Guanabara

Leyendo al buen amigo Teleco pensé en mi aventura brasileña, ya lejana, y como me supongo que habréis leído el espléndido trabajo del profesor Bake Cook sobre la disertación espacio/temporal ¡¡¡los viajes en el tiempo son factibles!!! Pues bien, decidí, buscando nuevas aventuras en el siglo XVI, trasladarme al continente americano donde formé alianza con los portugueses primero y después con los hugonotes, al mando de Nicolás Durand de Villeganon para formar la colonia de la Francia Antártica. Más tarde, un portugués llamado Estácio de Sá conquistó esta región brasileña.
Los gobernantes eran denominados hidalgos y la masa fundamental de los colonos eran delincuentes. Los hacendados, tanto hidalgos como deportados, plantaron en la isla caña de azúcar y obligaron a trabajar en las plantaciones a los indios del litoral.
Entre los colonos casi no había mujeres, y estos tipejos se apoderaban de las muchachas indígenas y las convertían en concubinas y esclavas suyas.
Mi paciencia se colmó y avisé en varias ocasiones al pomposo coronel Roquefort que no permitiría que se siguiera tratando a la población autóctona de aquella forma. Típico de este coronel sólo contesto “Vete a la merde”. Suficiente.
Con mis dotes de guerrera y con un discurso poco ortodoxo logré que los pacíficos indios se enfurecieran y se sublevaran por todas partes contra los intrusos.
Les dimos por el trasero a portugueses, franceses y españoles y en una de las refriegas hice prisionero a un chico que apuntaba síntomas de domador de fieras por su gran destreza con el látigo. Con el tiempo se convirtió en Indiana Jones.
La lucha fue encarnizada y supe que con los recursos que contaba no era suficiente para conseguir vencer; elaboré un plan:
Teleco se encargó de las comunicaciones entre la península y el continente americano, gracias a él pudieron llegar los restantes Bakes. Pearl arengó con sus versos a los indecisos. Nuestro cocinero particular, Cook, hizo aquella noche una cena espectacular que el amigo Beer se encargó de dosificar con la cerveza adecuada para que los hugonotes cogieran la “cogorza”. Luki y Haddock proporcionaron la munición, tacos de billar e intimismo, muy efectivos si golpeabas adecuadamente en el ojo o ano; Gibran colocaba señales amarillas para saber donde se escondía el enemigo. Otra guerrera, Queen, se unió a nuestras filas trayendo a su amiga Alfonsina que más de un cuerno clavó en los testículos de los malos. El joven Josyan proporcionó sus fieles leones que terminaron por derrotar a los necios que dudaban de nuestra valentía porque éramos minoría.
No es necesario deciros que el grueso de nuestras tropas eran los seguidores de los Espíritus Bakes, con su arrojo y constancia fueron decisivos en la victoria final. El resto fue coser y cantar.
Al final, yo, solitaria en la pasión como siempre, me marché con mi joven Indiana Jones para prepararlo en las artes amatorias comenzando por el principio: cómo hay que tocar a una mujer (sin látigo) para que su epidermis, incluyendo pezones, se pongan como un fórmula 1, me refiero al sexo.
No sé exactamente cómo fue pero mis amigos lograron convencer a los nativos, hermanos de sangre, para que a la bahía le pusieran el nombre de Wuana Bara (Guanabara) fundando São Sebastião do Río de Janeiro.

Escribí en un Hevea Brasiliensis (árbol del caucho), mi agradecimiento y, con mi nuevo amante, a África me marché. Pero eso otro día os lo contaré.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 17 de Mayo de 2010.