Me masajeaste. Tus finos dedos recorrían mis omoplatos con la suavidad de la mantequilla que se derrite en la ardiente tostada que en esos momentos era mi espalda. Y sabes, comencé a apreciarte. Tu pubis descansaba sobre mi trasero y tus manos engarzaban el baile más frenético sobre mis rendidas vértebras. Curioso, tanto masaje para al final sucumbir no a tus ojos, ni a tus labios, ni tan siquiera a tu sexo. Me he rendido a tus dedos, tus finos dedos.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 15 de Septiembre de 2009.
Artículo reeditado: Originalmente publicado el 15 de Septiembre de 2009.
Yo me rindo después de leer artículos como este. Tio eres formidable y lastima que nadie se percate. Yo de ti me promocionaria.
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