Rosarito

Su figura de pitiminí, su cabello al color castaño como ella desea, su disposición para cualquier cosa, hace que sepas que puedes contar con ella para lo que quieras, y además siempre, su bondad es inmensa y eterna, todo le parece bien, no tiene limites, es todo corazón

Así la conocí yo, junto a Fernando, su marido,

La polvorilla al lado suyo es cámara lenta, ella siempre está dispuesta a que todo el mundo se lo pase bien a su lado, para ella la pena nunca tiene sitio, su sonrisa está abierta, es inerte, y aun cuando le pase a ella, se traga la lágrimas para que todo el que la rodea no vea nada raro en ella que pueda delatarla de cómo ella es.

Es una apasionada del amor en Cristo, sus madres, sus apóstoles, su vida, y ella pretende llevar ese amor hasta la tumba, tumba que en principio fue visitada por Fernando, su marido, ese que ocupaba el espacio donde ella vivía, ese que solía compartir sus soledades, ese a quien esperar todos los días para empezar el almuerzo, su Fernando.

Sigue despidiéndose de él a menudo, y por supuesto los recuerdos entrañables no la dejaran nunca, vive porque su idiosincrasia es oxigeno para los que transitamos por este mundo y seguimos necesitándola a nuestro lado, es una delicia escuchar una pequeña petición de ella y hacerla efectiva por la forma que utiliza para ello.

Es una erudita en finanzas, pero se deja engañar por alguien que miserablemente no necesita ayuda, tiene de todo y todo lo da, quizás porque ve que la vida es mas bella cuando haces feliz a alguien, se le nota en los ojos, esos pequeños ojos que al mirarte trasmiten una inmensidad, llenan el mundo de bondad, esa bondad que cada uno de nosotros necesitamos encontrar para ponerla en practica.

Una apariencia de gitanilla alegre que todo le sabe bien, muy bien, y si alguien trata de hacerla ver que es todo lo contrario, siempre habrá en su boca una buena salida, los hay peores.

Te quiero Rosarito.