Orgasmo

El regreso de Brasil con mi nuevo chico, Indiana Jones, para mí Indi, lo hicimos en el LZ 129 Hindenburg, un dirigible alemán tipo zeppelín y que posteriormente fue destruido por un incendio en Nueva Jersey.

Consideraba que había llegado el momento de comenzar las clases prácticas amatorias con el nuevo ejemplar, al objeto de poder tener orgasmos completos y que en el futuro estuviera capacitado para hacer feliz sexualmente a toda mujer que pudiera caer rendida a sus encantos.

Comencé por explicarle que cada mujer es diferente, que en un orgasmo se pueden sentir infinidad de emociones y sensaciones y que no depende del tamaño del pene, ni del juego que sepa darle su portador, ni de lo que él sea capaz de “aguantar” sin eyacular, ni de la extensión de los llamados preliminares.

Continué, en clases posteriores, enseñándole que los orgasmos femeninos se desencadenan por estimulación del clítoris y que por tanto, cualquier postura para practicar el coito que facilite su estímulo simultáneo resultará orgásmica y si no produce ese estímulo, resultará ineficaz.

Después de varios días practicando juegos previos, consideré conveniente que también conociera algo de historia sobre el tema ya que desde la antigüedad hasta el siglo XIX, la asunción general era que las mujeres experimentaban orgasmos al igual que los hombres. Le hablé de Thomas Liqueur, de Galeno y del médico italiano Realdo Colón que asoció el clítoris al orgasmo de la mujer y sin olvidarme del zoólogo Desmond Morris que consideraba al hombre como el primate “más sexy del mundo”. Terminé con un estudio que demuestra que sólo el 25% de las mujeres experimentan un orgasmo y le dejé claro, clarito, muy clarito, que yo me encontraba en ese porcentaje.

Después de varias semanas de besos y caricias, consideré que el potrillo ya estaba preparado para llevarme a lo más alto del climax. Me puse manos a la obra, bueno la mano inicialmente la puso una de mis doncellas, que con mucho placer le masturbó al objeto de evitar una incidencia que algunos le llaman eyaculación precoz y yo como el Bake Sabina lo defino con su frase ¡ya eyaculaste! Hostias.

Busqué el ambiente más adecuado y estando en Egipto, como os podéis imaginar, lo encontré en el Valle de lo Reyes, concretamente en la cámara funeraria de Tutmosis III; el diseño infantil de la amplia cámara siempre me había fascinado, con el cielo estrellado del techo y el dios Ra, el Sol, dibujado en negro sobre el blanco. La idea era tener sexo, mucho sexo, dedicándonos a disfrutar relajadamente en un ambiente tranquilo donde no corríamos el riesgo de ser interrumpidos por nada, ni por nadie.

Sin pausa pero sin prisas, comenzamos con el juego previo, besos en la boca, caricias por el cuerpo, todo ello sin desvestirnos.

Pasado, no sé cuanto tiempo, nos desnudamos continuando con un ceremonial de besos y estímulos para pasar a coger entre mis manos el pene de Indi; el hizo lo propio, (lo que llevaba semanas enseñándole), besándome suavemente el exterior de mi sexo para pasar a mi vagina estimulándome el clítoris, continuando dando rienda suelta a un loco frenesí que se completó con una penetración de la punta de su pene y en un intenso vaivén hasta quedar los dos enlazados por las manos, piernas y sexo.

Que os puedo contar más, sentí múltiples orgasmos vaginales y clitoideanos, con espasmos, temblores excitación máxima, mi respiración era agitada, mi corazón latía a una velocidad de vértigo y mi piel se estremecía, toda yo sudaba de placer, descargando la tensión acumulada durante el largo o corto periodo de la excitación sexual previa.

Posteriormente tuve numerosas mini descargas orgásmicas para pasar posteriormente a una sensación de tranquilidad y relajación. Era placer físico y emocional que no puedo explicar. Vosotras, mujeres del mundo seguro que me podréis comprender algo mejor.

La verdad que no me preocupé mucho de como se lo había pasado mi Indiana. Posteriormente tuvimos otros encuentros y siempre me dejó altamente satisfecha hasta que él comenzó o intentó dominar la relación, comprendí que era el momento de dejarlo.

Compré los planos de una tumba sin excavar y a través de un sirviente leal se los hice llegar. Loco de contento se puso a buscar y yo aproveché el momento para marcharme sin despedirme, eso sí, le dejé un regalo envuelto y una nota que decía: “Indi, cariño, me ha surgido un compromiso en un viaje galáctico, te regalo este látigo para que mantengas alejadas a las mujeres tan malvadas como yo. Nos veremos”.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 13 de Julio de 2010.