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7 de octubre de 2011

La Pintura Simbolista

La Morfina (Santiago Rusiñol)
Color: a veces se utilizaban colores fuertes para resaltar el sentido onírico de lo sobrenatural. Del mismo modo el uso de colores pasteles, por parte de algunos artistas, junto con la difuminación del color, perseguía el mismo objetivo. 

Temática: Pervive un interés por lo subjetivo, lo irracional, al igual que en el romanticismo. No se quedan en la mera apariencia física del objeto sino que a través de él se llega a lo sobrenatural, lo cual va unido a un especial interés por la religión. Los pintores y poetas ya no pretenden plasmar el mundo exterior sino el de sus sueños y fantasías por medio de la alusión del símbolo. La pintura se propone como medio de expresión del estado de ánimo, de las emociones y de las ideas del individuo, a través del símbolo o de la idea.
Una de las novedades más importantes, a nivel temático, es el de la mujer fatal. Surge la unión entre el Eros y el Thanatos y en ello subyace una nueva relación entre sexos.

A la pintura se la define con conceptos como ideista (de ideas), simbolista, sintética, subjetiva y decorativa.

Técnicas: Lo que une a los artistas es el deseo de crear una pintura no supeditada a la realidad, en oposición al realismo, y en donde cada símbolo tiene una concreción propia en la aportación subjetiva del espectador y del pintor. No hay una lectura única, sino que cada obra puede remitir cosas distintas a cada individuo. Su originalidad, pues, no estriba en la técnica, sino en el contenido. 

Los simbolistas españoles estuvieron fuertemente influenciados por el arte de los precursores, entre los que destacan Gustave Moreau, Pierre Puvis de Chavannes, Arnold Böcklin, Edward Burne-Jones y Robert Bresdin.

Muchos se decantaron solamente con el auténtico exponente del Simbolismo. Odilon Redon, que cultivó un estilo de colores puros y una temática fantasiosa, buscaba una síntesis entre el sueño y la vida. Sin embargo, ya se habían manifestado estas ideas en el Gauguin de la Escuela de Pont-Aven y en sus seguidores.

Posteriormente, los nabi, segunda generación simbolista, aspiraron a traducir estas ideas en forma de vida y en activas reformas. Al contrario que el impresionismo, escuela concreta y localizada básicamente en Francia, el Simbolismo fue un gran movimiento que también se extendió a España. Se difundió a partir de 1890, y adoptó diferentes interpretaciones. En Cataluña cabe señalar la obra de Joan Brull, Adrià Gual y del Santiago Rusiñol de mediados de los años de 1890. En el seno del Simbolismo tomó también cuerpo una tendencia que acentuaba ciertos trazos de sus figuraciones, lo que desequilibraba la representación objetivista de las cosas en un sentido fuertemente expresivo.

En Bélgica cabe señalar la obra de Jean Delville, Fernand Khnopff y Degouve de Nuncques, en la línea del culto a lo misterioso. Esta tendencia, que tiene un precursor claro en el belga Felicien Rops, está representada por Jan Toorop, una de las figuras clave, junto a Klimt, del Simbolismo pictórico. En Italia, por el contrario, el Simbolismo tuvo una fuerte base de minucioso realismo en la obra de Gaetano Previati, Giovanni Segantini y Pellizza da Volpedo.

También en Alemania el arte simbolista se caracterizó por una técnica muy realista, pero con una temática idealista; destaca aquí Ferdinand Hodler.

En los países escandinavos se caracteriza por una visión austera y una acusada expresión de la soledad, con artistas como V. Hammershoi, Harald Sohlberg, Thorárinn B. Thorláksson y Magnus Enckell. La excepción sería el fines Akseli Gallen-Kallela, inclinado hacia la mitología.

Cabe señalar la marcada influencia del Simbolismo en movimientos posteriores, como el Art nouveau o el Surrealismo.

Juan Pablo, nos ha enviado este documentado artículo sobre el Simbolismo en la pintura. GRACIAS.

