Soy un
pecador, lo confieso.
Dicen que soy un vicioso, pero a mi deseo interior no le
importa. A este afán, que de forma desmedida me lleva y me guía hacia la
posesión de riquezas, tan sólo le importa amasar la fortuna más grande jamás
calculada.
En ello estoy desde que mi madre me diera aquella moneda
para comprar golosinas cuando tan solo era un zagal. El brillo del metal me embelesó,
me enamoró, me fascinó. Sin duda fue un flechazo, un amor a primera vista que
traspasa los límites de lo racional. En aquel momento se fraguó una conexión
mística que perdurará para siempre, ya que cuando muera, me enterrarán con
todas las monedas que desde entonces he ido atesorando.
También dicen que soy una persona que no distingue entre el
bien y el mal, que no me importan las normas preestablecidas. Pero ¿qué otra
cosa podía hacer? ¿Cómo podía saciar mi codicia sin ir en contra de lo
políticamente correcto?
En alguna ocasión me he visto obligado a traicionar a
familiares y amigos con tal de sacar tajada. Tampoco voy a negar que soy un
blanco fácil a la hora de dejarse sobornar. Dame un sobre negro con pasta
dentro y haré lo que quieras. Diré lo que me ordenes y seré tu marioneta, siempre
y cuando haya dinero de por medio.
La estafa también es otra de mis actividades preferidas, e
incluso he llegado a robar cuando era necesario para mantener mi caja fuerte
bien nutrida de billetes. Cierto día, hasta vendí mi alma al diablo.
El altruismo y la solidaridad me dan fatiga. No comprendo
cómo puede haber gente que done su dinero para otras causas. ¿Cómo es posible
llenar las arcas de otros mientras vacías las propias? No me entra en la
cabeza.
Codiciar, anhelar y ambicionar mi fortuna durante toda mi
vida, ha supuesto que a mi alrededor revoloteen cual aves carroñeras personas
que dicen ser allegados o amigos. Estos personajes parecen agolparse a mi
alrededor pensando que soy una ONG que tiene fondos para todos ellos.
Si os soy sincero, en los últimos tiempos les suelo engañar
dándoles migajas para que no se alejen mucho. Es el único mecanismo que he
conocido durante mi dilatada vida para no sentirme tan solo en estos momentos
en los que empiezo a sudar sintiendo en mi cogote el fuego del infierno que me
espera al final del túnel.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 30 de Octubre de 2013.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 30 de Octubre de 2013.