16 de octubre de 2010

Pescador pescado y mojado (Reedición)


Los momentos que relato, pueden parecer surrealista pero juro por Rocinante que fueron ciertos.

Hace algún tiempo, no recuerdo exactamente la fecha, nos llega cierta información a través de Fulano o Mengano...., la información consistía en que en la playa llamada "Piedras Negras", un paraje natural, virgen y exótico situado entre los enclaves turísticos de Mazagón y Matalascañas (Huelva), se pescaban anchovas (pez azul análogo a la caballa), en cualquier época del año. La anchova es un pez predador y voraz que puede pesar varios kilos, sobre todo los que se pescan desde la orilla.

Pues bien, nos reunimos cinco personas entre familia y amigos. La ilusión, el deseo, la fantasía y, sobre todo, la perfecta armonía de la compañía nos decidió para visitar la playa indicada. Hicimos reuniones previas, nos organizamos y propusimos un sábado de febrero del año que no recuerdo.

Nos pertrechamos: nevera, cervezas, bocadillos y con la ilusión a cuesta Rafael, Manuel, Javier, Luis y el que suscribe partimos desde Huelva a "Piedras Negras" con la compañia de un casette de "Danza Invisible", grupo que en aquellos momentos estaba pegando.

Continúo?........................, vale, me habeis convencido.

Aparcamos el vehículo entre los pinos y nos pusimos a caminar por un lugar donde no habia sendero establecido. Nuestra intuición era que la playa se orientaba hacia Poniente y cargados como sherpas tomamos ruta pisando finas y blancas arenas entre los pinares y matorrales del Mediterráneo, pero que también están en nuestro Atlántico.

Transcurrida media hora, eterna, divisamos el mar y el motivo de que no había ni un alma no era sólo por la lejanía sino que soplaba una ventolera que no bajaba de los 100 kilómetros hora. Para refrescarnos del cansancio también comenzó a llover y por supuesto sin paraguas; el mar estaba tan picado que la espuma de las olas llegaba hasta la primera línea de los pinos.

Nos miramos, no dijimos nada, ni tan siquiera sabíamos si la marea bajaba o subía. Para lanzar la caña no había otra que meterse en el agua y ante las miradas cobardes, Manolo y vuestro humilde servidor, decidimos comenzar la faena. Fuera los deportivos, calcetines y chandal. La caña que yo utilizaba no me llegaba ni a la altura del hombro y la de Manolo parecía petrificada, más rígida que un frigorífico de Simago.

Manolo se prepara, coloca el cebo, un tonino entero (llamada en Cádiz caballa caletera), en un anzuelo anchovero. Se mete en el agua hasta la cintura, lanza y sólo se larga el plomo, el tonino coge dirección contraria hacia los pinos y a punto estuvo de golpear a los tres mirones. Manolo, que es un tipo perseverante donde los haya, recupera, coloca un tonino más grande (cerca de un kilo), y lanza. Se escucha un grito, no se ve nada, saca el pié del agua, el plomo le había golpeado en el dedo gordo. Mal empezamos joder, pensé para mis adentros. Hago hincapié en que temblábamos, sobre todo los que estabamos en el agua, como un perrillo chico y el rechinar de los dientes llegaba hasta la vecina Matalascañas.

Un tercer intento, por fín, plomo y tonino se acarician y se marchan junto unos 25 metros hacia el rugiente Atlántico. Rápidamente Manolo se retira hacia atrás para colocar la "Petrona" en el pincho. Sorpresa, cuando llega a la orilla llevaba el tonino en sus espaldas. Esto había colmado el vaso.

Observando el panorama los tres cobardes de la orilla y los dos fracasados, pero osados pescadores, decidimos de común acuerdo, chorreandito de agua, volver al vehículo.

El espectáculo del mar era fantástico, un paisaje romántico pintado por un impresionista que algunos llaman Dios.

Fue una odisea encontrar el cuatro ruedas y temblando como jaras verdes, con olor a tomillo y a romero nos despedimos de la naturaleza y recalamos en un bareto de Mazagón. Allí nos pusimos moraos de cruzcampo y bocadillos mientras nos secamos.

Pasado el tiempo, supimos que la anchova se pesca en la pleamar del verano y lo de intentarlo en febrero fue como echar una caña en un pozo y esperar eternamente que algo pique.

La realidad es que no hemos mejorado mucho en la pesca, algunos tuporaqui han caido, pero eso no es lo importante. Lo mejor de esta historia, real donde las haya, es el rato que pasamos y que hoy yo os la pueda contar. Pescar sólo es aburrido. Estar con amigos pescando es un placer.

11 comentarios:

  1. Me he hartado de reir. Para ser sincero que me descojonado.

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  2. Eres genial Bake BEEEEEEEErrrrrrrrrrrrrr.

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  3. AUNQUE NO ME CREO LO DEL ARTICULO, NO SE PUEDE SER TAN TORPONES, SI ES HUMORISTICO Y ESTOY DE ACUERDO EN QUE LA COMPAÑIA ES IMPORTANTE. TAMBIEN SE PUEDE ECHAR BUENOS MOMENTOS EN SOLEDAD SOBRE TODO SI LA PESCA ES BUENA. YA OS MANDARE ALGUNOS CONSEJOS PARA COGER ANCHOBAS.

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  4. titooooo...sois increibles, lo que no nos pase... ai que ve.. ya iremos a pescar anchobass..sin consejo de ningun tuporakii

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  5. Yo fui uno de los anchoveros implicados y se ha descrito muy bien la situacion del día de pesca, bueno por decir pesca. Venga tuporaqui que eres el mejor.

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  6. Sencillamente genial. Esta es una de tantas historias con las que has conseguido desencadenar en mi esa sensación de bienestar y alegría tan placentera. Brindemos por todas las historias como estas que estén por llegar...siempre nos quedará París

    Un abrazo enorme!!!

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  7. Tito al habla raúl el tuporaqui canterano despues del davilón... INCREIBLE aunque ya lo haya leido no me canso de leerlo jejeje es impresionante rocinante.Tenemos que ir un dia a ''pescar'' o intentar pescar nuestras bailitas y nuestro sarguitos o mojarritas...

    UN ABRAZO MUY FUERTE ANTOINE, CRACK

    Raúl...

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  8. Me gusto en su momento y ahora me ha resultado más simpático.

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  9. Seguro que antes de la pesca cayeron algunas litronas

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  10. EL TITULO ADECUADO AL ARTICULO-
    YO SOLO QUITARIA LO DE PESCADOR-

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