignias y ambos saben que tan sólo podrá quedar uno ondeando.

Era algo que se veía venir. Desde el momento en el que el escenario cambió en la tierra en la que tanto unos como otros convivían, ambos bandos supieron al instante que, tarde o temprano, estaban destinados a librar la más grande de todas las batallas.

Todo comenzó hace unos meses, momento en el que la convulsión, la incertidumbre y la desolación dominaban absolutamente todo. Por ello, los dos centros de poder más importantes del lugar decidieron tomar cartas en el asunto. Sin duda, el futuro de la zona dependía de alguno de ellos. Pero, ¿de quién?

El Norte siempre se caracterizó por su capacidad para razonar. Todas las posibles alternativas habían sido analizadas y evaluadas previamente. Se puede decir que todo estaba bajo su control en aquellos páramos helados. Para poder llegar a conseguirlo, todos sus habitantes trabajaban a destajo día y noche elaborando informes para sus dirigentes sobre posibles situaciones futuras. Gracias a todo ello, su influjo creció y fueron logrando atraer a otros muchos a su causa.

Por el contrario, desde el Sur no existía la organización que siempre primó en el Norte. Desde aquellas tierras ardientes todo fue siempre mucho más impulsivo, apasionado e impetuoso. Su mayor virtud radicaba en su habilidad para conectarse con la naturaleza y poder llegar a saber lo que la misma le suplicaba, aunque no siempre les resultaba fácil llegar a obtener respuestas. Ello suponía en muchas ocasiones un problema para ellos, puesto que nunca parecían organizarse cuando había que considerar múltiples variables. De este modo, todos los territorios cercanos parecían darle la espalda en los momentos clave.

Así, los grandiosos y heroicos guerreros sureños decidieron partir en dirección norte. Allí sabían que les esperarían los norteños y sus secuaces replegados en sus castillos y fortalezas. También eran conscientes que les superaban abismalmente en número, pero nada de ello les importaba en absoluto. Sabían del poderío que aglutinaban y su confianza en llevarse la victoria era portentosa. La diferencia fundamental con sus oponentes radicaba en que ellos sabían perfectamente lo que las tierras que pisaban demandaban.

Esa cualidad para comunicarse con la madre tierra nunca la atesoraron por las regiones septentrionales, básicamente debido a que estaban muy ocupados en pensar sobre las consecuencias futuras de todos y cada uno de sus actos. Aunque quizá puede que se debiera a que nunca fueron capaces de sentir el calor del mundo que yacía bajo sus pies.

La sangre acaba de empezar a derramarse. No está claro quién saldrá vencedor. No obstante, lo único que parece seguro es que si el Sur sale victorioso, muchas más vidas se perderán en el camino. Si así fuera, se podría decir que todas ellas se habrían perdido por una buena causa.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 20 de Marzo de 2014.

26 de octubre de 2016

Historias Griegas II

En la misma plaza del Duomo (historia anterior), también se celebró otro juicio singular, que en este caso fue una prueba de santidad pagana. Siglos antes de que el emperador Teodosio, convertido al cristianismo, suprimiera definitivamente los juegos olímpicos, en el año 391 de nuestra era, a instancia de un obispo cerril que los consideraba una manifestación pagana, hubo un atleta de pies no muy ligeros, llamado Asiarques, que había participado en una conspiración contra el tirano Dionisio y éste le condenó a la muerte. La sentencia capital coincidió con la llamada de los heraldos convocando a los juegos olímpicos. Asiarques pidió que se aplazara su ejecución hasta que él regresara a Siracusa coronado con unas ramas de acebuche. Prometió que dejaría en prenda a un amigo para que fuera ejecutado en su lugar si él no volvía.

- No existe en toda la magna Grecia un amigo así – dijo el tirano.
- Yo tengo uno. Se llama Pinthias.

