Era un italiano perdido en las sombras de la noche. Él era un hombre del campo durante la noche y de la noche durante el atardecer. Él era un uomo di belle porte.
Cuando le conocimos, lo primero que nos dijo, en un italo español, que él no creía en la amistad., sus experiencias habían sido todas muy negativas; curioso, en la hora de la muerte nos viene a buscar y nos declaró eterna amistad. Él era así, un italiano molto speciale.
Roberto era un tipo sufridor, su idioma era una mezcla difusa, latina pero con cadencia: "Antoño fiero leone". "Joseantoño il gran parlare ma non fare nulla". Especial, mitad padrino, mitad Robin Hood, diablo y ángel, noche y día, pero eso sí, siempre con su sonrisa del milano en la comisura de sus labios.
Lo imaginamos en su hotel de Italia rodeado de chicas suplicándole: "patrone danza di pattern per noi".
El jefe, sí, el jefe que siempre fue y de lo que a veces no supo ejercer.
Apostaba fuerte y siempre en la jugada final, jugada que a veces rozaba la inmortalidad; la jugada noctámbula. Cuando la noche desaparecía, Roberto la seguía; él no iba con ella, él era la noche.
Llamamos por teléfono y una voz fría pregrabada repetía: "la persona a la que está llamando no está disponible". Al colgar nos miramos y los dos pensamos: "ya nunca estará disponible", al menos en la dimensión que conocemos.
Con él se marcha un poco del espíritu de la elegancia, del señorío, el de la mirada de los dioses clásicos de Roma y también la de los suburbios.
Hoy le dedicamos y le retamos a que vuelva a bailar con nosotros "papa americano".
Hombre grande; gran hombre, de porte elegante y genuino. Tirantes rojos sobre camisola azul en un ambiente estrellado, siempre contemplativo y al pié del cañón.
Imprescindible y añorado en el lugar que el Creador eligió para él, para que culminara su felicidad hasta el último suspiro.
Amable, sonriente y receloso, muchas veces cariñoso, llegó a renegar de su idea ancestral para, a retazos, plegarse a la gran elegía de la amistad.
Sus fieles compañeras, familiares y amigas le trataban con mimo, engalanado sobre una bandeja de plata durante los momentos de compañía. Ambas, siempre inquietas día a día, desde su "partita hasta su voltar".
En algún momento, por desgracia, se tiene que elegir un camino, nunca transitado, para detenerse en un punto del mismo en el que depositar la última expiración y decir adiós, en la inconsciencia, al "imperio" creado durante mucho tiempo.
Fue un hombre con talante latino que no pasó desapercibido por los senderos que le asignaron cuando vio la luz, su génesis.
Su "vechia signora" y su "forza azzurra" le daban algún que otro disgusto, rayas en el agua después de una trayectoria de momentos placenteros.
A Roberto è stato lasciato per invitare l'ultimo drink e che pagherà per noi, sarà la vostra salute, la salute del bucaniere italiana e pasta diavolo in casa o la nostra quota. Buon Viaggio.
Chao Roberto, hasta siempre amigo.