Todos
los días tienen la misma rutina para mí. Ahí me siento cómodo, en mi salsa. No
quiero saber nada de lo que ocurre más allá de la morada en la que habito.
Cuando
el día amanece, a mi me quedan aún varias horas de sueño. Es mi reloj biológico
el que me guía, el que hace todo por mí. No gasto energía en hacerlo funcionar.
Él sabe perfectamente que a mediodía debo estar en la cama, regocijándome en mi
somnolencia.
Es
entonces cuando llega el que quizá sea el momento más difícil del día, el de
levantarse de la cama. Diariamente he de pasar por este trance tan traumático puesto
que mi estómago me pide que le dé algo de comida, tras más de catorce horas sin
echarle algo que le apacigüe.
Mi
desayuno suele ser bastante exiguo. Más que nada porque en mi despensa no hay
mucho donde elegir. Todos los días me planteo ir al mercado en algún momento
del día, pero al final, tras un par de horas en el sofá sopesándolo, siempre
termino recitándome a mí mismo la misma frase: “lo dejo para mañana”.
Después
de esta fase de lucha personal, llega la hora del almuerzo. Me fuerzo a comer
cualquier cosa que quede por el frigorífico, algo que tan solo tenga que poner
en el microondas y esté listo en poco tiempo. En los días que me siento más
cansado de lo normal, ni siquiera caliento estos platos precocinados y me los
como fríos mientras veo el “reality” de turno en la televisión.
El acto
de comer tiene un placer especial. El hecho de estar comiendo, y de ser
consciente al mismo tiempo que el sueño se va a ir apoderando de mí poco a poco
desde el preciso instante que suelte el tenedor, hace que todos los almuerzos
tengan un sabor especial.
Me
encantan las siestas. Ese alivio diario que hace que mi motor pueda seguir en
funcionamiento hasta la noche. Suele ser en las siestas cuando sueño con nubes en
las que reposo mi cuerpo, mientras desde el cielo caen plumas de cisnes que
vienen a cubrirme a modo de sábanas blancas.
Lo
normal es que me despierte tras unas tres horas de sueño vespertino. Siempre
pienso lo mismo cuando abro los ojos en mi amado sofá: “ya queda menos para ir
a la cama”.
Para la
cena todos los días hago lo mismo. Estiro mi brazo para coger el teléfono y
llamo al restaurante de comida a domicilio de turno. Siempre les insto a que se
den prisa, ya que no tengo todo el día para esperar por algo secundario.
Lo
primario, lo máximo, el climax llega después. La cama me espera de nuevo. Sé
que nunca me abandonará, sé que siempre estará ahí para acogerme entre sus sábanas.
Sé que ahí está la felicidad que no necesito buscar en ningún otro sitio.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 30 de Septiembre de 2013.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 30 de Septiembre de 2013.
Pereza no sé, pero que el antro tiene que ser una leonera, seguro.
ResponderEliminarPra ser perrro de sofa y cama conjuntamente es necesario un pequeño matiz: Hace falta pasta.
ResponderEliminarBuen enfoque Bake.
¿Pereza?.
ResponderEliminarPereza no, torrija es lo que tengo en todo lo alto hoy lunes.
ResponderEliminarLa Biblia dice que los vagos se van al infierno pero a mi mientras me vengan a buscar y no tenga que ir por mi cuenta todo bien...
ResponderEliminarLa Biblia dice que los vagos se van al infierno pero a mi mientras me vengan a buscar y no tenga que ir por mi cuenta todo bien
ResponderEliminarQué pereza me da la vida un lunes lluvioso de otoño a estas horas...
ResponderEliminarQuién inventaría el trabajo????
ResponderEliminarSoy perezoso, lo confieso. Me encanta dormir.... prefiero dormir a comer.... Dormir, mi placer número dos.. jeje.
ResponderEliminar— Señor, ¿Tiene pastillas para la pereza?
ResponderEliminar— Sí, señor.
— ¿Me pone una en la boca por favor?
Nodoyuna, qué arte tienes¡¡¡
ResponderEliminarYo creo que al final Rajoy dimite por la pereza que le da intentar arreglar algo.
ResponderEliminarLo que le da pereza es pensar.
EliminarMuy buen artículo de tus pecados capitales.
ResponderEliminarDespués de comer, echarse una buena siesta es para correrse vivo.
ResponderEliminarHola, soy Manolo ¿quieres hacer el amor conmigo? Bueno ¿en tu casa o en la mía?Oye si ya empiezas a poner peros mejor lo dejamos..
ResponderEliminarUn relato estupendo, felicidades.
ResponderEliminarUna semanita así la deseamos muchas gente, sobre todo las que ya vamos durmiendo menos.
Tengo una duda... ¿Los vagos vamos al cielo o vienen a por nosotros?
ResponderEliminarEn un carrito de ruedas.
EliminarMuy bueno!!!!!!
Esto es lo que yo hago todos los domingos. Pero un día es un día¡¡¡¡¡
ResponderEliminarEsto no es pereza es sólo un estilo de vida. Nodoyuna, que pecaminoso estás...
ResponderEliminarLa pereza no es un pecado tan malo...después de todo, no me deja cometer los otros 6.
ResponderEliminarQué bonito es ver al Recre líder al menos otra semana más. ¿Verdad, Nodoyuna?
ResponderEliminar¡¡¡¡¡¡Recre, Recre, Recre. Viva mi Recre!!!!!!!!
EliminarEs mucho más grande ver al Recre que a los de siempre.
Eliminar¡¡¡¡¡¡¡¡Viva el Recre!!!!!!
Nodoyuna, quiero pecar contigo.
ResponderEliminarSi me da pereza pecar, ¿estoy pecando?
ResponderEliminarEn esta época del año siempre se complica la perritis con la vaguitis y las ganas de no hacer nada...
ResponderEliminarNo me gusta la pereza ni tampoco la forma de describirlasaaaa
ResponderEliminarAcbo de levantarme he leido y me vuelvo al katre.
ResponderEliminarMe ha gustado.
ResponderEliminarBicharraco, la pereza la produce los climas cálidos. Donde tú estás, con tanta lluvia y frío, no tendrás ni pereza ni morriña, sólo actividad para entrar en calor.
ResponderEliminar¡Vente par sur!, que tienes garantizado un siestón de la hostia, después de unos tintos de verano y una barbacoa de variaíto ibérico.
Un abrazo para los dos.
Que alguien me explique por qué la pereza es un pecado.
ResponderEliminarYa me da pereza hasta comerme una lasca de jamón.
ResponderEliminarNodoyuna, me has dado una pista, me voy a la cama, sin ver los peques de televisión.
ResponderEliminarMe gusta esta serie sobre los pecados capitales, pero más me gusta la forma de exponerlo.
ResponderEliminarFantástico!!
Mi Maná-Maná no tiene pereza, es un perro, con perdón para el cuadrúpedo.
ResponderEliminarConócete a ti mismo y conocerás la piedra.
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