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26 de septiembre de 2016

Bulldog Carter IV- El caso de la cantante Infiel


Los casos mas usuales que venían a mi oficina, eran infidelidades, también alguna vez me llegaba alguna desaparición que, posteriormente solía ser también un caso de infidelidad. De manera que cuando John, entró en mi despacho y me contrató para que encontrara a su mujer desaparecida, además de pedirle 200 pavos por adelantado, comencé a preguntarle sobre ella, con idea de confirmar la posibilidad de que se hubiera ido con otro.

Resultó que su mujer, Ruth, que tenía 27 años y era un verdadero bombón a juzgar por las fotos que su marido me dio, era cantante en un garito clandestino, una especie de Club donde se mezclaban el juego ilegal, el alcohol y las actuaciones musicales con bailes de chicas ligeritas de ropa. Hacía 5 días que no aparecía por casa y todo me hacía pensar que tenía entre manos un nuevo caso de infidelidad.

Por si pudiera ayudarme, llamé a mi amigo Mac, el irlandés tozudo y honesto, ya no estaba en la Comisaría del Distrito, ahora trabajaba con un Agente del Tesoro que había formado un nuevo grupo para combatir el crimen organizado, era un joven ambicioso e intrépido, llamado Eliot Ness, quedé a comer con Mac y le di una foto de la chica. Nos despedimos y le dije que le llamaría si tenía alguna novedad, Mac me dijo que si el averiguaba algo me lo haría saber.

La noche siguiente, lo primero que hice fue una visita al Club donde trabajaba Ruth. El Loro Rojo, que así se llamaba el garito, resultó ser un local oscuro, mal oliente y vacío, lo que me llamó poderosamente la atención porque estos sitios tienen su clientela habitual y según me habían dicho mis informadores, éste era un punto de reunión de los muchachos, “soldati” de una de las familias mas conocidas de “La Cosa Nostra”.

Después de un par de bourbom, ya había hecho confianza con el camarero, me comentó que hacía 5 ó 6 días que sus clientes habían dejado de ir al local y prácticamente no entraba nadie… curiosamente el mismo tiempo que llevaba Ruth desaparecida. Al sexto bourbom y después de soltar a mi nuevo “amigo” 20 pavos en propinas, cuando le pregunté por la actuación de esa cantante tan guapa, me dijo: “no sabemos nada de ella, habrá encontrado otro sitio para cantar, o le estará cantando a su amigo espaguetti, uno muy fino que parecía el jefe de todos ellos”.

Sabía que la mujer tenía que ver algo con un Jefe de la Mafia, yo había trabajado con ellos y sabía como eran y como se las gastaban, así que pensé que el caso estaba cerrado, no tenía interés en poner mi pellejo en peligro y me fui a refugiar en el Estrella del Sur, allí me esperaba Mary en la habitación, para explicarme la diferencia entre lamer y chupar…

Cuando llegué al Estrella del Sur, en la puerta, antes de entrar, me estaba esperando Mac. Creo que hemos encontrado a tu chica, me dijo, acompáñame y me abrió la puerta de su Lincoln negro. Fuimos a una casita de campo en la orilla del lago Michigan, era un sitio discreto y aislado, cuando Mac abrió la puerta, me encontré con la mitad del grupo de Ness y en el dormitorio un espectáculo dantesco, las Thompson, con sus 1000 disparos por minuto, habían reducido la habitación a una ruina, parecía un campo de batalla con un hedor insoportable, el olor a la muerte, todas las paredes estaban agujereadas y ensangrentadas y en la cama se intuían 2 cuerpos, uno era de un hombre, posteriormente Mac me confirmó que era un caporegime, Jefe por encima de los capodecimes, el difunto estaba directamente a las ordenes de un Sottocapo, el eslabón por debajo del Don (Jefe de la Familia), que no era otro que Giovanni (Johnny) Torrio.

El otro cuerpo era de una mujer, estaba desnuda y completamente ensangrentada, desde luego, entre la lluvia de balas y los días transcurridos, según Mac llevaban al menos 4 días muertos, quedaba muy poco de la bella mujer de la foto.

Parece ser que el individuo, había sido el objetivo de un ajuste de cuentas entre familias, la chica solo estaba con la persona equivocada, en el lugar equivocado y a la hora equivocada… su único delito había sido ser infiel a su marido.

Mac, pregunté, ¿habéis informado ya a su marido?...

Continuará…


Artículo reeditado: Originalmente publicado el 17 de Noviembre de 2014.

19 de septiembre de 2016

Bulldog Carter 3. Mary

Mary era una gran mujer, había tenido mala suerte en la vida, siendo niña su madre abandonó su casa, se fue con un vendedor de maquinaria agrícola y dejó a la pequeña con su padre y un hermano menor que entonces apenas era un bebé.

Desde entonces, Mary, con apenas 12 años fue la mujer de la casa en la granja familiar, dejó de ir al colegio y se dedicó a criar a su hermano pequeño y a las tareas domésticas del hogar; lo malo fue que su padre, hombre solitario y taciturno, se dio al alcohol y obligaba a la pequeña a ejercer de “mujer de la casa” en todos los sentidos, forzándola a ocupar el lugar de su madre en el lecho conyugal.

Cuando Mary cumplió los 17 años, no aguantó más la situación y decidió huir de aquel hombre, su padre, que la forzaba sexualmente. Una soleada mañana de primavera, hizo una pequeña maleta con sus pocas pertenencias y cogió un autobús hasta la gran ciudad, con la ilusión de encontrar una vida mejor. El recuerdo a ese olor repulsivo, mezcla de sudor del trabajo del granjero con el whiskey, y el sonido del llanto de su hermano pequeño cuando la vio partir, le acompañaron y atormentaron toda la vida.

Cuando llegó a Chicago, en plena depresión y después de deambular muchos días sin nada que llevarse a la boca, ni un techo en el que cobijarse, empezó a prostituirse en las calles.

No tardó en ser “apadrinada” por un profesional de la materia y volvieron las palizas y las violaciones. Mary, no pudo aguantar esa situación de nuevo e intentó suicidarse… sin éxito.

Fue entonces, cuando estuvo en el hospital, cuando conoció a Madame Claude.

Madame Claude era la propietaria de un prostíbulo en el  South Side, el “Estrella del Sur”, de ella se decía que había nacido en un prostíbulo y se había criado entre mujeres de la profesión; como quiera que fuera, era una mujer de carácter, a la que le gustaba ganar dinero, pero trataba a sus chicas con justicia y cariño, y lo que es mas importante, las protegía de todas las “hienas” que habitaban en las bajos fondos; en su casa las chicas estaban seguras, limpias, comidas y atendidas. Al salir del hospital, Mary se fue al “Estrella del Sur”.

