Entró con mucho cuidado, sin decir nada, caminando silenciosamente, deslizándose por la habitación como un espectro, como una visión; el único sonido que acompañaba sus movimientos lo producía el albornoz al rozar la piel desnuda. Y sin embargo, aquel sonido tan débil, casi inaudible, despertó al brujo. O es posible que tan sólo le sacara de la duermevela en la que se acunaba monótono, como si estuviera en las profundidades insondables, colgando entre el fondo y la superficie de un mar en calma, entre masas de sargazos ligeramente movidos por las olas.
No se movió, no pestañeó siquiera. La chica se acercó, se quitó el albornoz despacio, vacilando, apoyó la rodilla doblada en el borde de la cama. Él la observó por debajo de las pestañas casi cerradas, fingiendo que aún dormía. La muchacha se subió con cuidado al lecho, encima de él, le apretó entre sus muslos.
Apoyada en los brazos extendidos, le rozó ligeramente el rostro con unos cabellos que olían a flor de manzanilla. Decidida e impaciente, se inclinó, tocó con la punta de sus pechos sus párpados, sus mejillas, su boca.
Él sonrió, asiéndola por los hombros con un movimiento muy lento, muy cuidadoso, muy delicado. Ella se irguió, huyendo de sus dedos, resplandeciente, iluminada, difuminando su brillo en la claridad nebulosa del amanecer. Él se movió, manteniendo la presión de ambas manos e impidiéndole con suavidad que cambiara de posición. Pero ella, con movimientos de caderas muy decididos, le exigió respuesta.
Él respondió. Ella cesó de intentar escaparse de sus manos, echó la cabeza hacia atrás, dejó caer los cabellos. Su piel estaba fria y era sorprendentemente lisa. Los ojos que contempló cuando acercó su rostro al de él eran grandes y oscuros, como los ojos de una ninfa. El balanceo le sumergió en un mar de perfume de manzanilla que le agitaba y le murmuraba, embargándole de paz...
Fragmento de la Novela El Último Deseo de Andrei Sapkowski
Interesante artículo.
ResponderEliminarTu eres cocinero, Odin o poeta. A mi me gustan los hombres que ponen el clavo y cuelgan el cuadro. Creo que tú perteneces a ese tipo, Besos.
ResponderEliminarAleluya no está Odin.
ResponderEliminarNO se si os habéis percatado de que en diversos artículos que aparecen con x comentarios no es correcto y me supongo que se os ha quedado bloqueado el contador. Por lo demás el artículo, ya lo conocía, esta muy bien.
ResponderEliminarMe gusta más esto que los infumables de Odin. Bravo por el cambio.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
ResponderEliminarEs bello y además tiene algo que debe de tener los relatos semieróticos: morbo, mucho morbo.
ResponderEliminarMi último deseo es que se escriba Bichita segunda parte, venga, besos.
ResponderEliminarMe ha encantado cocinero, yo he leído el libro. Besos.
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