Existen multitud de disciplinas -la medicina, la psiquiatría o la psicología son tres ejemplos claros- que estudian las enfermedades o alteraciones del ser humano -bien se trate del cuerpo o de la mente-, pero curiosamente no existe una disciplina cuyo objeto de estudio sea la persona en su condición más saludable, es decir, en su normalidad o habitualidad.
Quizás por este motivo no sea de extrañar que los seres humanos nos sintamos muy solos, y poco aleccionados, en la tarea de encontrar el camino personal que nos ayude a ser más felices y optimistas en nuestra andadura cotidiana.
No obstante, hay trucos que, sin lugar a dudas, contribuyen a lograrlo:
Un buen comienzo es convencerse de que el momento presente es el mejor de cuantos nos restan de vida, y, además y sobre todo, el único que tenemos la certeza de poseer. No sabemos a ciencia cierta qué nos deparará el mañana ni seremos jamás más jóvenes de lo que hoy somos; por lo tanto, y puesto que estamos sanos (si así no fuera, tendríamos que dejar intervenir esas otras disciplinas a que nos referíamos más arriba), es claro que la inteligencia práctica demanda aprovechar en lo posible el momento actual. Disfrutar hoy y ahora, sin postergar ni un segundo más esa ansiada felicidad, es la primera clave del éxito en esta peculiar empresa. La felicidad, por tanto, reside en vivir y disfrutar del momento presente.
A partir de aquí el truco está en ilusionarnos y crearnos una motivación. Cada uno en su línea. Porque dicen los expertos que la felicidad no se produce sólo en el instante en que conseguimos lograr aquello por lo que luchamos, sino también y principalmente en una fase anterior, es decir, en el proceso de preparación previa, de planificación, de imaginar lo que, con nuestro esfuerzo y esa estrategia que estamos diseñando, conseguiremos mañana.
Acordémonos de nuestra infancia y de la llegada de los Reyes Magos: los mejores momentos los vivíamos en la esperanza ilusionada de su visita, en el proceso preparatorio de esa noche mágica, con la colocación del agua para los camellos y la disposición de nuestros zapatos, llenos de ilusión y fantasía, en el lugar adecuado en la confianza de que finalmente recibiríamos el juguete soñado. Lo que nos lleva a la conclusión de que la felicidad no es una meta, sino un trayecto.
Y es que, en definitiva, la felicidad nace de la existencia de motivos por los que levantarse cada mañana. Conseguir esa ilusión y mantenerla, hacer posible a diario esa esperanza viva en aquello que a cada uno le resulte especialmente atractivo o gratificante, disfrutar del proceso hasta conseguir aquello que nos estimula, y no diferir el placer exclusivamente al momento final o último de su consecución, es la única “estratagema” que la felicidad exige.
Y para esto contamos con dos armas importantes:
Una, la certeza de que lo que la mente puede concebir también la mente lo puede alcanzar.
En la vida no hay que ver las cosas para creerlas, sino que, justo al contrario, hay que creerlas para verlas. Y no será necesario, ni siquiera conveniente, una mayor inteligencia para lograr nuestro objetivo, porque, curiosamente, el éxito o el fracaso, dicen los entendidos, se alcanza no a golpes de racionalidad sino a golpes emocionales. Basta con procurar el predominio de los pensamientos positivos, alegres y entusiastas sobre los negativos o agoreros para alcanzar cotas cada vez más altas de felicidad. Porque, en definitiva, son nuestros pensamientos los que nos hacen felices o desgraciados, no nuestras circunstancias; tener pensamientos positivos es esencial en la “tarea” de ser feliz.
Dos, la conciencia de que sólo nosotros somos los responsables de nuestra felicidad o de nuestra desgracia (actitud).
Efectivamente las cosas que nos suceden no son, objetivamente consideradas, de ninguna manera predeterminada, sino única y exclusivamente del modo como las queramos tomar.
De otra parte, aunque no tengamos control sobre aquello que nos sucede –aunque hay quien difiere y opina que sí, que lo tenemos, pero éste será otro tema de debate- sí que podemos controlar la forma en que permitimos que nos afecte. Si no tenemos poder alguno sobre lo que otros hacen, sí que poseemos un poder absoluto sobre nuestros pensamientos y emociones ante el actuar ajeno. Por este motivo no debemos responsabilizar a los demás, ya se trate del vecino, del destino, de la suerte o de la sociedad en general, de lo que nos ocurre; nosotros mismos somos los únicos responsables de la manera en que reaccionamos ante lo que nos pasa, y consiguientemente también de nuestra propia felicidad. Con nuestra actitud ante la vida decidimos la calidad de ésta última, así es que es claro que, por nuestro bien, no tenemos ni un minuto que perder para cambiar nuestro talante y transformar la manera de enfrentarnos al día a día y tomar así el control de nuestra existencia.
Ser conscientes de la frase “no te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella” de Elbert Hubbard, ayuda a relativizar y desdramatizar lo menos bueno del devenir diario, e incluso a perder el miedo de todo o casi todo.
Y es que ser feliz no es más que una elección.
Finalmente, contamos con la ventaja de que la felicidad se contagia: una sonrisa amable al vecino al salir de casa, un halago a la persona querida (o menos querida), un enfoque positivo de lo que nos ocurre, y tomar clara conciencia de que son muchísimo más numerosas las cosas por las que sonreír que aquellas otras que nos entristecen, y transmitirlo así a nuestros compañeros de viaje, será un buen “método de trabajo”.
Y contamos, para colmo, con la seguridad de que nuestra contribución en tal sentido nos será devuelta con creces, porque, como dice el refrán pero aplicándolo en positivo, “quien siembra vientos recoge tempestades”, o, lo que es lo mismo, la vida es como un eco: si no te gusta lo que recibes, ten cuidado con lo que emites.
Y teniendo ya el sustrato teórico para el logro de la felicidad, sólo nos queda ponerlo en práctica.
No os deseo suerte porque estoy convencida –y empiezo yo misma, desde ya, a aplicarme el cuento- que no nos hará falta.
Que paséis todos un magnífico día.
Nuestra Amiga y seguidora, Sibila, nos remite este artículo, todo un manual de cómo conseguir la felicidad. GRACIAS.
Aviso Importante: Blogger ha recuperado y publicado automáticamente, los comentarios perdidos en el artículo ¿No piensas hacer nada?; por lo que ya se pueden ver todos por su orden.