Panurgo y Asociados discutían cuáles, dentro de la variada iconografía de Las Tres Gracias, les resultaban más graciosas; mientras, sus ojos saltaban de gozo y de una a otra de las tres camareras tras la barra. Ellas olían a jazmín, azahar y algalia respectivamente; ellos tenían ya una borrachera considerable.
Soci.— La verdad es que hace calor en El Infierno, ¿hein?
Pani.— Lo que hace, sobre todo, es música ratonera.
Los bafles.— ¡Chunda, chunda!
Pani.— Por lo menos aquí no tienen un acuario.
Soci.— (Como si hiciese una cita.) Sería improcedente...
Los bafles.— ¡Chunda, requetechunda!
La Gracia de los vaqueros negros, la del centro de la barra, se les acerca, mirándolos alternativamente. Bizquea un poco. Lleva un papelito en la mano, como una cuartilla doblada en cuatro. De bajo la barra, saca un posavasos. Coloca el papel sobre el posavasos frente a ellos:
Eufrosina.— Me han dado esto para ustedes.
Panurgo y Asociados.— ¡Muchas gracias!
Eufrosina.— ¡Qué va! Sólo una.
Los bafles.— ¡Requetechunda, requetechunda!
Panurgo y Asociados, que han estado mirando, en orden caótico no aleatorio, a Eufrosina, al papelito y a Panurgo y Asociados, se lanzan simultáneamente. Rueda el posavasos; rasgan el papel.
Medio papel.— (Mudo.) ere verlos.
El otro medio.— (De la misma naturaleza.) Acklor qui
Pani.— (¿Sorprendido?) ¡Acklor quiere vernos!
Soci.— (El orgullito y el aguardiente le dan un tonillo chuleta.) ¿Qué te decía?
Pani.— (Muy capitán Haddock.) ¡Por todos los diablos...!
Leonardo.— (Con los cuernos, el rabo y el tridente, parece el portero del local muy bien caracterizado.) ¿Querían algo los sres.?
Pani.— Jo; otra vez Los tres hermanos. (A Soci.) ¿Nos vamos?
Soci.— ¡Venga! (Se corrige rápidamente.) Perdón: ¡Vamos!
Esta vez sin aspavientos -sólo han volcado las copas al levantarse-, salen a la calle disimulándolo todo, más bien tambaleantes. Fuera del local es casi madrugada y relente. Se sientan en un banco, bulevar de la avenida, frente por frente a la puerta.
Pani.— Tenemos que volver a entrar. Acklor quiere vernos.
Soci.— (Tirita de relente o lo que sea.) Pero... mientras esté ese portero...
Pani.— Sí. En ese caso, esperaremos hasta que cierren y le preguntamos a Eufrosina cuando salga que quién le dio el papel.
Soci.— (Ya no tirita: recuerda y finge.) Es mona, ¿eh?
Pani.— (Recuerda y finge.) No está mal.
Revolotea -apenas se la distingue- una luciérnaga furiosa. El amanecer lentorro les permite disfrutar de la lujuria triste de las jacarandas bajo los primeros trinos. Se ha apagado el neón. Ya salen Eufrosina, Talía y Aglae, vestidas de calle. Es decir, veste talar blanca, que es lo propio.
Panurgo y Asociados.— ¡Oye!
Las tres Gracias.— ¿Es a mí?
Pani.— Perdona... Eufrosina... Me ha parecido que antes te llamaban Eufrosina... Mira, ¿tú nos podrías decir quién te dio el mensaje que nos llevaste?
Eufrosina.— (Comprensiva.) Pues no sé el nombre pero, mira tú, por esas cosas raras de la vida, sé dónde vive...
Pani.— (Sin dejar de mirarla, admirarla y remirarla, le tiende el mismo papelito.) ¿Te importa escribir la dirección?
Soci se apresura a sacar su bic punta fina. Mientras Eufrosina escribe, las otras dos les miran fijamente. Cada vez se parecen más a Camila y Rosaura. Es más, los rasgos del cadáver de la Cumana se transparentan en ese rostro que les dice:
Eufrosina.— (Sonriente.) Ahí está. No tiene pérdida.
Soci.— La verdad es que hace calor en El Infierno, ¿hein?
Pani.— Lo que hace, sobre todo, es música ratonera.
Los bafles.— ¡Chunda, chunda!
