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5 de febrero de 2014

Darwinophonía


Al principio de los tiempos (en una galaxia muy, muy lejana) sólo existía el ¡ATR! buscando el fuego y algunos tarzanes después del ¡NGAWA!, como elementos de comunicación con los que fueren. Eso se hacía a gritos, independientemente de quién tuviese [la] razón.

        Hubo tamtames y Rascayú. Y mucho, mucho y más mucho después empezaron a aparecer los primeros síntomas; pero eso ya fue en los tiempos aquellos de Graham Bell o Elisha Gray: todos eran fijos; generalmente clavados o atornillados a una pared: Tiempos de conferencias, clavijas, operadoras, cobro revertido y espere usted, que tiene demora.

        Desde la pared pasaron a la mesa o a la mesilla sin acabarse de separar del todo, pues que aún tenían ese cordón umbilical de tirabuzón o sacacorchos (que viene a ser lo mismo).

        De a poquito a poco fueron desprendiéndose y consistieron en unos carísimos maletines/maletones que pesaban lo suyo y lo ajeno y se llevaban en la voiture o a pulso: Sólo los tenían los que tenían.

        Luego vino la miniaturización niponotecnológica y uno se asomaba al balcón y ya veía a toda aquella gente que iba por la calle hablando sola y agarrándose una oreja.

        Tras ello llegaron ciertas aplicaciones: como la posibilidad de escritura con un móvil, vulgo SMS. La gente pulgareaba frenéticamente en el aparato como no veas. Resulta que a mí me gusta más escribir que a un tonto ─como yo─ un lápiz (aunque no tenga punta), por ello me compré uno de esos móviles y, con semejante acción, piqué en ese pecado sin shakira: Aquellos seguían dándole al pulgar y mirando la pantallita.

        Pero luego han venido las demás apps y los aparatos han ido aumentando de tamaño y de sensibilidad táctil (tiene wassap la cosa ¿verdad?). Y han comenzado a ser adorados por todo lo que se les daba y, a cambio, los "usuarios" les rinden homenaje y en ese tacto les acarician su pantalla con fervor.

        Supongo que lo penúltimo que nos falta es contemplar cómo crece o aumenta la cosa aún más de volumen y ver después a esos fieles "abonados" en pleno éxtasis ante su aparato, de rodillas y boquiabiertos, más o menos a la altura de una negociable bragueta.
   
© Producciones Guadiloba


Guadiloba nos narra, con su peculiar estilo, la evolución de las comunicaciones desde los albores de los tiempos a nuestros días. Magistral Guadiloba. GRACIAS.

19 de diciembre de 2013

De la fama efímera

De la fama efímera
(con muchos paréntesis)1


Y salió al balcón su santidad san Paco primero de Corrientes y tres cuatro ocho de Loyola.

Y pisó (“pero con otro fasto, oh, Diógenes”)2 el fastuoso balcón y todo su boato con sus botas franciscas.

Y apareció como si estuviese anunciando una nueva marca bioquímica multinacional.

Y mostró una farmacéutica cajita en la mano, en cuyo frente iba impresa la imagen de una víscera sangrante (vulgo coeur)3.

Y ese corazón estaba rodeado por una especie de concertina melillera (vulgo corona de espinas).

Y publicitó toda esa farmacopea y la llamó Misericordina.4

Y la urbe entera y el orbe al completo le admiraron con admiración admirable.

Y, al séptimo día (mira tú por cuándo), todo dios descansamos.


© Producciones Guadiloba


1  Y notas al pie.
2  Según el Laercio, en sus Vidas de los filósofos más [o menos] ilustres, cuando entró Diógenes ancá (chez) Platón y vio los mármoles y mosaicos, los holló diciendo: “Piso el fasto de Platón”, a lo que éste le respondió asín (ut supra).
3  C'est à dire: 'corazón'.
4  Y nadie hizo nada por impedirlo.

Guadiloba en estado puro, simplemente genial. GRACIAS.

10 de diciembre de 2013

Comenzaba el otoño...


Comenzaba el otoño en todos los muy sentidos y yo estaba tan gastado como las pilas de esos relojes cuyo segundero se empeña en alcanzar la rayita siguiente e, impotente, regresa a la anterior.

Hacía luna llena, así que me fui de copas.

Nada más entrar dentro del antro, senil como yo solo, la vi: potente y opulenta y con tanto poderío como Rocío Jurado y Jane Mansfield juntas.

Ella fue la que se insinuó. No es cosa de que si yo le dije y le pagué una copa y luego voy y me justifico y etcétera. No. Te lo juro por toas mis muertas que fue ella la que.

Tras las transacciones consabidas de si mi casa o la tuya –y al final fue la suya: un "coqueto chalecillo en las afueras" con su jardincito y su piscina– llegamos a un acuerdo y al chalé.

Hubo también sus preliminares de si quieres un té o prefieres otra copa y me dejó con la copa mientras se ocultaba en su alcoba.

Cuando, al cabo de un rato, entré allí –ventanales abiertos y cortinajes ondulantes y hasta un dosel–, ella estaba ofreciéndose sobre la colcha, con su deshabillé tan transparente. Otras de sus aquellas cosas estaban más veladas, pero su busto abultaba entre las sedas como si lo hubiese filmado Jesús Franco: a la lunaluz, que dicen los ingleses.