El tirano se negaba a creer que hubiera alguien que se prestara a ir a prisión sustituyendo a un amigo con el riesgo de morir decapitado, por eso, lleno de curiosidad, aceptó la apuesta, aunque sabía que si Asiarques regresaba de Olimpia vencedor el pueblo lo aclamaría y le sería muy difícil deshacerse de ese enemigo. Sin dudarlo un instante, Pinthias, que era un filósofo pitagórico, aceptó unir su destino al de su amigo. Se presentó a los jueces de Dionisio para sustituir en el cadalso al atleta por quien había apostado. Entre las gentes de Siracusa se estableció la controversia: unos consideraban una locura comprometer la vida por un amigo, otros admiraban semejante hazaña moral, muy superior a ganar una carrera en Olimpia. Pinthias fue hecho prisionero en la caverna llamada la Oreja de Dionisio y el reo Asiarques partió con la condena a muerte colgada de la mente en una trirreme (nave de guera), cargada de atletas rumbo al Peloponeso. Los juegos duraban siete días, a los que había que añadir los que se invertían en las dos travesías por mar.

La caverna llamada la Oreja de Dionisio tenía una sonoridad misteriosa. La espiral de sus paredes conducía cualquier rumor por mínimo que fuera hacia la altura del ojo cenital que daba al exterior y allí el tirano podía enterarse de toda clase de maldiciones, conspiraciones o quejas que susurraran los cautivos. El tirano oyó esta oración que Pinthias murmuraba para su propio corazón: “Oh, dioses subterráneos, escuchad esta súplica, en vuestra gran clemencia enviad a mi amigo un auxilio que le lleve a la victoria en Olimpia”.

Los dioses no atendieron su petición, de forma que Asiarques resultó derrotado en todas las pruebas y al cumplirse el tiempo de regreso a Siracusa vencido, el pueblo volvió a dividir sus opiniones. Unos creían que Asiarques se quedaría fugado en Olimpia para perderse en el bosque sagrado de Altis, otros pensaban que volvería a Siracusa en la trirreme para arrostrar la muerte. En la ciudad había algunos filósofos que seguían la teoría platónica y en los debates del ágora (plaza publica), proclamaban que el caso de este atleta derrotado y condenado a muerte era el ejemplo de una dialéctica entre el honor, la moral, la estética y el valor de la vida.

El día del cumplimiento de la sentencia coincidió con la llegada a Siracusa de los participantes en los juegos olímpicos. La nave iba a atracar a media tarde en el puerto donde se había concentrado parte del público para aclamar a los que llegaban vencedores. El resto de los habitantes de la ciudad estaban frente al templo de Minerva rodeando el patíbulo. Los verdugos ya habían sacado al rehén Pinthias de la caverna, quien ahora se hallaba muy sereno sobre el catafalco (armazón de madera para actos funebres), esperando su suerte a la hora convenida, mientras la gente enfervorizada cruzaba apuestas letales. La distancia que separa el muelle del puerto y el templo de Minerva a través de diversas calles empinadas podía considerarse una prueba olímpica, ya que tenía las medidas exactas de una carrera de obstáculos.

Asierques fue el primero en desembarcar de la nave. Dio un gran salto sobre la borda y con zancadas rítmicas que desarrollaban en este atleta perdedor una velocidad insospechada recorrió en escasos minutos las quinientas yardas que le llevaría a la muerte. En el instante preciso en que el plazo expiraba llegó Asierques a la plaza, que era la meta suprema de su existencia, y Pinthias contempló a su amigo sonriendo desde lo alto del patíbulo cuando ya estaba a punto de entrar en su corazón el puñal del verdugo. La extraordinaria demostración de amistad conmovió a todos los habitantes de Siracusa, pero ¿quién de los dos amigos había sido más audaz en la entrega? Unos decían que fue Pinthias al ofrecer su vida a cambio de nada; otros, que fue Asierques al cumplir su palabra de regresar hacia su destino vencedor o derrotado. De pronto todo el público comenzó a rugir invocando la victoria como si la plaza fuera la palestra. Los habitantes de Siracusa aclamaban al atleta perdedor considerando que la carrera que acababa de realizar hacia la muerte era la que distinguía a los verdaderos héroes. El tirano Dionisio bajó del estrado que se había preparado para presenciar la ejecución, llamó a Asierques al patíbulo y allí lo coronó con una rama de olivo. Ensalzó su nombre con los versos que Píndaro reservaba a los campeones olímpicos y a continuación Asierques fue ejecutado. Luego le reservó un entierro con honor entre olorosas hierbas y coronas de flores, envuelto en suave y delicado lino, según se podía leer en su estela funeraria.