Ya os conté que en un principio, cuando conocí a Mary, nuestra relación solo fue “profesional” y que nunca mostró ningún sentimiento hacia mi, pero con el paso de los años se produjeron algunos cambios, yo no era el delincuente que ella había conocido, había pagado mis errores y ahora era un hombre honrado con un trabajo honrado, ella ya no era tan joven, ni tan bella y la vida la había enseñado a ser mas conformista y a no esperar a un “príncipe azul”.

El Estrella del sur, empezó a ser uno de mis locales favoritos y casi todas las noches era mi última parada. En algunas ocasiones, Madame Claude, que conocía mi etapa como profesional del boxeo, me pedía que le ayudara a “desalojar” a algún Cliente pasado de copas que armaba demasiado jaleo o que estaba al borde del coma etílico, de esa forma me convertí en una especie de personal de seguridad del local y como recompensa podía quedarme a dormir en la habitación de la chica que no trabajaba esa semana, ya sabéis las cuestiones fisiológicas de las mujeres.

Cuando me tocó “dormir” con Mary, descubrí a una mujer dulce y con unas enormes ganas de amar y ser amada, además era muy ardiente, ya era experta y su boca y su lengua eran capaces de llevarte al paraíso del éxtasis.

Desde entonces ya no compartí habitación con ninguna otra.

Continuará…


Artículo reeditado: Originalmente publicado el 03 de Noviembre de 2014.

12 de septiembre de 2016

Bulldog Carter 2





La vida transcurría con normalidad en el South Side, todo parecía estar bien, es decir como siempre: los capos seguían reinando en las calles, los rateros y estafadores campaban a sus anchas, el licor, aunque prohibido, corría como ríos en los garitos que todos conocíamos, las putas seguían ejerciendo, los prestamistas seguían enriqueciéndose, los corredores de apuestas parecían los únicos con trabajo y la mayoría buscaba infructuosamente trabajo, rebuscando entre la basura para poder encontrar algo con lo que comer.

Yo no me podía quejar, llevaba solo unos meses ejerciendo de detective y no me había faltado trabajo. Claro que no habían sido cosas muy importantes: algunos casos de mujeres y maridos engañados, buscar algún coche o alguna cartera robada, en general pequeños trabajos relacionados con las infidelidades, con robos y pequeños hurtos; estaba claro que con ese nivel no me haría rico, pero al menos tenía para vivir, eso si, sin ningún lujo.

Todo el mundo cree que para ser detective privado, has tenido que ser primero policía, o al menos contar con su favor y apoyo; pues bien, aunque es lo mas corriente, no es absolutamente necesario, mi caso es un claro ejemplo, no he sido poli, mas bien todo lo contrario, pero conozco las calles y a sus habitantes mejor que el mejor de los polis, y aunque no tengo su favor ni su apoyo, cuento con su “respeto”, me explico: hay 2 tipos de polis, los honestos y los corruptos.

De los primeros solo conozco a uno, Mac, es un irlandés tozudo como una mula, fue el poli que me detuvo y el que mas se alegra de que vaya por el buen camino, es un tipo de fiar, por el que puedes dar tu brazo derecho porque sabes que siempre te salvará el culo, en el tengo mi principal aliado, quien lo iba a decir, dentro de la comisaría del distrito.

De los segundos, los corruptos, es decir, el resto de los que conozco, tengo su miedo y su complicidad; saben que lo se todo sobre ellos, les he visto recoger el sobre muchas veces, incluso en alguna ocasión, yo mismo se lo daba, he visto cosas que podrían dar con sus huesos en chirona, he visto como amañaban pruebas, “recogían la basura”, como convencían a algún “elemento peligroso” para los “jefes” de que no metieran la pata o para que no testificaran o cambiaran su testimonio en un juicio y en alguna ocasión, he sabido que se les había ido la mano y habían dado pasaporte a mas de uno. Esa relación hacía que me observaran con recelo pero que no me atacaran, es mas, cuando necesitaba de ellos para alguna información o alguna otra cosa, aunque seguramente a regañadientes, me lo daban, incluso sin pedir la “compensación económica” habitual. Pero no podía estar totalmente confiado, sabía que cuando tuvieran la mínima oportunidad, a mi primer descuido, me meterían un tiro en la nuca, así que nos vigilábamos mutuamente, como los púgiles antes de comenzar el combate, pero de momento solo eso, nos vigilábamos…

A pesar de todo se puede decir que soy feliz, porque además de sobrevivir en estos duros tiempos, ahora no le debo ni me debo a nadie, dependo solo de mi y me encuentro bien estando en este lado de la ley.

Además he conocido a Mary, en realidad hace tiempo que la conocía, desde que llegó a trabajar a casa de Madame Claude, entonces era mucho mas joven, la típica granjera que viene a la gran ciudad a comerse el mundo y termina devorada por la furibunda bestia de la citty, entonces la conocí por su nombre profesional, Estrella, era guapa pero inexperta, nunca mostró sentimiento alguno hacia mi y conseguir sus favores siempre dependía de lo llena que estuviera mi cartera.

Continuará…

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 20 de Octubre de 2014.

5 de septiembre de 2016

Bulldog Carter


Nací y siempre he vivido en Chicago. Mi nombre es Harry, Harry Carter aunque todos me conocen como “Bulldog” Carter, es mi apodo, mi “nombre de guerra” y es lo que me queda de mis tiempos de boxeador profesional, eso, una fea nariz torcida, resultado de alguna que otra fractura, un buen jab de izquierda y un mejor directo de derecha. 

Cuando dejé el boxeo profesional, bueno en realidad cuando Max Baer, que era un tipo simpático y bien parecido, todo un caballero pero con una derecha mortífera, me propinó tal paliza que estuve al borde de la muerte; no tardé en dilapidar los pocos dólares ganados con el ejercicio del “noble” deporte del boxeo, así que empecé a ganarme la vida de forma no tan “noble”, conocía las calles de mi ciudad y a los que mandaban en ellas, me dediqué a cobrar deudas de “honrados” prestamistas, hice de guardaespaldas de algunos ciudadanos “ejemplares” casi todos de apellidos italianos, cometí algunos pequeños delitos y todo ello me supuso una buena temporada en Sing Sing, junto a mi jefe Charles Luciano, “Lucky” para los amigos.