No sé si fue ese brillo plenilunio o el de mis colmillos asomando por las comisuras lo que hizo que saliese despavorida, con un revuelo de négligé y nalgas tremolantes, mientras yo le gritaba que sólo era una broma, te lo juro por todos los santos jalouines.

Cuando encontraron su cadáver, junto a la piscina, el forense dictaminó que el fallecimiento se había producido por paro cardíaco (como todas las muertes); pero es que entonces no existían Scarpettas ni ceeseíes que hubiesen podido observar un par de marcas incisopunzantes en su cogote.


© Producciones Guadiloba

Nuestro amigo Guadiloba no deja de sorprendernos, a su habitual agilidad y surrealismo literario, ahora además añade imaginación, intriga y sorpresa, GRACIAS.


31 de octubre de 2013

Personajes Secundarios

Para Joaquín y Sabrina
(con algunas referencias tan antiguas como ellos)

         Desde siempre fui teatrero: maquillaje, vestuario, parlamentos, en fin, ya sabes... Pero cada uno conoce (o eso se cree cada uno) sus limitaciones; al menos conozco mi cara y mi voz: nunca perseguí la gloria. Por eso mismo, me acabé conformando con unos personajes que no tuviesen el protagonismo de una pata de palo y un parche en el ojo.

         Pero si me dan a elegir...

         En los mitos sería las patas de la sierpe o la otra fruta que Eva no probó. No la maraca de Machín, sino su bronceado; la camiseta panadera de Adriano Celentano y el arenero o monosabio en una de esas tardes que crean afición.

         En las pelis, el negro que rema la piragua en busca de las minas de un rey, la señorita Moneypenny o el cuchillo de Ursula Andressssss; o bien el botones ―con gorrito cortocilíndrico y barboquejo― que le dice al Bogart: “Le están esperando, Mr. Spade”. También el cable amarillo al que nadie hace caso cuando te están gritando por el pinganillo que decidas entre cortar el rojo o el otro (azul, negro... ahí ya hay varianza de colores) en el cuentatrás que se detiene, por mero cansancio o aburrición, un segundo antes de.

         En los anuncios, dios me libre de la presunción de ser la letra chica ―que es el prota―; me basta con la marca de lencería que todo el mundo olvida por estar más pendiente de las tetas de la modelo escasamente cubiertas por aquella. O el tornillo de la llanta que va crujiendo mientras el vehículo acelera entre paisajes de ensueño. Incluso el logotipo en árabe de la Coca-Cola.

         En las series de TV, me gustaría ser Illya Kuryakin, antes de hacerse forense del NCIS; o una espada láser de juguete abandonada en la salita de estar de los Big Bang Theory o bien en el dormitorio de Bart Simpson (nunca el actor secundario Bob, que ése es otro prota). Y ya, puestos a dibujos, la araña que vive en el descansillo del último piso de 13, Rue del Percebe.

         Y en eso que llaman literatura, quisiera ser no aurora boreal sino las cadenas de Segismundo, el bosque móvil de Macbeth, el hobby-horse de tío Toby en Tristram Shandy, la nalga ausente en el Candide o el rucio de Sancho que se pierde y luego aparece y eso... Y en Hamlet quiero ser la calavera.


© Producciones Guadiloba

Nuestro amigo Guadiloba, nos remite lo que el llama "trochería", no hay duda, la riqueza y los giros del lenguaje... made in Guadiloba. GRACIAS.

2 de octubre de 2013

Cuentos Infantiles

Siempre consideré que los relatos de nuestra infancia tenían su puntito de morbo: No sólo ya que la abuela de Caperucita (cómeme) tuviese inclinaciones zoofílicas; ni que el Dr. Lemuel Gulliver, al comienzo de sus viajes, allí pancá los liliputienses, pudiese albergar veleidades de bondage pasivo.

 Por no hablar de las versiones cinematográficas de Schneewittchen und die sieben Zwerge (los siete enanitos, en fin, tú ya sabes…); ni siquiera de Pinocchio.

También tenía mis dudas sobre si las ajustadísimas calzas de Robin Hood...

         Pero lo que más me llamaba la atención eran las palabras de aquella inocente criaturita: "¡El Rey está desnudo!":

         Su Majestad la miró con una sonrisa benevolente:

         ¡Por supuesto! A él nunca le habían engañado esos sedicentes pañeros que, magia mediante, pretendían hacerle un traje nuevo al Emperador.

         Él siempre había tenido deseos exhibicionistas y ahora, por fin, gracias a semejantes imbéciles, podía ir a caballo por las calles, como una Lady Godiva a pleno sol y con las ventanas de sus súbditos escandalosamente abiertas.
  
© Producciones Guadiloba S.M.L.

Nueva aportación de nuestro amigo Guadiloba, gracias por tus reflexiones sobre los relatos de nuestra infancia.

29 de julio de 2013

Panurgo y Asociados (16)

Han cambiado de portero: Cerbero de El Infierno, un segurata subsahariano, negro (que también hay blancos al sur del Sahara), de tres cuerpos. No lleva uniforme; para imponer, bastan sus bíceps, su envergadura y unas gafas negras (aunque no subsaharianas).

PANI.— (Jugándoselo todo. Al negro.) Buenas noches.