Allí, en la plaza del Duomo, se habían ganado tres medallas de oro, que siempre contarán en el palmarés de la historia: Arquímedes corriendo desnudo detrás de la física y la geometría, la bella Lucía resistiendo el peso de todos los vicios hasta convertir su carne mortal en mármol rosa, el atleta Asierques aceptando la muerte como un destino unido a la amistad. Frente a la fachada barroca de la catedral de Siracusa me dedicaba a jugar aún con el principio de Arquímedes. Empujaba hacia el fondo del vaso el hielo del ron pensando que algún día también mi corazón podría salir a la superficie de las emociones enterradas y que mi mejor corona de olivo sería poder navegarlas con la dulzura de las aguas azules que el mar Jónico me prometía cada mañana.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 09 de Enero de 2010.

22 de octubre de 2016

Historias griegas I

La madre de la bella muchacha Lucía padecía de un flujo de sangre muy pertinaz y después de visitar sin éxito a todos los sanadores de Siracusa, su hija, que era cristiana clandestina, le recomendó que implorara el remedio a santa Ageda, patrona de Catania, abogada contra los males de mujer. Así lo hizo la madre. Ante sus súplicas, santa Ageda entró en acción y a la señora se le cortó la pérdida que la tenía con una anemia al borde de la muerte, y para agradecer ese milagro, la madre de Lucía comenzó a repartir sus bienes entre los pobres, no sólo viandas, mantas y vestidos, sino también joyas y tierras. A su hija esta caridad le parecía muy bien, e incluso la alentaba, pero el novio con el que Lucía se iba a casar vio que se estaba quedando sin dote y trató de cortar esta nueva sangría de aquella pareja de manirrotas.

Cuando el galán llegó a la conclusión de que no había forma de pararlas, quiso vengarse y, lleno de despecho, pidió audiencia al tirano de Siracusa para delatar a su novia, Lucía, diciendo que era cristiana. La belleza de la muchacha causaba envidia y también deseos impuros en algunas gentes de la ciudad, lo mismo bajo la luz del sol cuando iba con el cántaro a la fuente de Aretusa como en la penumbra de las catacumbas de san Juan, que eran las antiguas minas de piedra de los griegos, donde se refugiaba para celebrar el culto prohibido a un nazareno junto con neófitos de su misma fe. El mayor castigo sería vulnerar su hermosura.

- ¿Se sabe si era virgen?- le pregunté al anciano.

- Por supuesto. Era una virgen de primera. En el santoral esa virtud es la que más se cotiza. Es como una medalla olímpico a la hora de tener puesto en el podio el altar – contestó.

- ¿No fue sometida a ningún martirio?

- El tirano la condenó a morir a hierro, pero antes quiso entregarla a los bajos instintos de los hombres del prostíbulo de la ciudad – dijo el camarero.

- ¿Y santa Ageda de Catania no acudió en su ayuda, ya que había curado el flujo de su madre?

- Naturalmente. Hizo para ella un milagro espectacular.

En la plaza del Duomo, frente al templo de Minerva, se había montado el tinglado del juicio. La joven Lucía estaba de pie, vestida de blanco, con la cabellera rubia recogida en trenzas sobre su larga nuca, que esta vez no iba a ser segada por el hacha, sino mancillada por el deseo carnal. Cuando el tirano emitió la sentencia de llevarla al prostíbulo, el primero que se prestó a arrastrar a la virgen Lucía fue su novio, mientras otros varones del público esperaban su turno relamiéndose como simios muy lúbricos. El novio la agarró del brazo y tiró de ella, pero no consiguió moverla ni un solo paso. Otros hombres libidinosos se prestaron a secundarle. Primero fueron cuatro, luego más los que trataban de empujarla hacia el lupanar sin conseguirlo y el grupo de voluntarios fue aumentando hasta llegar a cien. Lucía permaneció inmóvil. Ninguna fuerza de este mundo parecía capaz de mover sus pies descalzos y ni siquiera la palanca de Arquímedes lo hubiera conseguido, hasta ese punto era sólida la santidad de la bella muchacha.

El milagro se realizó frente al templo de Minerva. Viendo ahora que el templo pagano está dedicado a santa Lucía como patrona de Siracusa, cualquiera puede imaginar quién ganó este desafío. ¿Por qué ni cien hombres pudieron moverla? Ante los ojos de todo el mundo se realizó el prodigio. La joven Lucía se había convertido en una estatua de mármol cuyas raíces llegaban a alcanzar el fundamento de la ciudad. Fue un gran milagro de santa Ageda, pero yo prefiero considerarlo como una prueba más del principio de Arquímedes.

