Las dos chicas se miraron durante unos segundos y volvieron la vista hacia él. Orlando seguía leyendo, ahora cogía los folios con una mano y deslizaba el dedo índice de su mano derecha lentamente por la frente, cerca del nacimiento del pelo. Romy sintió en todo su cuerpo una alarma general.
R -¡Enfoca! ¡Pasa a la otra cámara! Hay una en el cabecero… ¡Por favor, cambia!
L -¡Dime el número! ¡No me acuerdo!
Romy lo miró un segundo en el ordenador y Lalaith pulsó los números. Apareció en la pantalla la cabeza de Orlando desde atrás. La cámara estaba situada por encima de su coronilla y mostraba con toda claridad los folios impresos que estaba leyendo.
L -¿Qué es eso? No son los documentos, no hay firmas… no hay nada escrito a mano ¿Qué rayos será?
Miró a Romy, ésta estaba blanca, con la boca abierta.
R -¡No! ¡Oh no! ¡Lo ha cogido!
L -¿Qué?
R -¡Eso! Eso… era para ti.
L -¡¿El qué?!
Romy empezó a tartamudear, Lalaith miraba impaciente a su amiga y a la pantalla. Vió como la mano de Orlando se dirigía de nuevo hacía abajo y desapareció. Dejó de intentar sacar información a Romy que se había cortocircuitado y pulsó frenéticamente los botones. Empezaron a sucederse imágenes de la habitación desde ubicaciones distintas hasta que encontró la que estaba buscando. Era de una cámara situada en la parte de arriba, frente a donde estaba ahora su invitado, activó el zoom y acercó la imagen hasta que la pantalla abarcó desde el pelo hasta los pies. Justo cuando centró la imagen pulsó otro control más y la pasó a la pantalla grande, que ocupaba casi toda la pared lateral. Movió un poco la silla para situarse delante y a una distancia conveniente para contemplarlo con comodidad, justo a tiempo de ver cómo su mano abandonaba el mismo lugar de antes.
Orlando entrecerró los ojos y siguió moviendo el dedo por su cara, parecía absorto, como si estudiara la sensación que le provocaba la caricia que se estaba haciendo, lo pasó de nuevo por su frente, por la línea de sus cejas, por el filo de su oreja derecha y desde allí hasta el cuello y otra vez subió, lo pasó delicadamente por la barbilla y se dibujó la boca varias veces mientras sonreía.
Dejó los folios un momento encima de sus piernas y se quitó la parte de arriba del chándal, dejando su torso al descubierto. Esta vez fue la boca de Lalaith la que se abrió y se quedó en suspenso. Orlando se acomodó mejor los cojines para quedarse semitumbado sobre ellos, su mano fue de nuevo al mismo sitio a intentar estirar la tela de chándal que por algún motivo parecía que estuviera encogiendo. Tomó los folios de nuevo y siguió con la lectura, leyó otro poco más y volvió a acariciarse, esta vez deslizó todos los dedos desde su cuello hasta los pectorales, se mojó un dedo en la boca y cerrando de nuevo los ojos se hizo dibujos de saliva por su pecho y por su costado, empezó a removerse mientras sentía sus propias caricias, Lalaith vio claramente que su boca se entreabría y estaba segura que se le estaban escapando gemidos, volvió a los controles y puso el sonido, lo subió hasta que pudo percibir el roce del cuerpo de él con las sábanas y el crujir de los folios en sus manos. Sin darse cuenta Lalaith había empezado a jadear tenuemente.
Hesperia
De la obra Orlando (Fragmento)
Muy rebuscada la sensualité.
ResponderEliminarEn coma, menos por teléfono con su padre
ResponderEliminarPostrado en una cama, en estado de coma, sólo está consciente cuando habla con su padre por teléfono
Jason Murdoch está ingresado en un centro de rehabilitación de San Diego tras una grave lesión en la cabeza a raíz de un accidente de coche. Ha estado tres meses en estado semiinsconsciente de coma vigilante, el conocido como mutismo acinético. Una lesión en la corteza cingulada anterior de la parte frontal del cerebro le ha dejado postrado en una cama y es incapaz de andar y reconocer o interaccionar con otras personas, aunque está totalmente alerta y a menudo sigue con los ojos a quienes están a su alrededor. Y si su padre le llama por teléfono desde la habitación de al lado, Jason es plenamente consciente, reconoce a su padre y conversa con él sin problemas. Sin embargo, cuando este regresa a la habitación, vuelve enseguida a su estado zombi semiinconsciente.