Ante la indiferencia senegalesa, se coló como Pani por su casa. Dentro, Áglae y Talía, de riguroso luto por la compañera. Al menos, él así interpretaba el brillo de aquellos estrictos trajes con cuero negro, en cuyos pliegues el esmalte sable del látex se irisaba en sinoples y tonos glaucos, como de betaxantina. Flotando entre los trastos acumulados en ese estante que tienen algunas barras por cima (con evidente peligro de desprendimientos sobre tu consumición), Eufrosina sonreía como siempre, mariposeando.

PANI.— (¡Oh, quién fuera hipsipila...) Hola, princesa maravillosa.
EUFROSINA.— (Bajando de las nubes de humo que exhala la clientela.) Hola, cielo.

Y en esas mieles pasaron el tiempo que ya no les pasaba hasta que madrugó el lamentable aspecto de Soci.

PANI.— ¡Ha sido gorda la que te ha montado Mariblás, no?
SOCI.— ¡Qué va! ¡Ni me ha visto! Por lo ídem, había bajado sólo por tabaco y se marchó antes de que yo saliese del Caballeros.
EUFROSINA.— Entonces, ¿esos moretones y arañazos, esos jirones en la vestimenta...?
SOCI.— Nada: La Petri, que es muy fogosa. Mis sudores y otros humores me ha costado, pero he conseguido averiguar la causa de la muerte de la Cumana.
PANI.— ¿Cuála?
SOCI.— Atosigamiento. La misma arma que le produjo aquellas innúmeras laceraciones debió inocularle en la sangre un veneno ignoto por La Ciencia.
PANI.— Hay que hacerse con una muestra de esa sustancia cuanto antes.
SOCI.— Tranqui. Ya me la proporcionó la Petri en una placa homónima. He dejado el cultivo en la cocinilla de la agencia.
PANI.— Pero, ¡hombre de dios! ¿No ves que El Caos Reinante modificará los resultados?
SOCI.— ¡Venga ya! Si nos ponemos con chuminadas ceeseíes y con indeterminaciones heisembergas, mi ojo en el microscopio también los modificará... y tu ojo en el tu croscopio, tres cuartos de
MARUJA.— ¡Caballas, caballas, cabaaallas!
SOCI.— Y una cosa más: sé dónde murió -y rebuscó cigarrillos bolsilleros.
EUFROSINA.— Guillotina de Mendosa, ¿qué hasés que no funsionás?
SOCI.— (Descolocadito.) ¿Mande?
PANI.— Que cuentes ya dónde murió la Cumana.
UN CLIENTE.— (Interruptor postulante. Se dirige a Áglae tremolando un billete por sobre la cabeza de Soci.) Oyess, ¿me cobras cuando puedas?
AGLAE.— (Corsé con ristre para la fusta.) En absoluto, cariño. A mí mis papás, aparte de lo de las lucecitas del puerto, me dejaron dicho que cobre cuando NO pueda.
CARIÑO.— Pos vale, graciosilla. Pos me voy y a ver cómo cobras.
ÁGLAE.— El negocio no es mío, cariño. Ni quito ni pongo Duguesclines, pero si quieres tener el culo cual no digan dueñas, me basta a tu salida un timbrazo al subsahariano de la puerta...
CARIÑO.— (Abriéndosele todos los ojos.) Pos yas cobrao. (Y sale.)
AGLAE.— Hay que ver el éxito que tiene este portero nuevo. En cambio, una... (Mirando a Soci con intención inconfesable.) Nadie me dice pahí te pudras.
2 x 105 DE ELLOS.— Ahí te pudras, graciosilla;
ahí te pudras, podredumbre;
ahí te pudras y te quedes
en el sitio
por do más pescado había.
SOCI.— ¡Ya me acuerdo! Están comprobándolo, pero es casi seguro que la Cumana murió en el puerto.

© Producciones Guadiloba S.M.L.

Gracias a Guadiloba por el nuevo capítulo de esta interesantísima serie. El autor nos advierte que éste es el último artículo... por ahora; ya que el resto está sin acabar de redactar y llevará un tiempo. Esperamos impacientes.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 27 de Enero de 2011.

24 de julio de 2013

Documenta Naturae


En el amanecer, negro, rojo y plateado, como un disfraz de Spiderman, se enfoca a una flor de esas de los desiertos, que se ve abrirse acelerada. Al mismo tiempo el sol, sólo insinuado al principio, sube a mayor velocidad que la de su luz. Cuando los ancestrales rayos —atravesados por una flecha de flamencos— que iluminan la sabana serenguética rompen en los párpados del cachorro de león y él se despierta, la cámara sube a los primeros azules del paisaje y fundido: sale del cubil el leoncillo corriendo hasta encontrar a su padre, que está, con sus garras recién afiladas, peinando su ¡cómo no? lustrosa melena mientras se mira en el espejo de las aguas de la laguna, tan sólo enturbiadas por algunas "fantásticas diatomeas".
               —Papá, papá... Hoy vamos a cazar gacelas, ¿verdad? Me lo dijiste, ¿verdad?: sangre y fibras y gemidos...
              —Lo siento, pequeño, pero es que hoy vienen los de la National Geographic y...
                Ante los ojos decepcionados del cachorrillo, añade con un punto de café cargado de amargura:
                —... y mañana tengo posado para la Disney.

©Producciones Guadiloba

Nueva Colaboración de Guadiloba, cortita pero en su línea... genial. GRACIAS.