El impulso hacia la superficie desde el fondo de los siglos también lo había experimentado aquella catedral. El principio de Arquímedes no sólo se realiza con los líquidos. Los elementos básicos de la vida siempre terminan por salir a flote, sobre todo los crímenes perfectos y algunos amores fuertes que se hayan ocultado, las piedras sagradas, las raíces de los árboles junto con todas las pasiones. Esta catedral primero había sido un templo dedicado a la diosa Atenea por el rey Gelón, en el siglo VI antes de Cristo, y, siguiendo el método arqueológico de la tarta de chocolate, sobre su basamento se levantó otro templo en honor a Minerva, cuando esta deidad se puso de moda; luego su fábrica fue aprovechada sucesivamente para el culto cristiano, para mezquita musulmana y finalmente pasó por los distintos órdenes de la arquitectura hasta quedar en catedral barroca. La fachada lateral que da al norte aún conserva en pie las primitivas columnas dóricas del templo pagano con sus metopas y triglifos. Sobre la piedra antigua había flotado la virginidad de aquella bella muchacha de Siracusa, que hoy es su patrona.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 06 de Enero de 2010.

18 de octubre de 2016

Disparos


Ambos echaron mano a sus respectivas fundas a la par. Parecían totalmente sincronizados a la hora de agarrar las armas que allí se guardaba, las cuales estaban cargadas y listas para disparar.

Antes de encañonar, se apuntan directamente al corazón, puesto que ambos saben que allí es donde ha de alojarse la bala que están apunto de disparar. Es entonces cuando los ojos aprietan el gatillo. Bang, Bang.

Ven venir la bala durante una milésima de segundo justo antes de que les impacte.
En ese preciso instante sus corazones empiezan a funcionar de una forma distinta. Bang, Bang.

Se produce una especie de vacío que provoca que sus cuerpos caigan sin remedio.
Al golpearse contra el suelo reconocen un sonido que les recuerda a un repique de campanas. Bang, Bang.

Ahí se percatan de que las balas yacen en lo más profundo de ellos.
Puede que con el paso del tiempo sus heridas de bala se curen, o quizá puede que queden heridos para siempre. Bang, Bang.

Lo que es seguro es que ninguno de ellos olvidará jamás la sensación de disparar y haber sido disparado. ¡BANG, BANG!

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 13 de Marzo de 2014.

14 de octubre de 2016

Gatillazo II



La vida me dio la suerte de conocer a una chica fantástica, un bombón con unos ojazos que envolvían el cielo. Poco a poco y con mucha ilusión por conocerla, me fui dando cuenta de que tenía todos los ingredientes que yo deseaba en una mujer, no solo me atraía su cuerpo sino que la claridad de lo que decía o pensaba, era un caramelo para mi.


No estoy hablando de amor, sino de amistad en el amplio sentido de la palabra, ella sabe lo que quiere y lo que no, nunca tratará de hacerte daño, y todo lo que pide es el respeto que se merece cualquier persona que se digne como tal.


Yo por mi parte, como machote que se precie, no quiero una relación de amor, la suerte no estuvo de mi lado en épocas anteriores, así que no busco mas que la diversión y si es en compañía de una mujer mejor. Es tan gratificante poder tener a una persona a la que le dediques el tiempo que quieras, como que esa persona te llame porque no puede dormir y necesita hablar contigo para sentirse mejor o no solamente para hablar, sino para que la abraces, o para que simplemente duermas con ella por seguridad en si misma.


Es precioso, es maravilloso, para mi es como si tuviese un espíritu paralelo, que me dice lo que quiero hacer o escuchar, si le pido un beso me ofrece su boca, si me pide caricias, se las hago con dulzura, pero todo con el respeto de ofrecer su corazón por y para la amistad, dado que ella tampoco desea enamorarse porque los hombres somos todos iguales.


Un día entrada la primavera y como llevaba tiempo con la sangre bastante alterada, le pedí que saliéramos para tomar algo charlar y aceptó, tanteé la posibilidad de tener sexo, y me abrió las puertas a ello, así que en cuanto terminé en mi trabajo, salí pitando a casa para arreglarme y buscar a mi amiga.


