Me siento atrapado en una celda muy estrecha de trémulos barrotes, alimentado a base de grano y agua; totalmente encarcelado.
La posibilidad de movimiento es mínima.
Recuerdo y añoro los bellos momentos que pasé con mi familia correteando en campo abierto, aunque era demasiado pequeño.
Ahora me veo en una celda situada en una sala cerrada. Observo que en una celda cercana, uno de mis hermanos, el saltarín, no para de dar saltos, dejando pegados los sesos en los barrotes del techo; otro de mis hermanos, el alambrista, no cesa de picotear los barrotes, sangrando abundantemente por el pico.
El hermano que está más a mi vera, el miracielos, sólo mira hacia arriba; parece que tiene una tortícolis crónica (lo cierto es que debo recordar que estamos emparentados con los urogallos; somos gallináceos).
Todos los días, al amanecer, solemos comunicarnos con nuestro propio lenguaje, a base de sonidos muy característicos.
Mi propio instinto me dice que estos hermanos míos o terminan desplumados y cocinados en una cazuela o les dan la libertad para reencontrarse con lo que debe ser nuestro hábitat natural.
En mi caso, sólo espero prisión, cadena perpetua.
Mi esperanza de vida, a lo sumo, puede llegar a unos 10 celos, equivalentes a años.
Siento una extraña sensación en mi interior que no puedo controlar; es la primera vez que me pasa; una especie de fuego, de deseo que no sé explicar.
Mi instinto natural me dice que pronto regresaré al paraíso, aquel lugar que me vio nacer, aquel que me dio días de felicidad en mi infancia.
Suena el despertador; presiento que hoy será el gran día. Hace frío (¿Cómo no va a hacerlo si estamos a primeros de enero!), aunque mi plumaje, de color rojizo, me protege. Estoy deseoso.
Así es, mi cuidador me traslada metido en mi celda y la coloca en un lugar paradisíaco, en un montículo situado en el monte bajo, teniendo a mi alrededor jaras, ulagas, matojos, etc, aunque justo en el punto más cercano del lugar, ha limpiado un poco el terreno (farolillo) y me ha colocado a unos 60 ó 70 cm. De altura. Me quedo sorprendido cuando descubro que no abre mi celda; continúa dejándome encerrado.
Noto el frío exterior en este amanecer, pero sigo sintiendo ese calor interior, un fulgor incontrolado.
Necesito cantar, llamar a alguna hembra; estoy en celo, necesito a mi amada, rozarme con su plumaje. No paro de cantar. Percibo que se acerca una hembra; se siente muy alagada por mi bello canto; me gusta y creo que le gusto; estoy enamorado.
¡Oh, no viene sola!, viene acompañada de un macho, arrastrando las alas por el húmedo terreno, parece el concorde a punto de despegar. Se acerca a mi prisión y me quiere atacar. Por un momento mis sonidos poéticos se apagan.
Estoy rabioso; necesito que me liberen para apalizar a este gallito tan chulito. ¿Qué se cree este polluelo?. ¡Te voy a matar! ¿Pero que hace?, ¡si trata de marcharse!.
En ese momento escucho dos disparos; proceden desde mi retaguardia; ha sido mi criador, que está oculto con jaras y matojos a unos 10 ó 15 metros. Ha caído mi amada; luego el macho que quería huir.
¡Ahora lo entiendo todo!. Me han utilizado para atraer a una pareja de enamorados, protectores de su territorio, para una vez cerca de mi prisión, fulminarlos. ¡Mi criadores un cazador!.
¡Quiero escapar de esta cárcel!.
El carcelero cazador repite la misma historia hasta mediados de febrero.
¡Quiero estar en una situación normal, ser normal!. Quiero volver al momento de mi infancia; cuando llegue el momento poder enamorarme y abandonar el bando con mi amada; crear nuestro propio territorio, nuestro propio hogar; hacer nuestros nidos a base de finos palitos de jaras, disimulándolos lo más posible, aunque no nos importase que estén cercanos al amparo humano; junto a paredes o en huecos entre pedruscos; que calentemos indistintamente los 15 ó 20 huevos que ponga mi amada. Ver nacer a los 23 días a nuestros retoños, nuestros polluelos, aunque seamos conscientes que el camino no sería nada fácil.
