25 de julio de 2010

Estereotipos


Conocí a un gran tipo muy introvertido que vivía en una pequeña localidad.
A este buen hombre le llamaban Pepe “Porra”. Lo de “Porra” era porque tenía la nariz que parecía una breva.
Vivía solo, en una casa de planta baja.
Toda la gente del pueblo, cuando le veía, se reía de él. Terminaba mosqueado, cabreado, trataba de responder, pero sólo tartamudeaba,
Cada vez se encerraba más y más.
Lo peor (que debería haber sido lo mejor) que le pasó a Pepe “Porra” fue que se enamoró locamente, perdidamente de su vecina; mujer de cierta belleza, cabello largo, blanca tez y enorme timidez.
Era su primera vez; no conocía esa sensación.
Se encerraba en su casa y se miraba al espejo, Cada vez que se miraba se maldecía y se le caían grandes lagrimones, como estalactitas; se hundía; se desesperaba y se lamentaba del por qué la naturaleza le había tratado así.
El recosquilleo y las ansias de volver a ver a su amada le hacían salir; era un poder sobrenatural que salía de lo más profundo de su corazón: era puro amor.
Cuando salía, volvía a ocurrir lo mismo: miradas cachondas, risas irónicas... Se hundía y no se atrevía a decir una sola palabra a su Venus.
Todas estas situaciones le hicieron encerrarse casi eternamente en su hogar.
No paraba de mirarse al espejo y lamentarse. Su infravaloración crecía, así como el deseo de cometer una locura.
Se preguntaba: ¿qué hago aquí en esta vida si tengo en mi interior un buitre que me corroe el alma?
A veces intentaba ver la televisión para distraer un poco su mente. En todas las series, películas o anuncios, siempre aparecían personajes de belleza sublime y cuerpos superestilizados.
Apagaba la televisión y volvía a su soliloquio: “si todas las personas son perfectas, ¿por qué me ha tocado a mí? ¿cómo me puede querer alguien? ¿por qué me trata la sociedad así si no he hecho nada, solamente estoy enamorado y jamás mi ninfa se fijará en mí ni me atreveré a decirle cuánto la amo; ni una sola palabra?
Ante la desesperación total y pudiendo evitar el suicidio, pudo reaccionar y buscar una solución. Pensó que en las grandes ciudades la gente se fija menos en los demás; podría pasar más desapercibido.
Tenía una hermana que vivía en una gran capital y se fue a vivir con ella.
Pasaba el tiempo y su mente en su “Julieta”; así pasaban los años.
Su “Diosa” siempre estuvo soltera y sola. Él con una muda de ropa y una fotografía de su gran amor pegada en su corazón.
La vida a veces no es justa y la justicia de la sociedad a veces no es vida.

15 comentarios:

  1. bravo beer en tu linea de humor pero contando algo muy serio

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  2. A veces no,siempre lo interior de cada persona vale más que todo lo que se demuestra al publico y esa es la diferencia entre alma y cuerpo.

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  3. La napia del tipo es buena y siento lo de tu amigo pero una breva por nariz es tomate tomate

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  4. En una historia así, existen muchas, sería aplicable aquel poemíta de Becquer " por qué no hable yo" " por qué no lloré yo"

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  5. Una cosa es y otra no es. Este es un pupa con mala suerte y además romántico. Así los hay a menudillos.

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  6. Eu quero falar con voce muito rapido.

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  7. esa historia se repite cada día, por timidez o por miedo. La sociedad marca las lineas del cuerpo y así nos va.

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  8. illo si el tio tenia una nariz como la de la foto ya te vale

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  9. Ancha es Castilla y los feos son los dueños de los sentimientos y del campo lleno de amapolas.

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  10. ¡TU SI QUE ERES FEO,MONSTRUO.¡ Es broma. Besitos,Queen.Oye, publicar lo que os he mandado.

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  11. guate tu tienes un tomate y también una nariz de pepino con rayaduras de zanahoria
    otros tienen pelotas para decir lo que piensan y comerse a los guaperas y chuletas para que el continente siga flipando de escarnio

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  12. Se podía haber operado y la breva se hubiese convertido en perita dulce.

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  13. La nariz del tipo tiene cierto parecido con el cipote de Archidona.

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  14. Me quedo con esta frase "La vida a veces no es justa y la justicia de la sociedad a veces no es vida."

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