
Mis sueños me traicionan, creo que estás conmigo y al despertar veo que me encuentro solo, y en vez de hundirme en la pena, hago lo imposible para que sea verdad.
Cada vez que pienso en rozar tu mano me estremezco, cuando en la mejilla me besas, el nerviosismo me inunda como un chico en su primera cita, y quiero que lo repitas infinidad de veces como solo tu sabes hacerlo.
Tu sonrisa hace que me sienta ilusionado, joven, capaz de dar sin medidas, y tus ojos, verdes ojos que cortan la mirada porque saben lo que pienso de ti y no aguantan el que los mire con el amor que yo lo hago.
Jamás he tenido nada parecido por nadie, por un lado pienso que no es amor, que lo que en mi vibra es el bienestar que recorre mi cuerpo cuando está al lado del tuyo, y por otra parte creo que existe la imposibilidad de la edad, pero mayormente por el que dirán tus padres, aunque tu deseas estar conmigo para siempre.
Es cierto que podría ser tu padre, y tu lo sabes, pero me atraes como la miel a las abejas, y eso es lo que eres, miel para mis labios, luz para mis ojos, armonía para mis oídos, y sobre todo alegría para mi corazón, que cuando me pides que te cuentes anécdotas de mi vida, te lo pasas muy bien escuchándome, y al mismo tiempo ver tu sonrisa a cada instante es un gozada, observar tus ojos clavados solo en mi, me fascinan.
Tuve la suerte de contemplar tu cuerpo desnudo, y tu lo notaste, y no le diste importancia a que lo hiciera, al contrario, tardabas mas de la cuenta en vestirte, me deleitabas con tu cuerpo al aire, y nunca me he atrevido a pedirte nada, solo oler tu aroma, escuchar tu dulce voz y rozar tus preciosas manos.
Me planteo algunas veces, cuando estoy en mi intimidad y el calor sexual me invade, pedirte algo mas, quizás un beso en los labios, o un abrazo, no se, espero que tu me ayudes a averiguarlo.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 14 de Febrero de 2011.