Al salir de Sing Sing, me despedí de Luciano y regresé a Chicago con el firme propósito de ganarme la vida de forma honesta y legal. Conseguí que mi amigo y manager, Pett, me prestara un par de cientos y alquilé un cuartucho, en un edificio de South Side, era un lugar realmente inmundo, una verdadera cloaca pero para empezar podría servir. 

Hice llevar una desvencijada mesa, un par de sillas, algunos muebles archivadores y un par de estanterías, de una antigua oficina que el Crac había hundido, como a tantos otros negocios, y puse un rotulo en la puerta de entrada, en él y con letra de imprenta se podía leer:

Harry Carter 
Private Detective

Al ser un viejo conocido en la calle, no necesité de tarjetas de presentación, fui a tomar un trago a todos los tugurios e hice correr la voz, hablé con los soplones, los chivatos, las madames, los peristas y otros colegas de correrías; sabía que al día siguiente todo el mundo sabría que “Bulldog” Carter, estaba de vuelta y ahora se dedicaba a un negocio limpio.


Tenía un Pontiac de 6 cilindros del 26, una gabardina raída y un viejo sombrero de fieltro negro. Tenía licencia de armas y una Smith & Wesson del 44 especial, así que solo me faltaba que llegaran los primeros casos.


Me senté detrás de la mesa de mi cuartucho, saqué del cajón del escritorio una botella de bourbon barato y esperé mirando la lluvia por la ventana que refrescaba la tarde de agosto, mientras me servía unos whiskeys y me fumaba un Classic Lucky Strike.


Continuará...


Artículo reeditado: Originalmente publicado el 29 de Septiembre de 2014.

25 de noviembre de 2015

Bienvenido al Infierno



Me encuentro caminando por el distrito de Whitechapel, Londres. De repente, una sombra pasa ante mí y me catapulta al año 1888.

La calle cambia su configuración. Noche cerrada. No hay señal alguna del ajetreo de gente yendo y viniendo. El tráfico es prácticamente inexistente y la sensación de estar en una de las urbes más cosmopolitas del mundo se esfuma. En cambio, el cuadro que aparece es el de un paisaje lúgubre. 

Continúo andando mirando hacia todos lados. No me quiero perder detalle de nada. En mi curiosidad, no veo a un hombre corpulento, con gabardina negra y gran maletín, que camina en dirección contraria y con el que tropiezo.

Oscuridad. Tinieblas. Mundo de las sombras.

Ahora soy más grande, inhumano y tengo un objetivo. Bajo mi gabardina negra puedo sentir el frescor del acero sobre mi piel. Ello incrementa mi avidez, mi apetencia y mi codicia. Pronto será saciada.

Sé a dónde dirigirme: las calles tenebrosas por donde suelen merodear algunas prostitutas están cerca.

Al girar la esquina vislumbro en la penumbra el contoneo característico que hace rugir mi instinto. A pocos metros de mi víctima, puedo oler el perfume barato que conduce mi mano irremediablemente hacia el machete.

El momento de atravesarla es orgásmico. Pero el disfrute viene después, cuando extraigo de su interior las vísceras aun candentes. Para ello tengo mis instrumentos bien afilados en mi maletín.

Una vez terminado el trabajo, vuelvo a las sombras. Diez campanas parecen protegerme en las cercanías del infierno. Allí estoy a buen recaudo, donde jamás la “Scotland Yard” logrará capturarme.

Una luz cegadora aparece de repente para devolverme a la realidad de mi paseo matinal. Los viandantes siguen con su rutina, mientras yo me adentro por un callejón cercano en busca de un buen trago que me ayude a pensar en lo ocurrido. Por suerte, un típico pub inglés denominado “The Ten Bells” aparece para saciar mi sed.

Atravesando la puerta del mismo pude escuchar un repique de campanas y en ese mismo instante, un hombre con aspecto familiar se dirige hacia mi y me da la bienvenida con una sencilla y directa frase: “Bienvenido al Infierno”.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 07 de Mayo de 2013.

25 de mayo de 2015

Amor etéreo


Ayer fui a una fiesta que se celebraba en la mansión de la que fue mi amante, aunque lo cierto es que nadie me invitó. Cuando llegué, me dio la impresión de que nadie se percataba de mi presencia. Tan sólo el perro de mi ex, parecía advertirla, puesto que se me acercó y me olisqueó sin parar. Tal vez esta sensación de vacío que los demás me hacían se debiera a mi relación en el pasado con la chica que organizaba el evento. Se puede decir que tuvimos una relación sexual que rozaba lo místico, hasta que todo se truncó. Aún no recuerdo bien el motivo de nuestra ruptura. Desconozco por qué tuvimos que separarnos; la amaba, me amaba, la amo…

Cuando conseguí que el perro dejara de husmearme, me adentré en busca de un buen lingotazo. Lo cierto es que lo necesitaba. Me dirigí a la chica que hacía las funciones de barman en ese preciso instante, y le pedí un Ruso Blanco, mi coctel favorito. No obtuve respuesta alguna, y la chica se limitó a mirar hacía arriba con cara de conmocionada, algo que constaté cuando se dirigió a su amiga más cercana y le comentó que acababa de sentir un escalofrío recorriendo su cuerpo. Al instante ambas se desternillaban de risa.

No me quedó más remedio que prepararme la bebida yo mismo. El vodka estaba al alcance de mi mano y vertí una buena cantidad en un vaso. Ahora necesitaba licor de café, pero no lo veía por las inmediaciones. En su búsqueda, me llamó la atención que había muchos detalles en la casa que no coincidían con los que tenía en mi memoria. Vi varias fotos de la hermana de mi ex. Posaba con su marido e hijas en diversas localizaciones, emanando sus rostros tal felicidad que hicieron que una leve sensación de envidia me invadiera. El culmen de mi desconcierto llegó cuando divisé a la susodicha asumiendo las labores de anfitriona. Esto no me cuadraba, puesto que la relación entre hermanas era tormentosa desde hacía muchos años. ¿Por qué motivo las fotos y la decoración del lugar parecían llevadas a cabo por mi ex-cuñada y no por mi antigua y persistente amada? ¿Por qué parecía ella la organizadora de la fiesta?

Fue entonces cuando la volví a ver. El corazón me dio un vuelco que provocó que casi rociara a la concurrencia con la leche que me disponía a verter sobre mi cóctel. Había pasado mucho tiempo, pero estaba tan radiante como siempre. Sin duda, el paso de los años le favorecía, no como a mí.