Pani.— Por lo menos aquí no tienen un acuario.
Soci.— (Como si hiciese una cita.) Sería improcedente...
Los bafles.— ¡Chunda, requetechunda!
La Gracia de los vaqueros negros, la del centro de la barra, se les acerca, mirándolos alternativamente. Bizquea un poco. Lleva un papelito en la mano, como una cuartilla doblada en cuatro. De bajo la barra, saca un posavasos. Coloca el papel sobre el posavasos frente a ellos:
Eufrosina.— Me han dado esto para ustedes.
Panurgo y Asociados.— ¡Muchas gracias!
Eufrosina.— ¡Qué va! Sólo una.
Los bafles.— ¡Requetechunda, requetechunda!
Panurgo y Asociados, que han estado mirando, en orden caótico no aleatorio, a Eufrosina, al papelito y a Panurgo y Asociados, se lanzan simultáneamente. Rueda el posavasos; rasgan el papel.
Medio papel.— (Mudo.) ere verlos.
El otro medio.— (De la misma naturaleza.) Acklor qui
Pani.— (¿Sorprendido?) ¡Acklor quiere vernos!
Soci.— (El orgullito y el aguardiente le dan un tonillo chuleta.) ¿Qué te decía?
Pani.— (Muy capitán Haddock.) ¡Por todos los diablos...!
Leonardo.— (Con los cuernos, el rabo y el tridente, parece el portero del local muy bien caracterizado.) ¿Querían algo los sres.?
Pani.— Jo; otra vez Los tres hermanos. (A Soci.) ¿Nos vamos?
Soci.— ¡Venga! (Se corrige rápidamente.) Perdón: ¡Vamos!
Esta vez sin aspavientos -sólo han volcado las copas al levantarse-, salen a la calle disimulándolo todo, más bien tambaleantes. Fuera del local es casi madrugada y relente. Se sientan en un banco, bulevar de la avenida, frente por frente a la puerta.
Pani.— Tenemos que volver a entrar. Acklor quiere vernos.
Soci.— (Tirita de relente o lo que sea.) Pero... mientras esté ese portero...
Pani.— Sí. En ese caso, esperaremos hasta que cierren y le preguntamos a Eufrosina cuando salga que quién le dio el papel.
Soci.— (Ya no tirita: recuerda y finge.) Es mona, ¿eh?
Pani.— (Recuerda y finge.) No está mal.
Revolotea -apenas se la distingue- una luciérnaga furiosa. El amanecer lentorro les permite disfrutar de la lujuria triste de las jacarandas bajo los primeros trinos. Se ha apagado el neón. Ya salen Eufrosina, Talía y Aglae, vestidas de calle. Es decir, veste talar blanca, que es lo propio.
Panurgo y Asociados.— ¡Oye!
Las tres Gracias.— ¿Es a mí?
Pani.— Perdona... Eufrosina... Me ha parecido que antes te llamaban Eufrosina... Mira, ¿tú nos podrías decir quién te dio el mensaje que nos llevaste?
Eufrosina.— (Comprensiva.) Pues no sé el nombre pero, mira tú, por esas cosas raras de la vida, sé dónde vive...
Pani.— (Sin dejar de mirarla, admirarla y remirarla, le tiende el mismo papelito.) ¿Te importa escribir la dirección?
Soci se apresura a sacar su bic punta fina. Mientras Eufrosina escribe, las otras dos les miran fijamente. Cada vez se parecen más a Camila y Rosaura. Es más, los rasgos del cadáver de la Cumana se transparentan en ese rostro que les dice:
Eufrosina.— (Sonriente.) Ahí está. No tiene pérdida.
Nueva entrega de nuestro amigo y colaborador, Guadiloba, ya no podemos pasar sin las peripecias de nuestros peculiares investigadores.
Artículo reeditado: originalmente publicado el 07 de Noviembre de 2010.
Artículo reeditado: originalmente publicado el 07 de Noviembre de 2010.
Se pierde la historia si la publicais tan lejana.
ResponderEliminarechab d menos a nuestro socio maestro del teatro surrealista - no te vendas tan caro - me gusta
ResponderEliminarNo entiendo nada este artículo.
ResponderEliminarBuenísimo, como siempre.
ResponderEliminarDiálogos para besugos.
ResponderEliminarUn poco rollo es o al menos yo no entiendo mucho de que va.
