Morenita

Buscaba una sirena y no la encontré.

Me embarqué, terminé mareado.

Al final me salvastes tú, mi ángel dorado ¿o  blanco?

Excusas de amigos, pero demostraste tu valor.

Yo lo viví y lo sentí. Miedo. Cuéntamelo en otra ocasión.

No me vas a creer y por eso no te voy a decir que incluso a la tempestad le hice el amor.

No tenía cobertura y por eso a Diana, la cazadora, no le pedí permiso, me lo dio Neptuno.

Perseguí quimeras por la acera del desamor.

Ya no es primavera, qué tarde se pone el sol.

No tengo bandera, la que tuve se destiñó

Si  quisieras quererme  dejarías de  chulear  y me darías besos de cianuro con licor a cerezas de pasión.

Si buscas alguien que te trate mal,  no cuentes conmigo.

Si se trata de tratarte bien piensa en las olas, en el mar, ábreme tu falda de lunares o mejor te rompo tus pantalones negros ¿o marrón?

Y si es apropiado, lo intentaré hacer mejor; quererte más no puedo; quizás lo haga  sin tu permiso, con rabia y al contado. Si buscas alguien que te haga la ola, no cuentes conmigo. Yo nunca tuve una mujer morena ni tú otro amigo.

No te olvides de la fuerza del mar, yo te salvé y  fui un perfecto caballero. No busques un perdedor que ya tienes al peor cabrón en tu escalera y ese no soy yo.

Tengo un lado femenino y puedes aún superar la marejada, cuenta conmigo. Los que me inspiran, incluso copio sus palabras, comienzan con la letra S: irascibilidad, emotividad, sigma de la mar; uno podría ser Sabina y el otro, como no,  Serrat.

Besos, muñeca, en la parte que más te excita. El ritmo hoy no lo marcas tú, lo marca ella, la mar poderosa. Lástima que sólo hayas salido tú a flote, como suele suceder.

Siento tu soledad. La sufro. Siempre estoy disponible. Siempre te quedará la fuerza, la de la mar, el mar. Tal vez hasta yo. Tú dirás.

Soy tu amigo, tú eres la mar, cálmate morena de ojos angelicales y quizás sepas que a un amigo no hay que pedirle perdón, sólo abrir los brazos para volverlo abrazar.