La guerra de los sexos

Desde tiempos remotos los sexos que hacen posible la existencia de nuestra especie han estado a la gresca, y muy posiblemente lo sigan estando en tiempos venideros. Quizá, en la propia naturaleza humana esté el quid de la cuestión. A lo largo de la historia el hombre ha pretendido acorralar a la mujer en muchas de las sociedades de nuestro planeta. Y lo ha hecho por una sencilla y llana razón: ellas son más inteligentes, algo que recientes estudios lo demuestran. El miedo a perder el poder conseguido gracias a aquello en lo que superamos a las mujeres, la fuerza, ha hecho posible esta conducta.

En la propia naturaleza de ambos géneros puede estar la solución al enfrentamiento. Debemos asumir que somos diferentes. La evolución nos ha llevado por un camino en el que esa diferencia se hacía esencial para postergar al Homo sapiens. Ello queda patente cuando analizamos el papel de ambos sexos a lo largo de la historia. Si nos situamos en el neolítico, vemos como el hombre asumió la responsabilidad de buscar el alimento, de orientarse en el espacio para llegar a las zonas donde podría estar la comida que llevar al hogar, de hay que se antojaba fundamental una carga física superior a la de su compañera de cama. Mientras tanto, esta última debía lidiar con las tareas del hogar, cuidar a la prole y gestionar los recursos cercanos. Todo ello representa tener una mayor capacidad para realizar varias tareas al mismo tiempo, a la par que una mayor capacidad cognitiva para sacar adelante a la descendencia. Eso si, su orientación en el espacio, al no necesitarla, se vio mermada evolutivamente hablando.

Estas diferencias han hecho posible nuestra existencia, por lo que jamás deberíamos entrar en una guerra de sexos, ya que estaríamos tirando piedras contra nuestro propio tejado.

PD.- Las sociedades han marginado a las mujeres, pero resulta curioso que la biología le tiene reservado un derecho especial. Según nuestro desarrollo embrionario, todos las pautas que sigue el crecimiento de nuestro feto nos conduce a ser mujeres, hasta que aparece ese gen Y y vuelve al proceso imperfecto.

Bernardo Roa, Colaborador ya habitual, nos remite desde tierras granadinas este artículo, como ya es costumbre en Bernardo, bien documentado y expuesto con brillantez. GRACIAS.

Artículo reeditado: Originalmente publicado el 17 de Noviembre de 2011.