Es la hora habitual de levantarse y la cama de 1,35 metros seguía ocupada y compartida.
Ambos permanecían despiertos, con los ojos cerrados, no hablaban; cada uno en cada extremo del lecho agazapado en su guarida, ladeados mirando hacia el exterior.
La Diosa Telepatía se apoderó de sus mentes y solamente existía una idea unificada en la gran encrucijada de pensamientos: deseo, agonía, ferocidad..., permanecían impasibles (aparentemente).
Mientras tanto los cuatro retoños pululaban por la morada.
El primero, después de ver algo de noticias de actualidad y tomarse un tentempié, marcha (SUENA UN PORTAZO). Ya queda menos, pensaban sin soltar palabras.
El segundo y tercero, gemelos, dentro de su metodología, tardan algo más; salen juntos al instituto (SUENA UN PORTAZO).
La agonía y el fulgor atraviesan y devoran las almas de los impávidos. Los latidos del corazón suenan por todos los rincones del mueble cuadrúpedo. ¡Sólo falta el cuarto!
Telepatía pensaba: "éste es un juancojones; ahí hay para largo, y además traga más que una lima sorda".
La temperatura subía, como el Etna a punto de entrar en erupción, eso sí, en la misma postura; todo se hace eterno.
Por fin suena el tercer PORTAZO.
Se acabó la impavidez; ambos dan un salto como fieras (ya lo quisiera para él Sergey Bubka), y el centro de la cama se convierte en el cuartel general. La furia se funde con la pasión; la agonía y la emoción les invaden. Penetra la lengua en su boca con tanta fuerza que parece atravesarle la nuca, como el que se come por primera vez un pinchito moruno.
Sus cuerpos se contornean como dos anacondas hambrientas, como el Laocoonte; por fin, sienten piel con piel, alma con alma, corazón con corazón..., sobre una sábana humedecida.
Sacian su sed, su hambre, su necesidad. Deciden hablar con un comentario unísono: "ya era hora".
Continúa la rutina y los días pasan, uno tras otro hasta que puedan encontrar otra "rosa de pasión".
Posiblemente la siguiente será otro tipo de fantasía (un ramito de violetas).
Ambos permanecían despiertos, con los ojos cerrados, no hablaban; cada uno en cada extremo del lecho agazapado en su guarida, ladeados mirando hacia el exterior.
La Diosa Telepatía se apoderó de sus mentes y solamente existía una idea unificada en la gran encrucijada de pensamientos: deseo, agonía, ferocidad..., permanecían impasibles (aparentemente).
Mientras tanto los cuatro retoños pululaban por la morada.
El primero, después de ver algo de noticias de actualidad y tomarse un tentempié, marcha (SUENA UN PORTAZO). Ya queda menos, pensaban sin soltar palabras.
El segundo y tercero, gemelos, dentro de su metodología, tardan algo más; salen juntos al instituto (SUENA UN PORTAZO).
La agonía y el fulgor atraviesan y devoran las almas de los impávidos. Los latidos del corazón suenan por todos los rincones del mueble cuadrúpedo. ¡Sólo falta el cuarto!
Telepatía pensaba: "éste es un juancojones; ahí hay para largo, y además traga más que una lima sorda".
La temperatura subía, como el Etna a punto de entrar en erupción, eso sí, en la misma postura; todo se hace eterno.
Por fin suena el tercer PORTAZO.
Se acabó la impavidez; ambos dan un salto como fieras (ya lo quisiera para él Sergey Bubka), y el centro de la cama se convierte en el cuartel general. La furia se funde con la pasión; la agonía y la emoción les invaden. Penetra la lengua en su boca con tanta fuerza que parece atravesarle la nuca, como el que se come por primera vez un pinchito moruno.
Sus cuerpos se contornean como dos anacondas hambrientas, como el Laocoonte; por fin, sienten piel con piel, alma con alma, corazón con corazón..., sobre una sábana humedecida.
Sacian su sed, su hambre, su necesidad. Deciden hablar con un comentario unísono: "ya era hora".
Continúa la rutina y los días pasan, uno tras otro hasta que puedan encontrar otra "rosa de pasión".
Posiblemente la siguiente será otro tipo de fantasía (un ramito de violetas).
Muy divertido, pero podría haber sido por la noche.
ResponderEliminarEn pocas palabras una realidad. Muy bonito, elegante.
ResponderEliminarMuy bueno amigo,eso que cuentas me suena conocido,pero la vida familiar es asi de dura.
ResponderEliminarBuenísimo, la vida misma, quién no ha pasado por esa situación?normal, cotidiana el día a día es así.
ResponderEliminarTanta historia por un polvete. Los hijos deben de saber que es normal entre esposos que se aman y buscan la procreación.
ResponderEliminarMe interesaría anunciarme en vuestro blog. davilamaru@hotmail.com
ResponderEliminarEste artículo me ha echo pensar que este fin de semana sigo con el preservativo.
ResponderEliminarSIEMPRE CONSIGES HACERME SONREIR
ResponderEliminarCON TUS ARTICULOS ERES UN CRAK
YA LO SABES NO CAMBIES NUNCA
UN SALUDO BAKE GENIAL BEER
Yo diría monotonía, la mentira de siempre, el honor mancillado, los celos, las tonterias de la pareja.............
ResponderEliminarUn ramito de violeta ya es una manera de acordarte de alguién.
ResponderEliminarMujeres... al principio todo son encajes, fantasias, lencería fina... Y en cuanto te casas sólo hay bragas color carne y sujetadores grandes. Sólo falta que te cuelgues un cartel que diga: "No practicaremos el sexo jamás".
ResponderEliminarA vecs no es la rutina sino el sexo que no funciona y hay que parar, seguir es entrar en la monotonía, la rutina, el ocaso.
ResponderEliminar¿Cómo será el polvo del Maná-Maná?. Seguro que lo echará cuando se vallan los jubilados que no cobran.
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