EL POETA IMPOTENTE
Un poeta que nunca hacia el correcto escandido de sus versos, fue emplazado a presentarse ante el Rey, quien le ordenó que dijera algo en su defensa para evitar ser condenado a muerte.
-Si tu oído es imperfecto -dijo el Rey-, podrías contar tus sílabas con los dedos, como un trabajador honesto.
-Yo cuento mis sílabas -dijo el Poeta, reverentemente-. Pero observe: a mi mano izquierda le falta un dedo... lo mordió un crítico.
-Entonces -dijo el Rey-, ¿por qué no los cuentas con la mano derecha?
-¡Cielos! -fue la respuesta del poeta, mientras elevaba su mutilada izquierda- ¡Eso es imposible... no tengo nada con qué contar! El dedo que me falta es el índice.
-¡Hombre infortunado! -exclamó con simpatía el monarca-. Tenemos que hacer que tus limitaciones e incapacidad no te pesen. Escribirás para las revistas.
EL LOBO Y LA TORTUGA
Un Lobo se encontró con una Tortuga, y le dijo:
-Amiga, eres la cosa más lenta que anda por el mundo. No veo cómo te las arreglas para escapar de tus enemigos.
-Como me falta la capacidad para huir -replicó la Tortuga-, la Providencia sabiamente me proporcionó un caparazón impenetrable.
Tras reflexionar largo, tiempo, el Lobo dijo:
-Me parece que igualmente fácil le hubiera resultado darte patas largas.
DE LO GENERAL A LO PARTICULAR
Un Hombre Sincero le dijo a su Esposa:
-No puedo permitir que me imagines mejor de lo que soy. Tengo muchos vicios y debilidades.
-Eso es sólo lo natural -dijo ella, sonriendo dulcemente-; ninguno de nosotros es perfecto.
Envalentonado por su magnanimidad, él le confesó una mentira particular que le había dicho una vez.
-¡Abominable canalla! -gritó ella, y golpeó tres veces con sus manos.
Apareció un gigantesco esclavo nubio, que despachó al marido con una cimitarra.
Leo a Bierce y pienso siempre que en su fábulas les falta el final, no es cierto.
ResponderEliminarSon finales a los que no estamos acostumbrados, con ironía, surrealismo; rompepechos.
EliminarBierce siempre en su línea.
ResponderEliminarMe parece que el lobo iba para político.
ResponderEliminarMI MANÁ-MANÁ Y LA MAÍNA
ResponderEliminarMi Maná-Maná le dijo a la Maína, su amante y cargo político como su asesora particular:
-Por qué te metistes en la política si podrías haber tomado otro rumbo donde podrías haber llegado a obtener hasta el premio Nobel de la Paz.
-Porque-dijo la Maína-, tengo ansias de dinero y poder. Por ese motivo decidí pegarme a tu lado, para aprender todas las artimañas de la corrupción, el maltrato humano, la prepotencia, la golfería... donde en todo eso y mucho más eres un maestro.
-Entonces-dijo mi Maná-Maná-, estás en el camino adecuado.
Pues ya que estamos, agáchate, ponte en popa, que te voy a meter la caballa en adobo.
El adobo estaba contaminado y la Maina engendró unas fiebre tifoideas que la llevaron al Plan Maestro Educador.
EliminarEsta es la mejor fábula del día.
EliminarEstas fábulas son para personas muy inteligentes. Yo no me entero de nada. Lo siento.
ResponderEliminarSon algo complicadas para todos.
EliminarLo que has leído es lo que es. Este escritor era así.
Un Muchacho a quien su Madre le ha bía enseñado a robar, creció hasta ser hombre, y se convirtió en Funcionario Pú blico profesional. Un día fue sorprendido con las manos en la masa y condenado a muerte. Mientras marchaba al lugar de la ejecución pasó junto a su Madre, y le dijo:
ResponderEliminar-¡Contempla tu obra! ¡Si no me hubie ras enseñado a robar, yo no habría llegado a eso!
-¡Claro! -dijo la Madre-. ¿Y quién, dime, te enseñó a que te descubran?
Me gustó más el artículo de ayer por su originalidad.
ResponderEliminarEl de hoy está escrito por un autor contrastado.
Preciosa la estampa del caballo que encabeza el artículo.
ResponderEliminarLa fábula del lobo y la tortuga tiene más parecido a las clásicas de siempre donde los animales son los protagonistas. La diferencia radica en que el final que le da Ambrose Bierce es más surrealista.
ResponderEliminarLa gaviota vuela alto y cualquier día recibirá un plomillazo.
ResponderEliminarY la gaviotaaa...
EliminarMe gusta cómo escribe este hombre.
ResponderEliminarEl lobo, qué buen turrón...
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