7 de mayo de 2011

Henri Fantin-Latour

Henri Fantin-Latour (Grenoble, 14 de enero de 1836 - Buré, 25 de agosto de 1904). Pintor francés.

Se formó con su padre el también pintor Jean-Theodore Fantin-Latour y más tarde con Lecocq de Boisbaudran. Se relacionó con los más importantes artistas de la época. Trabajó en el taller de Courbet y fue amigo de Manet, aunque se mantuvo al margen del impresionismo, practicando una suerte de realismo lírico.

Cultivó el retrato femenino, los retratos colectivos, los temas de música y, sobre todo, los bodegones de flores. Con éstos alcanzó enorme éxito comercial, pero condicionaron su producción, de lo que él mismo se lamentó. Dedicó muchas composiciones alegóricas a Wagner y a otros músicos, especialmente litografías.
Coin de table (Rincón de mesa - 1872)
Presentado en el Salón de 1872, actualmente en el museo de Orsay. Se trata de un retrato colectivo en el que aparecen Verlaine y Rimbaud junto a poetas jóvenes de la época. Su idea original era realizar un Homenaje a Baudelaire, un cuadro con los grandes poetas de la época (Victor Hugo, Leconte de Lisle, Théodore de Banville etc.), junto a un retrato de Baudelaire para celebrar el quincuagécimo aniversario de su nacimiento (1821-1867), pero estos poetas no quisieron posar. El pintor debió entonces contentarse con poetas que en esa época eran menos famosos.
El cuadro representa un grupo de poetas al finalizar una comida, alrededor de una mesa:

• Sentados, de izquierda a derecha: Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Léon Valade, Ernest d'Hervilly, Camille Pelletan.

• Parados, de izquierda a derecha: Pierre Elzéar, Émile Blémont, Jean Aicard.

Todos están vestidos de negro excepto Camille Pelletan, que no es un poeta sino político.

Verlaine y Rimbaud, malhumorados, están algo aislados del resto, como si el pintor hubiera reparado en su talento único y diferente, promesa de una certera posteridad. En el lugar donde se encuentra el ramo de flores, a la extrema derecha, debió haber figurado Albert Mérat; pero él se negó a posar en el cuadro debido a la presencia de Rimbaud, con el que tenía una relación muy fría, en especial después del episodio del 2 de marzo de 1872 del grupo Villains Bonshommes, en el que Rimbaud golpeó con una vara metálica al pintor Étienne Carjat.

El cuadro es muy académico y hubiera recibido mucha menos fama de no ser por la presencia de Verlaine y Rimbaud. Este retrato del joven poeta de Charleville es, junto con la fotografía tomada por Étienne Carjat, la representación de Rimbaud más conocida.

