Cuento de Luís E. Aguilera
¡Quién despertara en tus labios
El sueño de la palabra!
¡Qué ventura si tu imagen
Se moviera y me abrazara!
Jesús Orta Ruíz
(“Elegía ante tu retrato”)
Salgo al portal de la casa en que habito, Calle E, entre 23 y 25 del Vedado. Dianelys me espera a los pies de la escalinata de mármol, alegre y juvenil. Tomamos la avenida que nos llevará por diferentes lugares a redescubrir La Habana, enigmática e histórica. La brisa marina con sus gotitas de colores nos va envolviendo, como a mí me han envuelto sus ojos.
Dianelys es una perfecta mulata, de ojos grandes; pelo negro, largo, rizado; orejas pequeñas, dientes parejos y blancos como perlas marinas, nariz cautivadora, labios delicados y gruesos; en suma, una digna representante del mestizaje afrocubano. Su manera de hablar es agradable, me va explicando detalles, fechas, acontecimientos históricos de la Revolución Cubana.
Pero, “A lo lejos alguien canta, a lo lejos…”:
La luz que en tus ojos arde
si los abres amanece,
cuando los cierras parece
que va muriendo la tarde.
Las penas que me maltratan
son tantas que me atropellan.
Y como de matarme tratan,
se agolpan unas a otras
y por eso no me matan…
En la esquina 23 y Los Presidentes, desde el interior de un bar surgen los acordes de una guitarra y la voz inconfundible de José (Pepe) Aldana que entona “La Tarde”.
En la heladería Coppelia, pedimos helados de canela y frutas naturales, que nos reanimó a proseguir en busca de nuestro objetivo. Llegamos a la Rampa y observamos la cascada cristalina del Hotel Nacional de Cuba, ubicado en una colina, imponente y majestuoso.
El Malecón grandioso, convoca y exige un andar de pasos lentos, para considerar el soberbio mar, el verde mar. Al límite de encontrar las ilusiones perdidas, las inquietudes por vivir experiencias incomparables, que sin proponérmelas descubro.
“El mar, el Malecón y tus centelleantes ojos”.
Dianelys me confiesa sueños y esperanzas. Le gustaría ingresar a la Universidad de La Habana, estudiar Medicina Deportiva, escribir poemas y viajar por diferentes países del mundo, pero siempre volvería a su amada Isla. La escucho y contemplo hipnotizado largo rato.
La calidez de la tarde me atrapa y me quema la piel, sofoca a sol y sombra, sudores por doquier, resecados una y otra vez. Ella no percibe mis desdichas. Es indispensable que siga a mi lado en forma cómplice, caminando a pasos de andante; por cierto, en este inexcusable momento no me encuentro descontento, porque junto a Dianelys y el mar nada puede inquietarme.
Caminamos y me doy cuenta de que la claridad del mar se ha mudado a sus ojos. Pero la prudencia me exige charlar de melodías, flores, estrellas, la luna, el verde mar, el canto de los grillos y el vuelo de los pájaros. Antes bien, me comprometo que al amanecer: “Tus ojos negros me harán feliz y agradeceré las cosas que tú sueñes para mí…”
La noche avanza, seguimos caminando, serpenteando el muro del Malecón. A cada instante ella se detiene maravillada, mirando los arreboles que desprenden luces en la espesura del mar, fulgores jamás vistos. El rojo es el de mayor intensidad. Observas el mar, el apacible mar en calma, semejándolo a una gran llanura de musgos suaves y sedosos, como tu piel.
La Bahía, El Faro y La Habana Vieja nos esperan. El Malecón pondera y exalta a los buenos amantes, nos acodamos el muro. Yo observo la ciudad; tú, el mar gigantesco y circular, porque ciertamente aquí, solamente aquí, uno puede apreciar la redondez del mundo.
(y ahora toca llorar)
Colaboración remitida por Jaime, se trata de un cuento del Literato Chileno Luís Eduardo Aguilera, lo introduce un verso del poeta cubano Jesús Orta Ruíz. Gracias Jaime, el Malecón de la Habana enamora a todo el que pasea por él.
EL MALECON DE MI HABANA ES LO MAS LINDO DE CUBA Y LAS OLAS TRAE LAS LAGRIMAS DE NUESTROS HERMANOS QUE ESTAN EN MIAMI Y EN OTROS LUGARES DEL PLANETA.
