Cursillo Prematrimonial (2ª Parte)

El sacerdote toma el lugar que ocupaba Pedro y empuja suavemente a María hacía el interior de la mesa, mientras le flexiona sus rodillas hasta que las plantas de los pies se apoyan en la misma.

-Observa, como al deslizar mi dedo por este valle rosado se le eriza el vello, y como las puertas del paraíso se abren cual flor en primavera cuando presionas dulcemente..., como acoge en su interior mi dedo..., como lo invitan a entrar en esa cueva acogedora, ves que no invade, que es bien venido, que llega hasta el fondo siendo abrazado sin resistencia alguna.

María mira a Pedro, pues el cura le acaba de meter el dedo en la vagina, y no sabe como reaccionar, pero Pedro está boquiabierto siguiendo las explicaciones.

-Mira la humedad brillante, -continúa el sacerdote sacando el dedo empapado- es como el rocío de la mañana que se posa sobre los prados verdes, mira como lo extiendo, como lluvia que fertiliza el campo, para llevarla a todos sus recovecos. Este dedo bendecido con el néctar de la vida puede entrar y salir libremente sin impedimentos, pues ya es reconocido como un hacedor de felicidad.

María ya no puede evitar que se le escapen suaves suspiros entrecortados, mientras el sacerdote juega entrando y saliendo con su dedo.

-Ahora hijo, ya se puede sacar el instrumento sacro de la fertilidad, -dice el sacerdote- subiéndose la sotana y dejando al descubierto un falo erecto descomunal, tira suavemente de María hacia el borde de la mesa- y aproximarlo a las rosas colinas desnudas para darles humedad, hay que ser generoso y repartir desde arriba hasta abajo.

María está alucinando, el cura le está restregando el aparato por sus labios vaginales recién depilados, y su novio mira embobado.

-Mira como este bultito, centro del placer, se levanta contento, endureciéndose para saludar con alegría al ejército amigo.

María está ya a punto del orgasmo.

-Antes de entrar en el santuario, presenta tus respetos al faro que preside la entrada a la bahía, rózalo con suavidad con el extremo de tu lanza sagrada. Mécelo como a los juncos verdes.

María está chorreando, no puede aguantar más, al sentir ese glande tibio rozando su clítoris lubricado, se deja ir, desencadenando un orgasmo intenso que le recorre y retuerce todo su cuerpo, mientras reprime un grito de placer. El sacerdote cierra las piernas de María delicadamente, dejando su miembro inmóvil aprisionado entre ellas, para que no se escapen los estertores del orgasmo.

-¿Ves Pedro? Ahora todo está preparado para recibir la simiente de la vida, las colinas y las aguas armonizan con la naturaleza en un equilibrio cósmico.

Esta es la segunda entrega de la Colaboración de Pedro Canillas,  parece que el cura es un gran experto en impartir las prácticas de estos "cursos". GRACIAS.