Antes de recogerla, la llamé por teléfono para pedirle que vistiera algo sexy, y facilito de quitar, ella, asintiendo, me preguntó que si se ponía una pequeña falda, a lo que le contesté que estupendo.


Cuando la vi llegar se me caía la baba por cubos, una morenaza que quitaba el hipo, subiendo a mi carroza, y poniendo rumbo a algún lugar que nos brindara la oportunidad de paz y tranquilidad para llevar a cabo nuestra codiciada cita.


Conduje hasta un lugar cerca del mar, se podía ver la magnificiencia del mismo en la oscuridad de la noche, parecía todo dispuesto, las ansias, el momento, la confabulación de los dos, apasionante. Al parar el motor del coche, charlamos de todo un poco, música, trabajo, y demás, abriéndose paso el silencio que ayudó a nuestras cómplices miradas. Durante quince minutos estuvimos besándonos, al mismo tiempo que realizábamos caricias por doquier, bebí de su sexo y se estremecía al sentir mi lengua recorrer su bello monte de Venus, estaba mojada, muy mojada, y subió a lomos del caballo cabalgando, gimiendo y apretando sus manos en mi cuello del placer que sentía, yo no me lo podía creer, toda desnuda encima mía, era bellísima, mil veces recorrí con mis manos y mi lengua sus pechos al aire, su boca no se cansaba de buscar mis labios, llegué a preguntarme si era un sueño, si era real, porque era imposible tener un bombonazo como ese entre mis piernas, y no tener erección alguna, no se levantó ni un milímetro.


!Qué despropósito¡, !qué infortunio¡, !qué desgracia¡ tanto tiempo esperando a que llegue un momento como ese, y luego ocurre que no se levanta, y sin embargo ella es comprensible, e incluso me pregunta si no es mi tipo, que pena que no conozca mas mujeres como ella, yo le regalé un gatillazo, y ella me dio su comprensión y amor para quedar otro día.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 19 de Agosto de 2011.

10 de octubre de 2016

El gran torino


Creo que en esta película Walt Kowalski ,Thao y su hermana Sue forman una trilogía de personajes en tensión que claman por una segunda oportunidad. "Rollito de primavera" y el mítico "Harry" forman una pareja anticlásica que se unen para compartir la soledad y una amistad sincera que cambiará la vida de ambos.

La amistad, valor inmutable, construye sus cimientos en esta cinta traspasando fronteras de ideología, razas e incluso de edad.

Esta película me ha desorientado y también me ha emocionado, mucho.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 23 de Septiembre de 2009.

8 de octubre de 2016

Crema de Calabacín

Ingredientes para 4 personas:

• 1 kg. de calabacines
• 100 ml de aceite de oliva virgen
• 1 cebolla pequeña
• 2 patatas pequeñas
• 1puerro
• 6 cucharadas soperas de nata líquida
• sal y pimienta negra
• 1/2 l. de caldo de cocido.

Preparación:

Cortamos los calabacines, la cebolla, el puerro y las patatas en trocitos no muy grandes. 

En un cazo o recipiente adecuado ponemos el aceite de oliva y rehogamos la cebolla y el puerro; a continuación incorporamos los calabacines, le damos unas vueltas y tapamos el recipiente. Dejamos cocer unos 10 minutos a fuego lento y añadimos el agua o el caldo de cocido, la sal y la pimienta. Cuando rompa a hervir agregamos las patatas y volvemos a tapar hasta que estén bien cocidos. Lo apartamos del fuego y lo trituramos todo. 

Seguidamente lo pasamos por el colador chino a otra cazuela. Lo rectificamos de sal y para terminar le ponemos la nata líquida - con objeto de suavizar la crema y refinar el sabor - y la mezclamos. 

Si la acompañamos con unos daditos de pan frito y unas tiras de jamón serrano, aún estará más apetitoso. 


Pablo, nuestro Chef habitual, nos ha dejado esta nutritiva y sugerente crema. GRACIAS.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 25 de Enero de 2013

3 de octubre de 2016

A Venecia

 
A VENECIA

Venecia: no puedes dormir porque no duerme el mar.
Aunque la luna acune tus calles de agua y tus canales,
no puedes dormir… no. Porque no duerme el mar.