ResponderEliminarDeberíasis de acarar queines son los Panurgos y los Asociados, me suena a panaderia.
ResponderEliminarHe visto el blog del cocinero (primera y última vez) y ha copiado todos los artículos. Ese muchachote cocinará bien pero no ha aprendido a cocinar y mantener amigos. Sólo se me ocurre una cosa: FRACASO TOTAL PARA UN BLOG QUE ES UNA MALA COPIA DE ESTE NUESTRO BLOG. ANIMO A TODOS Y BESOS.
ResponderEliminaresr
ResponderEliminarestoy muy contento con volver a verte en el blog
Muchas gracias a nuestro amigo Guadiloba por su gran participación.
ResponderEliminarSigo pensando que toda la culpa la tiene la de las caballas, por darle tantas a Leonardo.
Hay que reconocer que haces una exposición con diálogo teatral, fantástica. Si le unimos el surrealismo...
Particularmente, me gusta bastante.
Aqui falta el Gibran
ResponderEliminarEsto apunta cada vez a más lio.
ResponderEliminar¿Es lo mismo el vudú africano que la santería caribeña?
ResponderEliminarNo. Pero sí es cierto que la santería es el resultado de mezclar la religión vudú de los esclavos procedentes de la costa atlántica de África con el catolicismo que se les impuso en las colonias americanas, hace 400 años. El vudú (que significa “espíritu” en las lenguas de las tribus fon y ewe) es una religión animista, es decir, que cree que ciertas entidades no humanas son seres divinos o espíritus, o tienen capacidades divinas. Animista procede de ánima: para ellos, las plantas, los animales, los fenómenos atmosféricos y demás entidades materiales tienen un alma o un espíritu, o son la manifestación de dioses y espíritus.
Los ritos de la religión vudú, quizá lo más espectacular y conocido, no son de corte oscuro o satánico, sino que, al contrario, son celebraciones donde esos espíritus poseen transitoriamente a algún celebrante para manifestarse y comunicarse. Aunque en realidad, en el vudú se toma con normalidad la creencia de que las almas de dioses y antepasados conviven con los vivos todos los días. Sí es cierto que en la religión original (en la zona que hoy es Nigeria, Benín, Togo y Ghana) también se realizan ritos para que esas deidades se introduzcan en enemigos de la tribu y les causen males.
La santería apareció sobre todo en Cuba y Santo Domingo cuando los esclavos tenían prohibido practicar su religión tradicional; así que ocultaron sus orishas (dioses) detrás de la figura de los santos católicos y realizaron una fusión entre ambas religiones.
Interesantísimo, Sole, esto es pura Historia.
Eliminar¿Que pasa si un elefante se para en una pata?
ResponderEliminarSe queda el pato viudo.
Los lunes esto no hay quien lo digiera.
ResponderEliminarEl Pani y el Soci están más salíos que el cabo de un cazo.
ResponderEliminarContinúa la incertidumbre lentamente. Está interesante.
ResponderEliminarHay tramos en que me pierdo y a veces no logro coger el hilo de la aventura, pero reconozco el mérito que tiene este colaborador.
ResponderEliminarLa literatura, las comparaciones, las palabras elegidas son excelentes, resumiendo, toda la retórica.
ResponderEliminarSi a esto le unimos las dosis de humor negro, el resultado lo observamos en estos magistrales artículos.
Felicidades a su autor.
Este colaborador tiene un alto nivel de intelectualidad; yo no logro pillar lo que escribe.
EliminarEste Leonardo de los cojones está en todos los fregaos!!
ResponderEliminarSeguro que la dirección escrita es la del Ayuntamiento, morada de mi Maná-Maná, morada del mismo demonio, ah, y de la Maína.
ResponderEliminarNo me entero de nada, no sé de qué va esto.
ResponderEliminar¡Qué miedo, que viene Rajoy con las tijeras!.
ResponderEliminarPensé que el que tenía tijeras era Eduardo, o tal vez Leonardo, yo qué sé!, cualquiera pero Rajoy no, por favor.
EliminarPregunto: hay alguien que comprenda este amorfo?????
ResponderEliminarYo no. No comprendo ni el cuento de Caperucita, cuanto más esto.
EliminarMuy original y bien construido, pero compadre, mucha tela para mi coco!
ResponderEliminarHay que reconocer que la historia por capítulos se hace pesadita y difícil de entender.
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