24 de noviembre de 2010

Auto Admiración

Un joven chaval fue a pasar unos días a casa de sus abuelos.
Un día veía el abuelo que Jacinto, su nieto, tardaba mucho tiempo en el cuarto de aseo; se acercó, y por la puerta entreabierta observa que Jacinto estaba clavado ante el espejo, cambiándose continuamente su tipo de peinado; no dejaba de mirarse.
Le comenta el abuelo: “Jacinto cuando termines te voy a contar una historia que pasó hace mucho tiempo”.
Jacinto – Ya abuelo
Abuelo - En la antigüedad, una ninfa llamada Liríope, tuvo un hijo precioso, bellísimo, lo más bello jamás conocido, le llamó Narciso.
Cuando nació Narciso, el adivino Tiresias, predijo que si veía su imagen, sería su perdición.
Jacinto – Abuelo, entonces… ¿Nunca se miró en un espejo?, pues no se conocería.
Abuelo – Su madre, para evitar la desgracia, evitó siempre espejos y demás objetos en los que pudiera verse reflejado. Creció hermosísimo sin ser consciente de ello.
Todas las ninfas y efebos se enamoraban de él, pero hacía caso omiso.
Jacinto - ¿Qué son efebos?
Abuelo – Los efebos eran hombres jóvenes, bellos y bien esculturados, continúo… Narciso, paseando con sus pensamientos, encontró una ruta que le gustó mucho, repitiéndola varias veces. En esta ruta, había una cueva cercana a un riachuelo, donde vivía una ninfa llamada Eco.
Eco tenía un problema; no podía hablar, sólo repetir el final de las frases que escuchaba.
Jacinto - ¿Por qué?
Abuelo – Porque Hera, esposa del gran Zeus, la condenó, debido a la connivencia con su marido en unos “asuntos extraconyugales”.
Pero no perdamos el hilo… Cuando Eco vio a Narciso quedó prendada, se enamoró locamente de él.
Le seguía sin ser vista, hasta que un día Narciso se dio cuenta y le tendió una trampa y la descubrió; Eco palideció y luego enrojeció de vergüenza.
Eco no podía decir lo que quería; no podía expresar el amor que sentía por él.
Narciso, se reía de ella al mismo tiempo que, Eco, se retiraba a su cueva repitiendo lo último que había oído: “Que estúpida… que estúpida… qué… estú… pida”. En esa cueva se consumió de pena, tan quieta que llegó a convertirse en parte de la propia piedra de la cueva y solo quedó su voz.
Jacinto – Continúa abuelo, es una historia muy interesante
Abuelo – Todo esto lo había observado la diosa Némesis, diosa de la venganza, que en castigo le hizo desfallecer de sed, Narciso recordó el riachuelo que había en las inmediaciones; sediento, se encaminó hacia él. Así, a punto de beber, vio su imagen reflejada en el río, quedó absolutamente cegado por su propia belleza, enamorándose de su propia imagen; quiso reunirse con ella y murió ahogado tras lanzarse al agua.
Jacinto - ¡Qué final más triste abuelo!
Abuelo – Además, en el lugar de su muerte, surgió una nueva flor a la que se le dio su nombre. El narciso es una flor que crece sobre las aguas de los ríos, reflejándose siempre en ellos. Su hábitat natural suele ser la zona mediterránea y Asia. Su floración se produce habitualmente en primavera; tiene varios pétalos planos y la corola en forma de campana.
Jacinto – Una historia muy bonita y triste al mismo tiempo.
Abuelo – En memoria de Narciso, existe un calificativo para aquellas personas que se miran mucho en el espejo: narcisista.
Todos tenemos algo de narcisistas, unos más que otros, independientemente de la edad que se tenga.
Jacinto – Abuelo, ¿Cómo sabes tú de tantas cosas?
Abuelo – Cualquier persona que desde pequeño lee sobre cualquier tema, va adquiriendo unos conocimientos generales, si a eso le unimos la experiencia que te va dando la vida…
Yo he dedicado más tiempo a leer que a mirarme en el espejo y no te olvides que hay un refrán muy antiguo que dice que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Jacinto - ¿Me hablarás otro día del jacinto?
Abuelo – Otro día te hablaré del jacinto, Jacinto.

11 comentarios:

  1. La mitología dialogada resulta más agradable. Este Beer es un pillín.

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  2. Esta historia me recuerda a los guaperas que necieron en escombrearas y que van alardeando de su físico con mente estrecha y egoismo por todos los poros. Mana-Mana por ejemplo.

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  3. Admiración ciento yo por ti mi cielo. Me ha gustado el articulito, muy chebere.

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  4. Yo creo que el nieto no ha entendido lo que ha querido enseñarle su abuelo, y seguirá mirándose al espejo, eso huele a maricón, jajajaja.

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  5. Comentario inoportuno. Muy bueno Bake Beer.

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  6. Muchos se miran a la cartera que vale más que el rostro.
    En mi caso ni a la cartera - ni un euro - ni a la cara ya que no soy agraciado y dicen que me parezco a Urtaim

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  7. La mitología contada de esta manera es muy ilustrativa y bella. Muy buen artículo dotado de ternura. Me ha encantado. Un abrazo

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  8. Chuta con el tiedto de las margaritas cabezón.

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  9. Diogenes de Sínope (Διογένης)jueves, noviembre 25, 2010 10:40:00 p. m.

    Un día dijo el Ojo:
    -Más allá de estos valles veo una montaña envuelta en azul velo de niebla. ¿No es hermosa?
    El Oído oyó esto, y tras escuchar atentamente otro rato, dijo:
    -Pero; ¿dónde está esa montaña? No la oigo... Luego, la Mano habló, y dijo:
    -En vano trato de sentirla o tocarla; no encuentro ninguna montaña.
    Y la Nariz dijo:
    -No hay ninguna montaña por aquí; no la huelo.
    Luego, el Ojo se volvió hacia el otro lado, y los demás sentidos empezaron a murmurar de la extraña alucinación del Ojo. Y decían entre sí: " ¡Algo debe de andar mal en el Ojo!"

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