22 de julio de 2013

Panurgo y Asociados (15)


Siente cómo le manipulan la cremallera del pantalón y mira a Pani, quien le insta al interrogatorio con el entrecejo, mandibulabatiente por lo bajinis.

SOCI.— (Cortado. Intentando cortar el avance enemigo.) No. Si no es eso... Verás: ¿Tú conocías a una que le decían la Cumana?
PETRI.— ¡No me digas que te gusta esa vieja flacucha? Pues, hijo, no sé qué le ves, teniendo lo que tienes aquí delante... (Menea el busto que da gusto. No es vanidad; es que últimamente todo es silicona y atrapar vientos.) Esa Cumana es una bruja asquerosa.
SOCI.— Era.
PETRI.— ¿Cómo?
PANI.— Ésta no sabe ni que ha muerto. Déjalo, Soci, y vamos a El Infierno otra vez, a ver si sacamos algo en claro allí.
PETRI.— (Lleva el pulgar y el índice de la mano libre a las comisuras. Se limpia esplendorosamente fija.) Pues fíjate que yo la vi el otro día... bueno, hace un mes o así... Iba a en cá la Ésa, pidiendo guerra, yo, por ahí detrás, por la avenida, cuando la veo que viene por el otro lado con un tío horroroso, no como otros... (Ya no aprieta: estruja.) y aprieta el paso y deja atrás al tío y cruza a mi acera y se viene para mí y
LA UNÍSONA PARROQUIA O CLIENTELA.— ¡Gol!
EL LOCUTOR.— ¡Goooooool; gol de N-inho!
SOCI.— (Escapando de las petrigrifas garras.) Perdona un momento; voy a...

Se levanta y hace un gesto followme a Pani, que entra tras él en el Caballeros mandibulabatiendo todavía. Dentro, Soci apoya la espalda en la puerta para evitar intrusiones.

SOCI.— Oye, ¿por qué no te vas tú a El Infierno, con perdón, y mientras tanto yo intento sonsacarle a ésta algo de lo de Eufrosina? Podemos quedar más tarde... o, si no, mejor mañana, en  Los tres hermanos.
PANI.— De acuerdo; pero sé discreto en la sonsaca porque, cuando veníamos para acá, he visto que entraba Maryblás.
SOCI.— ¡Fu! Bueno, tú ten cuidado con el portero de El Infierno; yo ya veré cómo me las apaño con esto.

Al irse, llama la atención de Pani el logotipo en la ropa de un cliente -flequillo rubiasco, con patillas muy cortas de un tono más oscuro-, que esgrime su cigarrillo como si argumentase contra una injusta decisión arbitral. Por la camisa rosa de manga larga y puños vueltos, con maza de polo y gorrilla de visera, va cabalgando un jinete sobre un cocodrilo.

Producciones Guadiloba
(continuará)

De nuevo Guadiloba nos deja con la miel en los labios, esperamos impacientes , GRACIAS por tu siempre erudita e inestimable Colaboración.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 07 de Enero de 2011.

15 de julio de 2013

Panurgo y Asociados (14)

En la TV del Sésamo, fútbol. Vocinglerío. Muchas parejas; algunas, solas; la mayoría, agrupadas de a cuatro o de a seis. Ellos, ufanos de no parecer machistas, porque hoy, que no es ni domingo, han sacado a la parienta... al bar de abajo, a ver el partido. Ellas, quizá conjuradas, en huelga de silencio... que ellos malinterpretan como deliciosa sumisión. También los hay de non. A uno de éstos, de mirada funcionaria, pretende emparejar Petri dándole la barrila en la barra hasta que ve entrar a Soci.

PETRI.— (Musical, dentro de lo que cabe.) ¡Hooola!
SOCI.— (Levantando mucho las cejas.) ¿Qué hay? (Y se dirige a la única mesita libre.)

Petri abandona sus intentos de hacer pasar como antiguas marcas de vacuna el mordisco que amorata su paleta izquierda y va tras él. El funcionario se acomoda acodándose en la barra, respirando relajado y sonriendo feliz como si le diesen puente. Ella planta su yintónic picaenflandes en la mesita de Soci y se sienta a su izquierda.

PETRI.— (Apoya su mano derecha en el muslo de Soci, y aprieta.) Hooola, churrita.
PANI.— (Sentado, qué más da, frente a Soci.) ¿Te llama «churrita»?
SOCI.— (Confuso.) Ya ves... Cosas suyas.
PETRI.— (Mirando un asiento vacío.) ¿Con quién hablas?
SOCI.— (Confuso.) Ya ves... Cosas mías. (Mirando la tele.) Calla: Las noticias.

Llega el recreo del partido y en el telediario sale Bernáldez, el cabecilla de LOT (La Organización Terrorista), reivindicando el atentado. Lleva barba y se toca a veces con turbante, a veces con txapela y a veces las narices, sin dar ni clavo.

BERNÁLDEZ.— Esta vez hemos dado en el clavo (y ciento en la herradura). Los Funestos Poderes que nos oprimen, nos dominan, nos sojuzgan y... nos oprimen, los muy cerdos, no tendrán ahora más remedio que atenerse a nuestras reivindicaciones que, como de costumbre, son las siguientes:

1ª. Desmantelamiento de todas las SuperEstructuras Vigentes.
2ª. Establecimiento de Otras Nuevas. Y
3ª. A quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga y aquí paz y después Gloria Gaynor: Sobreviviremos.