Las tormentas harían bajar el porcentaje de eclosión. Los cerdos, zorros, gatos salvajes, culebras, tractores, etc, eliminarían parte de los huevos; las aves rapaces, los linces y otros predadores se comerían a los más pequeños, una vez nacidos.
Habría que dejar en manos de la madre naturaleza la elección de la cantidad de polluelos que tendríamos que sacar adelante y que el ciclo se repita.
No consentiría que estando con mi amada en la época del celo, ningún intruso intente romper nuestro amor; la defendería hasta la muerte. ¡No es pedir demasiado!.
Creo que estaré encerrado eternamente.
“Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cansado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida?; una ilusión. Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”.
La posibilidad de movimiento es mínima.
Recuerdo y añoro los bellos momentos que pasé con mi familia correteando en campo abierto, aunque era demasiado pequeño.
Ahora me veo en una celda situada en una sala cerrada. Observo que en una celda cercana, uno de mis hermanos, el saltarín, no para de dar saltos, dejando pegados los sesos en los barrotes del techo; otro de mis hermanos, el alambrista, no cesa de picotear los barrotes, sangrando abundantemente por el pico.
El hermano que está más a mi vera, el miracielos, sólo mira hacia arriba; parece que tiene una tortícolis crónica (lo cierto es que debo recordar que estamos emparentados con los urogallos; somos gallináceos).
Todos los días, al amanecer, solemos comunicarnos con nuestro propio lenguaje, a base de sonidos muy característicos.
Mi propio instinto me dice que estos hermanos míos o terminan desplumados y cocinados en una cazuela o les dan la libertad para reencontrarse con lo que debe ser nuestro hábitat natural.
En mi caso, sólo espero prisión, cadena perpetua.
Mi esperanza de vida, a lo sumo, puede llegar a unos 10 celos, equivalentes a años.
Siento una extraña sensación en mi interior que no puedo controlar; es la primera vez que me pasa; una especie de fuego, de deseo que no sé explicar.
Mi instinto natural me dice que pronto regresaré al paraíso, aquel lugar que me vio nacer, aquel que me dio días de felicidad en mi infancia.
Suena el despertador; presiento que hoy será el gran día. Hace frío (¿Cómo no va a hacerlo si estamos a primeros de enero!), aunque mi plumaje, de color rojizo, me protege. Estoy deseoso.
Así es, mi cuidador me traslada metido en mi celda y la coloca en un lugar paradisíaco, en un montículo situado en el monte bajo, teniendo a mi alrededor jaras, ulagas, matojos, etc, aunque justo en el punto más cercano del lugar, ha limpiado un poco el terreno (farolillo) y me ha colocado a unos 60 ó 70 cm. De altura. Me quedo sorprendido cuando descubro que no abre mi celda; continúa dejándome encerrado.
Noto el frío exterior en este amanecer, pero sigo sintiendo ese calor interior, un fulgor incontrolado.
Necesito cantar, llamar a alguna hembra; estoy en celo, necesito a mi amada, rozarme con su plumaje. No paro de cantar. Percibo que se acerca una hembra; se siente muy alagada por mi bello canto; me gusta y creo que le gusto; estoy enamorado.
¡Oh, no viene sola!, viene acompañada de un macho, arrastrando las alas por el húmedo terreno, parece el concorde a punto de despegar. Se acerca a mi prisión y me quiere atacar. Por un momento mis sonidos poéticos se apagan.
Estoy rabioso; necesito que me liberen para apalizar a este gallito tan chulito. ¿Qué se cree este polluelo?. ¡Te voy a matar! ¿Pero que hace?, ¡si trata de marcharse!.
En ese momento escucho dos disparos; proceden desde mi retaguardia; ha sido mi criador, que está oculto con jaras y matojos a unos 10 ó 15 metros. Ha caído mi amada; luego el macho que quería huir.