Es como si hubiera dos personas atrapadas en su interior: una conectada con la visión que está alerta pero no consciente, y la otra conectada con la audición, que está alerta y consciente”, asegura el neurocientífico Vilayanur S. Ramachadran en su libro Lo que el cerebro nos dice (Paidós), en el que describe el caso de Jason, a partir del cual se acuñó el síndrome del teléfono. Pero ¿a qué se debe?
cerebro
La corteza anterior cingulada (zona rosa) regula las funciones ejecutivas, sensoriales y emocionales, y según los expertos, es donde reside el centro de toma de decisiones.
A un daño leve y parcial en la corteza cingulada anterior. En esta zona es donde confluyen las vías visuales y auditivas de nuestro cerebro y, cuando está muy dañada, se produce un estado de mutismo cinético total. Sin embargo, cuando como en el caso de Jason el daño es más sutil y se limita a la vía visual de la corteza mientras la auditiva está intacta, el individuo solamente sale de su letargo para hablar por teléfono. Pero ¿por qué por este medio?
Jason no responde cuando los estímulos auditivos van acompañados de los correspondientes visuales. “Seguramente, cuando oye y ve a su padre al mismo tiempo, da prioridad a lo visual y de alguna manera ‘inhibe’ e impide que lo auditivo tenga relevancia. Lo visual está informando al cerebro de que ese estímulo no es reconocido. Sin embargo, cuando la información es solo auditiva –y por tanto, la protagonista–, es cuando reacciona”, explica Manuel Martín-Loeches, experto neurocientífico del Centro de Evolución y Comportamiento Humano del Instituto Carlos III de Madrid.
Resulta curioso pero tiene sentido.
Eliminar-La GLORIA dice:
ResponderEliminarme dijo el doctor que me tomara 3 muestras de orina,
pero nada más me tomé 2, sabe horrible!!!!
Esto parece que continua y que nos quiere poner caliente a todos. Sigo pensando en la falta de sexo.
ResponderEliminarCreo que Orlando es narcisista y maricón.
ResponderEliminar¡Ay, lagarto,lagarto!, también creo que es más maricón que un palomo cojo.
EliminarAl ritmo que va, termina haciéndose una paja, manola, gallarda, gallola, a cinco dedos o a cucurucho.
ResponderEliminarMucha intriga morbosa le está dando Hesperia al asunto.
ResponderEliminarCreo que el artista terminará adorando su Kilimanjaro mientras en otra sala se puede dar una escena de lesbianismo, y además en cinemascope.
Soy aficionado a hacerme pajas, es decir estoy empajillao.
ResponderEliminarHe llegado a la conclusión que por mí no ha pasado la línea evolutiva, vengo directamente del mico.
Esta mujer escribe de muerte, joder!!!
ResponderEliminarNo me gusta que me vigilen.
ResponderEliminarLas mujeres son bastante curiosas en estos temas.
¿Quién no se ha hecho un pajote en la ducha o bañera?.
ResponderEliminarEl que esté libre de culpa que tire la primera piedra, aunque sea de un riñón.
La historia va ganando en morbo, sólo falta la traca final, la mascletá.
ResponderEliminarMi Maná-Maná no puede llegar al cúlmen, como Orlando, no se la encuentra.
ResponderEliminarSu amante, la Maína, cuando ve su cuerpo desnudo, se da media vuelta para vomitar.
Hesperita, hija mía, no me hagas esto!!!!!
ResponderEliminarOjú, cómo se está poniendo esto¡¡¡¡¡ Caliente, caliente....
ResponderEliminar—¿Te parece si te pongo bien calentorra, te hunto mermelada por el cuerpo, y depués te como enterita?
ResponderEliminar—Manolo, cómete la tostada y cállate.
Hesperia, con tus historias no se mantiene fresca ni el agua en la cantimplora. ¡Cómo me pones!
ResponderEliminarHesperia, sabes escribir para excitar y yo logro leerlo erecto.
ResponderEliminarSe lavaría las manos antes, no???
ResponderEliminarVale, yo también leeré algo si quieres, pero después ¿Hace otro polvete?
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
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