También entrevistan al político de guardia, que se ha puesto la socorrida cara de absoluta repulsa de estos violentos atentados.

EL SR. MINISTRO.— (Indignadito.) Mujeres y niños... Ya sabemos y conocemos que para esta Organización, como su propio y particular acrónimo indica o denota, las mujeres son como estatuas de sal. Pero por lo que respecta o incumbe a los niños, infantes y criaturas... ya les comentaré más adelante, que ahora empieza el segundo tiempo. (Y vuelven a conectar con el estadio.)
PANI.— Pregúntale por lo de Eufrosina...
SOCI.— Ya voy, ya voy.
PETRI.— ¿Ya te vas? (Melosa.) Dime, ¿dónde vas a ir tú que estés mejor que conmigo, eh? (Vuelve a apretarle el muslo, más arriba ahora.)
PANI.— ...y si tiene relación con lo mío... Y pregúntale si conocía a la Cumana.
SOCI.— Ya voy; no me seas agobio.
PETRI.— ¿Que yo te agobio? (Más melosa aún, redulzona, prácticamente diabética.) No era eso lo que me decías a la orejita...

Producciones Guadiloba
(continuará)

Guadiloba no deja de sorprendernos y mantenernos intrigados, GRACIAS por el nuevo capítulo de esta intrigante serie.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 04 de Enero de 2011.

11 de julio de 2013

Recepción


Érase un ente a un iPhone pegado...
(Quevedo seis punto cero)
Recepción Mid-Season en Perrins Manor: Sir Humpt, conde de Perrins, hace el habitual gesto de sacar por la ventana la mano con la palma vuelta hacia arriba, como un meteorólogo pordiosero, por ver si llueve. Pero, al comprobar que solamente es una amarilla nevada de flores de aromo, arrancadas por los últimos vientos de la primavera: 

— By Jove! —exclama, con sólo el signo de cierre —¡Parece que el tiempo acompaña! —parece que se decide por el doble signo. 

Y al rato el anfitrión recibe todo lo calurosamente que puede a sus innúmeros invitados, según va anunciándolos un señor con patillas, librea y un bastón: 

— ¡El Káiser de Nosedónde y su evabráun! 

— Bis bald —le davidbisbaldea sir Humpt, mientras ejecuta un vertiginoso movimiento de rotación sobre sí mismo y otro simultáneo de traslación alrededor de la evabráun (no concurrentes ambos, con lo cual se puede ver, cara a cara, la cara oculta del conde de Perrins). 

— ¡El Xeij de las Dunas y sus cuatrocientas esposas! 

— ¡Imshi aljara! —le aljamía inversamente el conde y, al incorporarse de la zalema, tropieza con uno de los tropecientos lacayos que le cateringan el fiestorro a ojo y bandeja a mano alzada. Mira tú por dónde no se ha roto ni una copa. Ni dos. 

— ¡Su Alteza Morenísima, el Príncipe de Palm Beach! —se desgañita el del bastón —¡De solateras! —y allá que te va un barullo de herederas secundonas. Entonces, ante cien ojos que aguardan cincuenta autógrafos y algo más: 

— Encantado de surfearle —le cosquillea los dedos el conde antes de entrechocar los nudillos. 

Y se enzarzan ambos en una discursa sobre las series de TV: 

— ¿Se ha fijado, sir Humpt, en que en los NCIS (aka Navy) la iluminación está tres puntos por debajo del umbral de la ONCE? 

— ¿Y Vuestra Alteza en que en Law & Order, a más de ello, el volumen de la banda sonora es el triple que el de los diálogos? 

— Sí, ya lo he notado; pero todo eso es simplemente porque los teleespect########################################### 

Volvemos en... 6 minutos. Pero no desesperen; al cabo de medio minuto más, continuaremos con un abrumador chaparrón de anuncios (esta vez sin indicación de lapso). 










N.A.D.I.E.GmbH patrocina este espacio en blanco. ########################################### 

— y eso es lo que hay, mi querido conde.

— ¡El Ínfimo Mandarín de los Orientes y su puñetera madre, con alguna que otra de sus letales concubinas! —Sir Humpt tiene en su régimen foral interno ciertas dudas paradójicas sobre si sería mandarín decirle “Ni hao” o quizá “Fu-man-chú”, con lo que, ante su gesto a estas alturas ya interrogativo, opta por darle la respuesta homologada en cualquier chino:

— ¡Ah!, sí... Segundo pasillo.

En ello anda cuando vocifera el tío de la bastona (abollada la contera a golpes d’Annunzio, la dorada bola superior brillante a juerza de brazo y sidol):

— ¡Lord Albertshire, Duque de Worcestersauce!

— ¡OOOOHHhh!

La pública exclamación general no va dirigida ni al duque ni a la amistosa mano que le tiende el conde; simplemente es que acaba de aparecer en lo alto de la doble escalinata, allí al fondo, la condesa de Perrins, de traje de amplio vuelo, gasas, sedas y flores, toda de rubia hasta los pies vestida. El asombro de los concurrentes crece al ver cómo ella, ya sea por la anchura de sus caderas (vulgo esteatopigia), ya por el principio de indeterminación de Heisenberg, consigue bajar por ambas escaleras a la vez.

