
Cuando solo vivía para repudiar a cualquier mujer por el daño recibido, apareció ella, un ángel que revoloteaba en el cielo, y que un día bajó para desabrigar la idea de que todas son iguales, ella sin quererlo hizo que despertara a los sentimientos, lavó mis ojos y a partir de aquel momento volví a ver, y cada día que pasaba se hacía mas claro, con mas luz, y notaba de nuevo la esperanza.
Después de charlar largo y tendido de nuestras inquietudes y miedos, decidimos unirnos a los ojos de la luna llena, y aquella noche las estrellas me animaban a responder no solo a mis apetencias sexuales que eran muchísimas, sino al amor, noté en su piel esa promiscuidad y se pudo ver como se derrotaban mis ideales, se pudo notar como se vaciaban de mi mente o quizás aparcarlas en ese rincón que denomino "la bodega fría de nuestra mente".
Dos meses fueron los que ambos gozamos de nuestra compañía, sesenta días a todo tren, sin importar la hora, sin importar el tiempo, sin importar los métodos, nos fundíamos en uno solo cada noche en nuestra casa, donde la única luz que había era la de sus ojos celestes, y nuestro techo lleno de estrellas daba magnitud a nuestro gozo, mientras la luna bañaba nuestros cuerpos de plata.
Un cuerpo de veintiún años, de pelo rubio, con las justas pecas en su carita para hacerla mas pícara, sus pechos , que decir, mejor no hablar, me da un poco de vergüenza, espléndida, maravillosa, me faltan calificativos, mil cuatrocientas cuarenta horas y no supe retener a esa criatura celestial, a lo peor al no solucionar del todo los problemas que pululaban en mi cabeza, volví a resaltar la crueldad recibida por la mujer que adoré durante años, y la dejé escapar de mí y de esta tierra, la perdí para siempre, y antes de despedirse, la dije que me perdonara por el daño que le hice, que era cierto que lo que había tenido con ella era amor, a lo que me contestó que lo entendía, pero había encontrado a un chico y que se iba fuera de aquí para no tener que pensar en mí, y que si cambiaba de opinión se lo dijera, que lo dejaría todo para volver conmigo.
Al poco tiempo me enteré de que tuvo un niño de aquel chico, y que los dos estaban bien, por ese motivo tuvo que regresar a casa de sus familiares a que conocieran al niño, y me llamó para darme la noticia, y la volví a ver, preciosa, como siempre, y después de intercambiar algunas preguntar de rigor, antes de irse le dí las poesías que había escrito para ella, le supliqué que no las leyera, y dándole un beso me despedí deslizando mi mano muy lentamente a la suya hasta que nuestros dedos perdieron su contacto, y me dejó perplejo cuando dijo que el hijo que tuvo lo hizo pensando e mí, me sentí como una cucaracha, como un ser vil y despreciable, pero ya no había remedio ella tenía una vida con su marido y su retoño, y yo perdí los derechos cuando la dejé ir.
Con su permiso doy a conocer una de tantas que escribí, espero que estés donde estés, no me tengas en cuenta lo de compartir con estos maravillosos lectores tu poesía.
En un momento feliz de mi amargura
conocí a Carmen.
Chica simpática de sí misma segura
como las llamas de troncos cuando arden.
Con trocitos de cielo en los ojos
y sonrisa cristalina
silueta de señorita fina
está llena de miles de piropos.
Esponja de mar que absorbe mis malos ratos
y los convierte en días de sol claros
persona que inyecta en mi corazón
néctar de una deseada flor
rayo de una luz cegadora
en una palabra amor.