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| Caricatura del conde de Romanones, 1907 (Archivo la Alcarria Obrera) |
Cuan bueno es saber… para conocer!…
Es antológica la anécdota protagonizada por don Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones. Este caballero fue elegido diputado ininterrumpidamente por la circunscripción de Guadalajara desde 1891 a 1923 en las listas del Partido Liberal. Y el secreto de sus reiterados triunfos electorales era una habilidosa combinación de caciquismo y clientelismo hasta el punto de hacer de la provincia alcarreña su verdadero feudo.
En cierta ocasión, don Antonio Maura, que llegaría años después a ser jefe del Partido Conservador y Presidente del Consejo de Ministros en varias ocasiones, decidió disputar el escaño al jabonoso conde. Se presentó en Guadalajara y allí se le informó de que tendría muy complicada la cosa pues el Conde de Romanones ofrecía a cada elector 2 pesetas por voto y que eso había generado un tejido cautivo muy difícil de rasgar.
- Muy bien, dijo Maura. Si Romanones paga el voto a 2 pesetas, yo lo pagaré a 3.
Y, dicho y hecho, Maura empezó a comprar los votos a 3 pesetas.
Pasados unos días Romanones llegó a Guadalajara, como siempre, a repetir la jugada. Pero cuando hubo llegado se le informó que ese año lo tendría realmente difícil puesto que Maura se le había adelantado y además había ofrecido 3 pesetas por voto. Entonces Romanones no vaciló. Fue localizando a los electores que habían sido tentados por Maura y, uno por uno, les iba diciendo:
- Toma un duro y dame las tres pesetas (que habían previamente recibido de Maura).
El resultado lo pueden imaginar: Romanones arrasó, los electores se embolsaron cada uno un duro (cinco pesetas) y a Romanones los votos le costaron a dos, como de costumbre.
¿Y todavía hay ingenuos que dicen que hemos progresado?
Esta curiosa e histórica anécdota, nos la remite nuestra amiga Victoria. GRACIAS.
Un buen truco. Simpático el artículo.
ResponderEliminar¿Qué son la ‘nota de salida’ y ‘de corazón’ de un perfume?
ResponderEliminarEgipto es famoso histócamente por su industria de fragancias y de esencias para crear otras nuevas.
Una fragancia se percibe en tres etapas; el primer olor que notamos al aplicárnosla es la llamada “nota de salida”. Es fundamental, porque delata su personalidad, pero también porque es la más determinante en la decisión de comprarla.
La “nota corazón” es la mezcla de “acordes” que determinan la familia olfativa (florales, orientales...). Por último, está la “nota de fondo”, formada por los “tonos” más persistentes, porque puede perdurar hasta 24 horas.
NARANJA
ResponderEliminarSituación: Un hombre tumbado en el sofa y le dice a su mujer:
¡María!, traeme una naranja.
¿Te la pelo?.
¡No mujer!, solo quiero una naranja.
No sé si esa anécdota será cierta o no, pero los personajes que aparecen sí que lo son. Está muy bien.
ResponderEliminarLos políticos siempre han sido igual. Una panda de sinvergüenzas.
ResponderEliminarSi la memoria no me traiciona, creo que el suegro del famoso cantante español, Rafael, era hijo del conde de Romanones; de hecho, la mujer del cantante se llama Natalia Figueroa.
ResponderEliminarEl PP denuncia a El País, Bárcenas denuncia al PP, y mientras tanto, todos seguimos esperando que demuestren que no hay contabilidad B.
ResponderEliminarYa queda menos para que llamen a Rajoy como imputado: "El juez Ruz asume el ‘caso Bárcenas’ al vincularlo con Gürtel"
EliminarToda la vida política de España ha sido un negocio para ricos. No ha sido nada legal para los trabajadores que somos los que realmente damos de comer al gobierno este o al que venga y por supuesto ellos compran sus votos.
ResponderEliminarComo este Romanones los hay en todos los ayuntamientos.
ResponderEliminarDespués de un siglo tan convulso como fue el siglo XIX español (habían vivido monarquía absoluta, períodos liberales, asaltos militares, primera república, monarquía de Amadeo I de Saboya, la gran revolución militar llamada "La Gloriosa", etc.), la situación política se estabiliza con un programa diseñado por Cánovas del Castillo llamado "La Restauración".
