Al principio de los tiempos (en una galaxia
muy, muy lejana) sólo existía el ¡ATR! buscando el fuego
y algunos tarzanes después del ¡NGAWA!, como elementos de comunicación con los
que fueren. Eso se hacía a gritos, independientemente de quién tuviese [la]
razón.
Hubo
tamtames y Rascayú. Y mucho, mucho y más mucho después empezaron a aparecer los
primeros síntomas; pero eso ya fue en los tiempos aquellos de Graham Bell o
Elisha Gray: todos eran fijos; generalmente clavados o atornillados a una
pared: Tiempos de conferencias, clavijas, operadoras, cobro revertido y espere
usted, que tiene demora.
Desde
la pared pasaron a la mesa o a la mesilla sin acabarse de separar del todo,
pues que aún tenían ese cordón umbilical de tirabuzón o sacacorchos (que viene
a ser lo mismo).
De
a poquito a poco fueron desprendiéndose y consistieron en unos carísimos
maletines/maletones que pesaban lo suyo y lo ajeno y se llevaban en la voiture
o a pulso: Sólo los tenían los que tenían.
Luego
vino la miniaturización niponotecnológica y uno se asomaba al balcón y ya veía
a toda aquella gente que iba por la calle hablando sola y agarrándose una
oreja.
Tras
ello llegaron ciertas aplicaciones: como la posibilidad de escritura con un
móvil, vulgo SMS. La gente pulgareaba frenéticamente en el aparato como no
veas. Resulta que a mí me gusta más escribir que a un tonto ─como yo─ un lápiz
(aunque no tenga punta), por ello me compré uno de esos móviles y, con
semejante acción, piqué en ese pecado sin shakira: Aquellos seguían dándole al
pulgar y mirando la pantallita.
Pero
luego han venido las demás apps y los aparatos han ido aumentando de tamaño y
de sensibilidad táctil (tiene wassap la cosa ¿verdad?). Y han comenzado a ser
adorados por todo lo que se les daba y, a cambio, los "usuarios" les
rinden homenaje y en ese tacto les
acarician su pantalla con fervor.
Supongo
que lo penúltimo que nos falta es contemplar cómo crece o aumenta la cosa aún más de volumen y ver después a esos fieles "abonados"
en pleno éxtasis ante su aparato, de rodillas y boquiabiertos, más o menos a la
altura de una negociable bragueta.
© Producciones Guadiloba
Guadiloba nos narra, con su peculiar estilo, la evolución de las comunicaciones desde los albores de los tiempos a nuestros días. Magistral Guadiloba. GRACIAS.