Como si el tiempo se hubiese ralentizado, ella fue levantando la cabeza poco a poco, hasta que sus ojos y los míos se cruzaron en una mirada ardiente. Era la primera persona que se percataba de mi existencia en aquel lugar. Justo la persona que deseaba que no me hubiese olvidado. Pude ver en sus ojos la pasión que nos unió en el pasado, por lo que me acerqué con las ganas de seguir alentando la llama que creí apagada.

Irremediablemente nuestros cuerpos se fueron acercando el uno al otro. ¿Qué pasó para que nos separáramos? Este profundo amor que sentía por ella y que notaba que ella me devolvía cayó en el olvido ¿Cómo fue esto posible?

Cuando nuestro contacto era inminente, estaba decidido a eludir por completo las trabas sociales y protocolarias. Tenía la imperiosa necesidad de abrazarla y besarle en la boca. Fue justo lo que me disponía a hacer hasta que en el preciso instante del contacto físico entramos en un éxtasis corpóreo que provocó que dejáramos de ser dueños de nuestros seres terrenales. Pasamos a ser simplemente ánimas. O más bien lo éramos desde hace mucho pero no lo supimos hasta ahora.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 11 de Diciembre de 2012.

10 de diciembre de 2013

Comenzaba el otoño...


Comenzaba el otoño en todos los muy sentidos y yo estaba tan gastado como las pilas de esos relojes cuyo segundero se empeña en alcanzar la rayita siguiente e, impotente, regresa a la anterior.

Hacía luna llena, así que me fui de copas.

Nada más entrar dentro del antro, senil como yo solo, la vi: potente y opulenta y con tanto poderío como Rocío Jurado y Jane Mansfield juntas.

Ella fue la que se insinuó. No es cosa de que si yo le dije y le pagué una copa y luego voy y me justifico y etcétera. No. Te lo juro por toas mis muertas que fue ella la que.

Tras las transacciones consabidas de si mi casa o la tuya –y al final fue la suya: un "coqueto chalecillo en las afueras" con su jardincito y su piscina– llegamos a un acuerdo y al chalé.

Hubo también sus preliminares de si quieres un té o prefieres otra copa y me dejó con la copa mientras se ocultaba en su alcoba.

Cuando, al cabo de un rato, entré allí –ventanales abiertos y cortinajes ondulantes y hasta un dosel–, ella estaba ofreciéndose sobre la colcha, con su deshabillé tan transparente. Otras de sus aquellas cosas estaban más veladas, pero su busto abultaba entre las sedas como si lo hubiese filmado Jesús Franco: a la lunaluz, que dicen los ingleses.

No sé si fue ese brillo plenilunio o el de mis colmillos asomando por las comisuras lo que hizo que saliese despavorida, con un revuelo de négligé y nalgas tremolantes, mientras yo le gritaba que sólo era una broma, te lo juro por todos los santos jalouines.

Cuando encontraron su cadáver, junto a la piscina, el forense dictaminó que el fallecimiento se había producido por paro cardíaco (como todas las muertes); pero es que entonces no existían Scarpettas ni ceeseíes que hubiesen podido observar un par de marcas incisopunzantes en su cogote.


© Producciones Guadiloba

Nuestro amigo Guadiloba no deja de sorprendernos, a su habitual agilidad y surrealismo literario, ahora además añade imaginación, intriga y sorpresa, GRACIAS.


31 de octubre de 2013

Personajes Secundarios

Para Joaquín y Sabrina
(con algunas referencias tan antiguas como ellos)

         Desde siempre fui teatrero: maquillaje, vestuario, parlamentos, en fin, ya sabes... Pero cada uno conoce (o eso se cree cada uno) sus limitaciones; al menos conozco mi cara y mi voz: nunca perseguí la gloria. Por eso mismo, me acabé conformando con unos personajes que no tuviesen el protagonismo de una pata de palo y un parche en el ojo.

         Pero si me dan a elegir...

         En los mitos sería las patas de la sierpe o la otra fruta que Eva no probó. No la maraca de Machín, sino su bronceado; la camiseta panadera de Adriano Celentano y el arenero o monosabio en una de esas tardes que crean afición.

         En las pelis, el negro que rema la piragua en busca de las minas de un rey, la señorita Moneypenny o el cuchillo de Ursula Andressssss; o bien el botones ―con gorrito cortocilíndrico y barboquejo― que le dice al Bogart: “Le están esperando, Mr. Spade”. También el cable amarillo al que nadie hace caso cuando te están gritando por el pinganillo que decidas entre cortar el rojo o el otro (azul, negro... ahí ya hay varianza de colores) en el cuentatrás que se detiene, por mero cansancio o aburrición, un segundo antes de.

         En los anuncios, dios me libre de la presunción de ser la letra chica ―que es el prota―; me basta con la marca de lencería que todo el mundo olvida por estar más pendiente de las tetas de la modelo escasamente cubiertas por aquella. O el tornillo de la llanta que va crujiendo mientras el vehículo acelera entre paisajes de ensueño. Incluso el logotipo en árabe de la Coca-Cola.

         En las series de TV, me gustaría ser Illya Kuryakin, antes de hacerse forense del NCIS; o una espada láser de juguete abandonada en la salita de estar de los Big Bang Theory o bien en el dormitorio de Bart Simpson (nunca el actor secundario Bob, que ése es otro prota). Y ya, puestos a dibujos, la araña que vive en el descansillo del último piso de 13, Rue del Percebe.

         Y en eso que llaman literatura, quisiera ser no aurora boreal sino las cadenas de Segismundo, el bosque móvil de Macbeth, el hobby-horse de tío Toby en Tristram Shandy, la nalga ausente en el Candide o el rucio de Sancho que se pierde y luego aparece y eso... Y en Hamlet quiero ser la calavera.


© Producciones Guadiloba

Nuestro amigo Guadiloba, nos remite lo que el llama "trochería", no hay duda, la riqueza y los giros del lenguaje... made in Guadiloba. GRACIAS.