ResponderEliminarConservadores y liberales se turnan (por eso se le llama "el turnismo") en el poder; Canovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta fueron sus elementos iniciales, pasando por dicho sistema políticos como Canalejas y Antonio Maura, entre otros.
El turnismo duró hasta la llegada del general Primo de Rivera, en los inicios de la década de los veinte, ya del siglo XX.
Este período de la Historia de España se caracterizó por el caciquismo. Una figura ilustre de una localidad ejerce el poder con la compra de votos, como bien ilustra la anécdota del artículo. A ese personaje se le llamaba cacique.
Mucho paralelismo existe entre aquella etapa y la actual. Dos partidos que se turnan; políticos déspotas que compran los votos (en aquella época se compraba con dinero, ahora con reparto de cargos) y una masa social bastante borreguil, salvando las distancias, por supuesto.
Una diferencia importante sí que había, el mundo sindical. En aquella época emergía un gran sindicato como UGT y el fulgor de la CNT, sindicato extremista de talante anarquista (fueron ellos los que asesinaron a Canalejas en 1.912 en la Puerta del Sol de Madrid). Los sindicalistas de ahora, manteniendo las siglas, y algunos otros nuevos, están plegados al poder al cacique; se han dejado comprar (por prebendas personales).
La anécdota del artículo se encierra en aquella etapa donde no podría faltar Don Ávaro de Romanones. Muy entretenido artículo.
La explicación merece un artículo.
Eliminar¿Cuántos alcaldes habrán hecho eso en España?
ResponderEliminarSería tan difícil de calcular que entraría en el mundo de lo incontable, como el agua o cualquier otro líquido.
EliminarSúper simpático el artículo, aunque en el fondo se trata de políticos golfos. En este caso me quiero quedar con la anécdota.
ResponderEliminarEn la caricatura de la portada, el conde de Romanones se parece a José María "El Tempranillo".
ResponderEliminarAhí el que pierde es Maura, otro sinvergüenza.
ResponderEliminarLa compra de votos fue una deleznable práctica en la España atrasada, rural y profunda del pasado, que creíamos erradicada en la democracia española. La compra de votos es humillante para el ciudadano demócrata y sólo puede contentar a las masas incultas y atrasadas.
ResponderEliminar¡¡¡Buenos días!!! Otra vez lloviendo...
ResponderEliminarUna adivinanza, al que la acierte le doy un duro (5 pesetas).
ResponderEliminar-Se parece a una persona.
-Es un golfo, ladrón y sinvergüenza.
-Juega a ser político sin tener ni idea.
-Es un déspota.
-Es un acosador.
No hay más pistas.
¡Acabo de arruinarme!, todos la habéis acertado.
¡¡¡Es mi Maná-Maná!!!
Para complicarlo un poco no quise dar la pista más fácil y es que es un cacique pero no de ron. Para ron, el mejor se lo llevan directamente desde La Habana hacia su hotel de lujo, situado en su México lindo, eso sí, acompañado de su Maína.
La compra de votos en España no tiene nada de rareza.
ResponderEliminarCreo en la financiación limpia de los partidos; creo en la democracia interna de los partidos; creo en Caperucita Roja; creo en el Capitán Trueno; creo en Blancanieves (hasta en los enanitos)...
ResponderEliminarUn político que compra votos convierte la democracia en una sucia subasta y deja de merecer no sólo el apoyo de los demócratas, sino también el respeto ciudadano y el derecho a representar a los ciudadanos y a la nación.
ResponderEliminarViendo la actitud de los políticos cuando llegan al poder, lo fácil que les resulta venderse al gran capital y darle de espaldas a sus votantes, por lo menos, que alguien saque algún beneficio.
ResponderEliminarYa lo dijo Romanones cuando le cojieron los ídem: este es un país de pícaros.
ResponderEliminar¡Qué buena rima tiene este conde...!
ResponderEliminarMe ha gustado regu.
ResponderEliminarExacto, país de pícaros, de Rinconete y Cortadillo. Pero vamos a ver, ¿Como se permite que una empresa dé dinero a un partido? Ni aunque sean 10 euros, eso huele mal hasta hablarlo.
ResponderEliminarEn fin, la anécdota es simpática aunque triste, los ciudadanos debieron haber cogido el duro y votar a otro diferente, a ver qué cara se le ponían.