20 de enero de 2011

Goya


Uno de los fenómenos más sorprendentes de la pintura es la aparición de Francisco de Goya y Lucientes, natural de la localidad zaragozana de Fuendetodos (1746-1828).
Tras una etapa en Italia, donde aprendió la técnica del fresco, en 1775 se traslada a Madrid. Se casa en dicha localidad con Josefa Bayeu, hermana de Francisco y Ramón Bayeu, siendo Francisco, en aquel momento pintor de Cámara. Es así como Goya accede a los talleres reales.
Comenzó a pintar cartones para tapices, que se utilizarían para decorar las majestuosas salas de los palacios de Madrid, El Escorial y La Granja. Revolucionó el sistema en poco tiempo; de aprendiz pasó a gran maestro. De esta etapa destacaríamos: “El cacharrero”, “Las cuatro estaciones” (entre los que resalta “La vendimia”), “La gallina ciega”, “El quitasol”, etc. Se trata de una etapa de un Goya apacible y risueño, pintando con aires amables, algo rococó.
Hablamos de una etapa neoclásica, empleando procedimientos de composición a base de ordenación geométrica regular, agrupándose las figuras en triángulos regulares, cuadrados, rectángulos, rombos, pirámides, etc.
Todo este éxito le acercó a Palacio, ganándose la simpatía de Carlos III. Por efecto dominó y con una gracia natural al hablar, logró introducirse en la aristocracia madrileña. Retrata a la duquesa de Osuna y las imágenes de una Venus (“Maja desnuda” y “Maja vestida”) a petición de la duquesa de Alba, su gran amor.
En estas pinturas destaca la gracia exquisita y profunda verdad de los personajes. La expresión psicológica es lo que más le preocupaba.
Carlos IV le nombra pintor de Cámara, realizando un majestuoso retrato colectivo: “La familia de Carlos IV”, lienzo donde Goya busca la esencialidad de cada personaje; una galería de almas, utilizando la materia muy enriquecida; diríase que cualquier detalle o fragmento es una joya. Para distinguir a los personajes, crea líneas paralelas oblicuas.
A partir de 1793 Goya comienza una serie de crisis. En la primera, Goya enferma de gravedad, luchando entre la vida y la muerte, llegando a quedarse sordo. No llega a encajar el golpe. Comienza su malhumor, tornándose desconfiado.
Cambia su aire artístico recabando en el grabado. Destaca la serie titulada “Los caprichos”, con mucha ironía Goya sueña y lo demuestra en la obra “El sueño de la razón produce monstruos”. Aborda temas de brujería; censura, lascivia, etc.
En el momento de gran madurez, continúa abordando el retrato de personajes famosos:
“Duquesa de Alba” ,  “Condesa de Chinchón” , “Iriarte” , “Moratín” , “Jovellanos” , etc.
La segunda crisis de Goya le pilla en el apogeo de su actividad artística. El motivo es la invasión de las tropas napoleónicas en 1808. De aquella guerra lo que impresionó a Goya fueron los horrores (Violaciones, fusilamientos, robos, sacrilegios, etc.). Goya pinta la guerra como cúmulo de tragedias, muy pesimista, dibujando la colección los “Desastres de la Guerra”.
Pasado el conflicto, en 1814 pintó Goya dos cuadros monumentales: “El Dos de Mayo” y los “Fusilamientos”.
Los “Fusilamientos” constituyen toda una obra simbólica. De un lado los franceses, opresores, actúan de forma arrolladora. El grupo de patriotas encarna la inocencia. Como una bandera desplegada, blanca y amarilla, se encuentra el patriota protestando, abriendo sus brazos como un crucificado que espera recibir su muerte.
En estas dos obras, Goya busca la libertad compositiva, aunque se descubran algunas líneas rectoras.
Su pincelada se va haciendo más sintética y expresiva, con brochazos de enorme efecto. Un gran dramatismo se percibe en sus obras como en la “Última comunión de San José de Calasanz”, donde expresa de modo más sincero la humildad y recogimiento del alma ante el favor divino. De esta época también destacaríamos la obra “Majas del Balcón”; aquí Goya derrama el donaire femenino.
A partir de 1815, acomete Goya obras que inmortaliza la fiesta de toros, demostrando su españolismo castizo, en una serie de grabados (La Tauromaquia). Retrata a los más famoso diestros de la época, e incluso relata la horrible muerte de Pepe-Hillo en la plaza.
Comienza a dominarle lo macabro, prueba de ello son las pinturas al óleo del ciclo “pinturas negras” destinadas a las paredes de la “Quinta del Sordo”, su morada. Se trata de siete composiciones, con pinceladas largas y gruesas con un terrible expresionismo. Construye imágenes de pesadilla: brujas, hechiceras, viejas y desdentadas, la fealdad hecha arte. La composición del Aquelarre es la más impresionante del ciclo: reunión de brujas, presidida por el diablo bajo la forma de macho cabrío, todo lleno de terror supersticioso y oscuros pensamientos. Estaba en una ruptura con el pasado.
En la siguiente serie de grabados, los “Disparates”, recurre Goya a lo monstruoso y deforme, creando seres embrionarios, convirtiéndose en el estandarte del superrealismo.
Abandonado y hastiado de sus viejos amigos, Goya se traslada a Francia, a Burdeos. Allí aprende el arte de la litografía.
Es en esta época, su última, cuando Goya acomete una obra, desde mi punto de vista ejemplar: “La lechera de Burdeos”. En esta obra Goya introduce la pintura “moderna”, con pincelada suelta y vibrante, preparando el camino del impresionismo.
Siempre reconoció Goya que sus grandes maestros fueron Velázquez, Rembrandt y la Naturaleza.
De Velázquez aprendió el amor para el retrato psicológico.
De Rembrandt la profunda espiritualidad y la técnica pastosa.
De la Naturaleza los paisajes que pintara para los cartones que se utilizaron para los tapices.
Su amor a la verdad le hizo pintar tanto lo más bello como lo más feo, terrible y monstruoso.
Prerromántico, realista, impresionista, expresionista, surrealista…, la influencia de Goya se ha dejado sentir en toda la evolución de la pintura posterior a él.