El duque de Worcestersauce avanza por tol mismo medio de la gran sala, aparta al marqués de Hellmans —quien no tiene nada de satánico— de un enérgico envión y se dirige al pie de la escalinata a una velocidad lo suficientemente sincronizada como para llegar al tiempo en que ella termina de bajar el último doble peldaño.

La condesa de Perrins —amplio vuelo hasta el tobillo, gasas, sedas, flores— le hace la consabida reverencia y el duque:

— MaDame, ¿no nos hemos visto antes? ¿Quizá en la sonriente recepción del untuoso Margrave de Cheshire, en la segunda base?

— Pues no estoy segura, pero... —Y vuélvese a agachar, corropatateramente, esta vez no por reverente, sino para asir con una mano el amplio vuelo intertobillar y subir gasas, sedas y flores, dejando al descubierto sus alabastrinos muslos tan sólo tachonados por algunos cuajarones sanguinolentos de vete tú a saber qué plenilunios.

Cuando tiene más arriba del ombligo el borde del vestido, se mete por dentro de las bragas la otra mano; de allí extrae su móvil y, mientras lo manipula, continúa:

— espere un momentito, my sweet Lord, quenseguida se lo miro... Si es que hay cobertura...


© Producciones Guadiloba

Después de una larga temporada, Guadiloba nos regala otra de sus inconfundibles obras. GRACIAS. 

8 de julio de 2013

Panurgo y Asociados (13)

Soci pulgarea en el teclado de su móvil. Intermitentes sonrisas bobaliconas. Guarda el teléfono y mira a Pani. Tropieza en un alcorque.

SOCI.— (Cespitante.) Era un mensaje de Mariblás, ya sabes... Que le lleve luego tabaco, que está sin.
PANI.— O sea, que Mariblás y tú...?
SOCI.— (Ruborcillo.) Fíjate: Un flechazo. De verdad.
PANI.— (Retóricamente interrogante.) ¿Entonces, va en serio? (Ruborcillo. Confesión por confesión.) Pues yo por aquí (Subrraya el «aquí» como si fuese allá o más.) he visto... (Subrraya el «visto» como si fuesen los cinco sentidos. Y se lanza:) He visto, olido, oído, gusto y tacto a Eufrosina, ¿te acuerdas? Parece ser que también ella le pidió algo tres veces a...
SOCI.— ¡Calla! (Aires de importancia.) Ya estoy en ello.
PANI.— ¿Has averiguado algo?
SOCI.— Sobre ese asunto de Eufrosina tengo algunos datos, pero... (Pone cara de sacrificar hecatombes de Maryblasas en las crueles aras de La Investigación.) Creo que tendré que volver a ver a Petri. Para completarlos.
PANI.— (Per la Madonna!) ¿Quién es esa chica?
SOCI.— No estoy muy seguro de que «chica» sea el mot juste: Es más bien formato mastodonte, pero sin mucho odonte. (Señala el híper de enfrente.) Vamos a entrar ahí un momento, que también tengo que comprar huevos y gel de baño.

Puertas automáticas, escaleras mecánicas y, en el centro del pasillo supraseñalizado como MANTEQUILLAS-SALCHICHAS, un reponedor va apilando, por decenas, por docenas y por treintenas, cartones de huevos. Canturrea al compás del hilo musical.
EL REPONEDOR.— (Al compás del hilo musical.)
La Gallina Venenosa
ha puesto un huevo,
ha puesto dos,
ha puesto... cien. (Y ríe como loco.)
La Gallina Venenosa
ha puesto el doble,
apuesto el doble,
apuesto Apolo,
ha puesto 2 x 105. (Y vuelve a reír.)
SOCI.— Aquí también parece que van Gogh, ¿hein?

Salieron con las bolsas y, antes de llegar a la esquina del parque, les alcanzó la onda expansiva. Vuelan miembros humanos y carritos del híper; un carrito cayó al estanque con gran alboroto de renacuajos y miasmas. Calor de la deflagración y humo y Soci por los suelos. Los peldaños de una escalera mecánica pasaron sobre su cabeza y a través de la de Pani, arrollados como una enorme cadena de reloj, retorcidos como Moebius dibujado a plumilla por Escher.
PANI.— Sí; aquí también Van Damned.
SOCI.— (Levantando de la bolsa la cara mascarilla.) Vaya… Los huevos...

Por si le faltaba algo a nuestra serie favorita, ahora con acción... Guadiloba siempre nos dejas con ganas de más, GRACIAS.


Artículo reeditado: originalmente publicado el 23 de Diciembre de 2010.

1 de julio de 2013

Panurgo y Asociados (12)


Tras la ducha, camino de la agencia, todos los semáforos verdes, precisamente ahora, que necesitaba pensar y aclarar ideas y escurrirlas y tenderlas al sol. La puerta de la agencia estaba abierta. Dentro, el caos -antes circunscrito a la cocinilla, pero quizá previendo futuras dejadeces- se había expandido por doquiera que mirases.