¡Ahora lo entiendo todo!. Me han utilizado para atraer a una pareja de enamorados, protectores de su territorio, para una vez cerca de mi prisión, fulminarlos. ¡Mi criadores un cazador!.
¡Quiero escapar de esta cárcel!.
El carcelero cazador repite la misma historia hasta mediados de febrero.
¡Quiero estar en una situación normal, ser normal!. Quiero volver al momento de mi infancia; cuando llegue el momento poder enamorarme y abandonar el bando con mi amada; crear nuestro propio territorio, nuestro propio hogar; hacer nuestros nidos a base de finos palitos de jaras, disimulándolos lo más posible, aunque no nos importase que estén cercanos al amparo humano; junto a paredes o en huecos entre pedruscos; que calentemos indistintamente los 15 ó 20 huevos que ponga mi amada. Ver nacer a los 23 días a nuestros retoños, nuestros polluelos, aunque seamos conscientes que el camino no sería nada fácil.
Las tormentas harían bajar el porcentaje de eclosión. Los cerdos, zorros, gatos salvajes, culebras, tractores, etc, eliminarían parte de los huevos; las aves rapaces, los linces y otros predadores se comerían a los más pequeños, una vez nacidos.
Habría que dejar en manos de la madre naturaleza la elección de la cantidad de polluelos que tendríamos que sacar adelante y que el ciclo se repita.
No consentiría que estando con mi amada en la época del celo, ningún intruso intente romper nuestro amor; la defendería hasta la muerte. ¡No es pedir demasiado!.
Creo que estaré encerrado eternamente.
“Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cansado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida?; una ilusión. Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”.
Es una canallada lo que se hacen con estas aves.
ResponderEliminarEncerradas en un minúsculo espacio durante todo el año. Triste, muy triste.
Son muchos los cazadores de reclamo sin experiencia que cuando sacan sus reclamos al campo dicen que no les cantan, pero en un alto porcentaje en estos casos el problema no es la predisposición genética del animal, sino el cuidado al que ha sido sometido durante todo el año, y el no tener bastante celo es el verdadero motivo por el que no canta como se espera de él.
ResponderEliminarLa causa principal que que la perdiz roja esté desapareciendo no la tienen los cazadores sino la agricultura que se viene practicando principalmente en Castilla La Mancha.
ResponderEliminarUn artículo muy instructivo y entretenido. Felicito a su autor.
ResponderEliminarEl que debería de estar encerrado es el Maná Maná.
ResponderEliminarDejando por sentado que yo estoy en celo todo el año mi oponión sobre el artículo es altamente positiva. Distinto, original y muy ilustrativo para todos los que estamos en celo y no tenemos idea de este "arte" que como otros se va perdiendo.
ResponderEliminarPor si a alguién le interesa mando unos datos complementarios sobre tipos de perdices:
ResponderEliminarAve gallinácea, de hasta 40 cm de longitud y 50 de envergadura, con cuerpo grueso, cuello corto, cabeza pequeña, pico y pies encarnados, y plumaje de color ceniciento rojizo en las partes superiores, más vivo en la cabeza y cuello, blanco con un collar negro, azulado con manchas negras en el pecho y rojo amarillento en el abdomen. Es abundante en España. Anda más que vuela, se mantiene de semillas silvestres, y su carne es muy estimada.
~ blanca. Ave gallinácea, poco mayor que la perdiz común, de la cual se distingue por el pico ceniciento, las patas del mismo color y con plumas hasta las uñas, y el plumaje blanco en el cuerpo y negro en la cola y alas, aunque los extremos de estas también son blancos. Vive en las regiones altas y frías, y en verano toma color gris amarillento con manchas negras.
~ blancal. perdiz patiblanca, que en los países fríos toma en el invierno el color blanco, distinguiéndose entonces de la blanca tan solamente en los pies, que no tienen pluma.
