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26 de julio de 2010

La Reflexión de René


Algo habitual en los seres humanos, no diría que en general, pero sí en sociedades más avanzadas, es que reflexionan poco a nivel individual. Me refiero a reflexiones de cualquier tema; inquietudes propias o ajenas; circunstancias que ocurren y un sinfín de situaciones.
Generalmente nos dejamos guiar por las opiniones de los demás, de lo que solemos oír en cualquier medio de comunicación, etc.
Con el devenir del día a día nuestras mentes están inundadas y contaminadas de datos que desembocan en nuestros cerebros. Nos relajamos y nos dejamos llevar, pero pocas veces hacemos un análisis profundo del por qué de cada información que recibimos.
Esto viene de muy atrás.
Hubo un personaje histórico que observó todas estas cuestiones y se preocupó por dar soluciones al asunto, creando su propia filosofía basada en verdades absolutas.
Este personaje permanecía el día entero solo y encerrado junto a una estufa, con toda la tranquilidad necesaria para entregarse a sus pensamientos.
Para él sus designios nunca habían sido otros que tratar de reformar sus propios pensamientos y edificar sobre un terreno que le pertenece a él sólo, aunque la mera resolución de deshacerse de todas las opiniones recibidas anteriormente no es un ejemplo que todos deban seguir.
Decidió ir tan despacio que bien se guardó de no tropezar y caer. No quiso empezar a deshacerse por completo de ninguna de las opiniones que pudieron antaño deslizarse en su creencia sin haber sido introducidas por la razón.
Lo primero que hizo fue no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención y no comprender en sus juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a su espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerla en duda.
Lo segundo, dividir cada una de las dificultades que examinara en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución.
Lo tercero, conducir ordenadamente sus pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco.
Y lo último, hacer recuentos que llegase a estar seguro de no omitir nada.
Empezó con una primera verdad absoluta, frase muy conocida: “PIENSO, LUEGO EXISTO (COGITO ERGO SUM)”
Este ilustre personaje fue el filósofo René Descartes.