Voyager

Acabamos de aterrizar y la emoción me embarga. Llevo todo el viaje escuchando una y otra vez el disco dorado que encontramos dentro de la sonda que vagaba cerca de la órbita de nuestro devastado planeta. Nuestros eruditos determinaron que dicha sonda se denominaba “El viajero” y ver las imágenes que contiene me llena de ilusión. Es lo más maravilloso que he escuchado y he visto jamás. Que sinfonías tan armónicas, que belleza. Que planeta tan rico y pulcro, que esperanza.

Toda nuestra sociedad corrupta y adulterada estuvo de acuerdo por una vez en su dilatada existencia: la forma de vida que envió la sonda nos enseñará a vivir. Ahora no somos muchos, pero hubo un tiempo en el que nuestra población ocupaba cada rincón de nuestro vasto mundo. Como legado nos han dejado un planeta que agoniza. Las guerras fueron atroces y las desigualdades polarizantes. La contaminación atmosférica y las radiaciones solares son inadmisibles, por lo que teníamos que vivir bajo tierra. Toda la superficie está repleta de basura y los recursos naturales que utilizábamos están agotados. Mares y océanos son el seno de una composición putrefacta que no puede albergar ningún tipo de vida. Prácticamente no nos quedaba agua ni alimento y la extinción de nuestra especie era inminente, hasta que una sonda en forma de rayo de luz viajero nos llenó de ilusión.

Las compuertas de nuestra nave sideral empiezan a abrirse, que conmoción. Estos seres humanos serán quienes pongan fin al dolor. Una raza capaz de componer una música tan maravillosa, tan celestial, tan sublime. Tienen que reprendernos por los errores cometidos y enseñarnos a ir por el camino correcto. Hemos elegido como punto de encuentro África, lugar donde vivió el humano originario. Aquí todo será paradisiaco, glorioso. Los reductos de nuestra civilización encontrarán por fin un mundo excelso.

“Habitantes de La Tierra, venimos en son de paz”

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 07 de Mayo de 2012.