SOCI.— ¡Toma ya! ¡Como en las películas! Ahora van y nos revuelven todo esto buscando... (Recapacita.) Pero, ¿qué van a andar buscando aquí? ¿Y quiénes? (Recapacita.) ¿Y yo qué sé...! Seguro que mi socio encontraría una respuesta para esto... Bueno, por lo menos, encontraría una pregunta para esto. ¡Lo que yo daría por que Pani estuviese ahora aquí...!
LEONARDO.— (Saliendo del caos.)
Dime qué darías,
dímelo tres veces;
dime qué podría
procurarte yo.
Dime qué darías,
dímelo tres veces;
con qué lograrías,
sentirte mejor.
Dime qué darías
dímelo tres veces,
dímelo bajito,
pero dímelo.
PANI.— (Saliendo de la cocinilla.) No le hagas ni puñetero caso, Soci: A) porque lo único que pretende es apoderarse de tu almita inmortal y hacer que te pierdas, Julián, que tiés madre; y B) porque, como puedes ver, sería un gasto inútil.
SOCI.— (Despavorido en estéreo.) ¡Uaaah! (Bis por el otro canal.)

Menos mal que, in illo témpore y sin que sirviese de precedente, su colega se avino a razones y el local para la agencia se alquiló en un entresuelo y no en un ático panurguínfulo, porque –pese a estar dotado de ascensor alemán, escaleras de paso y de incendios- el bidespavorido Soci atravesó en su salto, rompiéndolo y manchándolo, el cristal de la ventana del despacho hasta caer en la calle, sin mayores contratiempos que el estropicio de uvedés en aquella manta.
EL SIMPAPELES.— ¡Kwendiós...!

Corrió calle y cruce y bulevar y cruce y avenida y casi le atropellan en el cruce y otra calle y cruce y parque y se sentó allí, al final del parque, en un banquito, jadeando, el tabaco, como siempre.

SOCI.— (Encendiendo un cigarrillo en plena belle E.P.O.C.) Si es que no gana uno para sustos: ¿Sería de verdad Pani o alucinaciones mías?

Pierde en el estanque la vista alucinada. En el estanque, juncos, nenúfares a medio abrir, botellonas vacías, bolsas de plástico y el brillo atardecido de varios cientos de renacuajos burbujeando la superficie (o costra). Sobrevuela una gaviota.

SOCI.— ¿Y si Pani no hubiese muerto y
PANI.— (Surgiendo de las fétidas aguas como Venus Estanquera.) Te equivocas.
SOCI.— (Aterradito.) Entonces, ¡tú eres un fantasma!
PANI.— (Humilde.) ¡Qué va, qué va! De más sabes tú que a mí esas arrogancias...
SOCI.— (Aterradito aún pero con un asomo ahora de confianza.) Entonces, ¿qué es lo que eres? ¿Una humilde aparición?
PANI.— (Ignorante.) Pues la verdad es que no lo sé. Todavía no acabo de hacerme a (Ignorante.) esto.
SOCI.— (Le hace sitio en el banco ya casi sin temblores.) Pero siéntate, hombre, y hablamos mejor.
PANI.— No te molestes. Si yo ya sentarme... ¿para qué?
SOCI.— También es verdad. Entonces, me levantaré yo. (Lo hace y comienzan a caminar, juntos, como siempre.) Bueeeno... ¿y cómo tú por aquí?
PANI.— (Ignorante.) Pues la verdad es que no lo sé, ya te digo. Pensé: Voy a ver qué hace mi socio y... ya ves.
EL TIMBRE (RING RING) DEL TELÉFONO DE SOCI.— (Polisónico.) ¡Ring! ¡Ring!

Guadiloba nos sorprende de nuevo, con la fantasmagórica aparición de Panurgo... GRACIAS por tus inestimables colaboraciones

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 16 de Diciembre de 2010.

24 de junio de 2013

Panurgo y Asociados (11)


Interior penumbra. Suenan campanadas. Por entre las láminas entreabiertas de la persiana entra el sol, dejando brillos acebrados de motas de polvo en el aire y michelines corpúsculo-ondulatorios en un costado de la sombra. El otro extremo: reflejo en el espejo hasta los ojos y acaban de sonar las campanadas.
SOCI.— ¡Kwendiós...! Las once de la madrugada y yo con estos pelos… (¿en la lengua? No seas torpe; basta con el ilativo bis innecesario de:) y yo con estos pelos. Será mejor que me vaya y empiece a pensar algo.

Besa el flanco azul y rosa de Maryblás picassa -que sigue dormida-, puerta de servicio y baja a la rotonda por las escaleras. En el Sésamo, entretiene el desayuno prensa crucigrama con miradas alternas a la cromominifalda ultrabarra y a la Petri, que acaba de salir de los aseos, esta vez del Caballeros. La peluca, de un negro rojizo, cocacolorado, la lleva al bies.

PETRI.— (A la cromocamarera.) Bonita, anda, sé buena y ponme otro yintónic de bifíter, questoy mu mala.

Y, pretendiendo picardía, le guiña un ojo como puede. Las bolsas de sus ojeras, hijas de mamá canguro y papá Ubú; trémolo el belfo.

BONITA.— (Telarañas en la voz antigua de la tierra.) ¡Marchando!

Soci entresueña con pasar por su casa y duchazo antes de ir a la agencia cuando salen también del Caballeros los dos niñatos de las motocicletas. Erizo el cabello, color zurrón castaño, a fuerza de fijador; y el otro, gorrilla de visera. Se arriman al lado de la Petri risillas aleladas.