18 de septiembre de 2013

La Bruja


            Muchos ni la conocían. Nadie la vio jamás realizar un hechizo, hacer un conjuro, efectuar un sortilegio o preparar poción alguna. Sin embargo todo el mundo en la aldea afirmaba que se trataba de una bruja. De movimientos sinuosos y delicados; bella y seductora en sus ademanes; de mirada profunda; solitaria y callada; mujer enigmática por antonomasia, no se sabía de su paso sino por el humo que dejaba tras de sí, huidiza y cambiante como el agua. Por eso en el pueblo estaban asustados. Por eso en el pueblo la demonizaron. Aunque ni de su existencia estuvieran convencidos. Sólo ese maldito humo, ese aroma a diferencia que destilaba. Y decidieron marginarla. Porque ella era distinta. Porque ellos se sentían inseguros. Por miedo, egoísmo e intolerancia.
            Rehuyéndola, la confinaron en los bosques próximos a la aldea. Absolutamente incomunicada, aprendió a sobrevivir en directa relación con la naturaleza. Convivió con los animales, con los que confraternizaba naturalmente y de los que aprendió métodos de resistencia en las condiciones más adversas, desarrollando un lenguaje característico y un código de común entendimiento. Se perfeccionaron sus sentidos alcanzando niveles que muchos calificarían de mágicos. Se hizo aún más ágil, silenciosa y rápida, y acrecentó sus habilidades camaleónicas y de adaptación al medio. Perfecta conocedora de las técnicas de camuflaje y acecho, algunos aseguraron que era capaz de transformase en diferentes animales. Día a día descubría, asimismo, el valor de las plantas y sus propiedades, que utilizó para múltiples fines, desde la cocina hasta la cura de heridas, afecciones y enfermedades. Mediante pócimas, brebajes, bebedizos y ungüentos dominó, como nadie, el arte de la sanación. La interacción con la naturaleza le mostró, finalmente, un saber más allá de los sentidos, un aprendizaje puramente contemplativo, directo e inmediato, sin intervención de la deducción o el razonamiento, que le reveló secretos universales vedados al conocimiento del hombre.
            Sin topes ni frenos, sin prejuicios ni condicionamientos sociales, exenta de tapujos y falsas fórmulas de cortesía, todo en ella y en su comportamiento fue natural y sencillo, pero, por lo mismo, tachado de irrespetuoso y desconcertante, de audaz y  atrevido, por el ser humano.
            Con rechazo y marginación, fue en definitiva la propia aldea la que obró, de manera natural, el mayor hechizo conocido, propiciando la conversión de la que no había sido hasta entonces sino una simple mujer en la más venerada, temida y capaz de las hechiceras del lugar.

Nuestra asidua colaboradora Sibila, nos remite un Artículo lleno de imaginación con hechizos. GRACIAS.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 17 de Agosto de 2011.

11 de septiembre de 2013

Singular pareja

Nuestras desavenencias comenzaron con motivo de las diferencias de horario entre ambos. Y es que desde que empecé el turno de noche apenas coincidimos en casa. Ella dice que se aburre, que me echa de menos y que tenemos que hacer algo para remediarlo. Yo le pido que cambie su turno y ella me responde que no se lo permiten. 

No quiero perderla, pero esta situación nos está afectando negativamente y temo por el futuro de nuestra relación. Ya nada es igual que al principio. En las, cada vez más escasas, ocasiones en que nos vemos sólo quedan los reproches y un rencor sordo que aflora más a menudo de lo que ambos quisiéramos.

Las discusiones son frecuentes, y a consecuencia de tanta reyerta mi corazón ya no palpita como antes si presiento su cercanía, ni tiembla, como antaño, todo mi ser en su presencia. Se perdió la magia, y quedan ya lejos aquellas noches de misterio y excitación, de ambiente de luz tenue y velas. 

Por el contrario, rotas sus cadenas, nos invade permanentemente una apatía y una indiferencia enormes, y ni con la más blanca de sus túnicas ni la más fascinante de sus apariciones siento ya ningún sobresalto. Temo que nuestra aventura esté irremediablemente condenada al fracaso. 


Ya no noto ningún espanto.


Sólo a mí se me ocurre liarme con una fantasma...

 
Sibila, nos remite esta Colaboración sorprendente e imaginativa. GRACIAS.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 21 de Julio de 2011.

28 de agosto de 2013

La Cita

Pedro salió a la calle. Agradeció la oscuridad de la noche, así todo parecía menos grave y trascendente. Estaba decidido y sin embargo seguía sintiendo un leve remordimiento; por eso volvió a recordar los argumentos a favor de siempre. Los repasaba mentalmente, más a modo de quien acaricia un amuleto que le tranquiliza que para convencerse racionalmente de ellos. Al fin y al cabo, se dijo, la vida son cuatro días y hay que aprovecharlos.

Procuró reprimir su nerviosismo y distraerse en el camino hacia el lugar de la cita. Miró escaparates y tiendas, percibió el ambiente festivo del bulevar, incluso leyó titulares de revistas y periódicos al rodear el quiosco. Desaparecían las dudas  y los sentimientos de reprobación, y crecía su optimismo. Se levantó el cuello del abrigo mientras sonreía. Estaba convencido de que iba a pasar una velada magnífica, una noche pletórica de pasión y seducción.

Al cruzar la plaza, se detuvo unos minutos en la tienda a comprar el puzle semanal de Alvarito. Esta vez sorprendería a Laura por haberlo recordado. Durante unos instantes centró en ella sus pensamientos. La rememoró saliendo de casa aquella misma tarde. Con el pelo rubio suelto, aquel traje de chaqueta en tonos grises y burdeos, los zapatos negros de tacón alto, los guantes de piel y el pañuelo al cuello, la encontró más que adorable. No obstante, pensar en su familia traía pesadumbre a su ánimo, por eso se obligó a distraerse de nuevo.

Por fin llegó a la cafetería del hotel y, según lo convenido, ocupó la mesa del rincón. Echó un vistazo al reloj. Su cita tardaría aún unos minutos. Escudado tras el periódico, los vio descender por las escaleras. Una pareja como tantas otras. Reparó en el elegante traje de él y en la recatada actitud de ella. Alta, rubia y delgada, en la inactividad de quien pretende pasar desapercibida, atrincherada en la penumbra, se mantenía de espaldas a la cafetería y a la recepción del hotel, asomada al exterior a través del amplio y oscuro ventanal. La siguió con la mirada en su camino de salida junto a su pareja, adivinándola especialmente atractiva. Fue entonces cuando, súbitamente, a la luz renovada de los focos de la entrada al hotel y en el instante en que abandonaban el edificio, sintió Pedro esa terrible e intensa sacudida en su cuerpo que le cortó la respiración, le nubló el pensamiento y le trastocó el ánimo para siempre.

Aún la observaba caminar hasta que, abrazada a su acompañante, su silueta desapareció a lo lejos: el pelo rubio suelto, el traje en tonos burdeos, los zapatos de tacón, los guantes, el pañuelo…

Nuestra, ya asidua, Colaboradora y Amiga, Sibila, cambia de temática y nos presenta este sugerente relato... GRACIAS.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 10 de Junio de 2011.

