Nací con una especie de exaltación del amor, un exceso de afecto, de manera que a falta de objetos legítimos en los que centrarse, mi corazón no vaciló nunca en cubrir de cariño a personas y cosas… incluso indignas, con tal de no quedar vacante.
Mi destino parecía haber sido vivir para el amor, ni solícita ni esquiva, pero siempre propensa a recrearme en la ternura... en la pasión, siempre alegre, dulce, perpetuamente encadenada a sentir...
En el transcurso de mi vida, por amor he disfrutado muchas veces, y he sufrido otras, fui muy amada, y fui también engañada, pero yo siempre amé. Cuando soy amada me siento soberbia, casi celestial, tan divina y tan humana a la vez... cuando el amor se descubre engañoso, la rabia y la tristeza conviven en mi ánimo y entiendo mi vida como una nulidad, algo oscuro y pequeño... me siento como atada, inerte, impotente y torpe, y al mismo tiempo opaca... dolorida como si la inmovilidad en la que me sume mi tristeza, me costara un enorme, un desesperado esfuerzo... Pasado un tiempo, mi habitual, mi impetuoso apetito de amar y ser amada renace en mi con más impávido, con mayor tesón, es por eso que abrazo mi destino, lo abrazo cada día con más fuerza... cómo se abraza a un enemigo a quien no se puede vencer, y con este gesto me siento liberada.
Alguien puede pensar que es insano aceptar una suerte tan caprichosa, tan delirante, pero yo, apuesto antes por una deliciosa quimera, que por una vida sin...vida...
Ilya
Ilya nació para amar y para hacernos partícipes de su amor. Gracias.
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