~ cordillerana. Chile. Especie de perdiz muy distinta de la europea, más pequeña, de alas puntiagudas y tarsos robustos y reticulares por delante. No es comestible y habita en lo alto de la cordillera de los Andes.
~ pardilla. Ave gallinácea, de unos 30 cm de longitud y 55 de envergadura. Es muy parecida a la perdiz común, pero tiene el pico y las patas de color gris verdoso, y el plumaje, que en su aspecto general es de color pardo oscuro, lo tiene amarillento rojizo en la cabeza, gris con rayas negras en el cuello y pecho, y manchado de pardo castaño en medio del abdomen. Es la especie más común en Europa y la que más abunda en el norte de España.
~ patiblanca. Especie de perdiz, que se diferencia de la común principalmente en tener las piernas manchadas de negro, y el pico, las alas y los pies de color blanco que tira a verde.
Existen otras menos conocidas.
Hombre yo estoy de acuerdo con cualquier afición cinegética pero no me parece lógico que un animal viva encerrado en una carcel tan pequeña durante toda su vida. Pienso que habrá otras posibilidades que le permitan una mayor libertad de movimientos.
ResponderEliminar¡Qué crueles podemos llegar a ser los humanos!
ResponderEliminarBuen artículo. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarNo os engañeis, el chita está escondido en los matojos. La bolsa se hundió y esta haciendo negocio de pajarero.
ResponderEliminarLUCHAR POR ALGO QUE ESTA ROTO Y VACIO.......NO MERECE LA PENA......HAY QUE LUCHAR POR LO POSIBLE NO POR IMPOSIBLES......
ResponderEliminarFusilamiento lo llamaría yo, esa modalidad para mi tendría que ser sin muerte, ya que al ser todo un trabajo del pájaro que es lo bonito, el tiro si que es un fusilamiento
ResponderEliminarMe parece antideportivo abatir de esa manera a tan bello animal.
ResponderEliminarMarear la perdiz es hacer perder el tiempo intencionadamente, en rodeos o dilaciones que retrasan u obstaculizan la resolución de un problema.
ResponderEliminarEn el acto de marear la perdiz se precisan, como mínimo, dos colaboradores, uno es la pobre perdiz, que suele estar sola y desamparada, y el otro es el canalla del mareador, que normalmente está sólo, pero a veces está malvadamente acompañado.
Marear la perdiz. Se aplica a la táctica de entretener al interlocutor con rodeos para dar largas al asunto. Supongo que esta expresión proviene del deporte cinegético. La perdiz es un ave de vuelo corto que no resiste mucho tiempo en el aire. Los ojeadores asustan y acosan a las perdices de tal forma que las cansan para así enfrentarlas mejor a los cazadores.
Golfo indecente mareador de perdices inocentes.
Yo conozco un perdigón que se metió a político y le llaman el Maná-Maná. Ha cogido tanto poder que lo mismo pisa a la gallina Turureta que a la perdiz Merchi. No hay quien le enjaule.
ResponderEliminarAprende alcalde, renueva tu lista y aparta de ella a los viejos y repetidos golfos.
ResponderEliminarLa alcaldesa de Sepúlveda (Segovia), Concepción Monte, ha recurrido a la red social Facebook para buscar a personas que le acompañen en la candidatura, siempre que tengan "ideas afines al PP", que es uno de los requisitos.
Monte, que ya ha gobernado el consistorio de esta villa medieval de 1.300 habitantes, ha publicado una especie de aviso municipal en su muro personal de Facebook bajo el título "Se buscan candidatos a concejal".
En el texto, la alcaldesa recuerda que el 22 de mayo próximo se celebran elecciones y que en el PP están trabajando para elaborar un nuevo equipo, "con ganas de trabajar por Sepúlveda", matiza.
Por eso, pregunta a quien lea el aviso si "¿Estarías dispuesto a unirte?" y pide como requisitos "que seas un sepulvedano-a responsable, de ideas afines al PP y dispuesto a implicarte".