14 de agosto de 2013

El Filtro de Amor 3

Nibbi supo que recordaría aquellos diez minutos como los más largos, angustiosos, intensos y estremecedores de toda su vida. Hay una sensación terrible cuando un deseo está a punto de cumplirse, tanto más cuanto más acariciado y esperado es ese deseo porque se percibe tan frágil que una leve ráfaga de aire pudiera cambiar el destino y apartarlo de la boca a punto de notar su sabor. De pronto se borró toda la angustia, se evaporaron los momentos de espera. Cuando notó moverse la puerta tuvo la sensación de que el tiempo se había plegado. Orlando sonrió en la penumbra. 

Caminó hasta ella y se miraron. Levantó su mano despacio y rozó con la yema de su índice la sien de Nibbi, dejó que la caricia resbalara hacia abajo, por primera vez no notó tensión en ella, sólo notó llenarse su pecho al respirar hondo y dejó que el dedo bajara aún más y delineara el escote, esa noche había elegido un vestido muy bonito que mostraba con generosidad esa parte. Era curioso, no había pensado hasta ahora que Nibbi se había vestido aquella noche para él… sin saberlo… eso debía ser la intuición femenina… 

-Estas muy guapa esta noche… -le dijo al oído- y no es un efecto de la pócima, -rió con suavidad- lo pensé antes de tomar nada, cuando entraste a cenar… ¿Estás bien?

La voz de Nibbi le contestó igualmente en un susurro, aunque dulce y segura. 

-Sí. 
-Entonces… tendrás que pagar el precio… 
-¿Qué… 
-Por todos mis desvelos… por tanto tiempo pidiendo ese filtro… –su voz perdía dulzura y empezaba a sonar ígnea.-para llegar a este momento… quiero… una muestra de que me deseas… 

Nibbi le miraba con los ojos muy abiertos, esperaba asimilando despacio sus palabras, él sonrió. 

-Bésame. 

Un beso, quería un beso… malvado… él sabía cuánta distancia era para Nibbi la que separaba sus bocas, lo sabía, estaba poniéndola a prueba. El filtro no cambiaba su personalidad, le había dado alegría, alas pero necesitaba mucho más, un motor, una palanca… una palanca y un punto de apoyo podían mover el mundo, ella también podía moverse. Notó al sol de nuevo brillando en su vientre… tenía que hacerlo, el sol la movería…no podía pensar en el beso… no podía pensar, tenía que moverse, Nibbi no te paralices… no te paralices ahora… o te mataré. 

Cuando notó las cosquillas supo que había vencido. La inundó una oleada de alegría y música y sonrió en medio del beso, comenzó a besarle de verdad, a saborearlo, le deslizó la lengua dentro buscando la suya, volvió a los labios y se los apretó entre los suyos, los labios sabían a caramelo. Orlando la sujetaba por la cintura, no había peligro de perder el equilibrio, volvió a unir su boca entreabierta a la de él y dejó de nuevo que su sabor la embriagara. Empezó a percibir que su fluido vital viajaba hacia el cuerpo de él… te pago Orlando… puedes llevarte mi vida… mi alma… Separó los labios lentamente y le miró. Si él la hubiera mirado de aquella manera algún otro día se habría desmayado… él se acercó, despacio, su boca fue a recorrerle el cuello y los hombros, bajó al escote y Nibbi comprobó que la lava no estaba sólo en sus ojos, sus labios ardían, sus labios estaban marcándole la piel de los senos como un hierro candente, como se marca a un potro salvaje, para mostrar claramente a quien pertenece. Poco después perdió la conciencia, flotando entre lava y espuma, sintió los labios en cada lugar de su cuerpo, la recorrió una vez y otra provocando el oleaje en el que se sentía mecida. Por última vez su mente recordó fragmentos de las sensaciones que le habían escrito las chicas de la universidad, cómo decían que las caricias parecían multiplicarse, agrandarse, extenderse, como las ondas, como si su piel fuera una superficie líquida sobre la que los roces permanecían moviéndose para siempre, haciendo llegar el deleite que provocaban al cerebro sin descanso. Eso mismo estaba notando Nibbi, las ondas se entremezclaban en su piel y apenas podía el cerebro recoger el placer de una cuando otra aparecía reclamando su lugar. En otro momento sintió una gran quemazón, los soles se estaban uniendo, el vientre de él volvió a presionarla mientras notaba chispazos y creía ver luz fosforescente en sus roces. Orlando la miró, los ojos se hundieron en los de Nibbi, creyó sentir que le hablaba, que le estaba contando cómo era, qué quería, sin ambages, le sintió dentro. Pero un momento después le sintió dentro de otra manera, su respiración se aceleró, la mirada de Nibbi en los ojos de Orlando tuvo un pequeño sobresalto. Luego el susurro de su voz le acarició desde un lado. 

-Muy despacio… voy a ir muy despacio… mírame.

En la mente de Nibbi se amontonaron los recuerdos de Orlando, anárquicamente, se mezclaron las fotografías de su ordenador con su voz, el beso que le había dado en la avioneta, las bromas, las salidas a caballo, su cuerpo acorralándola contra la pared, el tacto de la mano cerrada sobre la suya, la marca de sus labios en el vaso, su risa… Al tiempo que su respiración se aceleraba, las imágenes se sucedían más rápidamente hasta que pararon de pronto y notó sus ojos de nuevo atravesándola, llegando hasta el centro de ella donde llegaba también su miembro a la vez y gritó. 

El le respondió en el mismo tono. 

-¡Grita… grita! 

Lo dejó salir, como quien expulsa a un demonio, gritó feliz y salvaje, sacando frustraciones antiguas, penas, esperas, dudas, calmas, deseos… Ahora estaba allí, ella también podía tenerle dentro, también podía sentirlo así, tocarle, abrazarle, estrecharle… le acercó a su boca y le notó correrse mientras la besaba, escondió su cara en el pecho mientras los estremecimientos la sacudían, derrumbando sus cimientos, su mente científica perdió la cuenta de los gritos arropada en sus brazos.

Hesperia

De la obra "Orlando" (Fragmento)
Con esta entrega, finaliza este fragmento de la Obra "Orlando", en esta ocasión, Hesperia nos ha llevado hasta el climax... de los personajes. Gracias 

31 de julio de 2013

El Filtro de Amor (2)

Nibbi lo vio alejarse hasta el mueble donde estaba el bar a echarse más hielo y lo siguió, intentando que pareciera que ella iba a hacer lo mismo. Observó a las chicas desde aquella distancia. 

