¿Equivocación? (Reedición)

CARTA DE AMOR (escuchada en un programa de radio)

“Azul es el mar de tus ojos en los cuales se refleja mi corazón, rojas tus mejillas que se encienden cuando les doy mi calor y se apagan cuando no estoy cerca, dorados tus rizos que caen sobre tu rostro y vuelan con el viento creando mil y una formas, rosa son tus labios carnosos que marcan el ritmo de mi vida, que controlan mi pensamiento y mi conciencia, suave, dulce, decidida, vergonzosa”.

Esta era la inscripción que venia junto al ramo de rosas rojas que me trajeron ayer, he pasado el día mirándolo, leyendo y releyendo estas palabras que hace que mi corazón se pare o se dispare, yo no soy rubia, no tengo los ojos azules ni los labios carnosos, no me sonrojo con facilidad y tampoco soy dulce y suave pero al leer esta tarjeta he deseado ser esa chica, he deseado que esas palabras fueran dirigidas a mi, ser yo quien inspirase al poeta enamorado que envió este ramo de flores, por supuesto llame a la floristería para decir que se habían confundido pero no parecía importarle demasiados, ellos habían hecho su trabajo, a quien le importa que esa mujer nunca sepa el amor tan profundo y maravilloso que provoca en aquel hombre, se me partía el corazón, pero aun así no podía evitar un cierto odio hacia ella, la envidiaba profundamente.

Me pase las horas muertas imaginando, me quede tumbada en el sofá enfrente de la chimenea al lado del ramo de rosas y cerré los ojos embriagada por su aroma dejando volar la imaginación, él era guapo, chapado a la antigua de ojos profundos color miel, facciones fuertes muy masculinas, me lo imaginaba con sombrero y con el pelo corto, espalda ancha, manos grandes y brazos protectores, a ella la veía delicada, fina y de piel pálida con los ojos grandes y mirada tranquila y vergonzosa, el pelo largo rizado y dorado recogido en lo alto de la nuca con un pasador dejando caer ciertos mechones sobre el rostro, imaginaba un amor pasional y profundo, quizás prohibido, lo imaginaba a el mirándola desde lejos deseándola con todas sus fuerzas, queriendo morir hasta que ella le devolvía la mirada, ella sonriente, educada, hablando con las gentes escondiendo lo que sentía, confusa, razonable y responsable.

Al terminar el relato mientras escuchaba la Serenata de Schubert, no dejaba de pensar en la mujer que por equivocación recibió el ramo de rosas, ¿cómo seria ella? ¿Quizás la ultima romántica?

Que importa el color de sus ojos y su cabello cuando de la abundancia del corazón habla su dulce boca.

Serenata El canto del cisne. Franz Schubert

En voz baja te imploran mis canciones a través de la noche. En la tranquila arboleda de allá abajo, amada, ¡ven a mí! Susurrantes se mecen las esbeltas copas a la luz de la luna; no temas, mi amada, que un traidor enemigo nos aceche. ¿Oyes cantar a los ruiseñores? ¡Ay!, te imploran en tono de dulce queja, te imploran por mí. Comprenden el anhelo del pecho, conocen las penas del amor, y acarician con plateados sonidos a cada tierno corazón. Deja también que tu pecho se conmueva ¡amada, escúchame! ¡Trémulo, impaciente, voy a tu encuentro! ¡Ven, hazme feliz!