Recuerdo muchos momentos de mi etapa de niñez.
La precariedad económica conllevaba precariedad de todo tipo de productos.
Destaco un detalle muy común de aquel momento: casi todas las madres, además de sus tareas comunes (la gran mayoría se dedicaban a las tareas del hogar y cuidado de sus hijos), aprendieron la labor de costura.
Ante la necesidad antes descrita, ellas mismas elaboraban las ropas de sus hijos.
Recuerdo que cuando mi madre me hizo el primer pantalón, por supuesto corto, fue un número.
El pantalón tenía un pernil que llegaba hasta la rodilla; el otro se quedó ahorcado en la zona inguinal.
Cuando salí a la calle, al empezar a andar me di cuenta que llevaba los huevos fuera. Como pude, con la cara ruborizada y con las manos en mis partes más sensibles pude llegar a mi casa.
Me dijo mi madre, muerta de risa: “No te preocupes que eso lo arreglo yo ahora”. Veo que coge un trozo de trapo de un color chillón y lo engancha en el pernil corto; llegaba hasta la espinilla.
Ese pantalón parecía un cuadro de Joan Miró, un auténtico collage.
Me di cuenta que ningún niño se reía; claro, el tuerto es el rey en el país de los ciegos.
De tantos juegos y roces, en dos días tenía la parte trasera del pantalón tan rota que se me veía la rabadilla del culo. Mi madre cada vez que me veía así se descojonaba (o descoñaba) de risa (aunque en su foro interno lamentara el no tener algo mejor). Me dijo: “No te preocupes, mi niño, eso tiene arreglo”.
Me puso un pedazo de remiendo de color bermellón que me cogía todo el culo.
¡Ahí iba el tío! Era la envidia de todos los niños de la barriada.
Cuando se atrevió mi madre a hacerme uno largo ya ni os cuento.
Tenía un solo bolsillo; lo tenía tan bajo que al meter la mano en él me tenía que escorar de hombros.
El pantalón se quedó corto de tela y la bastilla me llegaba por las espinillas; propio para ir a coger coquinas. Así de esa forma fue mi madre la creadora de los pantalones coquineros. Nunca se le reconoció su arte.
Con ese pantalón y chanclas de goma, estaba para una foto; parecía un “Gentleman”, pero en boy. Así estaba el potaje en aquella época. Por suerte la situación ha cambiado.
Menos mal que ha cambiado y para mejor. Un artículo original y simpatico.
ResponderEliminarBrillante Beer con este articulo que nos traslada a otra época.
ResponderEliminarYo viví esa etapa y doy fe de que el autor con su simpatía natural cuenta un poco de la vida de los que en aquellos momentos eramos niños y nos teníamos que buscar las "habichuelas".
ResponderEliminarole mi Bake Beer; articulo entrañable.Creo que aunque hoy tengamos mejores ropas, no son mejores estos tiempos.Se han perdido cosas muy importantes que antes teniamos,aunque fuera con un vestido hecho de una cortina.Besos.Queen.
ResponderEliminarSiempre es bueno recorda guate el pasado y así poder eliminar las trabas mentales de que todo antes fue mejor.
ResponderEliminarEn esa época muchos tuvimos que emigrar a países más acogedores como Argentina o México.
ResponderEliminarVIVA LA ANARQUIA; ABAJO LA DICTADURA ACTUAL.
ResponderEliminarActualmente siglo xxi
ResponderEliminaren mi tierra muchos chicos aún van desnudos
Yo cuando era chica siempre heredaba la ropa de mis hermanas mayores. Como tengo tres hermanas nunca estrenaba nada. Creo que por eso ahora me paso todo el día comprándome ropa.... Pero no cambio por nada mi infancia.
ResponderEliminarSí, la situación ha cambiado pero muchos de los valores de esa época se han perdido y esta sociedad es ahora un poquito peor. El materialismo nos ha embrutecido.
ResponderEliminarLa foto va como un guante con el artículo. ¡Bravo, Beer! Me ha encantado.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
ResponderEliminarrindanse o salvese el que pueda
ResponderEliminarResumiendo que estábamos jodidos y puestos al sol
ResponderEliminareres muy bueno y ademas sincero, me quedo con este articulo de antaño que mucho lo vivimos directamente
ResponderEliminarCuando veo una fotografía como la que acompaña a este artículo me recuerda tiempos que no quiero recordar. Me quedo con la España actual.
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