EL HOMBRE QUE HACIA LLOVER
Un Funcionario del Gobierno, con una gran dotación de mulas cargadas de globos, cometas, bombas de dinamita y aparatos eléctricos, hizo alto y acampó en medio de un desierto, en el que no había llovido durante diez años. Después de varios meses de preparativos y un gasto de un millón de dólares todo estuvo dispuesto, y una serie de tremendas explosiones se produjeron en el cielo y en la tierra. Todo esto fue seguido por un enorme diluvio que lavó al infortunado Funcionario y a todo su equipo de la faz de la creación, y llenó el corazón de los agricultores de una alegría demasiado honda para traducirla en palabras. Un Cronista de Periódico que acababa de llegar escapó trepando a una colina cercana, y allí encontró al Unico Sobreviviente de la expedición -un conductor de mulas- arrodillado detrás de un árbol, orando con,
extremo fervor.
-Oh, no puede pararlo de ese modo -dijo el Cronista.
-Mi compañero de viaje al tribunal de Dios -replicó el Único Sobreviviente, mirándolo sobre su hombro-, su entendimiento está hundido en la oscuridad. No estoy deteniendo a esta gran bendición; con la ayuda de la Providencia, la estoy trayendo.
-Ese sí que es un buen chiste -dijo el Cronista, riendo a más no poder en medio de la espesa lluvia-: ¡Dios respondiendo a los ruegos de un conductor de mulas!
-Hijo de la superficialidad y el escarnio -replicó el otro-, te equivocas de nuevo, engañado por estas humildes ropas. Soy el reverendo Ezequiel Thrifft, ministro del Evangelio, ahora al servicio de la gran firma manufacturera Skinn & Sheer. Fabrican globos, cometas, bombas de dinamita y aparatos eléctricos.
LA FORTUNA Y EL FABULISTA
Un Escritor de Fábulas marchaba a través de un bosque solitario, cuando se encontró con la Fortuna. Terriblemente asustado, trató de trepar a un árbol, pero la Fortuna tiró de él, lo hizo bajar, y se le ofreció con cruel insistencia.
-¿Por qué trataste de escapar? -preguntó la Fortuna, una vez que cesó la resistencia y se acallaron los chillidos del Fabulista-. ¿Por qué me miras de manera tan inhospitalaria?
-No sé qué eres -respondió el Escritor de Fábulas, hondamente perturbado.
-Soy la riqueza, soy la respetabilidad -dijo la Fortuna-; soy casas elegantes, un yate, una camisa limpia todos los días. Soy el ocio, soy los viajes, el vino, un sombrero brillante y un saco que no brilla. Soy la comida suficiente.
-Muy bien -dijo el Escritor de Fábulas, en un susurro-; ¡pero, por Dios, habla más bajo!
-¿Por qué? -preguntó la Fortuna, sorprendida.
-Para no despertarme -replicó el Escritor de Fábulas, mientras una increíble calma se adueñaba de su hermoso rostro.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 7 de Agosto de 2012.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 7 de Agosto de 2012.