PETRI.— (Se lleva las manos a las nalgas y, falda mediante, se arremanga el tanga.) Y ponles algo a éstos, Bonita, que también están malitos.
UNO DE LOS NIÑATOS.— (Cansadillo.) Déjalo. Si nosotros ya nos tenemos que ir. El autobús sale...

EL OTRO.— (Gorrilla de visera.) Ya mismo.

Adormilado aún, Soci mira a Petri acariciando el cuello de ese niñato. La gargantilla de cauris -nácar y dientecillos ensartados en un cordón de cuero- podría haber pagado, tiempo atrás en la africana costa, el precio de un esclavo. Pero despierta del todo al ver cómo, entre las caricias, ella le mete, en el bolsillo de atrás del bolsipantalón, un arrugado rabillete de euros en colorines.

SOCI.— (Aguza su olfato de tective. Casi resuelto.) Caso resuelto... por las narices. Pero es una pista que hay que seguir.

Cuando se queda sola, Petri suspira por aprovechar los restos que le habían quedado en los ollares y se atusa la blusa que la embute y despechuga. Se cruzan las miradas y Soci la ve venir.

SOCI.— (Recordando la piel dulce de Maryblás y sintiendo ese arrepentimiento a priori que los malvados llaman justificación.) Bonita manera de comenzar una relación... (Como si hiciese una cita.) Pero es una pista que hay que seguir.

La octubérrima Petri, además de la mirada, ha cruzado el espacio que separaba su escote de las mismas narices del vacilante Soci.

PETRI.— (Mirando el aguardiente de Soci y más cosas que tiene por delante.) ¿Me dejas invitarte? (Y luego, como si se lo hubiese pensado mucho:) ¿Te vienes a mi casa?

SOCI.— (Interpone una mano disculpante.) Es que yo debería darme un duchazo, porque... (Y pasa el dorso de los dedos por la canal oferta.)

PETRI.— (Mueca una sonrisa.) Después.


Guadiloba nos sigue deleitando con la serie de nuestros investigadores preferidos, GRACIAS

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 09 de Diciembre de 2010.

17 de junio de 2013

Panurgo y Asociados (10)


Desde la barra del Sésamo, Soci mira ensocismado los anuncios de la tele. Ahora, una rubia teñida de negro acaba de quitarse un guante de medio metro y raso; mira hacia la cámara y susurra:

LA TELE.— (Muy Gilda.) Whisky Glennford. El auténtico bourbon escocés. Prueba Glennford. Sienta como una bofetá.
LA CROMOCAMARERA.— (Voz de dueño de taberna con telarañas. Ambos.) ¿Qué va a ser ahora? ¿Otro café?
SOCI.— (A lo suyo.) Un caldito Glennford. Sin hielo.

Emerge de los aseos una parroquiana considerable, de edad y volumen superiores a la media, bembona la papada. Una peluca evidente pretende ocultar las consecuencias de la quimioterapia. Por la cremallera de los vaqueros, mal subida, se ven un pico de la retorcida blusa de blao y unos encajes. Eslalon de mesitas para llegar hasta la barra. Atrás, por el solomillo, el otro pico de la blusa. Mira a Soci -que sigue como traspuesto- con ojillos vivos de onanista compulsiva y se almorrana en un taburente para que se le comente el reciente accidente.

LA CROMOCAMARERA.— (Comentarista.) Pues sí, Petri, hija. Aquí mismo en la puerta. Una moto de éstas de los niñatos... Y ella era colega mía. Eufrasia o Eufrasiana o algo así... Trabajaba en un pah de ahí de la avenida, que le dicen El Infierno. Muerta en el acto.

En alguna parte del cerebro de Soci, el recuerdo de la voz cantante de Maryblás y del gesto y las palabras del Dr. Aki:

ACKLOR.— (Negando cabezabamboleando.) Disculpen a Maryblás. La pobre tiene tales trauma y trabuque comunicativos desde su cada día más alejada infancia: Vino a ser más o menos cuando se enteró de que su madrina le puso ese nombre porque siempre le habían dado grima las voces del diccionario cuyas definiciones encabezaban las abreviaturas Mar. y Blas. Tenía una verruga aquí... La madrina.

Servilletas de papel. Descomunal lucha de Soci por sacar una del servilletero sobrelleno. Al fin lo logra; corta la franja del Gracias por su Visita . En el resto, algo más corto que una cuartilla, casi cuadrado... Recorta un lateral. En el resto, cuadrado excepto por unos dientecillos rebeldes, escribe:

LA SERVILLETA DE PAPEL.— (Posteriormente doblada en cuatro.)
     A Mariblás
Me gustaría decirte
que eres la primera persona
a quien he visto con estos ojos;
que eres la primera
persona cuyo tacto
(y gentil discreción)
han deseado las yemas
cada vez más claras de mis dedos.
Pero no puedo mentirte:
no eres la primera
porque tú
siempre serás la segunda persona
del singular.
SOCI.— (A la cromocamarera.) Por favor: ¿Podría entregarle esto a Maryblás, la de la 2ª planta?

Adjuntaba, en otra servilleta previamente destrozada, su número de teléfono y un borrón con el que había tachado un dibujo obsceno.

Nueva entrega de Panurgo y Asociados, ya sin Panurgo. Nuestro Colaborador Guadiloba nos tiene en ascuas. GRACIAS de nuevo.

Artículo reeditado: originalmente publicado el 02 de Diciembre de 2010.