ResponderEliminarQuien fue al malecon de la habana se sintio por unos momentos cubano ¡o no?
ResponderEliminarYo no lloro por el poema que es bello, pero si lloré a rabiar cuando el avión despegó de la Habana.
ResponderEliminararticulo repetitivo
ResponderEliminarComo mi CADIZ pero con más negritos.
ResponderEliminarPreciosa narración. ¡Viva Cuba libre!
ResponderEliminarEl que no haya paseado por su muro, disfrutando de ese mar y cielo tan azul, no conoce La Habana. Precioso relato.
ResponderEliminarMás que un paseo, el Malecón es un pedacito de historia en plena capital con miles de personas que acuden a disfrutar del “frescor” que aporta el mar o simplemente pasar un rato agradable al aire libre.
ResponderEliminarEl Malecón es todo un símbolo para la Habana y para toda Cuba. VIVA CUBA LIBRE.
ResponderEliminarTodavía sigo llorando...
ResponderEliminarMe has emocionado. He vuelto a recordar mis paseos por La Habana. Cuba, nunca te olvidaré.
ResponderEliminarAl agua con el mameluco.
ResponderEliminarMalecón es belleza, mameluco comienza por Ma
ResponderEliminarAlguno se van a tener que ir a caribe de patita y con una puntadita
ResponderEliminarEs preferible la nostalgia del Malecón que aguantar al Malicón del Maná (juego de palabras del chino mandarín).
ResponderEliminarEl aroma del MALECON DE LA HABANA no se repite en nigún otro sitio. !Que linda es mi Cuba¡
ResponderEliminarlo q daria por estar unas horas en cuba con janeli
ResponderEliminart quiero mulata
Hay que verlo para creerlo.
ResponderEliminarLuego de casi siete horas de viaje, llegamos a la ansiada capital cubana. Desde el primer instante en el que uno pone un pie en Cuba, la sensación de estar allí, se apodera de todos los sentidos, la música, los olores y el clima, son indescriptibles. Todo parece más hermoso en el caribeño lugar.
ResponderEliminarComo nuestro hospedaje en ese sitio iba a ser solamente de tres días y medio, decidimos aprovechar cada minuto libre para conocer un poco más de la historia, la cultura, la sociedad y el comunismo.
Luego de habernos instalado en el hotel, haber recorrido en auto la ciudad, comprar un mapa e informarnos en la Secretaria de Turismo del mismo hotel sobre los puntos que no nos podíamos perder en nuestra visita, decidimos tomar la cámara de fotos y salir a conocer Cuba por nuestros propios medios.
Asi fue como terminamos nuestro primer día caminando por el Malecón de la Habana que es hoy por hoy, uno de los lugares más emblemáticos de la capital cubana. Para muchos es considerado como un verdadero símbolo de la ciudad, fiel reflejo de la vida de sus habitantes, sus amores, sus encuentros, sus juegos, todo ello en un espacio que se extiende desde la entrada de la Bahía de La Habana -al este-, por un espacio de unos cinco kilómetros. Al principios del siglo XX era un lugar atractivo por los baños públicos, hoy, los más jóvenes siguen disfrutando de la oportunidad de nadar en las bellas aguas que acarician tierra cubana, en pleno Malecón. A lo largo de su trayecto se aprecian inmuebles y estatuas que marcan pautas en las tradiciones de la isla, a demás de numerosos y emblemáticos sitios. Si uno se propone conocer, en poco tiempo, un gran trozo de la historia de La Habana, caminando el Malecón es una de las formas más hermosas de lograrlo.
Su gente, amigable y sociable por naturaleza, sus campos de baseball, sus ferias, sus calles, todo marcado por la belleza de la cultura cubana, nos transmitirá sensaciones e historias del pasado.
Más que un paseo, el Malecón es un pedacito de historia en plena capital con miles de personas que acuden a disfrutar del “frescor” que aporta el mar o simplemente pasar un rato agradable al aire libre.
A lo largo del paseo entablamos conversación con varios cubanos que nos contaban sus ideales políticos y sus formas de vida.
Cuba es un lugar imperdible, que merece ser visitado.
Sabor sulzón de la raza mestiza mas linda del Caribe. Cuba se antepone con el "mi", es de todos y de todas. Cuba preciosa, ritmica y golosa.Mi Cuba.Nuestra Cuba.
ResponderEliminarNo tengo palabras, solo lagrimas para describir las emociones que senti en la Habana. El Malecon impresionante.
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