Como colofón, esta abogada, de 38 años que sustituyó en la Alcaldía a Ismael Ortiz, quien comenzó en el PSOE y terminó en el PP, advierte a los amigos de la red social que "Sepúlveda te necesita, ahora. Si estás dispuesto a dar un paso al frente, ponte en contacto conmigo. Conchi".
Un poco de seriedad, por favor. El artículo es muy bueno e ilustrativo; algo distinto.
ResponderEliminarEse sistema de caza resulta bastante caro (Coto todo el año, armas, munición y otros gastos relacionados con el transporte y posibles estancias). Mueve muchísimo dinero.
ResponderEliminarNo soy aficionado a la caza. Si la caza de la perdiz es como se comenta en el artículo, me parece una tremenda crueldad.
ResponderEliminarEl artículo me ha gustado por su buena exposición.
Lo cierto es que es muy cruel el matar a cualquier animal, sin embargo tengo que confesar que más de una vez he comido perdices en un puchero y me ha encantado.
ResponderEliminar¡Menudo pájaro es el manamaná!. Tarde o temprano abandonará el coto privado para pasar a una jaula.
ResponderEliminarMe enseñaron una receta de salsa perdiz, pero de poco utilizarla la he olvidado. Me la enseñaron en una localidad de la provincia de Ciudad Real.
ResponderEliminarPor eso estoy enganchada a este blog; salen artículos de muchos temas, casi todos muy buenos.
ResponderEliminarFelicidades a todos los Bakes.
Un padre y un hijo.
ResponderEliminar-Hijo: "papá, me pego un peo como el de ayer".
-Padre: "no hijo, que todavía tienes los puntos frescos".
Las perdices y todos los animales obran por ínstinto, único móvil de todos sus actos.
ResponderEliminarEste es mejor:
ResponderEliminarSe despierta el papa y se da cuenta que tenía la tienda de campaña como el mástil de la "Pinta". Exclama el papa: "hoy no me he levantado muy católico".
En una jaula de esas metía yo al Maná Maná y lo dejaba al sol todo el mes de agosto.
ResponderEliminarSer serio es no maltratar a los animales, para eso se necesita tener sensibilidad, al serio lo metia yo en una jaula perdiguera y despues podriamos hablar de seriedad, yo este tema me lo tomo con ironia y si no te gusta te aguantas, y no te digo trigo por no llamarte rodrigo.
ResponderEliminarYo también estoy en celo. ¿alguién me quiere cazar?
ResponderEliminarEsta forma de caza me parece una verdadera salvajada.
ResponderEliminarA mí la época de celo me dura todo el año.
ResponderEliminarMuy buena le reflexión final. Me ha gustado la exposición.
ResponderEliminarTen paciencia , el que Espera Desespera pero obtiene su RECOMPENSA
ResponderEliminarOdio que me atraigan con dulces cantos para después matarme a disgustos. Los hombres son como las perdices.
ResponderEliminarMuy buen artículo!!! En tu línea que tanto me gusta. Por cierto, cuando se completa la trilogía??
ResponderEliminarPD.- Maná Maná!!
Soy aficonado al tema y me gustado como está escrito el tema. Mi nombre es Paco Sandez.
ResponderEliminarMi sincera felicitación al autor de este bellísmo relato por su sapiencia y emotividad que demuestra en todo momento.
ResponderEliminarYa quisieramos todos los aficionados a esta actividad cinegética milenaria, plasmar los sentimiento como Vd lo ha hecho y, máxime, sin ser docto en la materia como es Vd.
Gran trabajo amigo Bake Beer.
Sólo una puntualización: quien amamos esta afición, no somos el lobito malo de la película, simplemente, aparte de mar la naturaleza tanto como el que más, ponemos en práctica, tras pagar unos buenos dineros, una actividad permitida por la Ley.
Un cordial saludo. José Antonio. Huelva
Gracias Bake Beer por tu aportación. A mi particularmente me encantaría que se hablará mucho más en el blog de esta noble y tradiconal afición
ResponderEliminarno puede haber una forma mas cruel de cazar.supongo q quien la practica sera adicto al remordimiento
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