-¿Lo has hecho? 

Orlando se volvió de improviso, no la había sentido. El rostro de Nibbi estaba algo alterado. 

-¿Lo has puesto ya? ¿Lo está tomando? 
-Sí. 

La respiración de Nibbi se agitó algo más, miró de nuevo al grupo que entre risas, brindaba por el éxito de Cibercat y Eve. 

-¿Quién es?... 
-No estaría bien decírtelo. 

La respuesta la contrarió aunque la esperaba. Suspiró, quizás demasiado fuerte, intentó que su voz sonara neutra. 

-El alcohol ralentizará algo el efecto, creo que separará un poco las distintas manifestaciones… 
-¿Tanto deseas saber a quien iba destinado? 

Nibbi se lo preguntó a sí misma, ¿por qué? ¿Por qué saberlo?, si él se lo decía, las imágenes que su mente podría crear ya tendrían dos rostros perfectamente definidos, no podría frenarla, su mente dibujaría el cuerpo de los dos en la cama… recordando cuanto le habían explicado que se sentía… su estómago estaba caliente, y sentía ir su sangre más rápida… se echó por fin un poco de hielo más y bebió otro sorbo. Encaró los ojos de Orlando. 

-Sí –para torturarme, pensó Nibbi, pero eso no te importa- sí, ¿por qué no? Yo lo preparé, me gustaría saber para quien. 

Nibbi seguía fija en sus ojos marrones, sentía que la miraba de una forma extraña… estaba haciendo demasiado calor en la biblioteca, las chicas a veces se pasaban con los troncos. El se acercó un poco más. 

-¿Crees que yo debería tomar también un poco? –los extremos de su boca comenzaron a sonreír- No creo que sea perjudicial… –Orlando tomó el vaso de Nibbi y bebió. Los ojos de ella se abrieron mientras le parecía que en su cabeza comenzaban a abrirse muchas compuertas… ¿Ella? ¿Era ella? Las rodillas se le doblaron ligeramente. No, no estaba preparada para lo que estaba ocurriendo. Ahora los ojos de Orlando sonreían y brillaban. 
-Nunca pensé pedírtelo para otra. Toma, puedes seguir bebiendo, no me he pasado con la dosis.

Cerró los ojos y los abrió… y allí seguía él, mirándola con esa expresión que no quería interpretar, miró a la puerta y notó la mano de Orlando en la suya que sostenía el vaso, sus dedos acariciaron los de Nibbi deslizándose suavemente y le dio un beso en la frente justo al comienzo del pelo. 

-Deberíamos volver con las chicas y esperar un poco. Me iré diez minutos después de ti. Esta vez… no voy a dejarte huir… no busques salidas de emergencia. 

Se reunieron con las demás. Nibbi apenas podía concentrarse ya en la conversación. Pensó en el sol de Orlando tatuado en su vientre. Ella tenía ahora otro sol en el suyo, notaba como los rayos se extendían desde allí por todo su cuerpo, el calor era agradable, lo sentía ardiente pero lo justo para animar su interior, para que sus órganos se sintieran eufóricos. Estaba intentando recordar los comentarios de sus compañeras de la universidad que habían probado el filtro, ¿hablaban de euforia? Estaba segura. Alguien había escrito que sus tripas reían, sí, algo así. Era cierto, la sensación se parecía, tendría que anotar “alegría interior”, sonrió, la cabeza la notaba ligera, no mareada, estaba completamente lúcida, se notaba capaz de registrar todos los detalles de la habitación y los gestos de sus amigas, todo a la vez. Miró a Orlando, sus ojos recorrieron la piel de la cara, bajaron al cuello, creía que podía recordar con los ojos cerrados donde estaban todos sus lunares y sintió un deseo difícil de reprimir de lamérselos. El sol de su vientre se estaba intensificando. 

Tenía que serenarse un poco y volver a la reunión. Respiró hondo en silencio y miró a Chantarel, estaba hablando de detalles de David Hellberg, era una parte del entrenamiento. Lo llamaban una tormenta de ideas. Básicamente era lo mismo que en la estrategia empresarial, todas iban apuntando datos de él, pormenores que habían observado en los vídeos, sin discutirlos, dejando que afloraran los recuerdos sin más, alguien apuntaba. Daba buen resultado, el estudio sobre el objetivo se volvía muy completo, como estudiar una cucaracha al microscopio, rió para sus adentros por la comparación. Necesitaba substraerse a la atracción gravitatoria que la empujaba al otro lado del círculo para poder intervenir algo y pensó en los vídeos, consiguió mantener la atención durante diez minutos y pudo decir algo coherente, las chicas hablaban sin parar y a pesar de que Nibbi se sentía irradiando luz y calor, nadie parecía darse cuenta, ni acusaron su escasa participación. 

Escuchó la voz de Orlando aportando también él a la tormenta, su voz la sacó total y violentamente de la concentración, comenzaba a ser demasiado fuerte, le miró y miró al fuego, de igual forma crepitaba ella por dentro. Respiró hondo de nuevo, sentía a la parte inmaterial de su ser luchando por salir del cuerpo y abalanzarse sobre él, ser como agua para derramarse sobre su piel, como aire para penetrarlo, como un fantasma para integrarse en él y respirar su aroma. Su mente volaba, no era propio de ella pensar poéticamente, tendría que apuntar también ese efecto… sintió que debía marcharse, no podía esperar demasiado.

Hesperia

De la obra "Orlando" (Fragmento)

Estamos en el ecuador de la narración, deseando conocer el desenlace. Gracias, Hesperia.

29 de julio de 2013

Panurgo y Asociados (16)

Han cambiado de portero: Cerbero de El Infierno, un segurata subsahariano, negro (que también hay blancos al sur del Sahara), de tres cuerpos. No lleva uniforme; para imponer, bastan sus bíceps, su envergadura y unas gafas negras (aunque no subsaharianas).

PANI.— (Jugándoselo todo. Al negro.) Buenas noches.

Ante la indiferencia senegalesa, se coló como Pani por su casa. Dentro, Áglae y Talía, de riguroso luto por la compañera. Al menos, él así interpretaba el brillo de aquellos estrictos trajes con cuero negro, en cuyos pliegues el esmalte sable del látex se irisaba en sinoples y tonos glaucos, como de betaxantina. Flotando entre los trastos acumulados en ese estante que tienen algunas barras por cima (con evidente peligro de desprendimientos sobre tu consumición), Eufrosina sonreía como siempre, mariposeando.