Acecha tus tesoros el Adriático paciente.
Él sabe que serás suya.
Sabe el mar que algún día,
serás otra Atlántida remota y sumergida.
Sabe el mar que algún día,
no volarán las palomas,
ni repicarán campanas…
en la Plaza de San Marcos,
ni se oirá a los gondoleros
cantar al sol en Rialto…

¡Qué hermosa eres Venecia …!
¡Qué hermosa bajo los rayos dorados
de esta tarde en primavera!...

Hoy quiero ofrecer, Venecia,
un clavel rojo de España…
lo dejaré que se meza, liviano,
en tus aguas mansas.
Un clavel rojo de España, Venecia…
a tu mar insomne,
para despertarle el alma…
a la sombra de tus puentes
y en los espejos del agua…

El Puente de los Suspiros
recuerda a los condenados
de otro tiempo y de otra historia…
Hoy suspiro yo por ti, bella Venecia
Y te llevo en mi memoria.

Ebravor


A VENEZIA

Venezia: non puoi dormire perché non dorme il mare.
Benché la luna culli le tue strade di acqua ed i tuoi canali,
non puoi dormire… no. Perché non dorme il mare.

Spia i tuoi tesori l'Adriatico paziente.
Egli sa che sarai sua.
Sa il mare che qualche giorno,
sarai un'altra Atlantide remota e sommersa.
Sa il mare che qualche giorno,
non voleranno le colombe,
né triteranno campane…
nella Piazza di San Marco,
né si sentirà i gondolieri
cantare al sole in Rialto…

Che bella sei Venezia…!
Che bella sotto i raggi dorati
di questo pomeriggio in primavera!...

Oggi voglio offrire, Venezia,
un garofano rosso della Spagna…
lo lascerò che sbatta, leggero,
nelle tue acque miti.
Un garofano rosso della Spagna, Venezia…
al tuo mare insonne,
per svegliarlo l'anima…
all'ombra dei tuoi ponti
e negli specchi dell'acqua…

Il Ponte dei Sospiri
ricorda ai condannati
di un altro tempo e di un'altra storia…
Oggi sospiro io per te, bella Venezia,
e ti porto nella mia memoria.

Ebravor

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 25 de Marzo de 2011.

1 de octubre de 2016

Merluza en papillote


Ingredientes
Para 6 personas

1 merluza de unos 2 Kg.
Aceite de oliva virgen
1 cebolla
1 limón
2 dientes de ajo
Vino blanco
Unas ramitas de tomillo
Perejil picado
Sal y pimienta

Elaboración

El Papillote 

El papillote es una técnica de cocina de origen francés, que consiste en envolver los alimentos en papel de aluminio y cocinarlos en el horno, donde estos se cuecen en su propio jugo y con el vapor que desprenden. De esta manera conservan mejor el aroma, el sabor y los nutrientes.

La diferencia con hervirlos es que de esta manera pierden menos vitaminas y quedan más tiernos y sabrosos, ya que todos los ingredientes que se añadan, pueden añadirse o quitarse en función de los gustos de cada uno, consiguen darle gran intensidad de aroma y sabor al cocerse dentro de la envoltura. Es muy importante que esta quede bien cerrada para evitar que se abra durante la cocción.

Preparación 

Lo primero es poner a precalentar el horno a una temperatura de 200 ºC y preparar los trozos de papel de aluminio untados con el aceite de oliva. Limpiaremos la merluza para dejarla en lomos, sin espinas ni escamas. Si se prefiere también puede quitarse la piel.

Luego cortamos los lomos en seis trozos y los ponemos en cada papel de aluminio. Colocamos sobre los lomos la cebolla cortada en aros, el ajo en láminas y el limón en rodajas, cortados con grosores similares para que queden cocinados en su punto. Para acabar echamos una cucharada de vino en cada uno, añadimos un poco de sal y pimienta, esparcimos por encima el perejil picado y colocamos el tomillo. 

Se cierran bien los paquetes para que queden bien sellados y bajamos la temperatura del horno a 180 ºC.
Finalmente introducimos los paquetes en el horno durante 20 minutos aproximadamente y listo. 

Pablo nos sigue demostrando su conocimiento en la cocina con esta receta sabrosa y sanísima. GRACIAS.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 11 de Enero de 2013.