31 de octubre de 2010

Gustave Courbet


Pintor francés muy prolífico y de gran influencia que, junto a sus compatriotas Honoré Daumier y Jean François Millet, fue pieza fundamental en el origen de la escuela realista de pintura del siglo XIX.

Hijo de una familia acomodada de agricultores del Franco Condado, Courbet nació el 10 de junio de 1819. Llegó a París alrededor de 1840, según parece para estudiar derecho, sin embargo, se dedicó a pintar, cosa que aprendió copiando las obras maestras del Museo del Louvre.
En 1850 expuso Los picapedreros (1849, en la Gemäldegalerie de Dresde, destruida por un bombardeo en 1945), cruda representación de unos obreros arreglando una carretera. En esta obra Courbet evita deliberadamente el elemento exótico, de gran carga emocional, característico de la tradición romántica y no sigue las reglas de composición de la pintura académica. Siguió escandalizando a los académicos con su obra de enormes proporciones Entierro en Ornans (1850, Museo Orsay, París), en la que un friso de campesinos pobremente vestidos rodea una tumba de grandes proporciones.

El desafío a las convenciones se hace aún mayor en otra pintura de colosal tamaño, El estudio del artista (1855, Museo Orsay), que subtituló Alegoría real sobre siete años de mi vida artística. En el centro se halla retratado el propio Courbet pintando un paisaje, con un niño, un perro y una voluptuosa mujer desnuda, a la izquierda, un grupo de personajes con aire aburrido le ignora manifiestamente, a la derecha, una multitud de amigos llenos de vida y entusiasmo admira su obra.

En esa misma época publicó un provocativo manifiesto en el que exponía con todo detalle su credo social y realista sobre el arte y la vida, que le proporcionó una gran popularidad. Para entonces su estilo ya estaba totalmente maduro y se caracterizaba por una técnica magistral, una paleta limitada aunque vigorosa, composiciones sencillas, figuras de modelado sólido y severo (como puede apreciarse en los desnudos) y gruesos trazos de pintura muy empastada que a menudo aplicaba con espátula, lo cual se manifiesta sobre todo en los paisajes y las marinas. Courbet, tan radical en política como en pintura, fue nombrado por la revolucionaria Comuna de París en 1871 director de los museos de la ciudad, puesto desde el que logró salvar las colecciones del Louvre del incendio de las Tullerías y del saqueo de las masas. Sin embargo, tras la caída de la Comuna, Courbet fue acusado falsamente de haber permitido el derribo de la columna triunfal de Napoleón ubicada en la Plaza Vendôme, fue encarcelado y condenado a pagar la reparación. En 1873 fue obligado a expatriarse, se trasladó a Suiza y allí continuó pintando hasta su muerte, el 31 de diciembre de 1877 en Verey.
El pasado día 21 de Octubre, un seguidor anónimo, nos dejó en comentario, este apunte sobre la vida y obra de Gustave Courbet, pintor francés autor del cuadro que se publicó, como imagen, en el artículo de Bake Gibran: " El Coño de la Bernarda". Nos ha parecido de interés y por eso lo publicamos, Gracias seguidor anónimo, seguro que tu eres de los que piensan, como nosotros, que el arte y la desnudez, nunca son escandalosos, el escándalo solo existe en los ojos de los que lo contemplan