PANI.— (¡Oh, quién fuera hipsipila...) Hola, princesa maravillosa.
EUFROSINA.— (Bajando de las nubes de humo que exhala la clientela.) Hola, cielo.

Y en esas mieles pasaron el tiempo que ya no les pasaba hasta que madrugó el lamentable aspecto de Soci.

PANI.— ¡Ha sido gorda la que te ha montado Mariblás, no?
SOCI.— ¡Qué va! ¡Ni me ha visto! Por lo ídem, había bajado sólo por tabaco y se marchó antes de que yo saliese del Caballeros.
EUFROSINA.— Entonces, ¿esos moretones y arañazos, esos jirones en la vestimenta...?
SOCI.— Nada: La Petri, que es muy fogosa. Mis sudores y otros humores me ha costado, pero he conseguido averiguar la causa de la muerte de la Cumana.
PANI.— ¿Cuála?
SOCI.— Atosigamiento. La misma arma que le produjo aquellas innúmeras laceraciones debió inocularle en la sangre un veneno ignoto por La Ciencia.
PANI.— Hay que hacerse con una muestra de esa sustancia cuanto antes.
SOCI.— Tranqui. Ya me la proporcionó la Petri en una placa homónima. He dejado el cultivo en la cocinilla de la agencia.
PANI.— Pero, ¡hombre de dios! ¿No ves que El Caos Reinante modificará los resultados?
SOCI.— ¡Venga ya! Si nos ponemos con chuminadas ceeseíes y con indeterminaciones heisembergas, mi ojo en el microscopio también los modificará... y tu ojo en el tu croscopio, tres cuartos de
MARUJA.— ¡Caballas, caballas, cabaaallas!
SOCI.— Y una cosa más: sé dónde murió -y rebuscó cigarrillos bolsilleros.
EUFROSINA.— Guillotina de Mendosa, ¿qué hasés que no funsionás?
SOCI.— (Descolocadito.) ¿Mande?
PANI.— Que cuentes ya dónde murió la Cumana.
UN CLIENTE.— (Interruptor postulante. Se dirige a Áglae tremolando un billete por sobre la cabeza de Soci.) Oyess, ¿me cobras cuando puedas?
AGLAE.— (Corsé con ristre para la fusta.) En absoluto, cariño. A mí mis papás, aparte de lo de las lucecitas del puerto, me dejaron dicho que cobre cuando NO pueda.
CARIÑO.— Pos vale, graciosilla. Pos me voy y a ver cómo cobras.
ÁGLAE.— El negocio no es mío, cariño. Ni quito ni pongo Duguesclines, pero si quieres tener el culo cual no digan dueñas, me basta a tu salida un timbrazo al subsahariano de la puerta...
CARIÑO.— (Abriéndosele todos los ojos.) Pos yas cobrao. (Y sale.)
AGLAE.— Hay que ver el éxito que tiene este portero nuevo. En cambio, una... (Mirando a Soci con intención inconfesable.) Nadie me dice pahí te pudras.
2 x 105 DE ELLOS.— Ahí te pudras, graciosilla;
ahí te pudras, podredumbre;
ahí te pudras y te quedes
en el sitio
por do más pescado había.
SOCI.— ¡Ya me acuerdo! Están comprobándolo, pero es casi seguro que la Cumana murió en el puerto.

© Producciones Guadiloba S.M.L.

Gracias a Guadiloba por el nuevo capítulo de esta interesantísima serie. El autor nos advierte que éste es el último artículo... por ahora; ya que el resto está sin acabar de redactar y llevará un tiempo. Esperamos impacientes.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 27 de Enero de 2011.

22 de julio de 2013

Panurgo y Asociados (15)


Siente cómo le manipulan la cremallera del pantalón y mira a Pani, quien le insta al interrogatorio con el entrecejo, mandibulabatiente por lo bajinis.

SOCI.— (Cortado. Intentando cortar el avance enemigo.) No. Si no es eso... Verás: ¿Tú conocías a una que le decían la Cumana?
PETRI.— ¡No me digas que te gusta esa vieja flacucha? Pues, hijo, no sé qué le ves, teniendo lo que tienes aquí delante... (Menea el busto que da gusto. No es vanidad; es que últimamente todo es silicona y atrapar vientos.) Esa Cumana es una bruja asquerosa.
SOCI.— Era.
PETRI.— ¿Cómo?
PANI.— Ésta no sabe ni que ha muerto. Déjalo, Soci, y vamos a El Infierno otra vez, a ver si sacamos algo en claro allí.
PETRI.— (Lleva el pulgar y el índice de la mano libre a las comisuras. Se limpia esplendorosamente fija.) Pues fíjate que yo la vi el otro día... bueno, hace un mes o así... Iba a en cá la Ésa, pidiendo guerra, yo, por ahí detrás, por la avenida, cuando la veo que viene por el otro lado con un tío horroroso, no como otros... (Ya no aprieta: estruja.) y aprieta el paso y deja atrás al tío y cruza a mi acera y se viene para mí y
LA UNÍSONA PARROQUIA O CLIENTELA.— ¡Gol!
EL LOCUTOR.— ¡Goooooool; gol de N-inho!
SOCI.— (Escapando de las petrigrifas garras.) Perdona un momento; voy a...

Se levanta y hace un gesto followme a Pani, que entra tras él en el Caballeros mandibulabatiendo todavía. Dentro, Soci apoya la espalda en la puerta para evitar intrusiones.

SOCI.— Oye, ¿por qué no te vas tú a El Infierno, con perdón, y mientras tanto yo intento sonsacarle a ésta algo de lo de Eufrosina? Podemos quedar más tarde... o, si no, mejor mañana, en  Los tres hermanos.
PANI.— De acuerdo; pero sé discreto en la sonsaca porque, cuando veníamos para acá, he visto que entraba Maryblás.
SOCI.— ¡Fu! Bueno, tú ten cuidado con el portero de El Infierno; yo ya veré cómo me las apaño con esto.

Al irse, llama la atención de Pani el logotipo en la ropa de un cliente -flequillo rubiasco, con patillas muy cortas de un tono más oscuro-, que esgrime su cigarrillo como si argumentase contra una injusta decisión arbitral. Por la camisa rosa de manga larga y puños vueltos, con maza de polo y gorrilla de visera, va cabalgando un jinete sobre un cocodrilo.

Producciones Guadiloba
(continuará)

De nuevo Guadiloba nos deja con la miel en los labios, esperamos impacientes , GRACIAS por tu siempre erudita e inestimable Colaboración.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 07 de Enero de 2011.